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Francisco Martínez de Mata

Biografía

Martínez de Mata, Francisco. ¿Motril (Granada)?, ? – ?, 1665. Procurador de Galeotes, representante de la Hermandad de los Gremios de las Artes y Oficios de la ciudad de Sevilla, terciario de San Francisco.

Son muy escasos los datos biográficos que se conocen sobre Francisco Martínez de Mata. En varios pasajes de su obra, él mismo indica que nació en Motril. Sin embargo, es imposible certificar el año exacto, puesto que los archivos parroquiales de Motril anteriores a 1750 desaparecieron tras el incendio y destrucción de la iglesia mayor en 1936. El año de su muerte fue citado por Campomanes, que lo fijó en 1665, nueve años después del fallecimiento de Felipe IV. Las únicas referencias que Martínez de Mata hizo acerca de su persona fueron para titularse “hermano de la Tercera Orden de Penitencia” y “siervo de los pobres afligidos”. Se sabe, además, que fue procurador de Galeotes, hacia 1648, y representante de la Hermandad de los Gremios de las Artes y Oficios de la ciudad de Sevilla, donde parece que vivió. Es posible que viajara por Francia e Italia.

Aunque Campomanes supone que Martínez de Mata era jurista por el modo de expresarse, no existe fundamento sobre el que basar tal afirmación. Es cierto que era un hombre leído, como prueban las referencias a autores clásicos y, en todo caso, no vulgares, a los que cita.

La obra de Martínez de Mata ha llegado hasta la actualidad gracias a la atención que le prestó el conde de Campomanes. En efecto, Pedro Rodríguez entregó a la Real Academia de la Historia, para su conservación, diez de los numerosos Memoriales que escribió Martínez de Mata, un Epítome y algunos de sus discursos.

Toda esta documentación fue editada por Gonzalo Anes en 1971 en un libro titulado Memoriales y Discursos de Francisco Martínez de Mata. Hasta el momento constituye la fuente más completa sobre este autor, aunque se han encontrado copias u otras versiones de sus Memoriales en la Biblioteca Colombina de Sevilla, en el Archivo General de Simancas y en algunas bibliotecas particulares. Parte de los hallazgos, hechos por el propio Gonzalo Anes, permiten demostrar la amplia difusión que tuvo la obra de Martínez de Mata. Las diversas ediciones de su trabajo comparten las mismas ideas aunque varía el modo de expresarlas y su extensión.

En opinión de Gonzalo Anes, no se puede considerar a Martínez de Mata un arbitrista porque, aunque propone arbitrios, los presenta en un contexto mucho más amplio de lo habitual. Por ello Anes prefiere calificarlo como una suerte de “rebelde primitivo urbano”, un agitador social, que difundía sus doctrinas, en público y de forma elocuente, caminando por Sevilla ataviado con hábito o vestido de terciario de San Francisco, preocupado por la pobreza y la mendicidad. La documentación derivada del proceso que inició contra él Martín de Ulloa, con la lógica prevención del origen de tal fuente, lo describe como una persona de genio “duro y bronco” y, aunque denuncia que no tenía letras, no puede dejar de reconocer que hablaba “con algún concierto” de las materias que trataba.

La vocación de “siervo de los pobres afligidos” que expresó Martínez de Mata se vio realizada como procurador de Galeotes. Este oficio le permitió comprobar las condiciones miserables de aquellos hombres forzados a trabajar en galeras. Parece que, desde esta experiencia personal, nació su deseo de cambiar una economía que generaba tanta pobreza y tanto dolor.

La observación le llevó al análisis, y la solidez y el rigor con que lo hizo le convirtieron en un auténtico economista. En efecto, Martínez de Mata analizó y razonó la economía que observaba con el objeto de establecer principios de aplicación general. Quiso comprender su funcionamiento sabiendo que no podía proponerse ninguna medida razonable contra la despoblación y la miseria, si no se hacía desde la realidad. Se alejó, en este sentido, de tantos arbitristas de su tiempo que importunaban al gobierno con propuestas basadas en planteamientos absurdos. Fue, precisamente, la generalización de propuestas ridículas la que impulsó la sátira en torno a tales personajes y convirtió el arbitrismo en un término peyorativo.

Martínez de Mata, por el contrario, se caracterizó por una notable lucidez que lo apartó de las formulaciones típicas de estos arbitristas y le hizo merecedor de una consideración diferente. La excelencia de su trabajo fue destacada en el siglo xviii por Campomanes, y en el siglo xix por el catedrático de Economía Política Manuel Colmeiro, feroz crítico de los arbitristas que, sin embargo, destacó la corrección de los discursos de Martínez de Mata y la agudeza de sus explicaciones sobre la política económica de su tiempo.

Campomanes, por su parte, incluyó a Mata entre los “escritores económicos”, “desnudos de miras personales” que “nada piden para sí y abogan por el bien de los demás”.

Martínez de Mata empleó en sus escritos el mismo sistema que utilizaron todos los arbitristas: el título de los discursos, generalmente largo, recogía todos los temas que en él se trataban. A continuación se ofrecía un programa razonado de gobierno sobre las cuestiones propuestas y la respuesta a los posibles inconvenientes que planteara su puesta en marcha. De este modo se pretendía ofrecer a las autoridades un conjunto completo y cerrado: el problema, sus soluciones razonadas —a veces con ejemplos históricos— y la respuesta irrebatible a cualquier objeción.

En el primer Memorial que se conserva en la colección de la Real Academia de la Historia, fechado en 1650, Martínez de Mata trata sobre la despoblación y pobreza de España. El autor es consciente del estancamiento económico del país: la concentración de la tierra, la despoblación, la abundancia de tierras incultas, el alza de los precios, la salida de metales preciosos que desangraban las arcas reales son, entre otros, algunos de los problemas que destaca. Para Martínez de Mata la decadencia se inició ya en el siglo xvi, durante el reinado de Carlos V. No está de acuerdo con las causas que algunos contemporáneos arguyen a la hora de explicarla: ni la expulsión de los moriscos, ni los muchos impuestos justifican, a su entender, la situación general y el descenso de población. A la hora de exponer sus ideas sobre los impuestos, Martínez de Mata alcanza un gran rigor teórico y una modernidad precursora. Mata defiende que los impuestos deben gravar los alimentos para que la carga sea proporcional al consumo y, por ello, más equitativa. Indica que nunca habrían causado la situación de decadencia si se hubieran mantenido con normalidad los intercambios necesarios para el consumo.

Para Martínez de Mata la causa de la situación económica de la España del siglo xvii radica en la libre entrada de mercancías extranjeras. La importación de manufacturas y su competencia con las nacionales arruinó la producción española y dejó a las gentes sin trabajo. Mata dedica a este tema parte del Discurso V y los Discursos VI y VII. En su opinión, la agricultura no constituye actividad suficiente para el sostenimiento del país y necesita del complemento que le ofrecen las manufacturas. Los fabricantes son el mercado y el estímulo de los agricultores y, del mismo modo, el consumo de las manufacturas es condición indispensable para el mantenimiento del sistema. Para Martínez de Mata es indiscutible la primacía de las manufacturas.

En España eran abundantes las materias primas para elaborarlas. La libre importación hizo desaparecer, sin embargo, treinta gremios y sumió al país en una situación desoladora que Martínez de Mata describía con dramatismo: casas y tiendas caídas, desaparecidas también ventas y mesones, los cortijos yermos y nada de lo anterior reedificado.

La denuncia de la importación de mercancías extranjeras había sido frecuente desde mediados del siglo XVI: hacían una competencia ruinosa a las nacionales, provocaban el déficit de la balanza comercial y la salida de metales preciosos. España quedaba, así convertida en “las Indias de Europa”. Martínez de Mata se lamenta del comercio que España desarrolla con las Indias, puesto que la llegada de metales preciosos, tan costosos en su extracción y transporte, era estéril para el país, que los permutaba por las manufacturas procedentes de Europa, especialmente de Francia y Génova.

El proteccionismo es, para Martínez de Mata, la clave para solucionar la situación descrita. Propone, sin embargo, un programa más coherente, amplio y con fundamento teórico, de lo que suele ser habitual en los escritos de su tiempo. Sugiere que los gremios, como parte interesada, deben exigir el cumplimiento de las leyes ya vigentes que prohibían la importación de manufacturas. Para ello propone que se sindiquen los trabajadores de las diferentes artes y elijan un representante que haga valer esa petición. Mata incluyó en ella, además, un tema muy debatido en su tiempo: el establecimiento de una red de Erarios y Montes de Piedad del Estado. Su existencia facilitaría la expansión de las manufacturas domésticas al procurar crédito barato a los ciudadanos para financiar sus empresas manufactureras y agrícolas. La creación de estas instituciones serviría, también, para solucionar otro mal endémico de la Real Hacienda: la falta de liquidez. Con su propuesta sobre Erarios y Montes de Piedad, Martínez de Mata ponía de relieve que no bastaba la simple protección legal de las manufacturas: había que canalizar el ahorro hacia inversiones productivas.

La protección debía extenderse a otros terrenos como el de la población. Mata insiste en la importancia de restringir la llegada de inmigrantes, especialmente franceses y genoveses, que acudían atraídos por la diferencia de salarios que existía entre España y el extranjero. Estos trabajadores se dedicaban a los oficios que los españoles rechazaban por considerarlos viles; entraban en España “vacíos como canjilones en noria” y salían “cargados de plata y oro”. Sin embargo, interesa recordar que Martínez de Mata era consciente de que los metales preciosos no debían identificarse con riqueza efectiva. Mata ve en la salida de los metales preciosos una de las causas del declive de España, pero no por la pérdida del metal en sí misma, sino por la entrada de las mercancías extranjeras que arruinaban la producción nacional.

De este modo, sin llegar al grado de precisión que alcanzaron más tarde otros economistas, Martínez de Mata ya demostró que tenía cierto conocimiento de la relación entre el trabajo y el valor de las mercancías y percibe el juego de la oferta y la demanda en la formación de los precios. También se acercó a otros conceptos complejos como el de la velocidad de circulación del dinero y esbozó una teoría aún muy básica de lo que podría identificarse como un multiplicador del consumo.

En resumen, como afirma Gonzalo Anes, Martínez de Mata es un personaje esencial para comprender las relaciones entre la economía y la sociedad españolas del siglo XVII. El realismo de sus planteamientos le permitió formular teorías que se desarrollarían años más tarde, cuando lo permitieron el acceso a una mayor información y la experiencia de todo el pensamiento heredado del pasado. Junto a Sancho de Moncada y a Caxa de Leruela, Martínez de Mata completa una terna clave para comprender la renovación que tuvo lugar en el siglo XVIII, cuando ilustrados como Campomanes redescubrieron y valoraron en su justa medida los escritos de estos precursores del siglo XVII.

 

Obras de ~: Memoriales y Discursos de Francisco Martínez de Mata, ed. y nota preliminar de G. Anes, Madrid, Moneda y Crédito, 1971.

 

Bibl.: G. Anes, “Nota preliminar”, en G. Anes (ed.), Memoriales y Discursos de Francisco Martínez de Mata, Madrid, Moneda y Crédito, 1971, págs. 11-93; M. Martín Rodríguez, Cinco grandes economistas andaluces ante el comercio internacional (Discurso de apertura, Universidad de Granada, curso académico 1994-1995), Granada, Universidad, 1994; P. P . Núñez Domingo, “Francisco Martínez de Mata”, en E. Fuentes Quintana (dir.), Economía y economistas españoles. De los orígenes al Mercantilismo, vol. II, Barcelona, Galaxia Gutenberg- Círculo de Lectores, 1999, págs. 581-590; J. Reeder, “Mata, Francisco de”, en L. Perdices de Blas y J. Reeder, Diccionario de Pensamiento Económico de España, Madrid, Síntesis- Fundación ICO, 2003, págs. 615-619.

 

Elena San Román López

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