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Antonio de la Pedrosa y Guerrero

Biografía

Pedrosa y Guerrero, Antonio de la. Señor de la villa de Buxes. ?, c. 1660 – 1723 post. Consejero de Indias, comisionado para preparar la creación del tercer virreinato americano o de Santafé.

Fue hijo de Andrés de la Pedrosa, que había sido abogado fiscal de la Audiencia Real del Mar Océano, teniente de alcalde mayor de Sevilla y Sanlúcar de Barrameda y corregidor de El Puerto de Santa María.

Se desconoce su lugar de nacimiento. Estudió Leyes y, tras licenciarse, fue abogado de los Reales Consejos.

En 1684, fue nombrado fiscal protector de indios en el Nuevo Reino de Granada, a donde viajó al año siguiente en compañía de dos hermanos. Ejerció su empleo durante el mandato del presidente Gil Cabrera Dávalos, que tuvo dos gobiernos (1686-1691 y 1694-1703), separados por el interinazgo de José Merlo (1691-1694), durante el cual Cabrera estuvo preso en Cartagena. Pedrosa tuvo diferencias con dicho presidente en ambos períodos. En el primero, a causa de su matrimonio con la santafereña María de Pisa, lo que estaba penado con pérdida de empleo. El protector embargó la casa familiar y trasladó sus muebles y joyas a otro lugar. Las damas afectadas pidieron la protección del presidente Gil Cabrera y éste detuvo a Pedrosa, con su casa como prisión, a sus hermanos, e impuso una multa de 100 patacones al alcalde, por haberle favorecido. Los afectados hicieron causa común con los oidores Garcés y Dicastillo, amigos del protector, que acusaron al presidente Gil Cabrera de introducir mercancías ilegales en su propio beneficio, por lo que se le separó del cargo y se le encarceló en Cartagena (1691-1693) hasta que todo se aclaró y pudo volver al cargo en 1693. Fue declarado inocente de los treinta y dos cargos que se le hicieron. Durante este segundo mandato de Gil, ocurrió el asalto de Cartagena (1697) de la armada francesa mandada por Jean B. Desjean, barón de Pointis, ayudada por mil filibusteros de Saint Domingue. Los extranjeros atacaron con siete buques grandes y numerosos medianos y transportes, a bordo de los cuales iban trescientos sesenta cañones, dos mil quinientos setenta soldados, dos mil cien marinos, cincuenta y cinco guardiamarinas, cien sirvientes y más de ciento cuarenta oficiales. El gobernador de Cartagena, Diego de los Ríos, tenía unos recursos muy mermados (ciento cincuenta hombres en Bocachica, treinta en San Felipe de Barajas y un batallón de doscientos pardos), por lo que apenas pudo oponer alguna resistencia. La ciudad fue conquistada y saqueada durante un mes.

Corrieron entonces rumores de que el gobernador de los Ríos había actuado con negligencia y la Audiencia envió a Cartagena al oidor Carlos de Alcedo para averiguarlo.

El gobernador de los Ríos le apresó y envió al castillo del Morro de La Habana. La Audiencia decidió trasladarse a Cartagena con el gobernador Cabrera y un grupo de cien hombres, pero no pudieron entrar. El presidente conminó a retirarse del cargo a de los Ríos y todo se resolvió al cabo mediante el envío de un comisario investigador de los hechos, Julián Antonio de Tejada, que actuó contra quienes habían rendido la plaza. Pedrosa tomó también parte en este conflicto informando negativamente de la actuación de Gil Cabrera Dávalos. Acababa de regresar a España (1698). En 1704 se estableció en Madrid, donde se casó en segundas nupcias, y fue nombrado alcalde de la casa real de la Villa y Corte, luego superintendente general en el Reino de Murcia y consejero de Hacienda, y finalmente consejero de Indias, cargo que desempeñaba cuando se le comisionó para preparar la creación del tercer virreinato indiano. Tal virreinato se consideró necesario al terminar la Guerra de Sucesión Española para defender mejor la cornisa atlántica de Suramérica, que había sido atacada continuamente por franceses, ingleses, piratas y filibusteros durante la segunda mitad del siglo xvii. Estaría integrado por el Nuevo Reino de Granada, el Reino de Quito, y las capitanías de Venezuela y Panamá (tendría más de 2.600.000 kilómetros cuadrados) y se administraría desde Bogotá, donde residiría su única Audiencia, ya que se decidió suprimir las de Quito y Panamá.

El 27 de mayo de 1717 se encomendó a Antonio de la Pedrosa su creación y se le dio el título de gobernador, capitán general y presidente de la Audiencia de Santafé. La cédula fundacional preveía que el Rey procedería a nombrar virrey a un funcionario de su agrado, una vez constituido el virreinato, pero que si surgiera alguna circunstancia imprevista que lo demorase, De la Pedrosa podría hacerse cargo del mando de la nueva entidad administrativa. Esto dio origen a algunos equívocos, pues Antonio de la Pedrosa fue titulado virrey sin serlo, de lo que le cayeron algunas acusaciones. Concretamente su sucesor le juzgó por usurpación de cargo y con sobrada razón.

Pedrosa llegó al Nuevo Reino en el navío de guerra Príncipe de Asturias, tras el primer mandato del presidente Francisco Meneses, confinado en Cartagena por la Audiencia santafereña. Su pleito fue revisado en España y el Consejo le dio por libre de los cargos que le habían hecho, por lo que Pedrosa llevó órdenes de poner en libertad al antiguo presidente, cosa que hizo en cuanto llegó. La difícil situación de tensión entre las autoridades neogranadinas fue también un factor determinante en la creación de la entidad virreinal.

Otra cuestión de la que tuvo que ocuparse durante su estancia en Cartagena fue la de los fraudes fiscales que se realizaban en el comercio ilícito, verdaderamente escandaloso, ya que usualmente se registraba sólo la tercera parte de las mercancías introducidas.

De la Pedrosa hizo visitar dos naves que venían de Veracruz y La Habana y comprobó que sus registros eran un cuarto y un quinto de lo que llevaban, con lo que impuso multas a los funcionarios que se habían prestado a permitir el engaño. El asunto se arregló fácilmente pues los funcionarios desaprensivos se apresuraron a pagar para que no se hablara más del asunto: 4800 pesos Badillo, 10.600 José Luis Casano, 8795 Faustino Fajardo y 4180 Bartolomé Tienda Cuervo. Antonio de la Pedrosa dio también algunas disposiciones para que se vigilara la circulación de oro sin quintar.

Pasó luego a Santafé adonde llegó el 7 de junio de 1718, sucediendo al presidente interino Francisco Rincón, arzobispo de la capital, de quien recibió el mando. Cinco días después hizo pregonar solemnemente la Real Cédula de creación del virreinato, tras lo cual ordenó cortes de cuentas y remisión de todas las que estaban pendientes a la Contaduría de la capital.

Para sede de los virreyes habilitó y arregló la antigua casa del marqués de Santiago, ampliándola convenientemente. Dispuso que tuviera una guardia de cincuenta hombres (la Cédula Real le autorizaba hasta cien), divididos en dos compañías de Caballería y de Infantería de veinticinco soldados cada una, mandadas por los capitanes Pedro de Layseca y José de Caicedo.

Pedrosa mejoró algo los correos del Reino, regularizó los mercados de la capital donde se hacían muchos fraudes y vigiló la venta de aguardiente ilegal. En general, se manejó diplomáticamente, evitando nuevos conflictos. Aplicó las leyes y gobernó con gran honradez. Las rentas reales lograron un pequeño superávit, fruto de la buena administración. Todo el mundo le trataba de “Excelencia”, como si fuera realmente virrey, y no se molestó en aclarar que no le correspondía tal tratamiento. Antes al contrario, lo utilizaba en su documentación: “Don Antonio de la Pedrosa y Guerrero, señor de la Villa de Buxes, del Consejo de Su Majestad en el Real y Supremo de Indias, elegido y nombrado por Su Majestad para establecer y fundar el Virreinato de este Nuevo Reino, y para otros negocios y encargos de la mayor importancia [...]”. La Audiencia se planteó la legalidad del tratamiento en su sesión del 11 de julio de 1718 con los dos únicos oidores que funcionaban (Losada y Cobián) y el fiscal Castilla. Discutió el asunto y concluyó que se le debía dar únicamente el título de “Señoría Ilustrísima”. Pedrosa no puso objeciones, pues sabía que tenían razón, pero siguió utilizando el título de virrey. De hecho tuvo los poderes de un virrey, con competencias de tipo militar y hacendístico y gozando de un sueldo mayor que los presidentes: 16.000 pesos anuales. El Monarca le otorgó el corregimiento de Chita para él y sus sucesores.

Por cédula de 31 de octubre de 1718, se aumentó la Audiencia santafereña hasta seis oidores, para compensarla del trabajo que había sobrevenido después de la supresión de la Audiencia de Quito. La misma cédula señaló que se había elegido virrey de Santafé a Jorge de Villalonga, con lo que De la Pedrosa cesaba como presidente neogranadino. El 27 de mayo de 1719, se recibió en Santafé una carta de Villalonga fechada en Lima el 8 de enero anterior, notificando a Pedrosa que se disponía a ir a su sede, tras haber sido nombrado virrey; virrey efectivo, como Pedrosa.

De la Pedrosa informó al Rey en su relación de mando que salió a recibir a Villalonga hasta el pueblo de Bojacá, donde le entregó el bastón de mando, pero que se opuso a la pretensión del nuevo mandatario de entrar bajo palio, como si fuera un Rey. Surgieron entonces roces entre los dos gobernantes y Villalonga acusó entonces a Pedrosa ante el Rey de algunos cargos, como el de haber usado el título de virrey. Afortunadamente, Antonio había informado ya de ello al Monarca.

Villalonga se posesionó el 25 de noviembre de 1719, fecha del cese de Pedrosa. De la Pedrosa permaneció en Santafé algo menos de un año, ocupado en arreglar sus asuntos particulares y en atender al juicio de residencia que debía hacerle el oidor Lozano de Peralta. Vivió en una casa humilde con su familia, su mujer María de Pisa y su hijo José, a quien le dejó el corregimiento de Chita. Como no le llegaba de España ninguna notificación para regresar, decidió hacerlo por su cuenta. Viajó a Cartagena en el otoño de 1720 y embarcó para Cádiz, donde comunicó su llegada. Se le mandó unirse al Consejo de Indias, que le pidió informes pormenorizados del nuevo virreinato. Antonio dio un veredicto negativo, considerando que no era útil, ni necesario, sobre todo teniendo en cuenta la pobreza de sus rentas, pues las cajas estaban tan exhaustas que “no podían sostener el lujo de un Virrey, que con su compañía de guardia costaba alrededor de 50.000 pesos al año, mientras que el sueldo de los gobernadores apenas alcanzaba a 8000”. Añadió que había muy pocas poblaciones de españoles, y que la mayoría de sus habitantes eran indígenas, por lo que no necesitaban ningún virrey.

Su informe terminaba con estas palabras: “Que se extinga y suprima el dicho virreinato y que se rija aquel Reino por Presidente, Gobernador y Capitán General, como antes”. Tal fue su informe de 1723 y el Rey por Cédula de 5 de noviembre del mismo año dispuso “suprimir el referido virreinato de esa ciudad de Santa Fe y Nuevo Reino y que el gobierno de este distrito vuelva a correr según su antiguo planta”. El tercer virreinato estuvo extinguido desde 1723 hasta 1740, cuando volvió a crearse.

 

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Manuel Lucena Salmoral

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