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José María Quesada y Bardalonga

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Biografía

Quesada y Bardalonga, José María. Isla de León (Cádiz), 25.I.1798 – Cádiz, 3.XI.1867. Teniente general de la Real Armada Española, ministro de Marina durante el reinado de Isabel II y senador del Reino.

Hijo del oficial del ministerio de Marina de España, D. Juan de Dios Quesada Manfrini, natural de Sevilla, capitán de Caballería que ingresó como noble en dicha arma en 1780, y de Isabel Bardalonga Caudevilla, natural de Madrid, hija de Francisco de Bardalonga y de Victoria de Caudevilla, ambos de Zaragoza. Su abuelo paterno, Juan Patricio de Quesada y Gutiérrez Bravo, natural de Sevilla, que pertenecía a una antigua familia de esta ciudad, había obtenido ejecutoria de hidalguía ante la Real Chancillería de Granada en 1759, confirmando otra ejecutoria obtenida por sus antepasados ante el mismo tribunal en 1588. Este último estaba casado con María Manfrini López de la Sierra, natural de Cádiz, hija de Juan Manfrini, natural de Génova, y María López de la Sierra, natural de Cádiz, hermano de Francisco Manfrini, abogado de Génova, que según los estatutos del Colegio de Abogados de aquella ciudad se requería prueba de nobleza para pertenecer al mismo. José María Quesada obtuvo plaza de guardiamarina con su hermano Manuel en Cádiz el 12 de agosto de 1811, previa presentación de pruebas de nobleza mediante información testifical practicada en Cádiz. Cursó sus estudios con tanta y rapidez y solvencia que al año siguiente fue destinado a la fragata Esmeralda, que cruzaba sobre la costa de Cataluña, y en 1813 ascendió a alférez de fragata. En 1815 se embarcó en el San Pedro de Alcántara y participó en la expedición que levantó el bloqueo anglo-francés del Río de la Plata. En 1816 ascendió a alférez de navío y en mayo de 1823 a teniente de navío. La llegada de los Cien Mil Hijos de San Luis y el final del Trienio Liberal, enmarcado en el convulso contexto entre el absolutismo de Fernando VII y el liberalismo, anuló toda la labor política y legislativa de las Cortes de Cádiz. Su carrera había empezado con el levantamiento de la nación en defensa de la independencia y en conquista de sus libertades. Joven y entusiasta, siguió con el más vivo interés las tareas de aquellos hombres animosos que, refugiados en Cádiz, sin recursos, sin ejércitos, sin otro tesoro que el de su patriotismo, lograron al fin arrojar al invasor francés y cimentaron en su patria el sistema representativo, ocupaba su pensamiento la discusión de la ley fundamental del Estado, que con tanto júbilo fue recibida, y su opinión política, entonces formada y constantemente seguida, había de ser liberal. Esto explica la persecución de que, como tantos otros, fue objeto en el año 1823, al ocurrir la reacción. Fue expulsado de la Armada.

Emigró a los Estados Unidos, país de la libertad, nación marítima donde habían de valerle sus conocimientos facultativos, y logró, como esperaba, hacerse lugar ventajoso en su sociedad, dedicándose especialmente, con buen éxito, a la construcción de buques. Allí estudió el diseño de los barcos impulsados por hélice.

Cuando el Real Decreto de 22 marzo 1833 abrió las puertas de la patria, volvió a España en 1837 recuperando todos sus cargos y se integró a los astilleros civiles de Palamós, donde se dedicó a la construcción de fragatas y barcos mercantes aplicándoles las mejoras y adelantos adquiridos en los Estados Unidos y formó excelentes operarios de maestranza; lanzó al agua una fragata de formas y dimensiones desusadas en la marina particular, y con ella mostró al comercio nacional la senda de mercados nuevos. Con esta hermosa fragata, que nombró Isabel I, hizo varios viajes a Filipinas y Asia oriental, visitando de paso y como ensayo los puertos de China y de Italia. Tras ascender en 1838 a capitán de fragata, en 1847 fue nombrado capitán de navío. ​

Salió en 4 de mayo de 1849 con la expedición que mandó el general Bustillo, concurriendo a la toma de Terracina y a las operaciones y maniobras de la escuadra en Nápoles, Gaeta y Porto-D’Anzo, y las dotes de su comandante, su esmerada educación, distinguido trato y conocimiento perfecto de los idiomas francés e inglés, le conquistaron el aprecio y consideración de los almirantes y jefes de las marinas extranjeras. S.S. Pío IX y el rey de Nápoles le ofrecieron, como testimonio del aprecio en que tenían sus servicios, las respectivas encomiendas de San Gregorio de Roma y de Francisco I de Sicilia, y S.M. le hizo saber en Real Orden “lo muy satisfecha que estaba del desempeño de las comisiones que se le habían confiado”. Pero le reservaba la distinción de mayor precio, eligiéndole para llevar a cabo una misión tan honrosa como delicada.

Esta fue la que realizó entre el 6 de octubre de 1849 y 8 de marzo de 1852 con la fragata Ferrolana un viaje de circunnavegación que salió desde Cádiz con rumbo al cabo de Buena Esperanza, para pasar hacia el océano Índico con rumbo a Manila, Macao, Hong Kong, Zamboanga, Batavia, Singapur, Calcuta, Syney, Perth, El Callao, Guayaquil, Valparaíso, Montevideo.​ A su retorno fue condecorado con la gran cruz de la Orden de Isabel la Católica​ y le concedieron la Comandancia del Arsenal de La Carraca. En 1854 dejó el cargo por motivos de salud, pero en 1855 fue ascendido a jefe de escuadra.

En enero de 1858, Francisco Javier de Istúriz lo nombró ministro de Marina. Preocupado por la poca atención que el Gobierno prestaba a las colonias, envió 2.000 soldados a Fernando Poo y a las guarniciones de Indochina. Tras la caída de Istúriz, Leopoldo O’Donnell lo mantuvo en su cargo, pero por intrigas políticas dimitió en el mes de noviembre. Fue nombrado senador vitalicio. ​A su regreso a Cádiz en 1866 pidió la baja en el Ejército por motivos de salud, y murió al año siguiente en Cádiz, departamento que acababa de regir.​

Al fallecer en 1867 ocupaba el rango de teniente general de la Armada, empleo que obtuvo en 1863, siendo capitán general del Departamento de Marina de Cádiz (1866), senador del reino con carácter vitalicio, disfrutando la Gran Cruz de Carlos III, de Isabel la Católica y de San Hermenegildo, la Diadema Real de Marina y la Encomiendas de la Orden Napolitana de Francisco I y de la Orden Real de la Corona de Encina de los Países Bajos, y las Cruces de San Gregorio Magno y de San Mauricio y San Lázaro, entre otras.

José María Quesada Bardalonga estaba casado con Mariana Caugh Burns, hija de Lucas Caugh y Savali Burns, de Nueva York. Tuvieron cinco hijos: Manuela Quesada Caugh, casada con José Luis Díez Fernández de la Somera (1833-1916); Mariana, que casó con Juan Vicente Vergara Lassaletta (1831-1900) banquero, bodeguero, promotor del Ferrocarril Jerez-Trocadero, de la fábrica de electricidad de Jerez de la Frontera, primera ciudad junto con Haro (Rioja) que contó con iluminación eléctrica en España, y promotor de la traída de agua potable a Jerez; Manuel, que falleció muy joven; María Concepción, que casó con Moreno Quesada; e Isabel Quesada Caugh, que casó con Eliseo Sanchiz Basadre (1825-1902); una hija de estos, María Josefa (1860-1934), fue la segunda esposa de Juan Vicente Vergara Lassaletta, sobrina suya.

Un hermano suyo, Manuel, también marino, nacido en la isla de León (San Fernando), provincia de Cádiz, en 1794, y fallecido en Chiclana de la Frontera el 13 de agosto de 1877 de enfermedad natural, fue vicealmirante y comandante general del apostadero de Filipinas (1849). Intervino en el desembarco y toma de Joló, isla del archipiélago de Sulú (Filipinas). Escribió una memoria sobre los musulmanes de dicha isla, regresó a España en 1852 y fue también senador vitalicio. El 4 de junio de 1823, se le nombró ayudante de la Mayª Gral. de las fuerzas sutiles de la Puerta de Sevilla y comandante de la falúa de S.M. cuyo destino desempeñó durante el sitio y bloqueo puesto por los franceses a la batalla de Cádiz.

En la familia hubo otros dos marinos, Eliseo Sanchiz Basadre (1825-1902), general de la Armada, que casó con Isabel Quesada Caugh, hija de José María Quesada Bardalonga, y Eliseo Sanchiz Quesada (1864-1931) vicealmirante, hijo del anterior y hermano de Manuela Sanchiz Quesada.

Eliseo Sanchiz Quesada escribió una excelente obra titulada Una visita a las obras del canal de Panamá, publicada en 1886. Fue presidente de la Comisión Española que inspeccionó los trabajos del mencionado canal en 1885. El 29 de febrero de 1928, siendo comandante general del arsenal de La Carraca, se hizo cargo del buque escuela Juan Sebastián Elcano, que acababa de ser entregado a la Marina de Guerra, siendo su primer comandante.

 

Fuentes y bibl.: Archivos familiares: bodas, bautismos, defunciones; Archivo General de la Marina Álvaro de Bazán, “Hoja de servicio de Quesada Bardalonga, José María (1798-1867)”, leg 620, nº. 977 (documento facilitado por Francisco Javier Díez de Rivera Oriol); Archivo del Senado, Expediente personal del Senador vitalicio, D. José María Quesada Bardalonga; “Nombramiento de ministro de Marina”, en Presidencia del Consejo de Ministros, 14 de enero de 1858.

La Marina Española, año 1, nº. 2, 3, 5, 8 y 9; C. Fernández Duro, La Armada Española, Madrid, Museo Naval, 1972; J. M. Cuenca Toribio y S. Miranda García, “Nobleza y Poder Ejecutivo en la España Contemporánea”, en Historia contemporánea, 17 (1998), págs. 159-168; G. Fernández Morente e I. Fernández Vial, “José María de Quesada y Bardalonga, Marino de Guerra y Mercante y Constructor Naval”, en ABC, 15 de noviembre de 2008; “Quesada y Bardalonga, José María de”, en Todoavante [en línea], disponible en https://www.todoavante.es/index.php?title=Quesada_y_Bardalonga,_Jose_Maria_de_Biografia; “Donaciones de los hermanos Quesada Bardalonga, José María y Manuel, marinos destinados en Filipinas”, en Fundación Museo Naval.

 

Bartolomé Vergara Vergara

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