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Pedro de Castro y Figueroa

Biografía

Castro y Figueroa, Pedro de. Duque de la Conquista (I), en reino de las Dos Sicilias, marqués de Gracia Real (I). San Julián de Cela, Cambre (La Coruña), 1685 – Ciudad de México (México), 22.VIII.1741. Virrey de Nueva España.

Oriundo de Galicia, y proveniente de una familia de gran raigambre militar y servicios a la corona, este militar ingresó, como era costumbre, muy joven en la milicia española. Tuvo una rápida ascensión en el escalafón militar, donde sirvió sucesivamente en España e Italia, alcanzando pronto el grado de teniente coronel de las Reales Guardias españolas. Sus servicios y su adscripción nobiliaria, le valieron el título de marqués de Gracia Real, otorgado por Felipe V mediante Real Orden de 4 de octubre de 1729.

Tras varios años en Italia, fue nuevamente ascendido a capitán general de los ejércitos recibiendo un nuevo título nobiliario de duque de la Conquista, esta vez de manos de Carlos VII, rey de las Dos Sicilias (que sería más tarde Carlos III de España), mediante Orden de 4 de octubre de 1735. Este título le fue otorgado especialmente por sus méritos militares y su excelente respuesta contra la llamada sublevación popular de “Lazzatoni” lo que le obligó a emprender una acción armada contra los ejércitos austríacos deseosos de adentrarse en Nápoles. La victoria en esta refriega supuso la creación definitiva del reino de las Dos Sicilias en el mismo año de 1735, y a Castro de Figueroa su título nobiliario más importante para conmemorarlo.

Embarcó en un buque de comercio holandés en 1740 con destino a Cuba y Veracruz, pero al llegar al litoral americano fue alcanzado por una fragata inglesa que estuvo a punto de hacerlo prisionero, aunque logró que echaran un bote al mar y junto con otros pasajeros y a la vista de San Juan de PuertoRico, ganó ese puerto sin llevar con él ningún documento que lo acreditase. Posteriormente hizo el viaje de Puerto Rico a Veracruz adonde llegó el 30 de junio, y de allí escribió al arzobispo-virrey que por otro conducto había recibido aviso e instrucciones sobre el particular. Después de estas peripecias, hizo su entrada oficial en la ciudad de México el día 17 de agosto de 1740.

La situación en la que encontró el virreinato de Nueva España no era precisamente muy buena. El territorio estaba convulso y el peligro de invasión o ataque a sus fronteras por parte de los ingleses era real, ya que España e Inglaterra se hallaban envueltas en una nueva guerra desde noviembre de 1739. A su llegada al virreinato se encontró con una muy difícil situación militar, ya que tenía noticias de que los ingleses planeaban un gran asalto en América, aunque no se sabía dónde ni en qué fecha. Los objetivos eran varios, y algunos estaban en el virreinato de Nueva España, como Veracruz, vital puerto comercial y de salida de la plata hacia España, o La Habana, que en este tiempo se sostenía esencialmente con el dinero que provenía de México.

La situación era, por tanto, muy peligrosa, especialmente porque el recién llegado virrey apenas conocía el virreinato ni la política que debía realizar. El peso de la responsabilidad le llegó en un momento especialmente malo, ya que el ejército territorial era escaso y el dinero no abundaba. Sobresaltado por el estado de guerra existente, amenazado en el norte por los franceses y sobre el gran litoral del golfo de México por los ingleses, aunque hasta entonces no habían atacado Veracruz, que era el camino más directo y de más cuidado hacia la capital del virreinato, la posición de Figueroa era terriblemente débil.

Poco después, se supo que los ingleses intentaron apoderarse de San Agustín de La Florida, de donde fueron rechazados por la guarnición, muy exigua, que defendía esa plaza, así que el virrey se apresuró a enviar trescientos hombres, armas, víveres y municiones para reforzar a los defensores de aquel lejano lugar. Puso especial empeño en desaguar las minas de Zacatecas, para obtener mayores rendimientos; hizo una considerable remisión de “situados” —con el que la Nueva España ayudaba a las posesiones españolas que tenían necesidades o carencias— a las Filipinas, para labor misionera y dio las órdenes pertinentes para limpiar el puerto de Veracruz, que estaba muy sucio y peligraban las habituales labores portuarias.

Durante los primeros meses de 1741, envió todo el dinero que pudo a las guarniciones que podían ser objeto directo de un gran ataque, ya que se tuvo noticias de que la gran invasión aún no se había producido.

Se supo que los ingleses habían tomado Portobelo, en diciembre de 1739, y atacado durante 1740 La Guaira y bombardeado levemente Cartagena de Indias.

Sin embargo, no se tenía la certeza de que algunos de estos objetivos fueran los más importantes, ya que desde su base en Jamaica, los ingleses estaban especialmente bien situados para atacar Veracruz, La Habana o Santiago de Cuba.

Los movimientos ingleses de su marina hicieron creer a las autoridades novohispanas, y en especial a Figueroa, que el ataque final se produciría sobre Veracruz. Teniendo, por tanto, en México la seguridad de que intentarían este desembarco, el virrey hizo construir nuevos fortines artillados y bien orientados en San Juan de Ulúa, justo enfrente de Veracruz, y mandó poner sobre las armas a una parte de la población para estar en capacidad de defender el puerto. Estos milicianos sacados de la población civil en forma de leva, formaron la guarnición y un batallón muy efectivo que se llamó de la Corona, famoso en el ejército realista durante la revolución de independencia.

El esfuerzo militar que realizó el virrey fue tan importante que sin duda pudo haber influido en la decisión final de los ingleses de no atacar Veracruz. En cualquier caso, recibió informes que indicaban que el ataque finalmente se produciría en Cartagena de Indias, lo que así sucedió en marzo de 1741. El terrible asedio al que se vio sometida la ciudad fue contestado con una defensa vigorosa y aguerrida que hicieron que los ingleses, dirigidos por el almirante Vernon, sufrieran en mayo de 1741 una aplastante y humillante derrota ante un enemigo diez veces inferior en número.

La sonora derrota frente a Cartagena alivió el peligro sobre el virreinato de Nueva España, aunque aún, en un último y desesperado intento por resarcirse, los ingleses atacaron Santiago de Cuba a finales del verano del mismo año, sufriendo nuevamente la derrota.

Durante el verano, Figueroa continuó con su labor de fiscalización de las labores de protección, ya que se temía un nuevo ataque en uno o dos años, y el tiempo era vital para sostener las defensas. Preparó las disposiciones oportunas para remitir a la atacada Cartagena ayuda económica para la reconstrucción de sus fortificaciones. Se encontraba el virrey duque de la Conquista en Veracruz, revisando las obras de aquel puerto, cuando repentinamente enfermó de una disentería hemorrágica.

Fue traído apresuradamente a México, donde murió el 22 de agosto de 1741. Su pérdida fue muy sentida pese al poco tiempo que pudo ejercer el gobierno, ya que demostró innegables dotes de organizador.

Fue sepultado en el convento de la Piedad, a la salida sur de la ciudad de México.

 

Bibl.: J. Rubio Mañé, Introducción al estudio de los virreyes de Nueva España, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1963; El virreinato, México, Fondo de Cultura Económica, 1983, 4 vols.; E. Torre Villar, Instrucciones y memorias de los virreyes novohispanos, México, Porrúa, 1991, 2 vols.; A. Valle-Arizpe, Virreyes y virreinas de la Nueva España. Leyendas, tradiciones y sucedidos del México virreinal, México, Porrúa, 2000.

 

José Manuel Serrano Álvarez