Aragón, Fernando de. Marqués de Tortosa y Camarasa. Valencia, 1329 – Castellón de la Plana, 16.VII.1363. Infante de Aragón.
Hijo de Alfonso IV y de su segunda esposa, Leonor, hermana de Alfonso XI de Castilla. Su madre intentó convertirle en heredero de la Corona de Aragón, en detrimento de los legítimos derechos del infante Pedro, futuro Pedro IV el Ceremonioso, hijo de Alfonso IV y de su primera esposa, Teresa de Entenza.
A tal efecto obtuvo para él los marquesados de Tortosa y Camarasa, éste segregado del condado de Urgel que poseía el infante Jaime (también hijo de Alfonso IV y Teresa de Entenza), y diversos señoríos y ciudades del reino de Valencia, entre las cuales Orihuela y Alicante.
Estas intrigas causaron un gran descontento en el seno de los grupos dirigentes de la Corona, de modo que cuando Alfonso IV enfermó para morir poco después (1336), la reina se sintió amenazada y huyó con sus hijos a Castilla (1335). Cuando el Ceremonioso instituyó heredera a su hija Constanza (1347) y nobles de Aragón y Valencia se levantaron en armas contra tal decisión encabezados por el infante Jaime, Fernando le secundó en la lucha y le reemplazó a su muerte (1347). A pesar de que regresó de Castilla con tropas de refuerzo y, en Valencia, consiguió que el Ceremonioso le nombrase heredero y procurador y gobernador general hasta que tuviera hijos varones en edad de serlo, fue derrotado y herido en Épila (1348). Volvió entonces a Castilla, donde, al estallar la guerra llamada de los Dos Pedros (1356-1369), entre Pedro I el Cruel de Castilla y Pedro IV de Aragón, se convirtió en un peligro para la causa aragonesa. En efecto, puso de inmediato sus señoríos de Orihuela y Alicante en manos del Cruel e intentó levantar en armas la Unión valenciana contra el Ceremonioso, pero no lo consiguió (1356-1357). Paralelamente el monarca aragonés consiguió atraer a su bando al hermanastro del Cruel, Enrique de Trastámara, que aspiraba a la corona de Castilla y que estaba dispuesto a promover la guerra civil en este reino. La reacción del Cruel, que creía ver cómo la conspiración crecía a su alrededor, fue eliminar a miembros de la alta nobleza, entre los cuales sus hermanastros Fadrique y Tello, hijos de Alfonso XI y Leonor de Guzmán. Entonces Fernando, que también podía aspirar a la corona castellana, se sintió inquieto, de modo que cuando el monarca aragonés recuperó Alicante, se pasó a su bando a cambio de la lugartenencia de los reinos y la promesa de sucederle en caso de no tener hijos. Pedro I lo interpretó como una traición y, confirmando los temores de Fernando, hizo asesinar a su madre y a su hermano.
La coincidencia entonces de dos aspirantes a la corona de Castilla, Fernando de Aragón y Enrique de Trastámara, en un mismo bando no fue beneficiosa para la causa aragonesa, porque abundaron las rencillas entre ellos.
Al comienzo el Ceremonioso ayudó con hombres y armas a Enrique de Trastámara, pero, tras su derrota en Nájera (1360), reconoció a su hermanastro Fernando como pretendiente a la corona de Castilla, le prometió ayuda militar para combatir en este reino y le encomendó la dirección de la lucha en la frontera castellano-aragonesa, todo ello a cambio de la cesión del reino de Murcia si conseguía la entronización en Castilla (enero de 1361). Pero la ofensiva castellana de 1362-1363 que llegó a amenazar Zaragoza y, al parecer, el comportamiento sospechoso de Fernando inclinaron al Ceremonioso a cambiar de planes: contrató mercenarios franceses, se reconcilió con Enrique de Trastámara, cuyos seguidores cobraban fuerza en Castilla y ordenó la detención de Fernando. Coincidió esto con la firma de la paz de Murviedro (julio de 1363) que resultaba humillante para el Ceremonioso porque sancionaba importantes pérdidas territoriales y porque probablemente contenía una cláusula secreta por la cual se comprometía a asesinar a Fernando y Enrique, los pretendientes. Según Zurita, que se basa en Pedro López de Ayala, Benardo de Cabrera, que negociaba en nombre del Ceremonioso, así se lo habría prometido a Pedro el Cruel. Y, en efecto, el infante Fernando fue asesinado el 16 de julio de 1363 en Castellón de la Plana, después de comer, en el curso de un forcejeo con hombres de Enrique de Trastámara cuando procedían a detenerle por orden del Ceremonioso y, al resistirse, el propio monarca dio la orden de matarle. El Ceremonioso encubre de este modo en su crónica el asesinato que, sin duda, urdió como él mismo confesó a su mujer. Es difícil saber si procedió de este modo para cumplir lo pactado en Murviedro o más bien para terminar con las discordias entre los nobles castellanos que combatían a su lado, o simplemente porque Fernando aparecía a sus ojos como un traidor, que debió ser lo más probable. De hecho, en una carta enviada a su esposa, la reina Leonor, el mismo día del asesinato, se justifica con estas palabras: “Molt cara companyona. Per les males obres que l’infant En Fernando nos feïa, e ens posava a punt de perdre la corona e lo regne, e d’açò érem en pas fort estret, nós volents esquivar aquest perill, per justícia havem fet degollar en la nostra cambra l’infant e Diego Pérez Sarmiento e Lluís Manuel, hui en aquest dia aprés dinar”.
Bibl.: R. Tasis, La vida del rei en Pere III, Barcelona, Aedos, 1954; R. D’Abadal i de Vinyals, J. Reglá Campistol, L. Suárez Fernández, España cristiana. Crisis de la Reconquista. Luchas civiles, en R. Menéndez Pidal (dir.), Historia de España, Madrid, Espasa Calpe, 1966; F. Soldevila, Les quatre grans cròniques, Barcelona, Selecta, 1971.
José María Salrach Marés