Mercado, Tomás de. Sevilla, p. s. XVI – San Juan de Ulloa, Veracruz (México), 1575. Dominico (OP), teólogo moralista, economista.
No hay datos seguros sobre la fecha de su nacimiento. Sus biógrafos concuerdan en afirmar que nació en Sevilla. Embarcó para América siendo muy joven.
Con toda seguridad acompañaba como sirviente a algún mercader, quizá un familiar suyo. No cabe pensar que a su edad pudiera costearse el pasaje. Tampoco hay datos sobre su actividad en México hasta que ingresó en la Orden de Predicadores en 1552.
Posiblemente desarrolló alguna actividad comercial, dado el conocimiento que demuestra del tema en sus escritos. Hizo la profesión religiosa el 27 de abril de 1553 en el Convento de Santo Domingo de la Ciudad de México. Obtuvo el título de maestro en Artes y el doctorado en Teología. Llegó a ser prior del convento y allí enseñó Filosofía por algún tiempo.
En 1563 vuelve a España para perfeccionar sus conocimientos y obtener los títulos necesarios para acceder a las cátedras de la recién fundada (1551) Universidad de México. Estudió en Salamanca el curso 1563-1564. Marchó a Sevilla para seguir estudiando y como profesor en el Colegio de Santo Tomás. En 1566 reanudó los estudios en Salamanca hasta 1569.
Volvió a Sevilla y enseñó hasta finales de 1574. En ese tiempo perfeccionó y mandó imprimir sus libros. A finales de ese año se embarcó de nuevo para México.
Murió de unas fiebres en la travesía, ya a la vista de las costas de San Juan de Ulloa. Su cuerpo fue entregado al mar.
Hombre de una inteligencia privilegiada, dejó varios escritos que lo demuestran. Su vida como docente fue más bien corta, pero su dedicación fue completa. Sus estudios y su enseñanza de Lógica le impulsaron a traducir la obra del mismo título de Aristóteles que él titula In logicam magnam Aristotelis Commentarii (1571). En comparación con otras traducciones de la época, es más exacta, con menos florituras y por tanto más comprensible para sus discípulos.
A cada uno de los capítulos añade su propio comentario, que sería su explicación del texto a los estudiantes. La misma finalidad tendría su obra titulada Commentarii Lucidissimi in textum Petri Hispani (1571). Con ambas obras explicaba toda la lógica, la material y la formal.
Su obra más importante y la que más repercusión ha tenido en su época y también en los últimos años, como lo indican las numerosas ediciones, es la Suma de Tratos y Contratos (1569). Demuestra en ella una gran capacidad para aplicar los principios doctrinales a las realidades prácticas que se vivían en su tiempo y dar soluciones claras a los problemas que planteaba el sistema económico. La explotación de los recursos de América hizo cambiar el panorama económico mundial.
Sevilla se convirtió en el gran centro de transacciones económicas y comerciales. Ya se habían instalado allí comerciantes, cambistas y banqueros de toda Europa, que controlaban sectores importantes de la economía española, obteniendo grandes beneficios por la diferencia de precios con sus países. Por ese motivo, gran parte del oro y la plata que venía de América acabó en sus países de origen. De Sevilla sale todo lo que el viejo mundo exporta hacia América y allí llega todo lo que se importa.
Es el momento en que se juntan varias formas de producción por medio del trabajo: esclavos, siervos y obreros asalariados. Comienza el capitalismo en su forma mercantilista. Su actividad principal era el comercio, que propiciaba la acumulación del capital.
Se acrecentaba con la inflación, la usura, el monopolio, etc. Mercado insiste en la obligación del precio justo, de la claridad entre la oferta y la demanda y del deber de mirar por el bien común más que por los intereses propios. En definitiva, la economía orientada al bien de la comunidad. El tema económico en su vertiente ética y moral preocupaba a Mercado por su experiencia personal primero en México y luego en Sevilla. Los ruegos de un mercader, Angelo Bruvengo, le animaron más a afrontarlo.
Mercado conoce muy bien al público al que, principalmente, va destinada su obra. Por eso no escribe según el método escolástico, normal en la época. Se aprovecha de los principios para llegar directamente a las conclusiones, sin demostraciones racionales.
Pone especial interés en que su obra sea inteligible para sus lectores. Ésa es la razón, además, de que no escriba en latín, sino en castellano claro y sencillo. Intenta que los mercaderes sepan claramente lo que es lícito o ilícito en su trabajo. La obra será útil también a profesores, predicadores y confesores. Dedica su libro al insigne y célebre Consulado de Mercaderes de Sevilla.
La Suma de Tratos y Contratos comienza con una explicación clara y sencilla de la ley natural y los principios de la ley positiva por considerarlas imprescindibles para hacer un juicio recto sobre los contratos. En el libro segundo entra directamente en el tema. Describe la actividad comercial y los principios para establecer un precio justo legal y natural. Los comerciantes sevillanos no se limitaban a operar en alguna modalidad comercial, las abarcaban todas. Se forman sociedades mercantiles. Todos los miembros ponen dinero y trabajo y participan en las ganancias. Otras veces unos ponen el dinero y otros el trabajo. La actividad mercantil en sí no es buena ni mala. El problema comienza a la hora de vender. Se intensifica el comercio a gran escala pagando a crédito. Así los precios eran mucho más elevados que al contado. Ese sobreprecio es usura. Todos preferían vender a plazos y encontraban muchas formas de hacerlo, como pedir al contado casi lo mismo que a plazos. Fray Tomás de Mercado se escandaliza de que se vendan aquí cosas a un precio doble o más del que se pagó por ellas en las Indias. Y allí el problema es idéntico. Para casos semejantes considera imprescindible la intervención de los poderes públicos. En los productos de primera necesidad se debe tener en cuenta, sobre todo, el bien común. El precio justo, para él, sería el que ahora se llama mercado libre, de competencia. Tendría en cuenta todos los gastos producidos en su elaboración y una moderada ganancia del vendedor.
El monopolio es otro gran obstáculo para lograr el precio justo. Con él el precio normal de las cosas no es el corriente y normal entre el pueblo. El precio lo impone, normalmente al alta, unilateralmente, el que domina el mercado y puede, además, hacer escasear artificialmente un determinado producto para hacer que suba su precio. Esto es claramente inmoral, sobre todo cuando se hace con artículos de primera necesidad.
Incluye en su obra una actividad comercial especial: el comercio de los negros de Cabo Verde. Se opone a esa clase de negocios fundamentalmente por la norma en que se practica, con engaño y violencia. Considera el tema como uno más de los negocios que se hacían habitualmente entre la Península y América. Enfocándolo así, no usa argumentos humanitarios. La mayor parte de la culpa la tienen los mercaderes que los embarcan en Sevilla. Si no lo hicieran, los negros no valdrían nada. Si bajara su precio se acabaría el tremendo problema. Es la avaricia la que mueve la trama del mercado de negros.
La internacionalización del mercado exigía ya la existencia de mercaderes, cambistas y banqueros en los centros más importantes. Los grandes comerciantes necesitaban disponer de dinero en todas partes para efectuar sus operaciones: comprar, vender y pagar.
En su época se generaliza el sistema de cambio de moneda. Se hacía, generalmente, por medio de letras de cambio. Era otra forma de hacer negocio. Los grandes cambistas tenían crédito en todas partes. Actuaban ya casi como los actuales bancos comerciales.
También había manejos fraudulentos para monopolizar el dinero contante y poder subir el precio del cambio. Esos bancos, a la hora de hacer préstamos, los concedían con intereses muy elevados, cayendo en la usura. También se daba en algún tipo de cambios.
El valor de ley de una moneda, ducados o coronas, es siempre el mismo en cualquier parte donde esté. Otra cosa es la estima que se tiene de ella. Es decir, su poder adquisitivo, que en un lugar determinado puede ser muy superior que en otro. El cambio de moneda se debe ajustar a esta estima.
El pecado más corriente de mercaderes, cambistas y banqueros es el de la usura. La cometen muchas veces y se conoce muy pocas. Lo disfrazan no sólo con el interés, sino de otras mil maneras. Constata fray Tomás de Mercado que existe usura no sólo en los préstamos de dinero, sino en muchos tipos de contratos, ventas, compras y arrendamientos. Es un mal que afecta a toda clase de negocios, incluidos los eclesiásticos.
Es una verdadera abominación. Llamar usurero a alguien es insultarlo gravemente. Lo que se gana con usura hay obligación de restituirlo para que se perdone la culpa. Considera usura encubierta el hecho de que, aunque no se cobre interés por el dinero prestado, se exijan otras prestaciones que tienen valor económico.
Los casos más corrientes serían los de los señores que obligan a sus labradores a aceptar trigo en malas condiciones para que después se lo devuelvan sano, conceder préstamos a los obispos para obtener un beneficio eclesiástico, obligar a los labradores a tomar en arriendo sus tierras, comprar la lana a los pastores, por anticipado, gente pobre y necesitada de dinero para mantener sus rebaños, a un precio muy inferior del que esperan venderla. Fray Tomás de Mercado es contrario a todo préstamo con interés. El dinero que tiene el prestamista, si lo tiene guardado no produce nada.
Califica la usura como pecado gravísimo. Es un robo. El usurero debe restituir todo lo que ha ganado de más en cualquier clase de usura, directa o camuflada, si no quiere condenarse para siempre. Debe añadir, además, lo que esa usura le haya producido descontando los gastos. No cabe excusarse diciendo que el otro lo aceptó libremente, lo hizo acuciado por la necesidad. Vuelve a tocar el tema en el libro dedicado a la restitución en general y en la forma de llevarla a la práctica. Es un libro de fondo moral útil para el penitente y el confesor.
La Suma de Tratos y Contratos describe magistralmente la vida socioeconómica de su tiempo. Tiene el autor un conocimiento profundo, detallado y comprobado personalmente. Describe con exactitud sorprendente todas las actividades económicas de los comerciantes acompañándolas de ejemplos reales sucedidos en su tiempo. A ese carácter empírico, práctico y realista se añade su intento de construir una teoría económica basada en todos esos datos y enfocada sobre todo al bien común. Vincula los problemas económicos con los humanos y sociales, en un intento de unir la economía a la moral. Su finalidad última era dejar claro a los mercaderes lo que es lícito o ilícito en sus actividades. Obra única en su época por su extensión y originalidad, muchas de sus ideas fueron aceptadas por los escolásticos posteriores: Medina, Lessio, Lugo, etc. Pero es ya en el siglo XX cuando se ha estudiado esta obra en profundidad y se le ha dado toda la importancia que merece, resaltando la actualidad y validez de muchas de sus afirmaciones.
Se le considera ya, por todo ello, un maestro de la teoría y la práctica económicas.
Obras de ~: Suma de Tratos y Contratos, Salamanca, M. Guast, 1569 (Sevilla, Hernando Díaz, 1571 y 1587; Brescia, 1591; ed. parcial de R. Sierra Bravo, Madrid, Editora Nacional, 1975, y ed. completa de N. Sánchez Albornoz, Madrid, Instituto de Estudios Fiscales, 1977, col. Clásicos del Pensamiento Económico Español, 2 vols.); Commentari Lucidissimi in textum Petri Hispani, Sevilla, Hernando Díaz, 1571 (introd.
y trad. de M. Beuchot, Comentarios lucidísimos al texto de Pedro Hispano, México, Universidad Nacional Autónoma de México [UNAM], 1986); In logicam magnam Aristotelis Commentarii, Sevilla, 1571.
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Teodoro Gonzalez García, OP