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Manuel Bermúdez de Castro Díez

Biografía

Bermúdez de Castro y Díez, Manuel. Cádiz, 10.VI.1811 – Madrid, 11.III.1870. Diplomático, político, ministro.

Hermano del primer marqués de Lema, Salvador Bermúdez de Castro Díez, y padre del segundo, Salvador Bermúdez de Castro O’Lawlor, fue bautizado al día siguiente de su nacimiento en la parroquia de Nuestra Señora del Rosario de Cádiz, ciudad a la que, por motivos profesionales, se había trasladado su abuelo paterno desde Vimianzo (La Coruña), de donde eran originarios Los Bermúdez de Castro. El padre de Manuel, José Bermúdez de Castro Blasco, siguió el negocio y se casó en Cádiz en 1807 con la gaditana María Dolores Díez Imbrechst, con quien tuvo seis hijos, de los que Manuel fue el tercero. Su progenitor, que se sumó al cambio liberal formando parte de la primera Diputación Provincial gaditana, destacó por sus dotes mercantiles. Su éxito permitió que los hijos varones tuvieran una educación superior, cultivaran las letras, y, en el caso de Manuel, pudiera viajar a Europa y residir largas temporadas en Gran Bretaña, Francia y Portugal, donde logró una sólida formación económica. En ella se encuentra la base de la elección materna para la dirección del negocio familiar, que, mudado en 1823 a Jerez de la Frontera (Cádiz), tras el fallecimiento del padre dos años después, estaba sufriendo importantes quebrantos.

Con la férrea afirmación en el poder de los liberales moderados, que acompañó a finales de 1843 al inicio del reinado efectivo de Isabel II, Manuel Bermúdez de Castro sumó, a la actividad privada, la pública. Debido a su profundo conocimiento de los canales comerciales y financieros, su actividad pública se centró en la conversión de bonos del Tesoro español que realizó en Londres en febrero de 1844 por encargo del conde de Santa Olalla, ministro de Hacienda del gabinete de Luis González Bravo. Este cometido, que le reportó la Cruz de la Real y Distinguida Orden de Carlos III, le allanó el camino para entrar en el círculo de la clase política moderada, pero se lo facilitó sobremanera la influencia de su hermano menor Salvador, amigo personal del general Ramón María Narváez y, bajo su mandato como presidente de Gobierno, secretario del Consejo de Ministros y subsecretario de la Presidencia. Así, a partir de las elecciones de diciembre de 1846, las primeras celebradas tras la promulgación el año anterior de la nueva Constitución doctrinaria-conservadora, Manuel Bermúdez de Castro se convirtió en diputado permanente por el distrito de Jerez de la Frontera hasta el final de la década moderada.

Convertido de esta manera en miembro indiscutible de la familia moderada, no resulta fácil, sin embargo, ubicarle en sus tendencias, encontrándose a medio camino entre la dominante doctrinaria y la avanzada puritana. La permanente controversia que mantuvo con Alejandro Mon hasta 1850 fue algo puramente personal y se asentó en la discrepancia, rigurosamente fundamentada por parte de Manuel Bermúdez de Castro, con la política económica implementada por aquél como ministro de Hacienda. Así, su participación durante esos años en las comisiones del Congreso relacionadas con asuntos económicos y financieros (presupuestos, contribuciones, aranceles, contabilidad pública, Banco Español de San Fernando...) y las críticas y disidencias vertidas en sus intervenciones sobre estos temas, no fueron obstáculo para que en todo momento apoyara a los sucesivos gobiernos formados por esas tendencias.

La situación cambió cuando en 1851 el sector autoritario del partido, liderado por Juan Bravo Murillo, asumió las riendas del Ejecutivo. Entonces sí se situó en la oposición y, además, desde el principio hasta el final. Así, en junio de ese año apoyó un voto de censura contra él, que no prosperó, y en diciembre de 1852 fue uno de los principales promotores del rechazo al retrógrado proyecto gubernativo de reforma constitucional, auspició la reunión de los notables moderados de las otras tendencias y participó en los contactos mantenidos con representantes progresistas, de los que salieron los respectivos manifiestos de repulsa.

La caída de ese Gobierno no terminó ni con las tentativas involucionistas ni con el despotismo ministerial, que siguieron estando presentes en los subsiguientes gabinetes. Por eso, resulta, cuando menos, chocante la participación de Manuel Bermúdez de Castro en uno de ellos, el presidido desde el 14 de abril de 1853 por el general Francisco Lersundi, a no ser por su afán en asumir la responsabilidad ministerial de Hacienda, que en esa fecha se le asignó. Al frente de ella apenas estuvo dos meses, pero fueron suficientes para intuir la política fiscal auspiciada por Manuel Bermúdez de Castro: ahorro en los gastos ministeriales mediante la reducción de personal y supresión de distintas dependencias, reorganización administrativa y reasignación de las funciones, aumento del control e inspección de las contribuciones y estadísticas, y búsqueda de la eficiencia recaudatoria mediante gratificaciones a los empleados.

El 21 de junio, tres meses antes de la conclusión del gobierno, al igual que a Luis López de la Torre y a Pablo Govantes, titulares de Estado y Fomento, le fue aceptada la dimisión, presentada por “la falta de conformidad con sus dignos compañeros acerca de algunas cuestiones importantes”, e inmediatamente retornó a las filas de la oposición ante la deriva autoritaria del régimen. Su expresión más contundente se materializó en el siguiente ejecutivo de José Luis Sartorius, cuya implacable represión para hacer frente a la creciente disidencia, como a otros muchos moderados, también alcanzó a Manuel Bermúdez de Castro. Así, por haber formado parte de una junta de oposición de personalidades de esa fuerza, el 22 de enero de 1854, sin tener miramiento alguno con el mal estado de salud que atravesaba, fue detenido y obligado a abandonar España.

Después de viajar por París y Londres, con el triunfo final de la Vicalvarada, que trajo a partir de julio dos años de hegemonía progresista, el político gaditano regresó a España, y volvió a hacerse presente en la actividad pública, en julio de 1856, apoyando, desde el llamado centro parlamentario (embrión de la Unión Liberal), la salida conservadora de esa experiencia promovida por el general Leopoldo O’Donnell. Pues bien, en octubre, al final del primer gabinete presidido por éste, a la par que lograba en recompensa por los servicios prestados la Gran Cruz de la Real y Distinguida Orden de Carlos III, era nombrado por el ministro de Estado, Nicomedes Pastor Díaz, embajador en Austria.

Este cargo no sólo lo mantuvo con la asunción inmediata del Ejecutivo por los moderados históricos de mano del general Ramón María Narváez, del que tomó posesión en marzo de 1857, sino que, además, en las elecciones celebradas entonces recuperó el acta de diputado por el distrito de Jerez de la Frontera.

Relevado en septiembre del anterior puesto, en el gobierno formado al mes siguiente por el general Francisco Armero con miembros de las distintas tendencias de la familia moderada, entró en el mismo Manuel Bermúdez de Castro. Así, tras ocupar en comisión durante diez días el cargo de gobernador civil de Madrid, el 25 de octubre se hizo cargo de la dirección del Ministerio de la Gobernación. Se mantuvo, ahora sí, hasta el final del Gabinete el 14 de enero de 1858. Su labor al frente de este departamento fue fundamentalmente reorganizadora: reformó la planta de la Secretaría del Ministerio, estableció nuevas bases a las que debían sujetarse los gobernadores civiles en el ejercicio de su cargo, a la par que les exigió el estricto cumplimiento de las disposiciones referentes a la formación de los presupuestos municipales y provinciales, al desempeño de los cargos municipales, a la reunión de las diputaciones provinciales, a la formación de las estadísticas de beneficencia (cuya organización modificó), a la construcción de cementerios, a sus atribuciones en las sociedades de seguros mutuos, al cese de las sociedades de seguros de quintas y a la libertad de todos los detenidos por medidas gubernativas.

El tiempo de cesante abierto a continuación sólo se prolongó hasta el verano. Al poco de constituirse en junio el segundo gobierno de la Unión Liberal, liderado por Leopoldo O’Donnell, Manuel Bermúdez de Castro fue nombrado simultáneamente consejero de Estado y senador vitalicio. Con todo, no compatibilizó ambos puestos: renunció al primero en noviembre y al mes siguiente, tras ser admitido y prestar juramento, se hizo cargo del segundo. Se produjo un cambio de cámara y también de la labor parlamentaria, ya que cada vez se involucró más en los asuntos referentes a las relaciones internacionales, a partir del verano de 1860. Además, ya a una avanzada edad, contrajo matrimonio con María de la Encarnación O’Lawlor Caballero, hija del teniente general José O’Lawlor O’Brennan y de Dionisia Caballero Crooke, y hermana del general Fernando O’Lawlor Caballero, ayudante personal desde este tiempo del duque de Tetuán. Por este camino, parece que Manuel Bermúdez de Castro reforzó su relación con este militar y, ante el deslizamiento al autoritarismo del moderantismo histórico en la recta final de la Monarquía constitucional isabelina, afirmó su vinculación con la Unión Liberal.

De ahí que, en el tercer gobierno, y último, formado el 21 de junio de 1865 por Leopoldo O’Donnell, participara como ministro de Estado. Este ejecutivo representó el último intento hecho por el poder para que los progresistas pusieran fin a su retraimiento. Para ello, fundamentalmente, se procedió a ampliar el derecho al sufragio y a reconocer al reino de Italia y a Víctor Manuel II. Ésta, que fue la tarea principal de Manuel Bermúdez de Castro al frente del Departamento de Asuntos Exteriores (el resto de su labor se limitó a firmar distintos tratados y convenios comerciales, de extradición y de límites territoriales), granjeó al gabinete la enemistad de la Reina y de los conservadores, sin conseguir, al igual que ocurriera con la anterior medida, reintegrar al sistema a los progresistas. Éstos —si no todos, gran parte de ellos— habían optado ya por la vía insurreccional, cuya expresión fue, en enero de 1866, el pronunciamiento encabezado por el general Juan Prim en Villarejo de Salvanés (Madrid) y, en junio, la sublevación de los sargentos de Artillería del cuartel de San Gil de la capital. Olvidando las anteriores veleidades aperturistas, la cruenta represión de estos levantamientos acabó provocando el 10 de julio la caída del gabinete y la escisión de las filas de la Unión Liberal.

Esta última experiencia ministerial proporcionó a Manuel Bermúdez de Castro distintas condecoraciones, como la Gran Cruz del León neerlandés o el Cordón de la Orden de Leopoldo de Bélgica, que se sumaban a otras recibidas con anterioridad, básicamente por el apoyo a la actividad diplomática de su hermano Salvador, como la Gran Cruz de San Genaro de las Dos Sicilias, el gran Nischan Iftijar de Túnez, la Gran Cruz de Guadalupe de México y el Gran Cordón de San Mauricio y San Lázaro italiano. Pero, sobre todo, de esta participación en ese gobierno quedó una estrecha amistad con Leopoldo O’Donnell, al que acompañó con su esposa durante sus últimos meses en el retiro de Biarritz. Además, a la muerte de O’Donnell, Manuel Bermúdez de Castro, a diferencia de otros compañeros de la Unión Liberal, mantuvo el criterio de aquél, contrario a incorporarse a la conspiración contra la Monarquía isabelina. Por eso, cuando ésta triunfó mediante la revolución de septiembre de 1868, rechazó los cargos y honores ofrecidos por el Gobierno provisional establecido en seguida.

Así, retirado de la actividad pública en Madrid, el 11 de marzo de 1870 el político gaditano terminó sus días a causa de una apoplejía cerebral. Su importante patrimonio pasó a sus dos hijos, María de los Dolores y Salvador, y éste, además, a la muerte del tío paterno del mismo nombre, recibió en 1884 y 1887, respectivamente, los títulos de marqués de Lema y duque de Ripalda.

 

Obras de ~: Contestaciones entre el señor Bermúdez de Castro y el señor D. Alejandro Mon, sobre las conversiones verificadas en 1844, Madrid, Imprenta a cargo de Manuel Rojas, 1849; A los electores de la ciudad de Jerez de la Frontera, Madrid, 24 de mayo de 1857.

 

Bibl.: M. Sánchez Silva, Semblanzas de los 340 Diputados a Cortes que han figurado en la legislatura de 1849 a 1850, Madrid, Imprenta de D. Gabriel Gil, 1850, págs. 25-26; Los Ministros en España desde 1800 a 1869. Historia contemporánea por Uno que siendo español no cobra del presupuesto, vol. III, Madrid, J. Castro y Compañía, 1869-1870, págs. 529- 530; A. Góngora, Materiales para la historia de la M. N. y M. L. Ciudad de Jerez de la Frontera, con algunos datos particulares sobre su industria vinícola y notas bibliográficas, Jerez de la Frontera, Imprenta El Guadalete, 1901 (reed. con adiciones de M. Ruiz Lagos, Jerez de la Frontera, Consejo Superior de Investigaciones Científicas [CSIC], 1976); S. Bermúdez de Castro O’Lawlor, marqués de Lema, Un testigo de importantes sucesos: el general O’Lawlor, Madrid (desglosado de Nuestro Tiempo, año VIII, n.º 111), 1908; Mis recuerdos (1880-1901), Madrid, Compañía Ibero-Americana de Publicaciones, 1934; J. L. Comellas, Los moderados en el poder, 1844-1854, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1970; R. Calvo Sanz, Don Salvador Bermúdez de Castro y Díez. Su vida y su obra. Contribución a la historia de la literatura romántica española, Valladolid, Universidad de Valladolid, Departamento de Lengua y Literatura Españolas, 1974; N. Durán de la Rúa, La Unión Liberal y la modernización de la España isabelina. Una convivencia frustrada, 1854-1868, Madrid, Akal, 1979; F. Cánovas Sánchez, El partido moderado, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1982.

 

Javier Pérez Núñez

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