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Horacio Martínez Prieto

Biografía

Martínez Prieto, Horacio. Bilbao (Vizcaya), 1902 – París (Francia), 26.IV.1985. Obrero de la construcción y líder anarcosindicalista.

Curiosamente, uno de los máximos responsables del revisionismo de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) —a la que Martínez Prieto se había incorporado relativamente tarde— y del “politicismo” anarquista durante la Guerra Civil y el exilio anarcosindicalista; fue una de las figuras claves del “proceso degenerativo” del apoliticismo inicial de la central obrera anarcosindicalista.

Horacio Martínez Prieto había nacido en una familia obrera de Bilbao. Era hijo de una vendedora sardinera, y desde su adolescencia manifestó inquietudes sociales. Con catorce años conoció —sin afiliarse— los círculos obreros bilbaínos. Mientras, se consideraba ya anarquista “puro” y —haciendo ascos a la afiliación sindical— tuvo tratos con Durruti, García Oliver, Pestaña y Galo Díez en el núcleo cenetista que surgió con empuje en su Bilbao natal a principios de la década de 1920. Galo Díez fue su mentor y uno de los pocos veteranos partidarios del revisionismo cenetista que fue aupado en plena guerra al comité nacional de la CNT.

Con dieciséis años, Martínez visitó diversas cárceles —la de Larrínaga, una de las primeras— y denunció, en 1921, la conducción de presos —en inveteradas cuerdas a pie— por la Guardia Civil desde Vizcaya a Sevilla. En ese mismo año de 1921 el joven Martínez se fugó de los calabozos de Cabanillas de la Sierra y se encaminó hacia Madrid —donde, al parecer no pudo contactar con dirigentes anarquistas y encontró muchos confidentes—, trasladándose a Valencia y Alicante, donde resultó nuevamente detenido en una de las redadas que se habían propiciado tras el atentado a Dato. Huido poco después a Francia —como otros jóvenes anarquistas durante la dictadura de Primo de Rivera—, Martínez Prieto malvivió en París y parece que se opuso en 1926 a la propuesta de otro joven anarquista, García Oliver, para constituir una alianza revolucionaria contra el dictador Primo de Rivera.

Aún así, desde Francia participó en los sucesos de Vera de Bidasoa, en lo que fue una precoz tentativa revolucionaria.

Poco después gestionó una visita a la Rusia soviética, en el ascenso estalinista de aquel país.

Con el fin de la dictadura y la llegada de la Segunda República, Martínez Prieto, sin haberse implicado como otros jóvenes exiliados en la reconstrucción de la CNT, vio ampliarse inéditamente su proyección en la misma. De figura recia, aunque enjuto, con apariencia enérgica y dotado de dialéctica, Martínez se afilió a CNT —relativamente tarde, en 1932— como obrero de la construcción. Dio un mitin en Gijón en noviembre, mientras dirigía la Regional Norte. En 1933 fundó y dirigió en Bilbao La Voz Proletaria y en abril de 1934 presidió una gran asamblea obrera en Zaragoza, durante la huelga general que, liderada por la CNT y la Unión General de Trabajadores (UGT), se mantuvo durante treinta y cinco días en la capital del Ebro. Fue enviado desde allí a Madrid como redactor de CNT en septiembre de 1934, ocupación en la que se mantuvo hasta su cierre, por la represión de octubre de ese año.

Curiosamente contrario a una alianza entre la UGT y la CNT —como la que se había plasmado en Asturias en 1934— Martínez Prieto fue elegido en Zaragoza vicesecretario del comité nacional de la CNT.

Tras pasar ocho meses en una prisión bilbaína —por sus responsabilidades en la insurrección asturiana—, Martínez asumió entre 1935 y 1936 el cargo de secretario nacional —en sustitución del navarro Miguel Yoldi Beroiz— en la capital maña. Como tal, fue el máximo responsable de la convocatoria y gestión del congreso de la CNT que tuvo lugar en mayo de 1936 en Zaragoza, en el que Martínez, habiendo dejado la manzana discordante encima de la mesa, fue duramente atacado y parece que dimitió.

Mientras, tras una consulta a la organización para reasumir su función en el Madrid previo al golpe de julio de 1936 —y desempeñando la secretaría interina el dirigente madrileño David Antona—, Martínez Prieto representó a la CNT en el comité provincial de defensa de Vizcaya, en su departamento de Sanidad y redactó también un manual para los milicianos.

Reapareció en Madrid, en septiembre de 1936, después de formarse el gobierno frentepopulista de Largo Caballero.

Cuando Martínez Prieto reasumió la secretaría del comité nacional —entre septiembre y noviembre de 1936— la CNT pasó de ser una alternativa de segundo poder revolucionario a satisfacer las exigencias de Largo e incorporarse con cuatro ministros a su gobierno en la España republicana. A partir de entonces, Martínez Prieto fue considerado por muchos como el artífice del “politicismo” y del revisionismo en la CNT, e incluso de su programación orgánica.

Sus primeros intentos en este sentido habían tenido lugar en el Pleno nacional —máximo órgano entre congresos— de 28 de septiembre. A este primero le siguió otro en octubre, que había convocado por su cuenta, y que le otorgó poderes para gestionar la participación confederal en el gobierno republicano (para lo que se entrevistó con Largo y Azaña). Finalmente, en una Asamblea barcelonesa de noviembre de 1936 —a la que asistía el comité de la Federación Anarquista Ibérica (FAI)— confirmó la entrada anarquista en el Gobierno.

Apenas asumida la secretaría de la CNT, en una reunión con Largo Caballero, Martínez Prieto se mostró contrario al abandono de Madrid ante el avance fascista (18 de octubre de 1936). Paralelamente, presionó a García Oliver y Montseny para que el movimiento libertario se integrara en el Gobierno y, en este sentido, argumentó como motivos la imposibilidad del movimiento para imponerse en la zona republicana —por falta de preparación psicológica—, la incapacidad para ganar la guerra, la oposición extranjera a la revolución anarquista, la defensa de los avances revolucionarios y la necesidad de la unidad antifranquista querida por el pueblo... Pero además de conseguir empujar al liderazgo cenetista a tamaña determinación gubernamental, el mismo Martínez contaba con cargos oficiales para la organización.

Mientras, su permanencia en los cargos representativos de la CNT —de secretario nacional y otros—, no estuvo exenta de polémica. Abandonó el de secretario nacional el 18 de noviembre de 1936; según algunas fuentes fue destituido en un Pleno nacional celebrado en Valencia, según otras lo fue para evitar ser juzgado como uno de los responsables del abandono de Madrid. En un Pleno de noviembre de 1936 se le acusó de traidor y “liquidacionista”. En realidad, parece que se compró el silencio del ex secretario un mes más tarde, al ser nombrado por el ministro cenetista Juan López, director de Comercio (y ministro interino).

Siendo mentor del nuevo secretario nacional, M. R. Vázquez, en diciembre de 1937 Martínez encabezó la delegación de CNT al congreso extraordinario de la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT), donde justificó el gubernamentalismo. En abril de 1938 volvió a los cargos oficiales, al ser nombrado subsecretario de Sanidad, con el ministro cenetista Segundo Blanco. Además, Martínez fue también miembro de una Comisión Asesora Política, donde se opuso a la creación de un comité ejecutivo “garciaoliverista” en abril de 1938; presidía también desde aquel tiempo el comité de enlace con la Unión General de Trabajadores (UGT) estalinista. En un famoso pleno del Movimiento Libertario Español (MLE) en octubre de 1938, Martínez se opuso a la resistencia y dio la guerra por perdida, solicitando entablar negociaciones con Franco. En el mismo Pleno expuso la conveniencia de que la FAI se convirtiera en partido político —tesis que explicó en la revista cenetista Timón— al tiempo que pedía el entierro del apoliticismo, la condena de Kropotkin y la aproximación al filomarxismo y al reformismo.

No le faltaron a Martínez Prieto oportunidades de argumentación dialéctico-política. Pero que tales argumentaciones hicieran presa en estratos influyentes de CNT, dice mucho sobre el ambiente “confederal” de la época y explica la dejación de principios —y el “gusto” por las poltronas y galones— a que se entregó la CNT a partir de algún momento. En este “proceso degenerativo” Martínez Prieto sólo fue un inicial artífice, porque es evidente que de no haber contado con apoyos y silencios, sus tesis no hubieran triunfado.

Tras la derrota, Martínez Prieto se exilió a Francia y residió en Meaux; siendo miembro —sin ejercer— del Consejo General del MLE creado en París en 1939. Apenas acabada la guerra incrementó aún más sus aspiraciones políticas, tanto oficiales como orgánicas. Vencidos los alemanes y liberada Francia, Martínez asistió al congreso parisino de 1945, en la ponencia que estudió el trienio bélico. Cuando formaba parte del comité regional de la regional CNT del Norte, participó en las reuniones de la fracción vasca en París que prepararon la ruptura (en mayo de 1945) hacia la escisión de la CNT, de julio de 1945 en Bayona. Dio mítines en Toulouse, Tarbes, Albi y otras localidades del exilio cenetista, donde mantuvo tesis abiertamente colaboracionistas, que le llevaron a aceptar el cargo de ministro en el Gobierno Giral de 1945-1946. Fue partidario de la denominada “moción Luque”, en 1946-1947 y de la creación de un partido político —el Partido Libertario— cuyo manifiesto firmó el 23 de enero de 1948, con escaso eco.

Martínez asistió a un pleno regional de enero-febrero de 1948, donde defendió que el comité cenetista residiera en Francia y fue nombrado para representar a la regional en el Consejo Asesor político de la fracción reformista.

La última etapa de Martínez Prieto, desde 1950 hasta su muerte, supuso su aislamiento como exiliado y su olvido. Rechazó la tentativa de salida social a la luz de la CNT en el régimen de Franco, pactada como “cincopuntismo” y se entregó a tareas intelectuales de escritor, olvidándose de las luchas orgánicas del exilio.

Su obra inicial consta de pequeños folletos y fue ampliada después de la Guerra Civil con libros de contenido ideológico y orgánico. Publicó un gran número de artículos durante la Segunda República en diarios como La Tierra y CNT de Madrid y en el exilio, en La Voz Confederal (1946). Dejó numerosos escritos inéditos sobre marxismo, señoritismo español, personalidades anarquistas y confederales, entre otros temas.

Su muerte se produjo en 1985, en el más absoluto ostracismo y aislamiento personal en París.

 

Obras de ~: Anarco-Sindicalismo. Cómo afianzaremos la Revolución, Bilbao, 1932; Facetas de la URSS (Impresiones de un anarquista que vivió un mes en Rusia), Santander, 1933; El Movimiento Libertario Español y sus necesidades urgentes, París, Ed. Galerìa [1945?]; El anarquismo español en la lucha política, s. l., 1946; Marxismo y socialismo libertario, s. l., Editorial Madrid, 1947; Anarquismo relativo. Crítica de los hechos y sugestiones revisionistas, México, 1948; Posibilismo libertario, París-Choisy, Impr. des Gondoles, 1966; ¡Ananké!, s. f. (inéd.); Señoritos (Vanidad y rencor: la Guerra Civil), s. f. (inéd.); Los utopistas, s. f. (inéd.); (Semblanzas de militantes libertarios. El crac del anarquismo), s. f. (inéd.).

 

Bibl.: J. García Oliver, El eco de los pasos, Barcelona, Ibérica de Ediciones y Publicaciones, 1978, págs. 79, 124, 138, 156-158, 216, 289, 291-293, 299, 301-306, 311-313, 316-318, 323, 325, 328-330, 337, 339, 343, 375, 414, 445, 477, 479-483, 489-490, 500, 503, 508, 529-430 y 601-503; A. Téllez Sola, La red de evasión del grupo Ponzán, Barcelona, Virus Editores, 1996, págs. 45, 63, 110 y 217; A. Paz, Durruti, Madrid, Fundación Anselmo Lorenzo, 1996, págs. 510, 613, 628-631, 636, 638 y 676; A. R. Díez Torre, Orígenes del cambio regional y Turno del Pueblo. Aragón, 1900- 1938, Madrid, UNED y Prensas Universitarias de Zaragoza, 2003, vol. I (Confederados), págs. 109, 143, 279, 281, 285 y 288, y vol. II (Confederados), págs. 116, 118, 120, 124- 125 y 127; C. Martínez Lorenzo, Le mouvement anarchiste en Espagne. Pouvoir et revolution sociale, Cahucre, Toulouse (France), Les Éditions Libertaires, 2006, págs. 4, 66n, 72n, 78, 85n, 102, 105, 119, 129, 131-132, 133n, 135n, 136, 141-143, 174n, 180n, 188n, 196, 199-200, 204n, 206, 211n, 216-217, 222n, 223-224, 225n, 243, 252n, 271, 287n, 288-294, 297, 302, 305, 336-337, 339, 361-363, 366, 369, 371, 377-378, 382, 389-395, 397, 402n, 410n, 413, 416, 423, 425-427, 430-434, 436, 440-445, 447, 450, 457n, 477-478, 485n, 494 y 502n, César M. Lorenzo, Horacio Prieto, mon père, Toulouse, Les Editions Libertaires, 2012 (incluye Cahier iconographique); M. Aznar Soler y J. R. López García (eds.), Diccionario biobibliográfico de los escritores, editoriales y revistas del exilio republicano de 1939, vol 4, Sevilla, Renacimiento, 2016, págs. 114-115.

 

Alejandro R. Díez Torre