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Beatriz de Bobadilla

Biografía

Bobadilla, Beatriz de. Marquesa de Moya (I). Medina del Campo (Valladolid), c. 1440 – Madrid, 17.I.1511. Dama y amiga personal de la reina Isabel I de Castilla.

Hija del matrimonio formado por Pedro de Bobadilla y María Maldonado, procedentes ambos de la pequeña nobleza, fue Beatriz, de todos sus hermanos, la que gozó de un mayor protagonismo al estar íntimamente unida, desde su infancia, a la futura Isabel I de Castilla. Los otros hijos del matrimonio Bobadilla- Maldonado consiguieron, no obstante, materializar interesantes matrimonios que les supusieron un ascenso desde el estatus de la caballería hasta la primera línea de la nobleza. Las dos hermanas de Beatriz de Bobadilla se casaron con personajes destacados en la Corte de Enrique IV —Álvaro de Luna y Pedro Arias, este último sobrino del obispo de Segovia—. El hermano varón, Francisco, fue maestresala y capitán de los futuros Reyes Católicos. Sin embargo, sólo Beatriz pasó a la historia por méritos propios.

El padre de Beatriz era alcaide del castillo de Arévalo —de ahí que se le denominara más tarde, amo de la Reina— lugar de residencia de la Reina viuda, Isabel de Portugal y de sus hijos, Isabel y Alfonso. Los pequeños eran hijos del segundo matrimonio de Juan II y hermanos de padre del rey Enrique IV. Beatriz, a pesar de la diferencia de edad —once años— con la infanta, se convirtió, durante la estancia de ésta en Arévalo, en su amiga de juegos, confidente y protectora hasta que, en 1462, Isabel y Alfonso fueron trasladados a la Corte de su hermanastro. Ese ascendiente, originado en la difícil infancia de Isabel, le procuró a Beatriz un papel relevante ante la Reina hasta la muerte de la Soberana.

Enrique IV, apreciando la feliz influencia que Beatriz ejercía sobre su hermanastra, la nombró doncella y criada de aquélla y, más adelante, en 1466, le procuró un matrimonio preferente con su mayordomo Andrés Cabrera, un conquense también de origen hidalgo, quizás converso, que con el tiempo jugaría un papel trascendente en la proclamación de los príncipes Fernando e Isabel como reyes de Castilla. A raíz de su matrimonio con Andrés Cabrera, Beatriz recibió varias mercedes del Rey —caso de los trescientos mil maravedíes de juro situados y repartidos en diferentes lugares del reino— que constituyeron el punto de partida para su irresistible ascenso social.

El 5 de junio de 1465 el príncipe Alfonso, hermano de Isabel, fue alzado Rey por los nobles en Ávila comenzando un difícil período de tres años de duración caracterizados por la existencia de una dualidad monárquica en Castilla que llevó a una guerra civil soterrada. Dentro de este contexto se conoce uno de los episodios más relevantes protagonizado por Beatriz de Bobadilla, que, a la sazón, acompañaba a la infanta Isabel en la Corte de su hermano. El Monarca decidió que su hermana, de quince años, se casara con Pedro Girón, maestre de Calatrava, un cincuentón ambicioso y prepotente, a fin de pacificar el reino. Los cronistas relatan que Isabel permaneció rezando toda la noche para que uno de los dos desapareciera, pero su dama, la Bobadilla, más resuelta, le prometió que ella misma se encargaría de impedir, incluso apuñalando al impresentable novio si era preciso, para evitar aquella disparatada boda. No hizo falta, ya que, de forma repentina, y seguramente no de forma natural, Girón moría en el camino. Isabel nunca olvidaría el apoyo de Beatriz. Un segundo episodio, en la misma línea que el anterior, tiene lugar meses después cuando Alfonso XII tras la batalla de Olmedo (1467) entra en Segovia y libera a su hermana Isabel de vivir con la reina Juana. Desde entonces y hasta la muerte del joven Alfonso, los hermanos permanecieron juntos. La infanta, en aquellos momentos de la toma de Segovia estaba servida por cinco damas, una de ellas Beatriz, cuyo marido ya era el alcaide del alcázar y custodio del tesoro real. Juan Pacheco, marqués de Villena, verdadero artífice del reinado de Alfonso XII, pretendió despedir a las damas de la infanta, a lo que se negaron tanto Mencía de la Torre como Beatriz. Todas ellas pasarían a la Corte alfonsina en donde celebrarían, y participarían con la infanta Isabel a la cabeza, en el decimocuarto cumpleaños del rey Alfonso, en una fiesta de momos escrita para la ocasión por el poeta Gómez Manrique, primo del inmortal autor de las “Coplas” también miembro de la Corte literaria de Alfonso XII.

La muerte del rey Alfonso en julio 1468, envenenado por Villena, coloca a Castilla en una situación dramática. Isabel es reconocida en Guisando como heredera desplazando a Juana, la hija nacida en el matrimonio de Enrique IV, pero, al casarse con el príncipe Fernando de Aragón, se enfrenta a su hermanastro que vuelve a reconocer a su hija. El matrimonio Bobadilla-Cabrera hizo lo posible para que la infanta no se casara con Fernando, si bien, una vez realizado, se convirtieron en los más firmes defensores de los príncipes así como intermediarios con el Monarca para que se produjera tanto la reconciliación entre los hermanos como el reconocimiento de aquéllos a la herencia. El hecho de que el alcázar de Segovia, con su tesoro, estuviera en posesión de Andrés Cabrera permite al marido de Beatriz tener la llave del futuro del reino y a ella protagonizar un episodio espectacular para conseguir que Isabel entrara en Segovia. El matrimonio hubo de enfrentarse con las artimañas del marqués de Villena —ahora antiisabelino— y Cabrera con sus propias dudas. Esto es, mantener el alcázar por Enrique IV o entregárselo a los príncipes. Finalmente, influenciado por Beatriz, apuesta por éstos entrando en negociación con uno de los hombres de confianza de Isabel, el contador Alonso de Quintanilla. El pacto entre el matrimonio y Quintanilla, siempre con la promesa de no combatir a Enrique IV, encuentra apoyo en el cardenal Mendoza, quien gozaba de una amistad íntima —según el cronista Palencia—, con Beatriz. Por aquel pacto el matrimonio Bobadilla-Cabrera se comprometió a permitir la entrada de la princesa en Segovia cuando fuera oportuno exigiendo como rehén a la pequeña Isabel, hija de los príncipes. Beatriz de Bobadilla, disfrazada de aldeana y montada en una mula, salió de la ciudad burlando los planes de Pacheco, para permitir la entrada de la princesa, hecho que se produce el 27 de diciembre de 1473. También, gracias al matrimonio, Enrique IV se reconcilia con su hermana, lo que no impide que cambie su decisión sobre la sucesión del reino que pertenecería a Juana. Un año después de los hechos el Monarca muere pero los príncipes ya están en Segovia, en donde Isabel se proclama Reina propietaria. Dueños del tesoro del reino custodiado por el fiel Cabrera, comenzará la guerra civil.

En 1475 se produjo un grave incidente —que incluso llegó a poner en peligro la vida de la pequeña Isabel— que amenazó con privar al marido de Beatriz de la alcaidía de Segovia. Era tal la deuda que Isabel sentía tener hacia el matrimonio que, tras las correspondientes pesquisas, confirmó a Cabrera en su cargo. Todavía en 1500 y siempre en recuerdo de su lealtad en el episodio del alcázar, el matrimonio Bobadilla-Cabrera serían distinguidos. Así fueron receptores de una curiosa merced: el privilegio denominado “de la Copa de Oro” —copa en la que habían bebido los Reyes— que conmemoraba la entrega de la fortaleza el día de Santa Lucía (13 de diciembre). Asimismo, el matrimonio Cabrera-Bobadilla gozaba del honor de situarse, en la ceremonia religiosa del día de Navidad, junto a la cortina real, para que, una vez que el Rey recibiese la paz se la transmitiera con su propia mano a Andrés Cabrera haciendo lo propio la Reina con Beatriz. Ese honor se transmitió, por juro de heredad, a los sucesores del matrimonio. Otra merced singular y única, concedida sólo a Beatriz de Bobadilla, fue el añadir a su escudo una mención específica de mejora exclusivamente en sus armas. Es el único testimonio de que en unas armas matrimoniales se haga una mejora de las de la esposa, diferenciadas de las del marido.

El inmenso papel que había protagonizado el matrimonio en el triunfo de la causa de Isabel y Fernando explica prácticamente todo su patrimonio. Con la entronización de los Reyes Católicos, Beatriz sería beneficiaria de mercedes ocasionales que sólo se explican por la relación de amistad con Isabel, caso del famoso juro, en las rentas de Segovia, que antes había pertenecido a la reina Juana. Sin embargo, la más destacable de las mercedes fue el señorío de Moya con título de marquesado concedido al matrimonio el 4 de julio de 1489. Un señorío que constituía un importante territorio estratégico ubicado en la frontera de los reinos de Castilla y Aragón en contacto con el mercado valenciano —particularmente de la madera— y en donde confluían factores de enriquecimiento. El matrimonio fue también receptor de los sexmos segovianos de Casarrubios y Valdemoro, después convertido en señorío, y, más tarde, en condado de Chinchón. Este señorío, sin embargo, tuvo conflictos desde su nacimiento, ya que los Reyes Católicos, en su afán de premiar a Beatriz y a su marido, perjudicaron seriamente la integridad del alfoz de Segovia. Los cronistas no fueron ajenos al ascenso de Cabrera gracias a la influencia de su mujer. Andrés Bernáldez, cuando se refiere por vez primera vez al matrimonio, describe a Cabrera como el “marido de la señora Bobadilla, marquesa de Moya”, para identificarlo, más adelante como marqués de Moya, comendador y mayordomo mayor, de forma que el título más relevante de Andrés Cabrera era, sobre todo, ser “marido de”. Es más, otros, caso del siempre agudo Palencia, consideraba a Cabrera un advenedizo dominado por su mujer

Durante el reinado de los Reyes Católicos, Beatriz no dejó de ejercer como una cortesana influyente y culta —se interesó por el estudio del latín como todo el entorno femenino de Isabel—, lo que justificó el dicho “después de la reina de Castilla, la Bobadilla”, popularizado por el cronista Palencia que la juzgaba apasionado por las joyas y gastadora. Otros cronistas no dudan en subrayar su discreción y valentía y todos ellos su gran ascendiente sobre la Reina. Tanta simbiosis le acarreó más de un problema: durante la guerra de Granada concretamente en 1487, sucedió un episodio singular. Confundida con la propia Soberana, Beatriz fue atacada por un moro que la hirió sin gravedad gracias a la defensa que de ella hacían los adornos de oro de su traje. Su afición a los “arreos” —en palabras de Palencia— le había salvado la vida. Isabel compensó a su dama entregándole unas casas en Sevilla —28 de julio de 1488— así como treinta esclavas de las que se tomaron en la ciudad de Málaga. También fue receptora de otra merced tan curiosa como poder enviar una carabela con mercadería a Guinea con exención del quinto, merced que ha sido contextualizada por algunos autores con anterioridad a ese episodio, esto es, durante la guerra de Portugal. También debe señalarse que, aunque Beatriz de Bobadilla aparece en la historiografía posterior como valedora de Cristóbal Colón, debe aclararse que la que sí tuvo íntima relación con el descubridor fue su sobrina del mismo nombre y apellido si bien algunos autores indican que la marquesa de Moya pudo intermediar en el favorecimiento al genovés.

Los años fueron pasando, pero Beatriz nunca dejó de ser la más amada de las damas de Isabel. Tanto que Gonzalo Fernández de Oviedo escribía “me acuerdo de verlas ya viejas e nunca la reyna la llamaba sino hija marquesa”.

La reina Isabel muere el 26 de noviembre de 1504 en Medina del Campo y, según la tradición, es la marquesa de Moya la que tuvo el privilegio de cerrarle los ojos. Los Bobadilla fueron los primeros servidores que la Reina recomendó a su hija Juana en su testamento “por la lealtad con que nos sirvieron para aver y cobrar la sucesión de los dichos mis reinos”. De entre los bienes de la Reina fue a parar a la marquesa una calderuela de plata blanca usada para guardar las reliquias. A la muerte de la Reina los Cabrera aún hubieron de luchar por su bien más emblemático: la alcaldía de Segovia que durante el breve reinado de Felipe el Hermoso fue a parar a otras manos. Pedro Mártir de Anglería relata la defensa del alcázar cuya dirección se hizo bajo la animosa Bobadilla —con sesenta y seis años— ante la incapacidad del viejo, achacoso y leal servidor que aún era su marido. Finalmente el castillo pasó de nuevo a Cabrera en nombre del rey Fernando. Fue la última heroicidad de Beatriz de Bobadilla. A partir de aquel episodio ambos se dedican a preparar su alma, como lo demuestra las fundaciones piadosas que llevaron a cabo, caso de la edificación del convento de Nuestra Señora de Tejada.

La marquesa de Moya muere en Madrid el 17 de enero de 1511. Cabrera le sigue a la tumba poco tiempo después. El matrimonio dejará tras de sí una saneada hacienda cuya característica más sobresaliente reside en las donaciones regias, gracias a la privanza real, lo que facilitó el entroncamiento con los mejores linajes del reino a través de sus descendientes. Los marqueses de Moya tuvieron nueve hijos —uno de ellos, Pedro, desaparecido prematuramente— y fundaron dos mayorazgos en Moya y en Chinchón. El primero se fundó en la persona de su primogénito y heredero del marquesado, Juan, casado con la hija del duque del Infantado. Fernando recibe el segundo mayorazgo en las tierras segregadas de la jurisdicción de Segovia, esto es, los sexmos de Casarrubios y Valdemoro. En 1520, con el título concedido por Carlos V de conde de Chinchón, el hijo de Beatriz de Bobadilla se convierte en noble de primera fila. Otros dos hijos —Francisco y Diego— fueron hombres de Iglesia. El primero llegó a ser obispo de Ciudad Rodrigo y continuó su carrera eclesiástica en Roma. Diego se hizo monje dominico. Otro de los hijos del matrimonio, Pedro, protagonizó una vida azarosa plagada de aventuras: pasó por la milicia, la Iglesia y hasta probó ser corsario acabando, finalmente, como fiel servidor de Carlos V. Las hijas de los Bobadilla realizaron importantes matrimonios: María se casó con el conde de Osorno, Juana entroncó con el imponente linaje de los Manrique, e Isabel, emparentada con el linaje Pacheco, fue marquesa de Cañete.

El matrimonio Bobadilla-Cabrera está enterrado en el convento de Santa Cruz de Carboneras, cerca de Cuenca.

 

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Dolores Carmen Morales Muñiz

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