Alfonso Pimentel, Rodrigo. Conde de Benavente (II). ?, s. m. s. XIV – Valladolid, 26.X.1440. Militar y diplomático.
Es miembro de la familia Pimentel, un poderoso linaje de origen portugués instalado en Castilla en 1398 por discrepancias con Juan I de Avís, tras haber colaborado a su consolidación en el trono. Es el primogénito de Juan Alfonso Pimentel, señor de Bragança y Vinhais, que en aquella fecha recibe de Enrique III la villa de Benavente y el título condal, la confirmación de aquellos señoríos portugueses, por los que después será compensado, y otras importantes promesas, entre ellas la de ventajosos matrimonios para sus hijos, entre ellos Rodrigo, de quien se tiene entonces la primera mención conocida.
Esa promesa se cumple en marzo de 1410 en que contrae matrimonio con Leonor Enríquez, hija del almirante Alfonso Enríquez, lo que le sitúa en el primer plano de la nobleza castellana; con este motivo, su suegro le vende los lugares de Milmanda y Santa Cruz, cuyo importe constituye la dote de la novia.
De este matrimonio nacen Juan, que fallece en 1437; Alfonso, que heredará el título familiar; Juana, que contraerá matrimonio con Álvaro de Luna; y Beatriz, segunda esposa del infante don Enrique. Además, antes de contraer matrimonio, Rodrigo tuvo, al menos, un hijo natural: Enrique.
Su posición como cabeza del linaje se ve consolidada por la cesión del juro sobre las alcabalas de Zamora que le hace su padre, en concepto de tercio de mejora, y las renuncias a la herencia, oportunamente compensadas, de sus hermanos: Alfonso, monje en Guadalupe, y Teresa.
En 1419 ocupa el cargo de copero mayor del infante don Enrique, maestre de Santiago, y rige los asuntos familiares, seguramente por enfermedad de su padre.
Ese año, junto con Diego de Anaya, arzobispo de Sevilla, forma parte de la embajada castellana que negocia en Francia un replanteamiento de las relaciones entre ambos reinos. Durante el curso de esta embajada fallece su padre.
Regresa Rodrigo de su embajada en el mes de julio de 1420, probablemente unos días antes de que don Enrique se haga con el poder en Castilla tras el denominado “golpe de estado de Tordesillas”, en el que desempeñó papel de cierto relieve: recibió el encargo de garantizar el orden en la villa y la custodia de uno de los presos más relevantes en aquella operación.
Sin embargo, su colaboración con el infante fue muy breve: unas semanas después se aproxima a don Álvaro y a Fadrique Enríquez; son ellos tres quienes organizan la fuga de Juan II de Talavera.
Rodrigo cabalga con el Rey mientras sus hombres cubren el paso del Alberche, cruzan el Tajo en Malpica, y se refugia con él en el castillo de Montalbán.
Ese protagonismo le merece ser incluido en la lista de enemigos redactada por el infante don Enrique y también el reiterado agradecimiento del monarca. Participa en el Consejo que decide la prisión del infante y recibe en secuestro parte de los bienes confiscados a Ruy López Dávalos, partidario de aquél, así como la villa de Arenas de San Pedro; también ostentará durante dos años el adelantamiento de León, del que se despojó a Pedro Manrique.
Figura de relieve en todos los acontecimientos posteriores, siempre junto al Rey y a don Álvaro: en las negociaciones con Alfonso V para obtener la liberación de su hermano el infante, y en el pacto de Torre de Arciel firmado con ese objeto; o mandando una parte de las mil lanzas para custodia del Rey. Es uno de los que, en Turégano, en febrero de 1428, sale a recibir a don Álvaro a su regreso a la Corte, aunque él la abandonará enseguida por considerar que los infantes tienen demasiado poder en ella.
Cuando se produce la invasión aragonesa de Castilla, dirigida por Alfonso V, Rodrigo recibe el encargo de secuestrar los bienes de don Enrique y las villas del Maestrazo de Santiago; toma Ocaña, pone cerco a Segura de la Sierra y Trujillo e inicia las operaciones contra don Enrique y su hermano Pedro en Extremadura; en Mérida se reúne con él don Álvaro, que trae tropas de refuerzo. Junto con él será designado para librar combate singular con los infantes como caballeresco medio de resolver el conflicto. En el despojo de los infantes, culminación de estas operaciones, en febrero de 1430, le corresponde la villa de Mayorga, que fuera del infante don Juan. Es uno de los negociadores de las treguas de Majano que, en febrero de 1430, ratificaba aquel despojo con la vaga promesa de compensaciones. En enero de 1431, tenía lugar, en Calabazanos, la boda de don Álvaro con Juana Pimentel, hija del conde de Benavente, hecho que le consolidaba, más aún, entre la oligarquía gobernante en Castilla; con este motivo, doña Juana recibía de su padre la villa de Arenas de San Pedro como dote.
Aparece ocupando puestos de relevancia en actividades diplomáticas: dirige las negociaciones con Portugal, en 1431, que culminan en la firma de la anhelada paz entre ambos reinos (Almeirim-Medina del Campo); tiene lugar destacado en la recepción a la embajada francesa venida para confirmar la amistad de ambos reinos, en 1434, y en las conversaciones con caballeros alemanes, sin duda en representación de la Hansa, al año siguiente, en Segovia; desempeña papel relevante en las negociaciones con la reina María de Aragón, que viaja a Castilla para solicitar treguas tras la derrota de su esposo y los infantes en Ponza, y en las que conducen al tratado de Toledo de 1436, acuerdo final con los infantes. Participa en importantes actos de gobierno, como la comisión designada a petición de las Cortes de Medina del Campo de 1431 para la fiscalización del gasto público, o en las más contundentes medidas de fuerza de don Álvaro dirigidas a quebrar la oposición nobiliaria. Destaca también su presencia, y la de hombres de su casa, en operaciones militares, como la de 1431 en la Vega de Granada.
El panorama político cambia radicalmente en 1437. Don Álvaro ha preparado un golpe de fuerza, en agosto, para arrestar a Pedro Manrique, Fadrique Enríquez y Pedro de Estúñiga, cabezas de la resistencia nobiliaria; el golpe fracasa parcialmente porque Manrique fue oportunamente advertido por Alfonso Pimentel, hijo del conde. Tras unos meses de eclipse político, en los que sufre también alguna enfermedad, y de fallidas negociaciones con don Álvaro, Rodrigo reaparece en Valladolid con sus tropas, en abril de 1439, junto a los nobles rebelados contra la “tiranía” del condestable.
El conde de Benavente desempeña un papel decisivo en las intensas negociaciones que se desarrollan en las semanas siguientes en diversas localidades próximas a Valladolid, cuyo desenlace será un nuevo destierro de don Álvaro; don Rodrigo representa, junto con Manrique y Enríquez, las posiciones nobiliarias más radicales.
Reconciliado con los infantes y a cubierto de eventuales demandas por parte de don Juan, que renuncia en su favor a Villalón y Mayorga, forma parte del gobierno de la oligarquía constituido a raíz de esos acontecimientos y, aunque no logra la confianza del Rey, parece ser capaz de mantener abiertos ciertos cauces de diálogo.
En los meses que siguen, Rodrigo figura en la Corte, próximo a las acciones de los infantes y también del príncipe; asiste a la boda de éste con Blanca de Navarra, exponente del triunfo de aquéllos, y también a las fiestas que la acompañan, así como a las recepciones que tienen lugar en Valladolid en honor a la reina de Navarra. No pudo asistir a la ofrecida por ésta el 20 de junio, sin duda por hallarse gravemente enfermo: instituyó mayorazgo a favor de su hijo Alfonso el día 21, otorgó testamento el 23 y falleció el 26.
Dispuso su sepelio en el monasterio de San Francisco de Benavente, cerca de la tumba de su hijo Juan.
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Vicente Álvarez Palenzuela