Ayuda

Bernardino Rivadavia

Biografía

Rivadavia, Bernardino. Buenos Aires (Argentina), 20.V.1780 – Cádiz, 2.IX.1845. Político, presidente de las Provincias Unidas del Río de la Plata.

Era hijo del abogado español Benito González Ribadavia, y de María Josefa de Rivadavia y Rivadaneira.

Cursó algunos años en el Real Colegio de San Carlos, aunque no concluyó sus estudios, como la mayoría de sus amigos y compañeros que se destacaron como él en la vida pública. Al producirse la invasión británica de 1806-1807 actuó como teniente del Tercio de Voluntarios de Galicia. En 1808 fue nombrado alférez real por el virrey Santiago de Liniers, pero el Cabildo de Buenos Aires rechazó esa decisión, hecho que constituyó uno de los detonantes de la asonada que el 1 de abril de 1809 encabezó el alcalde de primer voto Martín de Álzaga.

El 14 de agosto de 1809 contrajo matrimonio con Juana del Pino, hija del ex virrey del Río de la Plata Joaquín del Pino, con la que tuvo cuatro hijos, tres varones y una niña fallecida a los cuatro años de edad.

Era hombre de regular fortuna. Al producirse la invasión napoleónica en España y después de conocerse en el Río de la Plata la caída de la Junta Central de Sevilla, se realizó en Buenos Aires un Cabildo Abierto con el objeto de determinar la actitud a seguir en esas circunstancias. Como la mayoría se plegó al voto del coronel de patricios Cornelio Saavedra, que determinaba la deposición del virrey Baltazar Hidalgo de Cisneros y la declaración de que era el pueblo el que otorgaba la autoridad y el mando. Si bien no ocupó los primeros puestos, tras establecerse la primera junta de gobierno el 25 de mayo de 1810, pronto ascendió a funciones de importancia.

La Junta Grande, compuesta por diputados de las distintas provincias del virreinato, lo declararon partidario de la causa española y ordenaron su deportación a la Guardia del Salto, en la frontera de Buenos Aires. Pero en 1811, después de surgir el Primer Triunvirato, poder ejecutivo que desplazó a dicha junta y otorgó al gobierno un carácter centralista cuya dirección ejercía, Rivadavia fue designado secretario de Guerra, caracterizándose por la dureza de sus decisiones. Era uno de los partidarios de sostener la “máscara de la monarquía”, que apelaba a una supuesta fidelidad a la causa de Fernando VII que desde 1810 se contradecía en los hechos.

En octubre llegó la noticia de que el Ejército del Norte a las órdenes del general Manuel Belgrano había vencido en la batalla de Tucumán, a pesar de la orden de retroceso hacia Córdoba que había dado el Triunvirato por orden de Rivadavia. El estado de la opinión y la necesidad de acelerar la lucha por la independencia provocó la revolución del 8 de octubre de 1812, cuyos jefes exigieron la renuncia del Triunvirato y su reemplazo por un segundo gobierno con esas mismas características. Rivadavia fue arrestado y alejado por un tiempo de Buenos Aires.

El Directorio y la Asamblea General Constituyente lo designaron en 1814 para desarrollar una misión diplomática en Europa junto con el general Manuel Belgrano. Debía pulsar la reacción de las potencias frente a la revolución del Río de la Plata y buscar un candidato para sentarlo en el futuro en el Trono de una Monarquía vista por muchos como la solución para aquellos países.

Belgrano regresó al Plata. En cambio, Rivadavia permaneció varios años en Europa, donde tomó contacto con políticos e intelectuales. Sus vínculos con el fundador del utilitarismo, Jeremy Bentham, fueron estrechos, y Bernardino se dedicó en Londres a traducir sus obras al español.

En 1821, con motivo de la formación de la provincia de Buenos Aires, producida la disolución nacional, su primer gobernador, el general Martín Rodríguez, lo nombró ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores con fecha 19 de julio. El conjunto de políticas que impulsó es conocido con el nombre de Reforma Rivadaviana y abarcaron aspectos políticos, militares, económicos y eclesiásticos.

Una de las primeras obras de gobierno fue la sanción de la Ley de Sufragio Universal, de fecha 14 de agosto de 1821, que significó un avance en materia electoral. En noviembre de ese año, y con el objeto de pacificar la provincia, hizo sancionar una ley de amnistía para todos los opositores políticos, de modo que pudieron regresar muchos exiliados.

La reforma militar contempló el retiro a oficiales que habían luchado en la Guerra de la Independencia y que no tenían destino fijo, aunque también sirvió para alejar a los que consideró contrarios al gobierno.

Tendía a reducir los gastos que el aparato castrense aparejaba a la provincia, pero se convirtió en semillero de descontentos y rebeliones.

Mediante la reforma eclesiástica, Buenos Aires se apropió de numerosos bienes de la Iglesia. También se ordenó la disolución de las órdenes religiosas y apenas unas pocas evitaron su secularización. La medida fue muy resistida en el seno de la provincia y en los demás estados argentinos.

Dada la nueva organización política de la provincia, el ministro Rivadavia procedió a suprimir los cabildos, resabios de la administración hispana.

Como buen cultor de “las luces”, el ministro promovió diversas expresiones de enseñanza, la ciencia y la cultura que los apremios de la Guerra de la Independencia habían demorado.

Refundó el antiguo Colegio de San Carlos con el nombre de Colegio de Ciencias Morales, y otorgó becas a algunos jóvenes de las provincias que luego se destacaron en la vida cívica argentina. Creó varias escuelas y fundó la Universidad de Buenos Aires el 12 de agosto de 1821. Su primer rector y cancelario fue el doctor Antonio Sáenz. Trajo importantes profesores del extranjero que contribuyeron a adelantar las ciencias y la cultura en general. A la vez impulsó la creación de varias sociedades tendentes a coadyuvar con la labor de la Universidad. Otras instituciones creadas durante su gestión fueron el Museo de Ciencias Naturales, el Archivo General, el Registro Oficial y el Departamento Topográfico y Estadístico.

Mandó trazar los primeros planos topográficos y catastrales de la provincia de Buenos Aires. La ciudad homónima recibió también su impulso: mandó levantar edificios públicos, ensanchó estrechas arterias, determinó que las casas debían construirse en ochavas, mejoró la iluminación de las calles y creó el Cementerio de La Recoleta que abrogó los enterratorios en los templos.

Mediante un empréstito contraído en Londres, se dispuso a dotar de obras públicas a Buenos Aires, entre ellas un sistema de aguas corrientes para la ciudad, a la vez que adelantar la frontera contra los indios mediante el establecimiento de pueblos y ciudades.

En mayo de 1824 fue elegido gobernador de la provincia el general Juan Gregorio de Las Heras, quien le ofreció a Rivadavia continuar en el cargo.

Bernardino no aceptó y partió hacia Londres, con una autorización de la legislatura para gestionar la explotación de minas. Pero éstas no se hallaban en Buenos Aires, sino en La Rioja, donde el caudillo Juan Facundo Quiroga se había asociado con el capitalista porteño Braulio Costa y otros socios. Con capitales de la Baring Brothers formaron la Famatina Mining Company, nombre extranjero para la Sociedad del Banco de Rescate y Casa de la Moneda de La Rioja, reconocida por el gobierno de esta provincia. Rivadavia, a su vez, se asoció en Londres con el banco Hullet Brothers y fundó la Río de la Plata Mining Association, con un capital nominal de 1.000.000 de libras esterlinas. La iniciativa minera no prosperó pero le granjeó a Rivadavia la enemistad de Quiroga.

En 1821 se había firmado el Tratado de Benegas, que convocó a un congreso nacional en Córdoba, el cual llegó a reunirse a fines de ese año. Pero el ministro Rivadavia ordenó el regreso de los diputados porteños, con la excusa de que las provincias representadas no se habían organizado interiormente. La razón real era que un congreso reunido en el interior no podría ser controlado por Buenos Aires que exigía que el número de diputados por provincia debía estar en proporción con el de habitantes de cada una.

El Tratado del Cuadrilátero, firmado en enero de 1822 entre las provincias del litoral y Buenos Aires, significó la muerte definitiva del Congreso federal.

Rivadavia invitó entonces a los diputados de las demás provincias a reunirse nuevamente cuando la situación interna lo permitiera. El Congreso comenzó a sesionar en diciembre de 1824 en Buenos Aires cuando aún era gobernador el general Gregorio de Las Heras.

El principal cometido del cuerpo era dar una Constitución que permitiese la definitiva organización del país. Se buscaba además apoyo para solucionar el problema de la Banda Oriental incorporada al Brasil con el nombre de Provincia Cisplatina. Sus habitantes reclamaban volver al seno de las Provincias Unidas.

El Congreso sancionó, entre otras, la Ley Fundamental, la Ley de Presidencia y la Ley de Capital del Estado. En cuanto a la primera, daba a las provincias la posibilidad de regirse interinamente por sus propias instituciones hasta la promulgación de la Constitución, que sería puesta a su consideración y no sería promulgada ni establecida hasta que hubiese sido aceptada por cada una de ellas.

Pero el 6 de febrero de 1826 el Congreso creó el cargo de presidente de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Se adujo la necesidad de un ejecutivo fuerte frente a la guerra contra el Imperio del Brasil que ya había comenzado. Fue elegido Bernardino Rivadavia, lo que repercutió negativamente en las provincias que lo consideraban un acérrimo unitario.

La Ley de Capital del Estado, según proyecto del nuevo presidente aprobado de inmediato, le hizo perder a Rivadavia el apoyo de los porteños. La ciudad de Buenos Aires quedaba bajo la autoridad nacional. La provincia de Buenos Aires desaparecía, en contra de lo dispuesto por la ley fundamental de 1825.

El Congreso siguió sesionando y aprobó en diciembre de 1826 una Constitución que coincidía en su tendencia centralizadora con la de 1819 y que, como aquélla, obtuvo el rechazo del interior. El presidente renunció en junio de 1827 y pocos días después el poder nacional quedó disuelto, reanudándose enseguida la guerra civil.

Rivadavia se retiró definitivamente de la vida pública, mientras el país, que había vencido en los campos de batalla perdía la guerra con el Imperio en el campo diplomático y también, definitivamente a su provincia oriental, convertida en república por acción de la diplomacia inglesa. En 1829, Bernardino partió hacia Francia, dejando a su familia en Buenos Aires.

Regresó en diciembre de 1834, pero el gobernador Juan José Viamonte le impidió desembarcar. Su mujer y su hijo Martín, que lo esperaban en el puerto, se embarcaron y marcharon con él hacia un nuevo exilio. Sus vástagos mayores, Benito y Bernardino, se sumaron a los partidarios del jefe del Partido Federal, Juan Manuel, a la causa federal, que poco después asumió el poder absoluto.

Los Rivadavia se instalaron primero en Colonia y luego pasaron al Brasil. Muerta su esposa y tras el regreso de su hijo Martín a Buenos Aires, el ex presidente partió a fines de 1842 hacia Cádiz, donde vivió en una casa del barrio de la Constitución que aún se conserva. Murió el 2 de septiembre de 1845, no sin pedir que su cuerpo no volviera jamás a Buenos Aires. Sin embargo sus restos fueron repatriados en 1857.

Fue uno de los políticos de más intensa y destacada actuación en la Argentina durante las tres primeras décadas del siglo XIX. En su tiempo y después de su muerte gozó de admiración o concitó rechazo pues, si bien adoptó medidas que entrañaron pasos positivos para el desarrollo de su patria, fue responsable de decisiones que sembraron la desunión y el encono entre sus conciudadanos.

 

Bibl.: C. Galván Moreno, Rivadavia, el estadista genial. Reseña documentada de su vida y su obra, Buenos Aires, Claridad, 1940; R. Piccirilli, Rivadavia y su tiempo, Buenos Aires, Peuser, 1960; M. Á . de Marco, “La casa de Bernardino Rivadavia en Cádiz”, en Argentinos y españoles, Rosario, Fundación Complejo Cultural Parque de España, 1988; C. S. A. Segreti, Bernardino Rivadavia: hombre de Buenos Aires, ciudadano argentino, Buenos Aires, Planeta, 2000; R. Rees Jones, Bernardino Rivadavia y su negocio minero: Rio de La Plata Mining Association, Buenos Aires, Librería Histórica, 2008.

 

Miguel Ángel de Marco

Personajes similares