Fernández Pecha, Pedro. Fray Pedro de Guadalajara. Guadalajara, ¿1326? – Guadalupe (Cáceres), 1402. Fundador, primer monje y prior de la Orden de San Jerónimo (OSH).
Hijo de Fernán Rodríguez Pecha y de la rica y noble dama Elvira Martínez de la Cámara, naturales de Guadalajara, donde tenían grandes señoríos y posesiones.
Fue educado en el ámbito cortesano, donde desarrolló distintas actividades en la cámara de Alfonso XI junto a su padre, Fernán Rodríguez, y llegó a ocupar el destacado puesto de tesorero regio. Luego, durante el reinado de Pedro I la estrella de Pedro Fernández se eclipsó un poco y pasó a un lugar más oscuro y de menor relieve público. Se casó joven y tuvo cuatro hijos, tres mujeres y un varón. Tanto la esposa como una de las hijas, Elvira, murieron antes de 1374, y quizá antes de la retirada del mundo de Pedro, en la que ambas muertes pudieron influir. Los otros tres hijos murieron también antes que su padre, pero después de que éste fuese monje jerónimo.
Las circunstancias en la Corte habían cambiado. Allí se había encontrado con Fernando Yáñez de Figueroa, hombre en todo semejante a él, piadoso y con deseos de mayor perfección. Fue tal la amistad que entre sí tuvieron, que juntos caminaron desde entonces y una fue su suerte y vida hasta la muerte. En este tiempo aparecieron en España distintos grupos de ermitaños españoles e italianos diseminados por Castilla, León y Portugal, que pronto llamaron la atención del pueblo y aun de algunos nobles, quienes siguiendo su ejemplo, imitaban su género de vida. Entre éstos están Pedro Fernández Pecha y Fernando Yáñez, a quienes se les considera como fundadores de la Orden de San Jerónimo en España. Los primeros pasos los da Fernando Yáñez que se retira a la ermita de Nuestra Señora del Castañar, cerca de Toledo. Allí lo visita Pedro Fernández Pecha y decide seguir sus mismos pasos. Pero entretanto, el grupo de ermitaños se traslada a la ermita de Nuestra Señora de Bellaescusa o Villaescusa, entre Orusco y Ambite, en la actual provincia de Madrid, en donde se incorpora Pedro (hacia 1366). Su llegada fue decisiva dadas sus cualidades personales y experiencia.
Pero pronto quedó pequeño este lugar y, hacia mayo de 1367, deciden trasladarse a la ermita de San Bartolomé de Lupiana (Guadalajara), propiedad de la familia Pecha, donde construyeron celdillas para hacer vida eremítica, mientras se reunían en la ermita para la celebración de la misa y el rezo del oficio divino.
Transcurren los años y deciden cambiar, como también hizo san Jerónimo, a quien siguen como padre y patrón, la vida eremítica por la cenobítica o de comunidad.
Determinaron, pues, enviar a dos de ellos a Aviñón —donde tenía su residencia el Papa— con el fin de solicitar de Gregorio XI la oportuna aprobación.
Los elegidos fueron Pedro Fernández Pecha y Pedro Román. Emprendieron el viaje con anterioridad a octubre de 1372 y, tras distintos sucesos, obtuvieron la bula Salvatoris humani generis del 15 de octubre de 1373, en la que se les otorgaba la Regla de San Agustín y constituciones propias, se describía el hábito que habían de llevar, concedía facultad para fundar cuatro monasterios y autorizaba a que pudieran llamarse frailes o ermitaños de San Jerónimo. Regresaron a Lupiana entre el 16 de abril y el 9 de septiembre de 1374.
Fray Pedro Fernández Pecha, que en adelante se llamó fray Pedro de Guadalajara, estableció la vida monástica en San Bartolomé de Lupiana, constituido en primer monasterio de la Orden de San Jerónimo y él, primer prior y primer bienhechor, pues todos sus bienes fueron a parar a los jerónimos. También fue él el primero en celo y santidad, pues destacó entre todos por su penitencia y mortificación, su oración continua, su recogimiento y humildad, su fervor y caridad. El gran fervor y la puntual observancia de la Orden Jerónima, que pronto se difundió por toda la geografía española y adquirió gran preponderancia, hay que atribuirlo al espíritu que le comunicó este siervo de Dios. Implantada la vida monástica en San Bartolomé, renunció al priorato en manos de su amigo fray Fernando Yáñez y marchó a Toledo (1374) para fundar en la ermita de Nuestra Señora de la Sisla el segundo de los cuatro monasterios que la bula de Gregorio XI autorizaba a fundar.
Estableció allí también la vida monástica y rigió aquel monasterio hasta que en 1400, siendo ya muy anciano y enfermo, renunció a este nuevo priorato y fue a Guadalupe, donde estaba de prior fray Fernando Yáñez. Murió con fama de santidad. A su muerte se halló escrito de su mano un breve opúsculo, que se daba por perdido, y del que hoy se puede gozar gracias al padre Ángel Custodio Vega.
Obras de ~: “Soliloquios”, en La Ciudad de Dios, 175 (1962), págs. 710-763.
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Ignacio de Madrid, OSH