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Pedro Franco Dávila

Biografía

Franco Dávila, Pedro. Guayaquil (Ecuador), 21.III.1711 – Madrid, 6.I.1786. Fundador y primer director del Real Gabinete de Historia Natural de Madrid, hoy Museo Nacional de Ciencias Naturales.

Fue el tercero de siete hijos de una familia bien acomodada y muy religiosa; su padre, Fernando Franco Dávila, oriundo de Utrera (Sevilla), era capitán de navío; casó en Guayaquil con Magdalena Ruiz de Eguino, estableciéndose en esa ciudad, donde se dedicó al comercio, al que destinara también, años más tarde, a su hijo Pedro. Éste realizó su escolaridad en colegios y Universidad de Lima.

La juventud de Pedro fue rica en aventuras y pródiga en sucesos. A los quince años realizó su primer viaje comercial a Portobelo. En espera de acompañar a su padre, en sus negocios a España, pasó a Baba y Puerto Viejo a vender grano y cacao. Satisfecho Fernando con el buen éxito de las ventas, lo mandó a Panamá, pero a los pocos días de navegación el buque en el que iba naufragó, siendo Pedro uno de los pocos supervivientes. Más de doce días duró la peregrinación de éstos por playas desiertas y desconocidas hasta llegar a Iscuandé, donde fueron atendidos. A Pedro lo acogió el cura en su casa durante los siete meses que permaneció en este pequeño puerto. Aquí contrajo matrimonio con Manuela Reina y Medina, de la que pocas noticias se tienen.

El piloto de una de las embarcaciones que frecuentaban aquellas costas, en una de sus travesías cerca de Iscuandé, recogió a Pedro en un bote devolviéndolo a Guayaquil.

Meses más tarde padre e hijo emprendieron el gran viaje a Europa. En Panamá Pedro se contagió de la fiebre amarilla dándole los médicos muy pocas esperazas de vida; no obstante, mejoró y marchó a Chagres, donde recibió la mercancía que su padre le remitió desde Panamá, alquilando un almacén para encerrar los fardos hasta su salida a Portobelo. Reunidos ambos nuevamente, embarcaron en la fragata Santo Espíritu.

En el canal de Bahama los navíos, debido a una fuerte tormenta, desarbolaron quedando tan maltrechos que se dirigieron a la isla de Santo Domingo refugiándose finalmente en la llamada de Guanuco, donde permanecieron varios meses hasta que estuvieron prestos nuevamente, arribando a Cádiz, donde vendieron su mercancía obteniendo pingües beneficios.

Tras varios intentos para volver a Guayaquil y no habiendo medio directo desde Cádiz a Portobelo, embarcaron a bordo de un registro que zarpaba para Honduras, pensando que desde allí encontrarían la manera de llegar, por el puerto de Realejo, a Guayaquil.

Ya en Guatemala se encontraron con la defensa de la ciudad y con las órdenes del virrey Márquez de Villagarcía y Monroy que prohibía la entrada de efectos de la Península Ibérica, por Realejo, a Perú.

Decidieron volver a Cádiz al saber que se estaban aprestando galeones directos a Portobelo. Vendido el comercio que llevaban, partieron hacia Veracruz y embarcaron nuevamente en la flota del comandante Pintado rumbo a Cádiz; pero al llegar al puerto gaditano, los galeones —en los que proyectaban volver a su país— habían salido ya. Decidieron entonces permanecer en España hasta tener la seguridad de que el regreso se haría con toda garantía. El padre pasó a Sevilla y Pedro a Flandes para observar el comercio de los encajes. Desde allí viajó a París, donde se quedó durante un mes.

De regreso a España a la muerte de su padre —y después de las exequias fúnebres— Franco Dávila residió en Cádiz durante cuatro años que dedicó a arreglar los asuntos pendientes y depositar —en los navíos que salían para Veracruz— mercaderías por su cuenta. Transcurrido el tiempo necesario para dejar listos todos los negocios, partió en uno de los navíos con rumbo a Guayaquil, pero a poco, fueron apresados por corsarios ingleses. Pedro fue conducido a Jamaica, donde permaneció siete meses, puesto en libertad a cambio de prisioneros ingleses y devuelto a España.

En 1745 Franco Dávila escogió la capital francesa como residencia permanente. Aquí descubrió el mundo del coleccionismo. Empezó a adquirir objetos y rarezas de toda índole. Visitó los gabinetes privados y no privados, entró en conocimiento de muchos coleccionistas célebres y se inició en el estudio de la historia natural.

Por esta época tuvo noticia de que los navíos en los que embarcó las mercaderías —y aunque la empresa había sido arriesgada por estar España en guerra con Inglaterra— habían arribado felizmente a Veracruz vendiendo la mercancía con un buen margen de ganancias.

Esto le animó a seguir comprando toda clase de colecciones y en pocos años formó el inicio de lo que sería su Gabinete de Historia Natural y de curiosidades del Arte y de la Naturaleza.

Viaja por Francia, Suiza, Italia, Holanda..., compró o canjeó todo lo raro y curioso que encontraba y llegó a formar uno de los gabinetes más completos de Europa, incluso mejor que el del rey de Francia. Durante más de veinticinco años su único horizonte estuvo limitado exclusivamente a reunir objetos, convirtiéndose en un gran coleccionista. El pensamiento del ecuatoriano al ir adquiriendo tanta riqueza, era ofrecer un gabinete digno al rey de España, nación que carecía de un museo de historia natural. Bien es verdad que algún que otro personaje, como Antonio de Ulloa (1752) y José Celestino Mutis (1757), lo habían intentado, pero ninguno llegó a prosperar.

En 1753 hizo su primera oferta al rey Fernando VI por medio de su ministro el marqués de la Ensenada, pero no fue aceptado. En 1758 viajó a Madrid con la misma intención, pero la muerte de la Reina y posteriormente la del Rey, le hicieron desistir. No obstante, animado por personas influyentes, Pedro permaneció algún tiempo en la capital, en espera de que el nuevo rey Carlos III aceptara la oferta. Tampoco tuvo suerte. De regreso a París empezó a trabajar en su Catalogue systematique et raissone des curiosités de la nature et de l‘art, qui composent le Gabinet de M.

Dávila y en 1767 se editó en París por Briasson, redactado por Jean-Baptista-Louis de Rome de Lisle, en tres tomos. Envió ejemplares a distintas personalidades españolas y hizo nuevas ofertas al Rey. Fracasados todos los intentos para que sus colecciones quedaran en España, las puso a la venta vendiendo parte de ellas, por razón de 800.000 reales, que todavía no era el importe de la mitad. Pagó deudas que había adquirido y determinó volver a su país, pero era tal su amor al coleccionismo que empezó a comprar de nuevo objetos raros y únicos, entre ellos varias piezas de la colección del conde de Caylus puestas a la venta a su muerte.

Animado por sus amigos que ahora le aconsejaban que se dirijiera a Roda, secretario del Consejo de Indias, y a Campomanes, presidente de la Academia de la Historia, Pedro envió a este último un largo memorial en septiembre de 1767 con algunas reflexiones sobre la dificultad de crear un gabinete y ofreciendo el suyo ya creado y fácil de instalar.

En 1771 viajó de nuevo a Madrid y se entrevistó con el marqués de Grimaldi, ministro y secretario de Estado, a quien hizo una nueva propuesta consistente en donar su gabinete, con la condición de ser su director con el sueldo que su Su Majestad creyera conveniente.

El marqués le solicitó un Estado que reflejara las colecciones actuales ya mermadas por la venta referida. Dicho Estado, y de Real Orden, se pasó a informe del padre Enrique Flórez, educador del príncipe de Asturias en la Historia Natural. Dos días después aquél informaba favorablemente para que la oferta de Franco Dávila se aceptara y sus colecciones fueran la base del museo español. Finalmente, el 17 de octubre, según consta de oficio desde San Lorenzo el Real, el marqués de Grimaldi informaba a Pedro Franco Dávila: “El Rey ha venido en admitir la oferta que Vm. le ha hecho del Gabinete de Historia Natural que ha formd. y tiene en Paris, persuadido S.M. del lustre que resultará a la Nacion de tener un estudio tan completo en que aplicarse á aquella utilísima Ciencia, y un Maestro tan hábil en ella como Vm. quela enseñe y promuevaenestos Dominios.

”El honrado modo de pensar de Vm. ha inclinado háciasu persona en Rl. Ánimo; y para distinguir y remunerar el zelo que Vm. acredita dela ilustraciondesu Patria, seha dignado de concederle durante su vida el suledo de mil doblones sencillos anuales, quesele satisfará por Tesorería Mayor; habiendo resuelto su S. M. Se le considere y abone á Vm. desde principio del corrte. año para qe. así pueda costear sus viagesde iday vuelta a Paris...

”Afindequese coloquenenMadrid endebidaformalas preciosidades actuales del Gabinete, ylas demas con qe. elRey providenciará enriquecerle, segunlas representaciones qe. Vm. haga; como tambiendeque se verifique la instrucción pública quedesea S.M. excitar en aquella clase, ha nombrado a Vm. Director del mismo Gabinete con encargo especial deque le tenga á su cuidado y procure difundir el gusto y nociones de tan importante materia.

”Sedará comision á Dn Francisco Ventura de Llovera, Tesorerodel Rl Giro en Paris, paraqe, interviniendo Dn Fernando deMagallon, Secretario de Embaxadade SM. cercadel Rey Christianisimo, disponga se encaxonen a satisfaccionde Vm, y se embien á España las Piezas de qe. consta elGabinete, con órden de quesupla de cuenta delReal Erario todos los gastos que con este motivo se ocasionasen.

Participolo á Vm. para su inteligencia...” Cuando Pedro se trasladó a Madrid, las colecciones que embaló convenientemente se depositaron en las dependencias que el príncipe tenía en el palacio del Buen Retiro —incluso en un principio se pensó en él como lugar idóneo para montar el gabinete, al trasladarse la Familia Real al recién acabado en la plaza de Oriente—. Tras varias dudas, en mayo de 1773 se optó por comprar el palacio del conde de Saceda por 2.300.000 reales de vellón, ubicado en la calle de Alcalá; en él se albergó también la Real Academia de Bellas Artes, situada en esa época, en la plaza Mayor, en la casa llamada de la Panadería, por ser ya insuficiente el local para dicha Academia. Ésta se instaló en el primer piso y sótanos y el Real Gabinete y vivienda del director en el segundo y buhardillas. Se encargó al arquitecto Diego de Villanueva de las obras de adaptación del edificio que demoraron la apertura del Gabinete Real —en un principio ideada para 1774— hasta bien entrado el año 1776. En 1775 se fueron trasladando las colecciones al nuevo local. Una de las muchas distribuciones que Franco Dávila elaboró para su colocación, constaba de quince dependencias para albergar además de las colecciones propias de los tres reinos de la naturaleza: fetos, monstruos, esqueletos, petrificaciones, vasos de piedras preciosas; armas, instrumentos músicos, utensilios, muebles, etc., pertenecientes a los indios americanos y otros pueblos. Máquinas, instrumentos de física, de matemáticas, etc. Una estancia para las producciones naturales de la Península; otra para biblioteca, estampas, etc., incluida una galería de pinturas, dividida en salas destinadas a las distintas escuelas, donde se colocarían los cuadros que Pedro adquirió en uno de sus viajes a España y que había dejado en depósito al conde de Villalcázar de Sirga, cuadros que le reclamó en 1772 —y que recogió en 1773— de Alonso Cano, Camilo, Alonso del Arco, Matías de Torres, Murillo, Velázquez, Meyer, Claudio Coello, Carreño, Herrera el Viejo, Escalante, además de los que ya tenía o fue adquiriendo paulatinamente de Zurbarán El Bosco, Ribera, Jordán y algunos otros pintores menores aunque también conocidos.

El 4 de noviembre de 1776, coincidiendo con la onomástica de Carlos III se abrió públicamente el Real Gabinete de Historia Natural con la inscripción que aún se conserva en su frontispicio: Carolvs iii rey naturam et artem sub uno tecto in publicam vtilitatem consociavit anno mdcclxxiv.

Las colecciones se aumentaban con donaciones, compras o intercambios. La Instrucción que Franco Dávila escribió de orden de su Su Majestad para que los virreyes, gobernadores, corregidores, etc., enviaran al Gabinete Real las producciones curiosas de la naturaleza, es un pequeño tratado de Historia Natural donde se recoge, de una manera práctica, la forma de recolectar, preparar y remitir aquéllas. Merece citarse también la Memoria que redactó para Juan de Cuéllar, cuando viajó por el archipiélago filipino encargado por la Compañía de aquellas islas en 1785 para promover varios cultivos, y designado por el Gobierno español para el acopio de colecciones destinadas al Gabinete de Historia Natural.

En septiembre de 1776, poco antes de la apertura, el marqués de Grimaldi notificaba a Pedro Franco Dávila que los objetos preciosos que habían correspondido a Su Majestad de la herencia llamada “Tesoro del Delfín”, depositados en el Real Sitio de San Ildefonso, pasaban, por disposición real, junto con veinticuatro tablas representativas de los principales sucesos de la conquista de México, a enriquecer su Real Gabinete. Constaba de varias piezas de cristal de roca, vasos de ágata, cofres de piedras duras, etc., permaneciendo esta colección en dicho centro hasta que en 1839 fue reclamada por José Madrazo, director del Museo de Pintura y Escultura (hoy Museo del Prado), donde se puede contemplar expuesta en vitrinas.

Se enriqueció además, con las producciones que, procedentes de las distintas expediciones científicas —que tanto florecieron en los siglos xvii al xix—, mandaban los expedicionarios, y con los intercambios que con todos los museos existentes en Europa tenía el Real Gabinete español.

Las colecciones etnográficas y arqueológicas, procedentes de excavaciones con descripciones mucho más completas que años atrás, fueron remitidas al Real Gabinete. Colaboró, también eficazmente, el ejército y el clero ilustrado.

El Real Gabinete de Historia Natural era visitado frecuentemente por la Familia Real que gustaba de recorrer las salas y que los responsables y encargados de las distintas secciones les informaran de las adquisiciones, arreglo y clasificación de las colecciones.

Pedro Franco Dávila, encontrándose ya gravemente enfermo, otorgó testamento y dejó por herederos a su mujer y hermanos. Dispuso también que su cuerpo fuera amortajado con el hábito de San Francisco y enterrado en la iglesia de San Luis en secreto.

Está considerado por Ignacio Born en su obra Testáceos del Cesáreo Museo de Viena, entre los Murray, Chemnitz, Gronovio, Pernant, Adanson, Gualtieri, Linneo y Martini. Fue miembro de la Academia Imperial de Ciencias y Letras de Prusia; de las Imperiales de Berlín y San Petersburgo; de la Económica Vascongada de Amigos del País; miembro honorario de la Academia de Anticuarios de Hessel Cassel; de la Real Academia de la Historia de Madrid y de la Real Sociedad de Londres.

 

Obras de ~: Catalogue systématique et raissoné des curiosités de la nature et de l’art, qui composent le Cabinet de M. Dávila, redactado por Rome de Lisle, Paris, 1767.

 

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María Ángeles Calatayud