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Pedro Alonso de Carvajal

Biografía

Carvajal, Pedro Alonso de. Los Carvajales. ?, s. m. s. xiii – Martos (Jaén), 9.VIII.1312. Caballero cas­tellano.

Era hermano de Juan de Carvajal, y a ambos se les denomina en la historiografía como los Carvajales. En la revuelta del infante don Sancho contra su padre Alfonso X se mostraron claramente partidarios del primero. La Crónica de Fernando IV, atribuida a Fer­nán Sánchez de Valladolid que la escribió por man­dato de Alfonso XI, narra la trágica muerte de am­bos hermanos que fueron arrojados desde una peña en Martos por orden del Rey como justo castigo por su responsabilidad en el asesinato en Palencia de un caballero salmantino, Juan Alfonso de Benavides, cuando salía de la posada de Fernando IV con quien acababa de conversar, pues era privado suyo. Los her­manos Carvajales reivindicaron su inocencia, aunque no llegaron a demostrarla cumplidamente, y ante la pena capital que el Monarca les impuso le emplaza­ron a comparecer ante el tribunal de Dios a los treinta días siguientes de ejecutada la sentencia. El plazo se cumplió el 7 de septiembre de 1312, día en que mu­rió Fernando IV, y el hecho dio lugar a la leyenda del emplazamiento del Monarca, por lo que se le conoce en la historia con el epíteto de el Emplazado.

Fueron muchos los autores antiguos que se hicieron eco de la leyenda del emplazamiento de Fernando IV, aceptándola como cierta y dando por buena la ver­sión cronística de Fernán Sánchez de Valladolid, que dice al respecto: “Estando en Martos, mandó matar dos caballeros que andavan en su casa, que vinieran a riepto que les facían por muerte de un caballero que decían que mataran cuando el Rey era en Palencia, saliendo de casa del Rey una noche, que decían Juan Alfonso de Benavides. E estos caballeros, cuando el Rey los mandó matar, veyendo que los mataban con tuerto, dijeron que emplazaban al Rey que paresciese ante Dios con ellos a juicio sobre esta muerte que él les mandaba dar con tuerto, de aquel día que ellos mo­rían a treinta días [...]. E este jueves mesmo siete días de Setiembre, víspera de Santa María, echose el Rey a dormir, e un poco después de mediodía falláronle muerto en la cama, en guisa que ningunos le vieron morir. E este jueves se cumplieron los treinta días del emplazamiento de los caballeros que mandó matar en Martos”. Entre los autores antiguos que siguieron la opinión del cronista fernandino cabe citar, siguiendo a Luis Salazar y Castro, a Juan Núñez de Villasán, Mosén Diego de Valera, Esteban de Garibay, Gonzalo Argote de Molina, Jerónimo Zurita, Jerónimo Gu­diel, Duarte Núñez de León, Juan de Mariana, Sala­zar de Mendoza, Juan de Mariana, Diego de Colme­nares, Juan Antolínez de Burgos, Francisco Brandao, Diego Ortiz de Zúñiga, Paulo Bombino, Jaime Bleda, Gonzalo de Illescas, Martín Carrillo, Pedro Opmero o Diego Rodríguez de Almela.

En la segunda mitad del siglo xix, el académico An­tonio Benavides demostró con cumplida solvencia la falsedad de la leyenda del emplazamiento y la rectitud de la justicia empleada por Fernando IV. Un protago­nista indiscutible de la vida política castellana de esos años, el famoso literato y sagaz político Don Juan Manuel, no se hace eco del emplazamiento de Fer­nando IV en su lacónico Cronicón. Ibn Alhathib, que escribió sobre el asunto en 1362, no dudó en califi­carlo de “fábula singular”. Antonio Benavides apunta la posibilidad de que el texto cronístico en el que apa­rece la noticia del emplazamiento pueda ser una in­terpolación introducida por algún copista con posterioridad a mediados del siglo xiv. Leyendas sobre emplazamientos similares afectaron también a otros personajes importantes de la época, como el rey Fe­lipe IV de Francia o el papa Clemente V.

Los hermanos Carvajal, caballeros de la mesnada real, acudieron a Martos, donde se encontraba Fer­nando IV, para responder de un riepto presentado por la justicia o por los parientes de Juan Alfonso de Benavides. Fueron condenados a muerte y ejecuta­dos. Fernando IV, en este caso, no hizo sino aplicar la justicia de la época, que condenaba a la pena capital a todo aquel que matara o hiriese a alguien en el lugar donde se encontrara el Rey y hasta cinco leguas del mismo, como se reconoció en las Cortes de Burgos de 1308 y se confirmó en las de Valladolid de 1312.

 

Bibl.: A. Benavides, Memorias de D. Fernando IV de Castilla, Madrid, Imprenta de J. Rodríguez, 1860, 2 vols.; F. Simón y Nieto, Una página del reinado de Fernando IV: pleito seguido en Valladolid ante el Rey y su Corte, por los personeros de Palencia contra el Obispo Don Álbaro Carrillo, Valladolid, Colegio de Santiago, 1912; F. Sánchez de Valladolid (atrib.), “Crónica del Rey don Fernando Cuarto”, en C. Rossel (ed.), Crónicas de los Reyes de Castilla, Madrid, Ediciones Atlas, 1953 (col. Biblioteca de Autores Españoles, LXVI); M. Gaibrois, Ma­ría de Molina. Tres veces reina, Madrid, Espasa Calpe, 1967; C. González Mínguez, Fernando IV de Castilla (1295-1312). La guerra civil y el predominio de la nobleza, Vitoria, Universi­dad de Valladolid, 1976; Fernando IV de Castilla 1295-1312, Palencia, Diputación Provincial-Ediciones La Olmeda, 1995.

 

César González Mínguez

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