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Alejandro San Martín Satrústegui

Biografía

San Martín Satrústegui, Alejandro. Larrainzar (Navarra), 17.X.1847 – Madrid, 10.XI.1908. Médico, cirujano.

Nació en el seno de una familia en la que la medicina había sido ya elegida como profesión por algunos de sus miembros. Su padre ejercía como médico rural, y su tío, Basilio San Martín, a quien señalaría más tarde como “su segundo padre y su más constante maestro”, llegó a ser médico de Cámara y presidente de la Real Academia de Medicina. Tras comenzar sus estudios de bachillerato en Pamplona en 1857, donde realizó tres cursos, los continuó luego, por consejo de su tío, en el Instituto de San Isidro de Madrid (1960- 1962). Este período lo aprovechó también para estudiar idiomas (francés, inglés y alemán). Tras obtener el título de bachiller en Artes por la Universidad de Madrid en 1963, ingresó en la Facultad de Medicina de la Universidad Central en 1863. Allí cursó estudios brillantemente —obtuvo sobresaliente en todas las asignaturas, salvo Fisiología—, siendo alumno interno por oposición (1867) y obteniendo diferentes premios, entre ellos el Extraordinario de Obstetricia (1867). Durante este período formó parte de la “La amiga del estudio”, una sociedad escolar en la que iba a dar muestras pronto de sus dotes como polemista, y asistió a las clases libres del Hospital Provincial.

Tras obtener su título de licenciado en 1869, San Martín se desplazó de nuevo a Navarra y trabajó como médico titular en Ituren, Sureñita y Elgorriaga. Algunas experiencias en el curso de su ejercicio profesional en ese ambiente rural, que no encajaban en su forma de entender el ejercicio de la medicina y el significado que la enfermedad debía tener para las personas, le hicieron volver a Madrid pasados dos años. Es contratado entonces como redactor de El Siglo Médico, esa relevante publicación que, como rezaba su subtítulo, constituía un “periódico de Medicina, Cirugía y Farmacia” que se hallaba “consagrado a los intereses morales, científicos y profesionales de las clases médicas”. Dirigido en esa etapa por Méndez Álvaro, Nieto Serrano y Escolar, gozó siempre de una enorme difusión y es un punto de referencia ineludible para recomponer cualquier aspecto —científico o social— de la medicina española de la segunda mitad del siglo xix y del primer tercio del xx. San Martín veía así plenamente satisfecha una inclinación que, en sus años de estudiante, le había llevado a dirigir dos periódicos médicos —La Aspiración y La Medicina—. Además, aunque su labor como redactor en esa publicación, que le permitió mantenerse al día en los avances de su disciplina, finalizó en 1874, siguió publicando en ella trabajos originales hasta el año de su muerte.

En 1870, nada más regresar de Navarra, San Martín realizó sus ejercicios de doctorado con la defensa de una tesis sobre las Relaciones entre el sistema nervioso y el sistema vascular. Esto le sirvió para incorporarse tempranamente a la labor universitaria. En efecto, tras la expedición del título de doctor en 1874, obtuvo el 1 de julio de ese mismo año por oposición la Cátedra de Terapéutica, Materia Médica y Arte de Recetar en la Facultad de Medicina de Cádiz. En esta ciudad, permaneció años. En ellos, además de publicar sobre su disciplina —una memoria sobre La terapéutica individual y social. Su pasado su presente y su porvenir (1875) y unos interesantes Estudios de Materia Médica Física (1880)—, tuvo tiempo de cultivar su afición por la música formando parte de un quinteto en el que tocaba el piano. Entre quienes compartieron esas veladas figuraba Francisco Giner de los Ríos, que había sido desterrado allí como consecuencia de los acontecimientos provocados por ciertas ordenanzas adoptadas en 1875 por el Ministro de Fomento que exigían a los profesores de todos los grados que se atuvieran y ajustaran sus enseñanzas a la doctrina oficial en materia religiosa, política o moral. Ese atentado contra la libertad de cátedra condujo a que numerosos docentes se vieran abocados a abandonar sus puestos, bien de manera voluntaria, bien de forma forzada. De este modo, San Martín pudo relacionarse con quien habría de ser uno de los fundadores en 1876 de un centro educativo que estaba llamado a ocupar hasta la Guerra Civil un lugar de privilegio en la cultura española y a representar un cauce fundamental para la entrada en España de las nuevas ideas científicas y pedagógicas que aparecieron en Europa: la Institución Libre de Enseñanza.

Pero Cádiz no parece haber sido un lugar en el que San Martín deseara permanecer. En 1880 le fue aceptada su solicitud de traslado a Zaragoza para ocupar la Cátedra de Terapéutica, aunque ese mismo año pidió que quedara sin efecto por “ser el clima de esta capital nocivo a su salud”. Al año siguiente, se aceptó su petición de traslado a la “Cátedra de Patología General con su clínica y Anatomía e Histología patológicas generales” de la Facultad de Medicina de Barcelona, cargo que desempeñó durante un tiempo muy escaso debido, en primer lugar, a que se le permitió permanecer en Cádiz para finalizar el curso. Además, San Martín, cuya actividad académica había sido básicamente la de un médico internista, se desplazó a Madrid en febrero de 1882 para participar en la oposición a una Cátedra de Patología Quirúrgica que había quedado vacante en la Facultad de Medicina de esa ciudad. Tras una reñida oposición, el tribunal optó por otorgársela a él, lo que provocó el recurso, que fue desestimado, de uno de los candidatos. Tras producirse su nombramiento el día 6 de mayo, pudo así acceder a la titularidad de una Cátedra de Cirugía, disciplina en la que se iba a mostrar como una de las figuras más sobresalientes de su época. De hecho, no tardó en dar muestras de su interés por realizar aportaciones a ese ámbito de conocimiento, publicando en 1883 el primer tomo, y único aparecido, de su Curso de Patología Quirúrgica. Estaba consagrado a la Traumatología, y en él se mostraban ya algunos de los rasgos que caracterizaron su concepción del quehacer quirúrgico: distinción entre patología médica y quirúrgica; valor de su abordaje desde la perspectiva de las especialidades; incorporación de novedades, que en este caso se expresaron en su visión del traumatismo desde la biología, valorando las alteraciones de carácter físico-químico que acompañaban al trauma; e incorporación de la investigación experimental, presentando sus trabajos fisiopatológicos, pioneros en España, sobre el shock traumático.

Pero su retorno a Madrid no implicó únicamente un cambio en su actividad médica y académica. Hay que tener presente que, desde 1881, a través del Partido Liberal-Fusionista liderado por Sagasta, se implementaron una serie de medidas encaminadas a crear un marco social tolerante y estimulador del progreso cultural. Ese clima de mayor libertad de expresión sirvió para propiciar un cierto renacimiento de la actividad científica que permitió que ese grupo de hombres a los que Laín se refirió como “generación de sabios”, y en que se incluye a San Martín, pudiera impulsar la modernización de la ciencia española. Uno de los escenarios en los que ese ambiente se iba a expresar con mayor nitidez fue el Ateneo de Madrid, en el que San Martín tuvo una notable presencia. En 1892, en el marco de las actividades organizadas para conmemorar el cuarto centenario del descubrimiento de América, impartió una conferencia sobre “El influjo del descubrimiento del Nuevo Mundo sobre las Ciencias Médicas”, y en el curso 1885-1886 intervino en el ciclo sobre “La España del siglo xix” disertando sobre algunos temas de la medicina española de ese período. En sus conferencias se ocupó de examinar las aportaciones de figuras relevantes, como Fourquet, Gimbernat, Argumosa o Asuero, de los aspectos sociales de la medicina y la higiene o de los propagadores de la ciencia médica en España. Su vinculación con el Ateneo en estos años encontró un punto culminante con su designación en 1887 como presidente de la Sección de Ciencias, Exactas, Físicas y Naturales. No obstante, el papel más significativo de San Martín en ese centro se desarrolló en el marco de La Escuela de Estudios Superiores del Ateneo, que, vinculada con la Institución Libre de Enseñanza, inició su actividad en el curso 1896. Para ocupar las cátedras que se crearon se invitó, según el juicio expresado por el claustro de la Escuela, a las “más prestigiosas figuras de la ciencia y la cultura del momento”, siendo elegido San Martín para la de “Complementos Clínicos”. En el primer año se matricularon en su curso noventa y nueve alumnos que siguieron trece lecciones. Al año siguiente, con cinco lecciones más, el curso contó con ciento cinco estudiantes. A pesar de este éxito, San Martín dejó de impartirlo. Ello pudo deberse a su nombramiento como académico en 1887 de la Real Academia de Medicina de Madrid, para cuyo acto de recepción leyó un discurso sobre el Valor curativo de la Naturaleza en las enfermedades. En esa institución, se mostró como uno de sus miembros más activos. Fue un asiduo participante en sus sesiones científicas, y llevó a cabo de manera prácticamente exclusiva la tarea de redactar los informes forenses que se solicitaban a la Academia relacionados con los accidentes de trabajo.

San Martín mostraba así un marcado interés por estar presente, participar y polemizar en los lugares en los que se desarrollaban los debates más caldeados e influyentes sobre cuestiones, no sólo médicas, sino también políticas. Se le podía encontrar integrado en la comisión que estudió en Valencia la epidemia de cólera de 1885 y que hubo de dictaminar sobre la vacunación que contra esa enfermedad había descubierto Jaime Ferrán, o viajando a Berlín para informar sobre los estudios de Robert Koch sobre la tuberculosis. Formaba parte de la célebre tertulia de médicos que se celebraba en el Café Suizo de Madrid, en la que introdujo a Ramón y Cajal, y que se hallaba formada por médicos, periodistas y políticos. Además, era frecuente su presencia, como delegado oficial, en congresos internacionales de medicina, y pudo intervenir posteriormente como conferenciante en la Academia de Jurisprudencia y Legislación. Finalmente, como su trayectoria científica, profesional y personal hacía presagiar, las instituciones políticas le contaron entre sus miembros. En 1895 fue nombrado consejero de Instrucción Pública, y en 1898 representante de la Universidad Central en el Senado.

Pero estas ocupaciones no impidieron a San Martín desarrollar una relevante labor en las aulas, laboratorios y quirófanos, que supo conjugar con acierto. Un primer ejemplo de ello está en la consulta pública que creó para los pacientes sin recursos. La gran variedad de enfermedades que tenía que tratar representaba un buen campo de observación y de aprendizaje para sus alumnos y colaboradores. Allí pudo inculcarles la necesidad de asumir en la práctica quirúrgica una de las doctrinas que más iba a contribuir el desarrollo técnico de la cirugía y a las posibilidades de recuperación de los enfermos intervenidos quirúrgicamente: la antisepsia listeriana. San Martín conoció personalmente, en sus desplazamientos a los congresos internacionales a los que acudió, al creador de la misma, el inglés Joseph L. Lister, y quedó pronto convencido de sus bondades. Por ello, la defendió en sus lecciones con datos de su propia experiencia y recomendó a sus alumnos que adquirieran conocimientos básicos de bacteriología. Amparado en ella, y en las investigaciones en el laboratorio y en los ensayos en el quirófano, San Martín pudo desplegar una obra quirúrgica original, innovadora y ambiciosa en diferentes ámbitos de la cirugía. En 1894 presentó un nuevo método para las amputaciones de las extremidades inferiores. Su procedimiento “osteoplástico” mejoraba las posibilidades de crear un muñón de amputación que era más resistente a la aparición de úlceras, que incrementaba las posibilidades de colocar una prótesis, y que reducía el dolor que había de padecer el paciente. Se expresaba así su preocupación por practicar una cirugía más restauradora y funcional, y que generara en los enfermos el menor sufrimiento posible. En ese sentido, sus trabajos sobre cirugía vascular son especialmente relevantes y le han hecho ser considerado uno de los fundadores de la misma. Apoyándose en trabajos experimentales, que expuso de forma detallada en un Discurso en la Real Academia de Medicina (1902), San Martín planteó un procedimiento que permitía evitar el elevado número de amputaciones de los pies y las piernas que se producían como resultado de las enfermedades vasculares oclusivas. Su propuesta consistió en realizar anastomosis arteriovenosas en aquellos pacientes con gangrena o isquemia en los miembros inferiores, restableciendo así la circulación sanguínea. Al señalar que su método había sido posible gracias a la incorporación de la antisepsia y de la anestesia, ponía de manifiesto otro de los ámbitos en los que su figura ha sido valorada también de forma relevante: el de la lucha contra el dolor en la práctica quirúrgica. En 1903 publicó una técnica personal para la administración por inhalación de anestesia que buscaba no sólo suprimir las mascarillas empleadas para administrar el éter y el cloroformo, sino, también, mejorar la posibilidad de ejecutar la cirugía facial. Junto a estas aportaciones, hay que situar también aquellas que realizó a la cirugía torácica —trabajos sobre la toracoplastia en el tratamiento del empiema (1896)—, a la cirugía del aparato digestivo —una técnica de “colostomía valvular” que presentó en 1903 en el Congreso Médico Internacional que se celebró en Madrid—, al desarrollo de la Neurocirugía —una nueva técnica de extirpación del ganglio de Gasser mediante “escisión esfenoidal de dentro afuera” para el tratamiento de las neuralgias faciales (1905), y un procedimiento para practicar la neurectomía del trigémino que se publicó ya fallecido (1909)—. Realizó asimismo contribuciones al diseño de instrumental quirúrgico —tres nuevas pinzas con distintas aplicaciones, la “pinza-tijera”, la “pinza-tijera portaligaduras” y la “pinza universal” (c. 1907)—.

Al tiempo que realizaba estas aportaciones al desarrollo de la cirugía, San Martín permaneció atento ante la forma en que las decisiones políticas afectaban la vertiente social y profesional de la medicina. Un ejemplo notable de ello fueron sus Comentarios quirúrgicos a la Ley de Accidentes del Trabajo (1905) que se había promulgado en 1900. El texto era el resultado de una conferencia que impartió dos años antes en la Academia de Jurisprudencia y Legislación, y volcó en él su experiencia en la elaboración de los informes forenses sobre casos de siniestralidad laboral que se solicitaban a la Real Academia de Medicina. En su trabajo, expresaba sus puntos de vista sobre algunos de los problemas que estaba suscitando la aplicación de la Ley, como el relativo a las diferencias entre accidente del trabajo y enfermedad profesional, trataba de establecer una norma general para resolver los casos en que la distinción entre ambos conceptos fuera dudosa, y destacaba cómo al amparo de ella surgía “una nueva especialidad: la de los médicos que se dedican al cuidado y estimación de [los] accidentes de la industria y demás formas del trabajo humano”. San Martín daba así muestras de ser muy consciente del alcance que el desarrollo del proceso normativo poseía para el desarrollo profesional. No debe extrañar por tanto que aceptara la propuesta que, por recomendación de Ramón y Cajal, se le hizo para que ocupara el cargo de Ministro de Instrucción Pública. En su paso fugaz al frente de ese Ministerio (de julio a diciembre de 1906) preparó tres disposiciones que no pudieron aprobarse: una Real Orden “recordando a los dependientes y obreros del Ministerio en todo el reino la instrucción primaria obligatoria que previene la Ley”; un Decreto para establecer, con carácter obligatorio, la enseñanza de Prácticas de Física y Química y de Francés en los institutos de secundaria; y otro destinado a regular la enseñanza libre universitaria, que pretendía evitar que el país se continuara viendo “inundado de legistas, farmacéuticos, médicos y profesores improvisados, no ya por la lenidad exagerada de los exámenes [...], sino porque haber encomendado a los examinadores la regularización de aquellas avalanchas de aspirantes a título [...] exigiría destinar a aquella ingrata labor de tasación tanto o más tiempo que a la noble de transmisión científica, convirtiendo así en verdaderas aduanas a las Universidades”.

San Martín representa así una figura destacada de una generación de científicos españoles que, en el ocaso del siglo xix y al alba del xx, se propuso situar la ciencia española al nivel de la de los países de su entorno y conseguir así, por utilizar ahora un término propio de la época, “regenerarla”. Para ello, su labor se desplegó tanto en los espacios cerrados de los laboratorios y quirófanos, como en los más abiertos foros de debate público y político. Su obra muestra la voluntad que expresaba por llevar a cabo esa tarea a través de dos vías: la de divulgación e introducción de las nuevas teorías científicas, y la de realización de aportaciones originales que ubicaran a España a la altura de los países más innovadores en el ámbito de la producción científica. En ese sentido, el deseo de San Martín de donar su cadáver para que los jóvenes estudiantes de Anatomía de la Facultad de Medicina de Madrid dispusieran de más medios para el estudio y la investigación, como un deseo de contribuir póstumamente a la misma.

 

Obras de ~: La terapéutica individual y social: su pasado, su presente y su porvenir, Cádiz, 1875; Estudios de materia médica física: ensayo de sistematización de las especialidades terapéuticas [...], Madrid, 1880; Curso de Patología Quirúrgica. Tomo I, Traumatologia, Madrid, 1883; Discursos leídos en la solemne sesión inaugural del año de 1902 para la recepción pública en la Real Academia de Medicina del Académico electo Dr. D. Alejando San Martín, Madrid, 1888; Conferencia Sanitaria Internacional de Dresde: memoria presentada por [...], Madrid, 1893; Influjo del descubrimiento del Nuevo Mundo en las ciencias médicas: conferencia, Madrid, 1893; Notas sobre educación física: Discurso leído en la Universidad Central en la solemne inauguración del curso académico de 1893 á 1894, Madrid, 1893; con A. Gimeno, Memorias acerca del servicio sanitario fronterizo terrestre (fronteras franco-española é hispano- portuguesas), Madrid, 1894; Discursos pronunciados en la interpelación al Sr. Ministro de Fomento sobre el decreto de reformas de la Segunda enseñanza publicado en la “Gaceta” de 630 de Mayo último, Madrid, 1899; “Un nuevo método de amputación de las extremidades inferiores”, en El Siglo Médico, 46 (1899), págs. 18-23, 34-36 y 50-53; “Comunicación acerca de un caso de resección del nervio trigémino”, en Anales de la Real Academia de Medicina, 20 (1900), págs. 207-208; Cirugía del aparato circulatorio. Discurso leído en la solemne sesión inagural del año de 1902 en la Real Academia de Medicina, Madrid, 1902; Comentarios quirúrgicos á la ley de accidentes del trabajo: conferencia dada el 23 de mayo de 1903 en la Real Academia de Jurisprudencia, Madrid, Imprenta de I. Calleja, 1903; “Escisión esfenoidal de dentro afuera en la extirpación del ganglio de Gaserio”, en El Siglo Médico, 52 (1905), págs. 71-75; Colopractia, colostomia o colostomosis subespinosa (biortificial subiliaco), Madrid, 1905; Mi paso por el Ministerio de Instrucción Pública, Madrid, 1906; “Neurectomía del trigémino”, en El Siglo Médico, 54 (1907), págs. 444-445; “Trabajos póstumos del Dr. San Martín”, en Revista de Medicina y Cirugía Prácticas, 85 (1909), págs. 169-181.

Bibl.: J. Goyanes Capdevila, “El Doctor Alejandro San Martín”, en Revista Iberoamericana de Ciencias Médicas, 20 (1908), págs. 321-326; J. Ribera y Sans, Biografía de Alejandro San Martín y Satrústegui, Madrid, Viuda e Hijos de M. Tello, 1909; A. Merino Peinado, Don Alejandro San Martín y Satrústegui: su vida y su obra, tesis doctoral, Madrid, Universidad Central, 1953; A. Martín de Prados, Alejandro San Martín Satrústegui: su aportación a la cirugía, Madrid, 1956; J. M. López Piñero, “San Martín Satrústegui, Alejandro”, en J. M. López Piñero et al. (eds.), Diccionario histórico de la ciencia moderna en España, Barcelona, Península, 1983; F. Palma Rodríguez, Vida y obra del Doctor Alejandro San Martín Satrústegui, San Sebastián, Sociedad Vasca de Historia de la Medicina, 1997; P. Laín, “La reacción de los intelectuales”, en P. Laín y C. Seco Serrano (eds.), España en 1998. Las claves del Desastre, Barcelona, Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores, 1998, pág. 296.

 

José Martínez Pérez

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