Galba. L(ucius) Livius Ocella Ser(vius) Sulpicius Galba. Tarracina (Terracina, Italia), 24.XII.3 a. C. – Roma, 15.I.69 d. C. Emperador de Roma.
Servius Sulpicius Galba perteneció a una de las últimas familias de Roma que podían reivindicar fehacientemente una tradición secular desde tiempos republicanos y que parece tener su solar en las tierras de la ciudad de Tarracina, cerca de la cual nació el futuro Emperador en la villa familiar. Fue nieto del pretor e historiador Caius Sulpicius Galba (Suetonio, Galba, 3) e hijo del personaje homónimo que alcanzó el consulado el año 5 a. C. y que ejerció como abogado en Roma. Su madre, Mummia Achaica, era bisnieta de Lucius Mummius, el conquistador de Corinto (Suetonio, Galba, 3). Su padre casó en segundas nupcias con Livia Ocellina, hija de Lucius Livius Ocella, que adoptó al joven Servius Sulpicius Galba, por lo que éste tomaría el nombre de Lucius Livius Ocella Servius Sulpicius Galba, uniendo así la tradición de su propia familia y la de su madre adoptiva.
Del primer matrimonio de su padre nacieron también Caius Sulpicius Galba, cónsul del año 22 d. C., y Sulpicia. La residencia familiar en el siglo i d. C. estuvo en Roma, mientras que Tusculum fue escenario de las estancias veraniegas (Suetonio, Galba, 4).
Galba estuvo casado con Aemilia Lepida, de la que tuvo dos hijos, muertos en temprana edad; según Suetonio (Galba, 5), aún en vida de Lepida fue pretendido por Agrippina Minor, la hija de Germánico y hermana de Calígula, que había enviudado por la muerte de Cnaeus Domitius Ahenobarbus, hijo de Lucius Domitius Ahenobarbus, el cónsul del año 16 a. C. y antiguo gobernador de la Hispania citerior.
Según Suetonio (Galba, 5) Galba fue protegido por Livia, la mujer del emperador Augusto, con quien le unía un lejano parentesco a través de su madrastra, llegando a ser incluido entre sus herederos el año 29 d. C.; no se puede aceptar, sin embargo, la noticia del mismo autor (Galba, 4) según la cual el propio Augusto (27 a. C.-14 d. C.) le anunció, siendo niño, que alguna vez sería emperador de Roma; coincide Suetonio con otras fuentes (Tácito, Annales, 6, 20; Dión Cassio, 57, 19, 64) en que también el emperador Tiberio (14-37) hizo esta consideración.
Probablemente, por esos vínculos con el círculo de Augusto, entró en el Senado antes de la edad reglamentaria (Suetonio, Galba, 6; Dión Cassio, 56, 29, 5), pues por su fecha de nacimiento debería haber alcanzado la pretura el año 27 d. C. con treinta años de edad; Suetonio indica que, siendo pretor en Roma, ofreció un nuevo tipo de espectáculo protagonizado por elefantes funámbulos (Suetonio, Galba, 6). Su único destino conocido con rango de pretorio fue el gobierno de la provincia de Aquitania hacia el año 31-32 y, en todo caso, antes del 33, pues en ese año obtuvo el consulado ordinario (Suetonio, Galba, 6; Plutarco, Galba, 3; Dión Cassio, 58, 20, 5).
Tras el consulado desempeñaría tres gobiernos provinciales, el primero de los cuales fue el de Germania superior en tiempos del emperador Calígula (37-41), seguramente hacia 39-41 y en sustitución de Cnaeus Cornelius Lentulus Gaetulicus. Según nuestras fuentes, como gobernador de Germania superior reforzó la disciplina del Ejército y contribuyó a asegurar la lealtad de las tropas hacia el Emperador, obteniendo al mismo tiempo importantes victorias hasta el año 41 (Suetonio, Galba, 7; Dión Cassio, 60, 8). Suetonio vincula este prestigio a la propuesta de algunos círculos senatoriales de que se erigiera en sucesor de Calígula tras el asesinato de éste el 24 de enero del año 41 (Suetonio, Galba, 7), una opción que no tomó y que le permitió situarse en el círculo personal del emperador Claudio (41-54), al que acompañó como parte de su estado mayor en la expedición a Britannia del año 43 (Suetonio, Galba, 7).
Su segundo destino provincial fue el gobierno del África proconsular en los años 44 y 45 (Tácito, Historias, 1, 49; Plutarco, Galba, 3; Suetonio, Galba, 7), donde de nuevo las fuentes —especialmente Suetonio— se vuelven a hacer eco de su capacidad de organización, de la disciplina impuesta a las tropas y de sus éxitos militares. A la vuelta de África fue condecorado por sus éxitos en esta provincia y en Germania y recibió las insignias del triunfo (Suetonio, Galba, 8); fue entonces cuando se le nombró miembro de tres de los principales colegios sacerdotales de Roma (XVvir sacris faciundis, sodalis Titius y sodalis Augustalis).
Después de esto, Galba vivió durante más de una década apartado de la vida pública en su residencia cercana a Tarracina, el solar paterno y lugar de nacimiento, seguramente dedicado a atender sus intereses privados, el patrimonio familiar y su enorme fortuna.
En la práctica, estuvo inactivo políticamente tras los primeros años del gobierno de Claudio (41-54) y no retornaría a la vida pública hasta mediados del gobierno de Nerón (54-68).
Su vuelta al escenario político tuvo lugar el año 60, fecha en que le fue encomendado su tercer y último gobierno provincial, esta vez en la Hispania citerior, en donde estuvo durante ocho años entre el 60 y el 68 (Tácito, Historias, 1, 49; Plutarco, Galba, 3; Dión Cassio, 63, 23; Suetonio, Galba, 9). Esta etapa fue clave para su promoción posterior al trono imperial, pero anómala por la edad del candidato, pues Galba llegó a Hispania con más de sesenta años —algo completamente inusual— y había cumplido los setenta cuando la dejó para convertirse en Emperador.
El relato de su estancia en Hispania está lleno de contradicciones, en parte derivadas de la necesidad de las fuentes de justificar la postura antineroniana de Galba en el momento de su insurrección. Por ello, aunque se le tilda de buen administrador durante los primeros años, se insiste también en la intolerancia y rigidez con que aplicó la legislación, especialmente la penal, y en la dureza y a veces crueldad de sus castigos.
Anécdotas como la amputación de las manos a un cambista o la crucifixión de un parricida son presentadas por los textos como evidencias de un rigor administrativo inicial que se relajaría en años sucesivos para no singularizarse ante el Emperador (Suetonio, Galba, 9; Plutarco, Galba, 4); al mismo tiempo, esa capacidad de imponer disciplinas y castigos que exhiben las fuentes servirían para justificar su condición de capax Imperii, de persona apta para el gobierno de Roma, pese a su no pertenencia a un linaje dinástico. Es significativo a este respecto que Tácito no aluda a Galba en el libro 16 de los Annales, que alcanza al año 66 y que cubre, por tanto, la mayor parte de la estancia hispana de éste, y que sólo se interese por su figura al convertirse en candidato imperial.
El relato del levantamiento de Galba contra Nerón en la primavera del año 68 quedó recogido a grandes rasgos en la narración de Suetonio (Galba, 9-11): estando en Carthago Nova (Cartagena, Murcia) en una audiencia, se enteró del levantamiento de las Galias y recibió la oferta de Caius Iulius Vindex, gobernador de la Galia Lugdunensis (Lugdunum = Lyon) de ponerse al frente de la rebelión (Plutarco, Galba, 4; Tácito, Historias, 1, 16, 2). Nerón supo del levantamiento de Vindex en Nápoles el 19 de marzo del año 68 (Nerón, 40; Dión Cassio, 63, 26, 1). También según Suetonio, al tiempo que se interceptaban las instrucciones de Nerón a los procuradores de la citerior para asesinar a Galba, se exhumó en el templo de Júpiter de Clunia (Coruña del Conde, Burgos) un viejo oráculo de dos siglos de antigüedad que afirmaba que algún día saldría de Hispania el dueño del mundo (Galba, 9).
Alude luego Suetonio a justificar la revuelta mostrando el descontento hispano hacia Nerón, que Galba habría escenificado poniendo en su tribunal de Carthago Nova los retratos de las personas condenadas y asesinadas por Nerón mientras se hacía acompañar por un exiliado en Baleares (Galba, 10). Plutarco (Galba, 4) añade que por la provincia de Hispania citerior circulaban poemas contra Nerón que Galba no había prohibido y que serían muestra del descontento de sus habitantes.
En Carthago Nova recibió en abril del año 68 la aclamación como legado y tomó las medidas encaminadas a dotarse de un ejército, a asegurar su protección personal y a conseguir el apoyo de las provincias (Suetonio, Galba, 10). Por aquel entonces, como gobernador de la Hispania citerior contaba con una legión, la VI Victrix, al frente de la cual se encontraba el senador Titus Vinius Rufinus, apoyada por dos alas auxiliares de caballería y tres cohortes de infantería; instituyó un senado provincial con los senadores fieles a su causa y eligió a jóvenes de rango ecuestre como guardia personal (Suetonio, Galba, 10).
Animado por el respaldo que le ofrecía el senador y comandante legionario Titus Vinius Rufinus, Galba se fortificó en Clunia como plaza fuerte y envió a su aliado a Roma para conocer la situación real de los acontecimientos, proclamándose Emperador en Clunia el 8 de junio del 68; con ello, según Tácito (Historias, 1, 4, 2-3), se hacía público uno de los grandes secretos del Imperio, pues ahora se sabría que se podía nombrar a un príncipe fuera de Roma, lo que equivalía al final del monopolio itálico del trono. El efímero gobierno de Roma duró hasta el 15 de enero del año 69.
Subastó las propiedades de Nerón en Hispania (Plutarco, Galba, 5), que parece que fueron importantes, e impuso elevadas multas a las ciudades de las Galias e Hispania que no abrazaron su causa, llegando a destruir las murallas de algunas y a ejecutar a algunos funcionarios romanos no partidarios del levantamiento (Suetonio, Galba, 12). Tanto el gobernador de la Baetica Obultronius Sabinus como su legado Lucius Cornelius Marcellus fueron asesinados por orden del nuevo Emperador en los primeros momentos del turbulento verano del año 68 (Tácito, Historias, 1, 37, 2); su asesinato entraría en la propaganda antigalbiana de la época. En Lusitania Galba obtuvo el respaldo de su gobernador Marcus Salvius Otho, el futuro emperador Otón, mientras que para sustituirle en el gobierno de la citerior tras su proclamación imperial, nombró al senador e historiador Cluvius Rufus (Tácito, Historias, 1, 8).
En el orden militar, Galba debió obtener un fuerte apoyo de las comunidades locales de la meseta norte para llevar a cabo el reclutamiento de una nueva legión, la VII Galbiana, seguramente formada con gentes de ciudades Arévacas, Vacceas y Pelendonas sobre la base de mejorar su situación jurídica personal y municipal. En ese contexto parece que Clunia, la sede hispana de Galba, recibió el estatuto colonial que sustituía a su condición municipal previa y alcanzó trascendencia universal con la acuñación de una moneda con la leyenda Hispania Clunia Sul(picia) S.C.
Disponemos de dos buenos relatos, sólo en parte coincidentes, sobre la marcha de Galba a Roma en septiembre-octubre del 68 y su gestión durante el cuatrimestre en que dirigió el Imperio Romano.
Tanto Suetonio como Tácito coinciden en la acumulación de efectivos militares en Roma como en el descontento de la tropa por no recibir las recompensas prometidas por su apoyo a la causa de Galba (Suetonio, Galba, 16; Tácito, Historias, 1, 5, 2). En Roma fue ejecutado el prefecto del pretorio Caius Nymphidius Sabinus y en Germania y África fueron ejecutados los senadores Fonteius Capito y Lucius Clodius Macer respectivamente; sin embargo, dejó en libertad a Ofonius Tigelinus, el temido prefecto de Nerón (Suetonio, Galba, 11). En la marcha hacia Roma habían sucumbido previamente por orden de Galba el cónsul designado Cingonius Varro y el ex-cónsul Publius Petronius Turpilianus. A partir de su llegada a la ciudad, sus nuevos asesores serían Titus Vinius Rufinus, su hombre de confianza que le había acompañado desde Hispania, y Cornelius Laco (Tácito, Historias, 1, 6, 1).
Las fuentes de esos acontecimientos coinciden en presentar esos meses como un período de abierta inestabilidad, derivada en parte de las aspiraciones de cambio inmediato de quienes habían soportado los tiempos neronianos, y en parte de la amenazante inestabilidad del trono, a duras penas sostenido frente a las aspiraciones de personajes como Marcus Salvius Otho, el antiguo gobernador de Lusitania que sucedería a Galba, que paulatinamente encontraba nuevas simpatías en los cuarteles (Suetonio, Galba, 19). En el relato de Suetonio este panorama general aparece salpicado de un riquísimo anecdotario que incluye los temidos malos presagios y augurios que jalonaron el gobierno de Galba (Suetonio, Galba, 12-15), mientras que Tácito, buen conocedor del entorno político galbiano, presenta un análisis racional del progresivo deterioro de la situación que conduciría al final de Galba (Tácito, Annales, 1, 6-14).
El último gran acontecimiento de este gobierno fue el intento de Galba de forzar su sucesión y de nombrar un heredero. Coincidiendo con su nombramiento para un segundo consulado en enero del año 69 —treinta y seis años después del primero— adoptó como sucesor el 10 de enero del 69 a Lucius Calpurnius Piso Frugi Licinianus (Tácito, Historias, 1, 14-17; Suetonio, Galba, 17), hijo del cónsul del año 27 d. C. Marcus Licinius Crassus Frugi y descendiente por línea materna de Pompeius Magnus, al tiempo que por el matrimonio de su hermano Cnaeus Pompeius Magnus había estado emparentado con la familia del emperador Claudio. Marcus Licinius Crassus Frugi que, como Galba, había formado parte del estado mayor de Claudio en la campaña de Britannia del año 43 y que era consuegro del propio Emperador, había sido ejecutado por orden de éste el año 48 o 49.
Galba fue asesinado en Roma el 15 de enero de 69 en el marco de la conspiración que conduciría a Otón al poder y que con tanto detalle narrara Tácito (Historias, 1, 27-49). Tras describir su muerte a manos de los soldados, Tácito concluye su relato elogiando la figura de Galba como senador, como gobernador y jefe militar en sus años en provincias, pero como un gobernante incapaz de dirigir Roma (Historias, 1, 49, 2-3).
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Juan Manuel Abascal Palazón