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Juan de Carvajal

Biografía

Carvajal, Juan de. Los Carvajales. ?, s. m. s. xiii – Martos (Jaén), 9.VIII.1312. Caballero castellano.

Era hermano de Pedro Alonso de Carvajal, y a am­bos se les denomina en la historiografía como “los Carvajales”. En la revuelta del infante don Sancho contra su padre Alfonso X se mostraron claramente partidarios del primero. La Crónica de Fernando IV, atribuida a Fernán Sánchez de Valladolid que la es­cribió por mandato de Alfonso XI, narra la trágica muerte de ambos hermanos despeñados en Martos por orden del Rey como justo castigo por su respon­sabilidad en el asesinato en Palencia de un caballero salmantino, Juan Alfonso de Benavides, cuando salía de la posada de Fernando IV con quien acababa de conversar, pues era privado suyo y servidor leal, como demostró en los asedios de Tordehumos (1307) y de Algeciras (1309). Los hermanos Carvajales reivindi­caron su inocencia, aunque no llegaron a demostrarla cumplidamente, y ante la pena capital que el mo­narca les impuso le emplazaron a comparecer ante el tribunal de Dios a los treinta días siguientes de eje­cutada la sentencia. El plazo se cumplió el 7 de sep­tiembre de 1312, día en que murió Fernando IV, y el hecho dio lugar a la leyenda del emplazamiento del monarca, por lo que se le conoce en la historia con el epíteto de el Emplazado.

Fueron muchos los autores antiguos que se hicie­ron eco de la leyenda del emplazamiento de Fer­nando IV, aceptándola como cierta y dando por buena la versión cronística de Fernán Sánchez de Valladolid, que dice al respecto: “Estando en Mar­tos, mandó matar dos caballeros que andavan en su casa, que vinieran a riepto que les facían por muerte de un caballero que decían que mataran cuando el Rey era en Palencia, saliendo de casa del Rey una no­che, que decían Juan Alfonso de Benavides. E estos caballeros, cuando el Rey los mandó matar, veyendo que los mataban con tuerto, dijeron que emplazaban al Rey que paresciese ante Dios con ellos a juicio so­bre esta muerte que él les mandaba dar con tuerto, de aquel día que ellos morían a treinta días [...]. E este jueves mesmo siete días de Setiembre, víspera de Santa María, echose el Rey a dormir, e un poco des­pués de mediodía falláronle muerto en la cama, en guisa que ningunos le vieron morir. E este jueves se cumplieron los treinta días del emplazamiento de los caballeros que mandó matar en Martos”. Entre los autores antiguos que siguieron la opinión del cro­nista fernandino cabe citar, siguiendo a Luis Salazar y Castro, a Juan Núñez de Villasán, Mosén Diego de Valera, Esteban de Garibay, Gonzalo Argote de Molina, Jerónimo Zurita, Jerónimo Gudiel, Duarte Núñez de León, Juan de Mariana, Salazar de Men­doza, Juan de Mariana, Diego de Colmenares, Juan Antolínez de Burgos, Francisco Brandao, Diego Or­tiz de Zúñiga, Paulo Bombino, Jaime Bleda, Gonzalo de Illescas, Martín Carrillo, Pedro Opmero o Diego Rodríguez de Almela.

En la segunda mitad del siglo xix, el académico An­tonio Benavides demostró con cumplida solvencia la falsedad de la leyenda del emplazamiento y la rectitud de la justicia empleada por Fernando IV. Un protago­nista indiscutible de la vida política castellana de esos años, el famoso literato y sagaz político don Juan Manuel, en absoluto se hizo eco del emplazamiento de Fernando IV en su lacónico Cronicón. Ibn-Alha­thib, que escribió sobre el asunto en 1362, no dudó en calificarlo de “fábula singular”. Antonio Benavi­des apunta la posibilidad de que el texto cronístico en el que aparece la noticia del emplazamiento sea una interpolación introducida por algún copista con pos­terioridad, a mediados del siglo xiv. Leyendas sobre emplazamientos similares afectaron también a otros personajes importantes de la época, como el rey Felipe IV de Francia o el papa Clemente V.

Los hermanos Carvajales, caballeros de la mesnada real, acudieron a Martos, donde se encontraba el rey, para responder de un riepto presentado por la justicia o por los parientes de Juan Alfonso de Be­navides. Fueron condenados a muerte y ejecutados.

Fernando IV, en este caso, no hizo sino aplicar la justicia de la época, que condenaba a la pena capital a todo aquel que matara o hiriese a alguien en el lu­gar donde se encontrara el rey y hasta cinco leguas alrededor de él, como se reconoció en las Cortes de Burgos de 1308 y se confirmó en las de Valladolid de 1312.

 

Bibl.: A. Benavides, Memorias de D. Fernando IV de Castilla, Madrid, Imprenta de J. Rodríguez, 1860, 2 vols.; F. Simón y Nieto, Una página del reinado de Fernando IV: pleito seguido en Valladolid ante el Rey y su Corte, por los personeros de Palencia contra el Obispo Don Álbaro Carrillo, Valladolid, Colegio de Santiago, 1912; F. Sánchez de Valladolid (atrib.), “Crónica del Rey don Fernando Cuarto”, en C. Rossel (ed.), Crónicas de los Reyes de Castilla, Madrid, Ediciones Atlas, 1953 (col. Biblioteca de Autores Españoles, LXVI); M. Gaibrois, Ma­ría de Molina. Tres veces reina, Madrid, Espasa Calpe, 1967; C. González Mínguez, Fernando IV de Castilla (1295-1312). La guerra civil y el predominio de la nobleza, Vitoria, Universi­dad de Valladolid, 1976; Fernando IV de Castilla 1295-1312, Palencia, Diputación Provincial-Ediciones La Olmeda, 1995.

 

César González Mínguez