Ayuda

Catalina Sandoval y Mendoza

Biografía

Sandoval y Mendoza, Catalina. Duquesa del Infantado (VIII). Madrid, 1616 – 13.VII.1686. Noble.

Catalina de Sandoval y Mendoza, VIII duquesa del Infantado, fue también VI duquesa de Lerma, marquesa de Santillana, del Cenete, de Argüeso y de Campoo, condesa de Saldaña, del Real de Manzanares y del Cid, señora de Hita, de Buitrago y de las Hermandades de Álava, y baronesa de Alberique, Alcocer, Ayora, Alazquer y Gavarda.

Hija tercera de los condes de Saldaña, Luisa de Mendoza, primogénita de la Casa del Infantado, y Diego, segundo hijo del I duque de Lerma. El matrimonio de sus padres había significado la alianza entre los Mendoza y los Sandoval, en el momento en que Lerma trataba de reforzar su valimiento con una serie de enlaces nupciales entre su descendencia y la de los principales linajes castellanos. En este caso, Francisco Gómez de Sandoval no lo tuvo fácil, pues tanto el V duque del Infantado —muerto en 1601— como su hija Ana de Mendoza, VI duquesa, se resistieron cuanto pudieron, ante la perspectiva de que, en el futuro, la varonía de la casa de Mendoza recayese en los Sandoval. Para lograr su objetivo, Lerma combinó las amenazas con unas condiciones económicas muy jugosas, hasta que, al final, los VI duques del Infantado, Ana y Juan Hurtado, accedieron a las capitulaciones, y la boda entre Luisa de Mendoza y Diego Gómez de Sandoval se celebró en el palacio real de Valladolid en 1603. La inserción de los Mendoza en la clientela de Lerma se completó con el reparto de mercedes entre el IV marqués de Mondéjar y los demás hermanos del duque consorte del Infantado, así como se reforzaron los lazos con la boda de un hijo de Pedro Franqueza con una hermana del conde de Coruña. Durante la privanza de Lerma y hasta la muerte de Felipe III, la Casa del Infantado vio consolidada su posición en la Corte, sus privilegios en la ciudad de Guadalajara y sus ingresos. La pareja formada por Luisa de Mendoza y Diego Gómez de Sandoval era el vínculo que aseguraba la alianza, confirmada con el nacimiento de tres hijos: Ana, Rodrigo (1614) y Catalina (1616), nietos de los VI duques del Infantado y del I duque de Lerma.

En 1621, el cambio de reinado supuso también un relevo de los bandos nobiliarios en el poder, pero los Infantado, liderados por el VI duque consorte, evitaron ser arrastrados por la caída de los Sandoval. Sin embargo, tres años después, la muerte de Juan Hurtado de Mendoza, sumada a la muerte de la condesa de Saldaña —fallecida en 1619—, propició que la VI duquesa, viuda y a cargo de sus nietos, imprimiera un giro de hondas consecuencias para el futuro de la casa. Renunció a sus títulos y mayorazgos en favor de su nieto Rodrigo, de diez años de edad, y pactó una alianza duradera con la casa ducal de Pastrana, cabeza del linaje de Silva. En 1630 se formalizó el acuerdo, con la celebración de dos matrimonios: el de su nieto Rodrigo con María de Silva, y el de la hermana de éste, Catalina, con Rodrigo de Silva, hermano a su vez de María y duque niño de Pastrana. En 1632 murió Diego Gómez de Sandoval y un año después la VI duquesa del Infantado, con lo que Rodrigo de Sandoval se convirtió en duque de pleno derecho y su hermana Catalina en condesa de Saldaña, en calidad de heredera del mayorazgo.

También hasta 1632, Catalina y su marido vivieron en el palacio de los Mendoza en Guadalajara bajo la tutela de la VI duquesa del Infantado pero, desde esa fecha, cuando Rodrigo de Silva alcanzó la mayoría de edad y, por tanto, pudo ejercer plenamente el título de IV duque de Pastrana, la pareja se trasladó a la residencia de los Silva en la villa de Pastrana. Fueron años en los que Catalina pasó a un segundo plano, como consorte del duque Rodrigo de Silva, aunque, con el tiempo, su papel político fue ganado protagonismo, dado que su hermano el duque del Infantado no conseguía tener descendencia. Para el de Pastrana, la creciente posibilidad de que su mujer heredase el patrimonio de los Mendoza se planteaba como un esperanzado horizonte que paliase su maltrecha hacienda, bajo concurso de acreedores. Por otro lado, los duques de Pastrana e Infantado se encontraron en las filas de los Grandes que se manifestaron opuestos al valimiento de Olivares y contribuyeron a desalojarlo del poder en 1643. En los confusos años posteriores, y durante el silencioso encumbramiento de Luis de Haro, Pastrana no logró mayor brillo cortesano, inquieto por recibir la herencia del Infantado. Por fin, en enero de 1657, murió el VII duque del Infantado y, al no tener hijos, heredó sus títulos y mayorazgos Catalina, convertida en VIII duquesa. Pastrana lograba al fin disponer de las rentas de los Mendoza, ahora de su mujer, aunque estas buenas noticias patrimoniales no tuvieron reflejo político, pues la Casa de Silva siguió sin acercarse al poder que ejercía discretamente Luis de Haro.

No obstante, Catalina de Sandoval y Mendoza logró un importante éxito judicial en el viejo pleito que le enfrentaba a sus parientes Sandoval. En 1659 fue reconocida heredera del ducado de Lerma de su medio hermano Diego Gómez de Sandoval, único nieto varón del I duque de Lerma e hijo del segundo matrimonio del padre de la duquesa del Infantado, el conde de Saldaña. Al morir, en 1668, Diego Gómez, Catalina se convirtió en VI duquesa de Lerma, a pesar del desacuerdo del duque de Medinaceli, que emprendió pleito pero no logró evitar la sucesión. Con esta adición al patrimonio matrimonial, los dominios y títulos que heredaría el primogénito, Gregorio, estarían compuestos por los mayorazgos de los Silva, los Mendoza y los Sandoval, con sus correspondientes títulos ducales y Grandezas de España.

En materia de patronato religioso, la empresa más notable acometida por la VIII duquesa fue la fundación, en 1676, de una comunidad de capuchinos bajo la advocación de San Nicolás de Bari en su villa de Jadraque, lo cual se desviaba, en cierto modo, con la tradicional política de sus antepasados de realizar las grandes inversiones de este tipo en la ciudad de Guadalajara. De la misma manera, Catalina de Sandoval y Mendoza rompió la costumbre ancestral de los Mendoza de ser enterrados en la iglesia de San Francisco de Guadalajara, en donde su abuela Ana de Mendoza, VI duquesa, había realizado importantes obras que incluían un panteón familiar. En su testamento, la VIII Infantado dejó a la consideración de su heredero la decisión final sobre el lugar donde descansarían sus restos, fuera en el panteón de los Mendoza o en el de los Silva, en Pastrana. Únicamente, ordenó que, hasta que su hijo optara, sus restos reposaran en el Carmelo Descalzo de Madrid y fueran vestidos con el hábito carmelitano, otra ruptura con el uso mendocino de ser enterrados con las ropas franciscanas.

Del matrimonio entre Catalina de Sandoval y Mendoza y Rodrigo de Silva nacieron seis hijos. Dos de ellos, Juan y Francisco, murieron niños, y la única hija, Leonor María, se hizo carmelita descalza después de haber estado prometida al conde de Treviño, heredero de la casa ducal de Nájera, que murió en 1654. El primogénito, Gregorio María, nacido en 1649, fue en quien se consumó la unión de los mayorazgos de Silva y Mendoza, junto con el ducado de Lerma. En 1675, al morir su padre, se convirtió en V duque de Pastrana, de Estremera y Francavilla y príncipe de Mélito, y en 1686, al desaparecer su madre, en IX duque del Infantado y VII de Lerma. Para los otros dos varones, Gaspar Melchor y José María, el IV duque de Pastrana y la VIII duquesa del Infantado fundaron mayorazgos por Facultad Real concedida en 1663, que dieron lugar a sendas ramas laterales del linaje de Silva.

 

Bibl.: C. Arteaga y Falguera, La casa del Infantado, cabeza de los Mendoza, Madrid, 1940, 2 vols.; F. Layna Serrano, Historia de Guadalajara y sus Mendozas en los siglos xv y xvi, Madrid, 1942, 4 vols.; H. Kamen, La España de Carlos II, Barcelona, Crítica, 1987; G. Maura y Gamazo, Vida y reinado de Carlos II, Madrid, Aguirre, 1990; A. Carrasco Martínez, El régimen señorial en la Castilla Moderna: las tierras de la casa del Infantado en los siglos xvii y xviii, Madrid, Editorial Complutense, 1991; A. Carrasco Martínez, Control y responsabilidad en la administración señorial: los juicios de residencia en las tierras del Infantado (1650-1788), Valladolid, Servicio de Publicaciones de la Universidad, 1991; A. Carrasco Martínez, “Alcabalas y renta señorial en Castilla: los ingresos fiscales de la casa del Infantado”, en Cuadernos de Historia Moderna, 12 (1991), págs. 111-122; A. Carrasco Martínez, “Los grandes, el poder y la cultura política en el reinado de Carlos II”, en Stvdia Historica. Historia Moderna, 20 (1999), págs. 77-136; A. Carrasco Martínez, “Los Mendoza y lo sagrado. Piedad y símbolo religioso en la cultura nobiliaria”, en Cuadernos de Historia Moderna, 25 (2000), págs. 233-269.

 

Adolfo Carrasco Martínez