Téllez-Girón y Sandoval, Gaspar. Madrid, 25.V.1625 – 2.VI.1694. Duque de Osuna (V), conde de Ureña (IX). Virrey y capitán general de Cataluña, gobernador del Estado de Milán, presidente del Consejo de Órdenes.
Hijo de Juan Téllez-Girón y Enríquez de Ribera, IV duque de Osuna, y de Isabel de Sandoval y Padilla (hija de los duques de Uceda). Sustituyó a su padre al frente del ducado en el año 1656 hasta su muerte en el año 1694.
Contrajo matrimonio en dos ocasiones. Su primer matrimonio se produjo en 1642, con Felisa Sandoval Rojas Ursino, duquesa de Uceda, segunda hija del duque de Lerma, Uceda y Cea. Con dicha señora tuvo cinco hijas. Isabel Téllez Girón y Sandoval, su hija mayor, fue la sucesora en la casa de Uceda, y casó con Juan Francisco Pacheco y Téllez-Girón, conde de La Puebla de Montalbán. María de las Nieves se casó con Luis de la Cerda y Aragón, duque de Medinaceli (1678). Catalina contrajo matrimonio con el marqués de Aguilar de Campoo. Por último, Jacinta se casó con el conde de Alba de Liste.
Su segundo matrimonio se produjo en 1672, con Ana Antonia de Benavides Carrillo y Toledo (heredera de los marquesados de Caracena, Frómista y del condado de Pinto). Testó en Madrid el 3 de diciembre de 1697, ante el escribano Domingo de Munilla. De este matrimonio tuvo otros cuatro hijos, Francisco María, José María, Ana María y Manuela: Francisco María de Paula Téllez Girón y Benavides, VI duque de Osuna (1694-1716).
Ocupó la Capitanía General del Ejército y Costas de Andalucía y ejerció numerosos cometidos como diplomático y José María Joaquín Téllez Girón y Benavides (1685-1733), VII duque de Osuna (1716-1733). Llegó a ser teniente general de los Reales Ejércitos.
Felipe IV le concedió, por decreto de 8 de enero de 1646, la dignidad de clavero de la Orden de Calatrava, en la cual también ejerció el cargo de definidor general. Era caballero de Calatrava por tradición familiar.
También desempeñó numerosos cargos en la Corte, como camarero mayor, tesorero perpetuo de la Real Casa de la Moneda, notario mayor de Castilla y gentilhombre de Felipe IV y Carlos II.
En el año 1655 comenzó a servir como general de la Caballería de Milán, pasando luego a capitán general de la Armada del Mar Océano, con el cargo de las galeras de Sicilia. La recompensa prometida era la de alcanzar el virreinato que ya ostentaba su padre, pero el fallecimiento de éste al año siguiente (1656) frustró tal posibilidad.
De regreso a la Península fue designado general de la Caballería del Ejército contra Portugal, levando a su costa en el año 1657, un tercio de setecientos soldados, que estuvo operativo dos campañas en los sitios de Olivenza y Badajoz.
Fue por estos años de 1656 y 1659-1660 cuando ordenó realizar una gran remodelación de sus casas palacio en la villa de Osuna.
Álvarez y Baena (1789) relata sobre él un hecho de armas a modo de ejemplo de su valor en aquellas campañas: “Saliendo el de 58 a quitar un comboy que venia al enemigo, al retirarse se vio en la precisión de pelear, de donde salió milagrosamente, pues en medio de la batalla se le hundió el caballo en un légamo, y arrojándose de él, salió medio anegado; por montando en otro volvió a pelear con singular esfuerzo, y le dieron dos estocadas que solo pasaron el coleto y jubon, echóle mano un soldado enemigo, a quien mató”.
El 1 de octubre de 1660 fue nombrado general de las fronteras de Castilla la Vieja, logrando rendir varias plazas. En 1662 integró el Ejército de Extremadura que estaba al mando de Juan José de Austria, estando presente en la toma de Villaviciosa.
En el año 1663 fue nombrado general de las Armas de Ciudad Rodrigo. Entre su quehacer resalta la toma de Valdemuela, y la hechura del fuerte Real de la Concepción. Al año siguiente sufrió una grave derrota en el intento de conquistar Castel Rodrigo, lo que provocó su destitución y su caída, pasando su carrera por un período de ostracismo.
Éste se prolongó hasta el momento en que la reina regente Mariana de Austria lo nombró virrey y capitán general del Principado de Cataluña, cargo que ejerció entre el 4 de agosto de 1667 (juramento) y diciembre de 1669. Durante su mandato tuvo que afrontar la Guerra de Devolución contra Francia, y terminó el suntuoso palacio que había iniciado el marqués de Castel Rodrigo. Comenzó las obras de la ciudadela de la plaza marítima de Palamós.
El enfrentamiento de la Reina con Juan José de Austria provocó que el príncipe se refugiara en Barcelona al ser perseguido por la justicia como supuesto instigador del intento de muerte del jesuita y confesor de la Reina, el padre Nithard. Éste contaba con lealtades en Aragón y Valencia, pero no así en Cataluña, donde se hallaba Osuna como virrey, que además había sido compañero de armas de Juan José de Austria en Portugal. Osuna lo acogió, mostrando una actitud ambigua al permitir que las autoridades municipales y catedralicias apoyaran a don Juan. Su apoyo velado al príncipe estaba motivado por la defensa de sus intereses, al tener esperanzas de obtener futuras recompensas si éste se hacía con el gobierno. Ese apoyo lo va a enfrentar a la Reina desde noviembre de 1668 hasta inicios de 1669.
En enero de 1669 por orden de la Reina, Osuna comunicó a don Juan que debía volver a Madrid. El duque, en carta fechada el 22 de enero y dirigida a la Reina, se mostró como un claro defensor de la causa del príncipe. Éste finalmente salió de Barcelona con una escolta concedida por Osuna de trescientos soldados de Caballería, gracias a lo cual terminó por imponerse a la Reina, y Nithard era desterrado al poco tiempo.
En marzo y abril de 1669 se produjo un nuevo acercamiento entre el duque de Osuna y la Reina. En una carta fechada en marzo, pocos días después del destierro de Nithard le mostró a la Reina su lealtad y su apoyo militar si ello fuera necesario. Pensaba ante todo en su propio ascenso.
En junio de 1669 le fue notificado su nombramiento de gobernador del Estado de Milán, en sustitución del fallecido marqués de Mortara. La Reina lo nombró sin estar en la terna propuesta por el Consejo de Italia, como una forma de atraérselo a su bando, cargo que desde el año anterior había sido pretendido por el duque.
Embarcó en las galeras de Génova el 4 de marzo de 1670 con destino a su nuevo gobierno. Llegó a Milán el 15 de marzo de 1670 junto a su familia, manteniéndose al frente del Milanesado entre los años 1670 y 1674. Impuso una férrea etiqueta, creando suspicacias y malestar en la nobleza local. En septiembre de ese año nacía una de sus hijas, que fue bautizada con solemnidad regia en la Catedral de Milán. En el año 1671 moría su esposa la duquesa de Uceda, estando de parto. Sus exequias fúnebres se celebraron en la iglesia de Santa María de la Scala (Milán).
La decoración del templo le fue encargada al pintor Cesare di Fiore, y al arquitecto Giovani Pagi.
La fachada fue cubierta con amplias colgaduras. En el atrio de esta iglesia se dispusieron doce empresas basadas en las armas de Girones y Sandovales, cuyos escudos estaban omnipresentes por el edificio. En la nave central, comparecían los retratos de los seis “héroes” con más fama de cada casa. Todo se disponía como un gran montaje cuya finalidad era la exaltación familiar de la casa de Osuna, verdadera obsesión de don Gaspar.
Al año siguiente, 1672, contrajo matrimonio con la citada Ana Antonia de Benavides, el cual se celebró por poderes en Madrid. Ella contaba tan sólo con diecinueve años. Según las capitulaciones matrimoniales que se firmaron, su dote sería de 171.000 ducados de vellón, más otros bienes muebles, joyas, objetos de plata, ropa, etc. La nueva duquesa llegaba a Milán, el 21 de diciembre de 1672, prolongándose los festejos en su honor durante dos meses: bailes, fuegos artificiales, máscaras y desfiles de carros triunfales, etc.
Osuna tuvo sus partidarios y sus detractores. Los primeros lo presentaban como un gobernador piadoso que con el ejemplo de su devoción, su asistencia a los templos, a los actos y festividades públicas, y sus donaciones a los santuarios, intentaba servir de modelo a la nobleza lombarda. Reavivó el fervor inmaculista, estableciendo en diciembre de 1670 la celebración de una octava a partir del 8 de diciembre en honor de la Inmaculada.
Favoreció a sus leales y criados, canalizando puestos e ingresos que pertenecían al servicio y la hacienda regia.
Nombró a su secretario Domingo Baltasar Bazán como secretario de Guerra, llegando a ser su sombra.
Bazán sería el protagonista de las diferentes trasgresiones de los límites legales de su señor. Chocaría continuamente con los tribunales y las corporaciones del Estado milanés: la Cancillería Secreta, el Senado, la aristocracia, los magistrados, etc.
Emprendió reformas en las fortificaciones lombardas, y despidió a trescientos soldados de caballería, redujo a cuarenta el resto de compañías, y creó diez nuevas. La oposición se le echó encima, aunque la Reina lo justificaría por una posible guerra al ofrecer Luis XIV el generalato de sus tropas al duque de Saboya. El reparto de capitanías le permitió a Osuna comenzar a tener clientela entre las familias de la aristocracia milanesa, las cuales se vieron favorecidas: Borromeo, Litta, Este, Archinto, Fagnani, etc. La capitanía era un medio de comenzar un cursus honorum en las armas, que terminaba con el nombramiento de miembro del Consejo Secreto del Estado de Milán.
La congregación inició una fuerte oposición, presionando en la Corte, debido a lo cual fue nombrado un cargo intermedio para limitarlo en su poder. Así el conde de Fuensalida pasó a ser general de la Caballería de Hombres de Armas del Estado de Milán. Osuna tenía un ingreso fijo de 24.000 ducados de sueldo anual de su cargo de gobernador, a lo cual se unió el fuerte aumento de los gastos secretos en el bienio 1672- 1673. La Reina le solicitó en varias ocasiones que declarara las partidas, y terminó por anular sus reformas de las compañías en septiembre de 1674. Todas estas circunstancias llevaron a su sustitución por el príncipe de Ligne (ex virrey de Sicilia), nombrado desde julio de 1673. Los problemas y la inestabilidad en Mesina provocaron el retraso de su regreso, manteniéndose Osuna en el cargo un año más, hasta julio de 1674.
De su estancia italiana acumuló un gran patrimonio artístico gracias a su labor de mecenazgo (mobiliario y pinturas) y una excelente biblioteca. En su inventario post-mortem se registraron cerca cuatrocientos cuadros, de temática mitológica, religiosa, bodegones y floreros, de hechos de armas, retratos, etc.
De vuelta a Madrid, el 30 de septiembre de 1674 obtuvo plaza de consejero de Estado, así como del Consejo de Flandes. En 1675 pasó a ser presidente del Consejo de Órdenes, tomando posesión el 14 de diciembre, sustituyendo a Pedro Antonio de Aragón.
Además le fue concedido el empleo de caballerizo mayor de la Reina.
Osuna, durante la primera mitad del año 1676, se mantuvo como partidario del valido Fernando de Valenzuela, posiblemente en agradecimiento por su nombramiento como presidente del Consejo de Órdenes.
Sin embargo, al final del verano de ese año, Osuna cambió de nuevo de postura, y pasó a apoyar a Juan José de Austria como ya hiciera en el período 1667-1669.
La mayor parte de la alta nobleza opositora a Valenzuela firmó en su contra un manifiesto el 15 de diciembre de 1676, propugnando la candidatura de don Juan José al gobierno. Entre los firmantes del mismo se hallaba el duque de Osuna jugando un papel principal.
Durante la semana posterior, la Reina Regente intentó, sin éxito, que el marqués de Villaumbrosa (presidente del Consejo de Castilla) apresara a los cabecillas de la conjura: el duque de Alba, de Osuna y de Medina- Sidonia. Los tres hicieron saber que estaban armados y dispuestos a defenderse. Finalmente caía Valenzuela dando paso a la regencia de Juan José de Austria.
En los años 1677-1678, el duque de Osuna comenzó la construcción de un palacio en Madrid, valorado en 300.000 ducados. Pero en el año 1678 cayó en desgracia en la vorágine del juego político de la Corte de Carlos II, por desavenencias políticas con el duque de Medinaceli. Fue confinado en el castillo de Coca (Segovia), mientras que el conde de Humanes, presidente del Consejo de Hacienda, lo fue en una fortaleza en Montánchez (Cáceres). En la época la decisión política fue ocultada como si fuera una decisión de honor, un conflicto de “faldas” entre Osuna y Humanes, llegándose a rumorear que el duque había querido asesinar al conde. Osuna pasó más tarde también a Montánchez, de donde huyó refugiándose en el Convento del Carmen, acogiéndose a sagrado.
Aunque consiguió paralizar el proceso judicial contra él, perdió la plaza de caballerizo mayor, y sus estados fueron secuestrados, teniendo que pagar una fuerte multa. La historia se repetía de nuevo, sufriendo el mismo proceso que padeció su abuelo con la Conjura de Venecia (1621).
Rehecha su posición en la Corte, aún desempeñó un papel político importante. De él dijo madame d’Aulnoy que “tenía buenas y malas cualidades que le distinguían igualmente. Amaba a sus amigos con pasión, y les ayudaba voluntariamente con su crédito y su bolsa; era un gran liberal, adoraba a las damas y no escatimaba nada para complacerlas; era enemigo irreconciliable y, junto a ello, tenía un orgullo y una altanería insoportables a todo el mundo”.
En 1688 formó parte de la recién creada Junta de Estado, presidida por Carlos II e integrada además por el duque de Alba, el marqués de Los Vélez, el marqués de Mancera y el condestable de Castilla. En el año 1693 estaba Osuna formando parte del partido del duque de Montalto, junto al duque de Pastrana.
Al año siguiente falleció en Madrid, de un súbito ataque de apoplejía, durante una junta del Consejo de Estado, en presencia de Carlos II.
Le sucedió en sus títulos y mayorazgos su hijo Francisco de Paula Téllez Girón y Benavides, VI duque de Osuna (1694-1716).
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Francisco Javier Gutiérrez Núñez