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Gonzalo Mena Tortajada

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Biografía

Mena Tortajada, Gonzalo. Daja-Tarto. Cuenca, 1904 – Madrid, 30.X.1988. Artista de circo, fakir.

Gonzalo Mena Tortajada, compuso con las silabas invertidas de su segundo apellido su exótico y singular nombre artístico: Daja-Tarto. Gracias a su autobiografía, un texto insólito que guardaba celosamente su hija Pepita Mena, se puede conocer al detalle la serie de los numerosos y arriesgados ejercicios (experimentos) que realizó.

Daja-Tarto fue un extraordinario fakir, un artista excepcional, que durante los años que actuó obtuvo siempre el éxito y el favor de todos los públicos.  La gran profesionalidad con la que llevaba a cabo sus experimentos dejaba al público totalmente perplejo. Le distinguió de otros artistas contemporáneos la manera en que efectuaba sus ejercicios: con una gran elegancia, exquisitez y finura, cuidando extremadamente la “forma”, tan esencial en el circo. Sus actuaciones, llenas de arte, transportaban a un mundo de fantasía, increíble, fascinante, exótico y de total evasión que él mismo creaba.

Físicamente no era alto, sí delgado, con rostro cetrino (en el que ocasionalmente le aparecían manchas grises y tumefactas), nariz afilada, cejas tupidas y unos grandes y profundos ojos negros. Se presentaba ante el público espectacularmente tocado con turbante blanco del que sobresalía una gran pluma del mismo color sujeta con una pequeña joya en la parte central del turbante, pendientes fulgentes, y elegante vestido indio, también de color blanco. Sin pronunciar una sola palabra subía misteriosamente con los pies desnudos por las escaleras de sables, a los acordes de una melodía, por supuesto hindú. En sus ejercicios le ayudaba su bella mujer, Dionisia Fajardo (la fakira), que salía vestida con fulgurantes trajes de noche.

Se comía vasos o copas de cristal, bombillas (dejando solamente el casquillo), arena, cal, cemento, clavos y hasta cuchillas de afeitar, entre otros objetos. Realizó toda clase de atrocidades y comprobó que casi siempre salía indemne. Únicamente tomaba, después de cada actuación, un purgante italiano muy fuerte llamado “Girolamo-pagliano”. Las radiografías por rayos x que le realizaban los médicos comprobaban científicamente el paso de todo lo que se tragaba a través del intestino. Sin embargo, nunca utilizó estas radiografías como propaganda porque decía, con razón, que produciría un mal efecto en el respetable público.

Tuvo un hermano menor que quiso seguir sus pasos y realizar los mismos ejercicios. Lamentablemente, como había anunciado de manera profética Daja-Tarto, en menos de un mes el joven falleció a consecuencia de una perforación intestinal.

Daja-Tarto, que había probado suerte en su juventud como novillero, en varias ocasiones se hizo enterrar vivo en el centro de alguna plaza de toros mientras duraba la corrida, para después, una vez finalizada, salir totalmente triunfante e ileso. Probó fortuna, en la plaza de toros de Valencia, con un número nuevo que consistía en hipnotizar a un toro. Para ello se colocó en el centro de la plaza, vestido de indio, y clavó fijamente sus ojos en los del toro con la finalidad de inmovilizado.  Este ejercicio, tan arriesgado y peligroso, tuvo mal resultado y el toro finalmente le hirió con su asta en la cara, que quedó traspasada.

También, se hacía crucificar en un madero, permaneciendo varios días a la contemplación del público con las manos y los pies horadados por clavos de plata. Sorprendentemente, al finalizar el ejercicio únicamente presentaba levísimas heridas. En una ocasión, actuando en Portugal, las heridas se infectaron y los médicos consideraron la posibilidad de amputarle ambos pies, pero Daja-Tarto los introdujo en agua hirviente, y aunque se produjo numerosas llagas y ampollas, consiguió que desaparecieran los síntomas de gangrena.

Otro ejercicio (experimento) peculiar que realizaba consistía en prender fuego a su mujer en el centro de la pista, sin que ella sufriera el menor daño, gracias al uso combinado de tela y amianto. En alguna ocasión el ejercicio salió mal y la esposa de Daja-Tarto tuvo que ser internada en un hospital con quemaduras graves.

Sus dos hijas también participaban en el espectáculo, realizando un número delicioso con un perro y una gata, Gilda y Miki. Para ellas inventó un aparato que se instalaba en lo alto de la pista del circo y que, mediante una red de cables y poleas, hacía ascender una gran esfera, que atravesaba el alambre horizontal y descendía luego por otros cables inclinados. Dentro de la esfera iban encogidas las dos niñas, para que al final del número la esfera se abriese y salieran triunfalmente de ella soltando palomas y agitando banderas. La primera vez que lo intentó, el recipiente esférico se quedó parado y enganchado en el cable horizontal y tuvieron que recurrir a los bomberos para que las pudieran liberar.

Actuó en los circos y en las plazas de toros de toda España y también en Portugal en el  famoso Coliseu dos Recreios de Lisboa. Daja-Tarto también se presentó en los programas del inicio de Televisión Española (TVE) en los famosos estudios del Paseo de La Habana de Madrid, pero, aunque existen fotografías, las grabaciones de sus actuaciones ante las cámaras de TVE no se conservan.

En los últimos años de su vida, al no cotizar a la Seguridad Social las empresas para las que trabajó (situación frecuente en los artistas de circo de entonces), se vio privado de pensión, no pudiendo disfrutar de una jubilación digna. Al final de su vida, se dedicó a servir de ayudante o asistente en la producción de películas. En 1969, al rodarse la película Cañones para Córdoba sufrió un accidente al caer un foco sobre su cabeza, quedando inútil del ojo izquierdo. 

De él decía el crítico teatral y de circo Alfredo Marquerie: “¡Qué novela se podía escribir con este personaje...! ¡Qué novela en la que el autor, sin poner nada de su parte, limitándose solamente a transcribir los episodios descomunales de la existencia del fakir, crearía un ámbito y un espacio de fantasía y de magia, de inverosimilitud verosímil, de surrealismo real…!”

 

Obras de: La insólita vida del Fakir Daja-Tarto, contada por el mismo, prol. de J. F. Higuera Guimerá, Barcelona, Editorial Colom, 1990.

 

Bibl.: A Marquerie, Personas y personajes. Memorias informales, Madrid, Ed., Dopesa, 1971; J.M. Armero y R. Pernas, 100 años de circo en España, Madrid, Ed., Espasa Calpe, 1986; J.F. Higuera Guimerá, El circo en España y el circo Price de Madrid, Madrid, Ed., J. García Verdugo, 1998 (Col. El circo/1)

 

Juan Felipe Higuera Guimerá

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