Blanca de Borbón. Francia, 1335 – Medina-Sidonia (Cádiz), 1361. Reina de Castilla, esposa de Pedro I.
Blanca de Borbón, francesa de nacimiento, era hija de Pedro, duque de Borbón, y de Isabel de Valois. Blanca estaba estrechamente relacionada con la monarquía francesa, habida cuenta de que una hermana suya, Juana, era nada menos que la esposa del rey de Francia Carlos V. Después de un largo proceso negociador, en el que intervinieron, por parte castellana, el obispo de Burgos, Juan Sánchez Roelas, y Álvar García de Albornoz, hermano del arzobispo de Toledo, se firmaron los capítulos para la boda de Blanca de Borbón con el monarca castellano-leonés Pedro I. El objetivo principal de aquel enlace era, sin duda alguna, fortalecer las relaciones entre las monarquías de Castilla y de Francia. La monarquía francesa entregaría como dote a la Corona de Castilla trescientos mil florines de oro. Blanca de Borbón, por su parte, recibiría, en calidad de arras, las villas de Arévalo, Sepúlveda, Coca y Mayorga.
La infanta francesa, que se hallaba en la localidad de Nimes en el mes de noviembre del año 1352 y en Burdeos en la Navidad de ese mismo año, entró en tierras hispanas por el principado de Cataluña, llegando a Valladolid el 25 de febrero del año 1353. Llevaba consigo un excepcional equipaje, del que formaban parte una corona, estimada en 3.200 escudos de oro, y una diadema de oro, valorada en 2.560 libras. Conviene señalar que, en esas fechas, su próximo esposo, el rey de Castilla Pedro I, estaba esperando el nacimiento de un descendiente que había tenido con su amante María de Padilla. Se trataba de la infanta Beatriz, que vino a este mundo en la ciudad de Córdoba en el mes de marzo del año 1353. Es más, Pedro López de Ayala pone de manifiesto que en el monarca castellano “non avía voluntad de casar con la dicha doña Blanca”. De todos modos, la boda entre el monarca castellano Pedro I y la infanta francesa Blanca de Borbón se celebró, en la iglesia de Santa María la Mayor, el lunes 3 de junio del año 1353, actuando como padrinos Juan Alfonso de Alburquerque y Leonor de Aragón. Por su parte, los bastardos de Alfonso XI llevaban las riendas del caballo de la Reina. Ahora bien, dos días después de efectuarse dicho enlace matrimonial, que, según todos los indicios, fue consumado, Pedro I abandonó a Blanca de Borbón y se marchó a la localidad de Puebla de Montalbán para reunirse con su amada María de Padilla. ¿Tomó aquella decisión Pedro I porque, como se ha supuesto, aunque sin mucho fundamento, Blanca de Borbón se había rendido a don Fadrique, un hermanastro del rey de Castilla? ¿O acaso la actitud de Pedro I fue la respuesta al hecho de que los franceses no pagaron la dote convenida de antemano por aquel enlace? Todo parece indicar que el abandono de Blanca de Borbón obedecía a la inusitada pasión que el monarca castellano sentía en aquellas fechas por su amante María de Padilla.
María de Portugal, la Reina madre de Pedro I, compadecida por el duro panorama que se le presentaba a Blanca de Borbón, decidió llevarla a la villa de Tordesillas, y posteriormente a Medina del Campo. Pero algún tiempo después, sin duda por orden de Pedro I, Blanca de Borbón fue confinada en la localidad de Arévalo y posteriormente encerrada en el castillo de Toledo. Dos obispos hispanos, los de Ávila y Salamanca, declararon nulo el matrimonio de Blanca de Borbón con Pedro I, el cual, en el mes de abril del año 1354, se casó en la villa de Cuéllar con Juana de Castro. Esa postura de los citados obispos causó un gran disgusto al Pontífice romano. Es más, el abandono de Blanca de Borbón constituyó un argumento de notable interés a los sectores de la nobleza que se habían rebelado contra Pedro I. Como ha indicado el profesor Luis Vicente Díaz Martín, uno de los más lúcidos estudiosos del reinado de Pedro I de Castilla, Blanca de Borbón “aportó un argumento de alto valor moral que caló profundamente en toda la sociedad, convirtiendo en justo un movimiento cuyos objetivos finales eran muy diferentes”. A comienzos del año 1355 el legado pontificio lanzó en la catedral toledana la excomunión contra Pedro I de Castilla. La sentencia decía, entre otras cosas, que “El muy caro en Christo nuestro hijo Pedro, noble rey de Castilla e de León, ha dexado la muy cara en Christo nuestra fija Blanca, noble reina de Castilla e de León, su mujer e que tomara como non debía e manifiestamente una mujer a abrazamientos mortales.” La sentencia concluía con las siguientes palabras: “Procedit ad excommunicationem Regis et interdictum in regnum”.
Los habitantes de la ciudad del Tajo, conmovidos por la difícil situación en que se encontraba la pobre infanta, protagonizaron una revuelta. Según la versión de López de Ayala, Blanca de Borbón “fabló con muchas gentes dueñas de la cibdad [...] e díxoles como se temía de muerte, é que avía sabido que el Rey quería venir á Toledo por la facer prender ó matar”. Ante aquel suceso, Pedro I decidió que Blanca fuera enviada a la localidad de Sigüenza. Una carta originaria de la Santa Sede, datada en marzo de 1360, afirmaba que “hasta ahora han sido inútiles los ruegos y exhortaciones para que trates a nuestra carísima hija en Cristo Blanca, ilustre reina de Castilla y León, unida a tí en matrimonio con afecto marital y el honor debidos”. Un año después, en 1361, Blanca de Borbón se encontraba prisionera en la localidad andaluza de Medina-Sidonia. Pedro I ordenó que se le dieran unas hierbas para que fuera envenenada, pero el carcelero, Íñigo Ortiz de Estúñiga, se negó a aplicar esas medidas. El cronista Pedro López de Ayala cuenta que “el rey fue sañudo contra Íñigo Ortiz por esta razón e mandóle que le entregara [a doña Blanca] a Juan Pérez de Rebolledo, vecino de Jerez, su ballestero. E Íñigo Ortiz fízolo así e después que fue en poder del ballestero mandóla matar”. Así pues, Blanca de Borbón abandonó este mundo. Tenía en esas fechas la que fuera esposa del rey de Castilla Pedro I sólo veinticinco años de edad. Años más tarde se instaló en una torre de Medina-Sidonia una lápida que dice, muy expresivamente, lo siguiente: “En esta torre estuvo presa y acabó sus días a manos del ballestero Juan Pérez de Rebolledo en el año 1361 la virtuosa y desventurada reina doña Blanca de Borbón, esposa de don Pedro de Castilla”. Sus restos fueron trasladados a la iglesia de San Francisco, de Jerez de la Frontera.
Bibl.: G. Laplane, “La mort de Blanche de Bourbon. Essai d’interpretation d’un cas hirtorique”, en Bulletin Hispanique, 66 (1964); L. Suárez Fernández, “Castilla, 1350- 1406”, en L. Suárez Fernández y J. Reglá Campistol, La crisis de la Reconquista (c. 1350-c. 1410), pról. de R. d’Abadal, en J. M.ª Jover Zamora (dir.), Historia de España de Menéndez Pidal, vol. XIV, Madrid, Espasa Calpe, 1966; L. V. Díaz Martín, Pedro I. 1350-1369, Palencia, Diputación Provincial, 1995; J. Valdeón Baruque, Pedro I el Cruel y Enrique de Trastámara. ¿La primera guerra civil española?, Madrid, Aguilar, 2002.
Julio Valdeón Baruque