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Salvador María de Mena y Perea

Biografía

Mena y Perea, Salvador María de. Menalio. Belmonte (Cuenca), 5.VIII.1754 – Belmonte, 8.XII.1788. Abogado de los Reales Consejos, director de Provisiones del Banco de San Carlos, íntimo amigo del poeta Juan Meléndez Valdés.

Hay personajes cuya biografía ha quedado en la nebulosa de la Historia, pero con el atractivo de una sensación de haber pasado por la vida sin haber obrado nunca mal. Este es el caso del solterón Salvador María de Mena y Perea. Aunque no se le conoce poema alguno, su nombre siempre aparece ligado a la Escuela poética salmantina con el seudónimo arcádico de Menalio. Fue tío paterno del diputado a las Cortes de Cádiz y firmante de la famosa Constitución, don Diego Ventura de Mena y Cortés (Belmonte, 1772 – ¿San Clemente?, 1815).

La fuente más completa que existe de su vida son los currículums que presentó como meritaje en la media docena de oposiciones a diversas cátedras de la Universidad de Salamanca entre 1778 y 1781, casi siempre teniendo como coopositor a su íntimo amigo Meléndez Valdés. Para los dos últimos años de su vida (1786-88) son imprescindibles los libros de actas del Banco Nacional de San Carlos, conservados en el actual Banco de España (Madrid).

En su trayectoria vital se distinguen las siguientes etapas, algunas de las cuales se solapan: 1ª. Familia y niñez (1754-1763) en Belmonte; 2ª. Formación (1763-1779), sucesivamente en el Seminario de San Fulgencio de Murcia (1763-1770), Universidad de Alcalá (1771-1773) y Salamanca (1773-1779); 3ª. Mena, abogado de los Reales Consejos (1780-1788); 4ª. Abogado ligado a la defensa de los intereses de la Universidad de Salamanca (1780-1786); 5ª. Diputado de la Universidad de Salamanca (abril de 1781-abril de 1785); 6ª. Censor al servicio de Campomanes; 7ª. Abogado de los Caballeros 24 de la real cárcel de Salamanca (1780-1786); 8ª. Directivo en Madrid del Banco Nacional de San Carlos (diciembre de 1786-diciembre de 1788).

El padre de Salvador María fue don Ignacio Antonio de Mena y Cantero, XIII conde de Buenavista (Belmonte, 30 de julio de 1720 - Belmonte, el 30 de noviembre de 1801), hijo de don Diego Mena y Montoya y de doña Teresa Cantero y Zerro, alcalde por el estado noble y regidor perpetuo de Puebla de Don Fadrique (Toledo). A falta de los testamentos de los padres, detengámonos en la partida de defunción de don Ignacio, fallecido en. Se declara “viudo de doña Catalina Perea”, es decir, estuvo casi cincuenta años sin volverse a casar. Los funerales fueron propios del estamento nobiliario. Dejando aparte la pérdida de su mujer (septiembre de 1754) y la de su benjamín Salvador María (diciembre de 1788), la muerte respetó a la familia de don Ignacio, pues le sobrevivieron el resto de sus cuatro hijos (el primogénito y sucesor en el título Miguel, el presbítero y canónigo de la Colegiata de Belmonte Diego, las hijas Teresa y Blasa), los yernos (Antonio Liberato Villanueva y Alfonso Saavedra) y la nuera (Bernarda Cortés y Salazar).

La madre doña Mª Catalina Perea y Montoya, nacida en el pueblo de Barchín del Hoyo, falleció el 26 de septiembre de 1754, es decir, 52 días después de haber nacido Salvador María, lo cual nos manifiesta que el parto de Menalio tuvo sus dificultades, lógicas en una mujer que había tenido cinco partos en seis años (entre 1748 y 1754); que nuestro biografiado quedó huérfano con menos de dos meses de vida y que fue el benjamín de la familia, rasgos de personalidad que coinciden con los de su amigo Meléndez, a los que hay que añadir la estricta coetaneidad, pues el poeta extremeño había nacido el 11 de marzo del mismo año, es decir, era cinco meses mayor. Fue enterrada en la Colegiata de Belmonte con las pompas debidas a su condición de noble.

El benjamín Salvador María Francisco Javier nació el 5 de agosto de 1754 y fue bautizado cinco días después por un hermano de su padre, el licenciado Narciso de Mena y Montoya. Cumplidos los cinco años, Salvador María fue confirmado en la Colegiata de Belmonte, el 22 de octubre de 1759, por don Andrés Cano Junquera (Villanueva de los Caballeros, Palencia, 1707), obispo de Aradus (Arado), auxiliar de Sigüenza, en representación de José Flórez y Osorio, obispo titular de Cuenca, “siendo padrino don Francisco Javier del Corral, presbítero y racionero de ella”.

De sus primeros años antes de ingresar en el Seminario de San Fulgencio de Murcia (1763), sólo se conoce, por el retrato que dejó el funcionario de la Universidad de Salamanca que registró su primera matrícula el 5 de noviembre de 1773, que era de “pelo y ojos castaños oscuros, con una cicatriz en medio de la frente y señalado de viruelas”.

Para hacerse una idea de las etapas vitales de Menalio, puesto que la mayor parte de su corta existencia la pasó estudiando, opositando y ligado a la Universidad de Salamanca, lo mejor es tomar como guía los currículums de sus dos últimas oposiciones, ambas celebradas en 1781. Muchos de estos datos son corroborados por el expediente académico de Mena conservado en el Archivo Histórico de la Universidad de Salamanca, puesto que tuvo que convalidar algunos de los estudios realizados en el Seminario de San Fulgencio de Murcia y en la Universidad de Alcalá. Entre 1763 y 1781 había realizado 19 años de estudios mayores en las facultades de filosofía, teología, derecho civil, canónico y patrio.

Entre 1763 y 1770 estudió en el seminario conciliar de San Fulgencio de Murcia, tres años de filosofía (1763-1766) y cuatro años de teología (1766-1770), ampliando sus estudios en las academias murcianas de teología de San Ginés y de Santa Quiteria, de las que llegó a ser presidente, adscribiéndose siempre a la corriente filosófico-teológica franciscana del escotismo. Culmina sus estudios obteniendo en la Universidad de Gandía los grados de bachiller y doctor en Teología el 8 y el 11 de abril de 1771, “precediendo el examen con arreglo a lo dispuesto posteriormente por su majestad, y fue aprobado némine discrepante”.

Continuó sus estudios en la Universidad de Alcalá dos cursos (1771-1773), donde recibió los grados de bachiller en Filosofía y en Teología, siendo aprobado némine discrepante. También tuvo el acto de tentativa, previo para alcanzar el grado de doctor en Teología en dicha Universidad, que fue aprobado némine discrepante por el claustro pleno de dicha facultad, aunque no llegó a conseguir dicho grado. Tuvo su primera experiencia docente sustituyendo la cátedra de Vísperas de Escoto. Asimismo, estudió dos cursos de cánones en Alcalá y asistió a la respectiva academia.

En noviembre de 1773 volvió a trasladar su expediente académico y se matricula en la Universidad de Salamanca, donde están documentadas sus aventuras académicas por el expediente académico y por los libros de matrículas y claustros, afortunadamente conservados, como estudiante (1773-1779) y consiliario de La Mancha (noviembre 1773-marzo 1776) y como licenciado-opositor a diversas cátedras de Leyes (1779-1781), en los correspondientes libros de procesos de cátedras. En Salamanca estudió dos años de derecho canónico (1773-1775), inmediatamente convalidados en la facultad de Leyes, teniendo dos actos pro Universitate en cánones (uno, el 24 de marzo de 1774, versando sobre la materia de Bigamis non ordinandis) y uno en leyes; presidió un acto mayor sobre “el origen de la potestad de castigar, sus límites, así de la civil como de la eclesiástica, y de la independencia de los príncipes en lo temporal”. En el mes de octubre de 1775 se examinó y aprobó némine discrepante los grados de bachiller en ambas Facultades, en Leyes (día 5) y en Cánones el 16 del mismo mes.

Continuó estudiando cuatro años en la Facultad de Leyes (1775-1779) para alcanzar la licenciatura, asistiendo tres cursos a las cátedras de derecho real (1775-1778), y explicando cuatro años de extraordinario (1775-1779) las materias que se le señalaron. Como humanista ávido de saber, Mena desarrolló otras actividades fuera de las Facultades de Derechos. Asistió “con aprovechamiento” dos cursos a la cátedra de griego del maestro Bernardo Zamora durante los cursos 1773-75. Cumplidos todos los requisitos, sufrió el temible examen de la capilla de Santa Bárbara para el grado de licenciado, que recibió en 9 de febrero de 1779, siendo aprobado némine discrepante.

Durante tres años (1779-1781), Mena intentó asentase laboralmente como docente en la facultad de Derechos de la Universidad de Salamanca, siendo sustituto de una de las cátedras de Instituciones Civiles y de Colecciones Canónicas. Simultáneamente empezó a opositar a diversas cátedras de la Facultad de Leyes, casi siempre en compañía de su amigo Meléndez, ambos infructuosamente, a pesar de contar con los informes favorables del amigo común y rector Carlos López Altamirano. Concursó a las cátedras de Instituciones Civiles (1779, 1780 y 1781), a la de Digesto (1780), a la de Derecho Público o de Volumen (1780) y a la de Leyes de Toro (1781). Mena, hijo de un conde, quien nunca quiso ser doctor en Leyes por Salamanca (pura fórmula y cuestión de dinero, que no era ningún problema para él) ni usó el título de doctor en Teología, se fue desencantando del currículum universitario y encauzando su vida como abogado de los Reales Consejos, título que alcanzó en 1780.

Se pueden destacar algunos rasgos profesionales del abogado Mena posteriores a su fracasada etapa de opositor a cátedras de Leyes hasta su muerte (1788), siempre alineado en el grupo reformista y regalista de universitarios salamantinos, como sus amigos declarados Carlos López Altamirano, Juan Meléndez Valdés o Gaspar González de Candamo. En los últimos ocho años de la vida de Mena (1780-1788), se pueden subdividir dos etapas: 1.º subperiodo (1781-1786), Mena, abogado ligado a la defensa de los intereses de la Universidad, como diputado, y al Ayuntamiento de Salamanca, como abogado de los pobres de la cárcel. 2. º subperiodo (1786-diciembre de 1788), Mena, directivo del Banco Nacional de San Carlos.

Hacía año y medio que era licenciado en Leyes, cuando, en agosto de 1780, Mena solicitaba, “en virtud de los méritos que alega”, ser incorporado a los abogados de los Reales Consejos. Esos méritos eran exclusivamente el título de licenciado por la Universidad de Salamanca, que otorgaba el privilegio de abogar automáticamente en Salamanca y, previa autorización del Consejo de Castilla, en el resto de tribunales, sin examen alguno ni justificar años de pasantía. La Sala correspondiente del Consejo de Castilla el 19 de septiembre determinó “que por lo prevenido en iguales circunstancias, se habilita a esta parte [Mena] para que pueda abogar en los Reales Consejos y demás tribunales de dentro y fuera de esta Corte, para lo cual se le dé la certificación correspondiente”.

Mena fue diputado de la Universidad de Salamanca, elegido, en el claustro de diputados del 22 de abril de 1781, a propuesta de su íntimo amigo el rector Carlos López Altamirano, si bien tuvo cuatro votos en contra. Era un claustro que se ocupaba esencialmente de cuestiones económica (jubilaciones, contabilidad de las arcas y fondos universitarios, etc.), en el que dominaban los catedráticos de propiedad, y en consecuencia el conservadurismo.

Aunque la duración del empleo de diputado era cuatrienal y daba derecho a asistir a los claustros plenos, Mena solo concurrió con regularidad a los claustros plenos y de diputados durante el primer año, interviniendo casi exclusivamente en relación con el conflicto entre el rector Altamirano y el cancelario José Rodríguez de Cáceres, surgido con motivo de la oposición a la cátedra de Leyes de Toro (1781), donde se tocaron temas relacionadas con las regalías, que llevaron a la cárcel por breves días al mismísimo rector Altamirano y al opositor José Ayuso y Navarro. Mena intervino como amigo personal de Altamirano y como testigo privilegiado de los hechos, puesto que había sido opositor y componente de una de las trincas conflictivas.

A petición del claustro pleno, el abogado belmonteño redactó un informe, fechado el 15 de julio de 1781, defendiendo la libertad para tratar científicamente en el marco universitario cualquier tema escabroso, como el controvertido de las regalías, pues su prohibición “nos sepultaría inviolablemente en una obscura y vergonzosa ignorancia”. Mena era un ilustrado convencido del poder de la razón, y pensaba que ocultar los problemas no los solucionaba, aunque fuese la delicada cuestión de la soberanía. Se podía debatir de todo, siempre que se hiciese “con respeto y moderación”.

El belmonteño pasó el verano de 1781 en Salamanca pendiente del asunto de sus oposiciones a cátedras de Leyes y de los incidentes surgidos en la de Leyes de Toro. Por el contrario, Meléndez centró su atención exclusivamente en la oposición a la cátedra de Prima de Humanidad, para lo cual se trasladó a Madrid. El poeta extremeño no quiso ausentarse tan pronto de la Corte, y en 15 de agosto de 1781, ante el escribano Ramón Farelo, otorgó poder para que, en su nombre, se posesionasen de la cátedra de Prima de Humanidad que le había sido adjudicada, a los tres amigos de mayor confianza que ese verano no habían salido de Salamanca: Francisco Ibáñez de Cervera, colegial del de Calatrava; González de Candamo, catedrático de lengua hebrea, y el abogado Mena. El día 22 de aquel mes, Ibáñez se presentó al claustro de rector y consiliarios, y le dieron la posesión solicitada.

Meses después, la noche del 26 de febrero de 1782 José Cadalso fallecía en el sitio de Gibraltar. Inmediatamente, el poeta extremeño le comunicaba la mala noticia a Mena, quien lógicamente estaba ausente de Salamanca, donde está fechada la carta el 16 de marzo de 1782, la única conservada del epistolario Meléndez-Mena. Aunque Menalio pudo haber tratado a José Cadalso en Salamanca a lo largo de 1774, por esta carta se descarta esa posibilidad, aunque el manchego era admirador del escritor gaditano: “Vuestra Merced no le conocía, pero un hombre como él es una pérdida común para todas las almas sensibles”, comenta el dulce Batilo.

Todo reformista tiene algo de censor, en cuanto que debe manifestar su opinión respecto a lo que desea cambiar. Por eso los dos mejores amigos salmantinos de Meléndez Valdés, Mena y González de Candamos aparecen comisionados por la Academia de la Historia, entiéndase Pedro Rodríguez Campomanes, en algunas censuras. Esto presupone que ambos tenían el correspondiente permiso para leer libros prohibidos. En el Archivo Histórico Nacional de Madrid se halla la única censura que se conoce de Mena, firmada en Madrid el 3 de abril de 1786, un año largo después de ser encargadas por el Consejo, con la advertencia de que “no censuró estas obras don Gaspar de Candamo por habérsele dado un destino en Indias”, según se anota en el Consejo del 7 de abril de 1786. La censura de Mena fue sobre un lote de ocho libros (diez tomos), de temática heterogénea, pues se amalgaman asuntos de historia, de polémicas moralistas, derecho eclesiástico, de viajes, matemáticas, etc. Sólo tenían de común el mismo impresor, los Remondini de Venecia, bastante inclinados a imprimir libros religiosos dentro de la más estricta ortodoxia católica y jesuítica. Mena les dio el pase favorable a todos. Esta censura benigna de todo un lote heterogéneo de libros denota el espíritu aperturista de Menalio y parece marcar la frontera entre la etapa salmantina y la madrileña del mismo. El grupo reformista madrileño (Jovellanos, Campomanes y Cabarrús), pronto gratificarán la colaboración censora de Menalio, pues ese mismo año de 1786 el abogado Mena es nombrado director bienal del Banco Nacional de San Carlos.

El empleo de abogado de los Caballeros 24 de la real cárcel de Salamanca (1780-1786) aparece reseñado por Mena en todos sus currículums a partir de 1780. Habiendo conseguido el título de abogado de los Reales Consejos el 19 de septiembre de 1780, el 31 de octubre del mismo año era nombrado abogado de los presos de la real cárcel de Salamanca por su Ayuntamiento. Que el abogado Mena se hiciese defensor de los pobres de las cárceles es un rasgo de humanitarismo compartido por el grupo de juristas reformistas de la Universidad de Salamanca, amigos de Mena, como Meléndez Valdés o Nicasio Álvarez Cienfuegos. Actividad contextualizada en el marco del reformismo jurídico en torno a las ideas de Beccaria, reproducidas por las publicaciones del penalista Manuel de Lardizábal, considerado el mayor beccarista español. Mena y Meléndez son las dos caras, la práctica en las cárceles y la académica en el claustro salmantino, de una misma ideología penal, el beccarismo hondamente sentido.

Salvador de Mena ocupó el puesto de director bienal en el Banco Nacional de San Carlos durante catorce meses (20 de diciembre 1786-1º de marzo de 1788), elegido por la 5ª Junta General de Accionistas. En el transcurso la 6ª Junta General de Accionistas fue ascendido a director de provisiones, cargo en el que sólo estuvo activo durante unos cinco meses (marzo-agosto de 1788), pues pronto enfermó. Desafortunadamente no es posible evaluar directamente su actividad como director de provisiones, porque ha desaparecido del archivo del Banco de España la documentación de dicha dirección general.

El 3 de abril de 1788 se nombraba a Mena para realizar una visita a diversas provincias (Valencia, Murcia...). Previsiblemente, la visita la inició saliendo de Madrid después del 26 de mayo y antes del 31 del mismo mes, y enfermó en esos días durante el viaje a Valencia (probablemente los días 28 o 29). Aun así, alcanzó su primer destino en Valencia el 31 de mayo. Puso fin a la visita a Valencia, por su enfermedad, presumiblemente, el 5 de agosto y, sintiéndose gravemente enfermo, se dirigió a Belmonte, donde ya se encontraba el 24 de agosto. Se desconocen más datos sobre los casi cuatro meses que permaneció con su familia, hasta que su padre comunicó a la dirección del Banco su fallecimiento el 8 de diciembre.

Se sabe que el director de suministros Mena, teniendo como secretario a Juan Bautista de Ceán Bermúdez (el amigo y protegido de Jovellanos que será célebre historiador del Arte), realizó esa inspección o visita de cuatro meses (abril-agosto), con el objeto de averiguar en Valencia, Alicante, Cartagena Murcia y otras plazas las posibles economías en las provisiones de víveres del Ejército, revisando o realizando nuevas contratas, con la finalidad de mejorarlas y abaratar los costes de suministros, que estaban plagados de corruptelas, que ocasionaban crecientes déficit al Estado y al mismo Banco de San Carlos.

Mena llegó al Banco de San Carlos cuando iniciaba su crisis y frenaba su expansión. No se puede precisar si Mena debió su cargo al patrocinio de Floridablanca, Cabarrús o Campomanes, personajes a los que trataría en sus frecuentes viajes a Madrid. Mena tuvo que gestionar una organización financiera que en cinco años se había convertido en un organismo de más de 400 funcionarios, un auténtico monstruo en la débil estructura del Estado de la época. Mena afrontó su empleo de director de provisiones como un reto y con el mayor entusiasmo, pero tuvo la desgracia de caer enfermo antes de empezarla; aun así, puso por delante el trabajo y su profesionalidad.

Por la partida de defunción de Salvador María de Mena, consta que era “de estado soltero”, que fue enterrado el 8 de diciembre de 1788, en la capilla de los Santos Apóstoles San Pedro y San Pablo de la Colegiata de Belmonte, propiedad de su familia, con los máximos honores. Esta partida de defunción es sencilla, en comparación con las de sus hermanos y padres. No se alude a la enfermedad, ni a un posible testamento, ni a las misas que en los mismos se solían mandar en sufragio de su alma (unas mil en la familia Mena). Como en el resto de la familia intervienen los franciscanos observantes, en cuyo convento fue enterrado su padre en 1801. No se pueden conocer las circunstancias de la enfermedad y muerte de Mena. Parece que fue un proceso lo suficientemente largo, como para ir a morir a Belmonte en pleno invierno, al amparo de su padre y hermanos.

En resumen, la corta vida del belmonteño Salvador María de Mena (1754-1788), hijo del conde de Buenavista, fue estrictamente coetánea de Juan Meléndez Valdés y de Gaspar González de Candamo, cuya amistad marcó los mejores años de su vida en la universidad y ciudad de Salamanca (1773-1786). No fue poeta, ni siquiera escritor, pero tuvo su buen carácter y falta de ambición, al menos hasta 1786 en que aceptó el cargo de director bienal en el Banco Nacional de San Carlos de Madrid. Su generosa idiosincrasia y su amistad con el poeta extremeño han hecho que pasara a la historia literaria con un halo de misterio.

La familia lo destinó al sacerdocio, razón por la que cursó la carrera eclesiástica en el filojansenista Seminario de San Fulgencio de Murcia (1763-1769). En un progresivo, pero claro, enfriamiento y distanciamiento de su vocación eclesiástica inicial (aunque siempre mantuvo su soltería), continuó sus estudios en las mejores universidades españolas de la época, pero nunca quiso doctorarse ni usar su título de doctor en teología por la Universidad de Gandía, indicio evidente de su falta de ambición, a pesar de su sólida y variada formación y de su pertenencia al estado noble.

Una pausada lectura de los libros de claustros y juntas de la Universidad de Salamanca, nos descubren a un Mena consiliario y diputado, que, dentro de su moderación característica, siempre se alineó con el bando reformista del claustro, capitaneado los primeros años por el carmelita calzado maestro fray Bernardo Zamora, catedrático de griego, y el agustino calzado, fray Antonio José de Alba, teólogo entonces catedrático sustituto de Humanidades, ambos maestros de Meléndez Valdés y de Mena, en cuyas clases y en las de la facultad de Derechos empezaron una amistad que durará hasta la muerte de Mena en 1788.

Mena, que no clérigo, tuvo una vocación de servicio público, de lo que son indicios suficientes, que, siendo de familia acomodada (su padre era el conde de Buenavista), nada más llegar a Salamanca fuese elegido consiliario de su nación, La Mancha, principios de noviembre de 1773, cuando todavía no se había matriculado por primera vez en la Universidad. También es significativo que, en el claustro de consiliarios de 14 de noviembre de 1776, en el que salió electo Meléndez Valdés como consiliario de Andalucía, Mena fuese candidato a rector de la Universidad. No menos revelador es el hecho de que ostentase con orgullo el ser abogado de los pobres de la cárcel.

Desafortunadamente solo se conservan dos escritos de Mena, informes de menor importancia y de tema jurídico, que se vio obligado a redactar en defensa de su amigo el rector Carlos López Altamirano, quien había sido encarcelado por el cancelario, con motivo de unas cuestiones regalistas que se plantearon en el desarrollo de la primera oposición a la cátedra de Leyes de Toro (1781) y había inscrito irregularmente al propio Mena en la oposición a la cátedra de Instituciones Civiles de ese mismo año.

Sin embargo, su amigo Meléndez dejo huella de su amistad en una carta (no hubo más porque casi siempre vivieron juntos en Salamanca) fechada el 16 de marzo de 1782, y dedicando al belmonteño dos poemas: la oda V, A Don Salvador de Mena, en un infortunio, y la epístola XVIII, A Menalio, sobre la ambición. El abogado Mena pertenecía al mismo reducido círculo reformista que Meléndez (Batilo) y pronto se estableció una eterna empatía entre ambos. El poeta extremeño rindió su reconocimiento a esa amistad, lo que nos ha permitido que el bueno de Menalio, reformista convencido y amigo de poetas, pase a la historia literaria como un miembro de la Escuela poética salmantina de la segunda mitad del siglo XVIII, sin haber escrito un solo verso, que se conozca. Es un milagro de la verdadera amistad, que alcanza posición esencial en la vida y obra de Meléndez, y de ella manan poemas reflexivos que incitan a la virtud, siguiendo el camino trazado, en gran medida, por sus dos poetas más queridos, Horacio y Fray Luis de León.

 

Fuentes y bibl.: Archivo Histórico Nacional (Madrid), Consejos, leg. 6012, exp. 121 (Oposición a la Cátedra de Volumen de la Universidad de Salamanca en 1780); Consejos, leg. 6014, exp. 118 (oposición a la Cátedra de Instituciones Civiles de la Universidad de Salamanca de 1781); Universidades, libro 560, folio 19r (Mena en la Universidad de Alcalá); Archivo Histórico de la Universidad de Salamanca, Libro de Claustros 237 (años 1771-1773) al 245 (años 1784-86), leg. 3871, exp. 27 (Expediente académico de Salvador María de Mena); Libro 555 (Libro de registros de exámenes de estudiantes para ingresar en Facultad Mayor, años 1769-1819); Archivo Parroquial de Belmonte-Colegiata de San Bartolomé (Cuenca), Libros de Bautismos 10 y 11 (años 1754-1771); Libros de Difuntos 5 (años 1748-1769), 6 (años 1770-1796) y 7 (años 1797-1808); Libros de actas capitulares de la Colegiata de Belmonte (años 1786-1796); Archivo del Banco de España (Madrid), Actas de la Junta de Dirección, libro 156; Actas reservadas, fol. 130; Banco Nacional de San Carlos, Real Cédula de erección del Banco Nacional de San Carlos, de 2 de Junio de 1782; 4ª Junta General del Banco Nacional de San Carlos … en 29 de Diciembre 1785, Madrid, Imprenta de la Viuda de Ibarra, Hijos y Compañía, 1786; 5.ª Junta General del Banco Nacional de San Carlos celebrada en … 18 de Diciembre 1786, Madrid, Imprenta de la Viuda de Ibarra, Hijos y Compañía, 1787; 6.ª Junta General del Banco Nacional de San Carlos … en 24 de Febrero 1788, Madrid, Imprenta de la Viuda de Ibarra, Hijos y Compañía, 1788; Accionistas del Banco nacional de San Carlos, que han exhibido sus acciones, y á quienes se han dado esquelas para concurrir á la Junta general, que se ha de celebrar... en el día 24 de Febrero de 1788, s/l, s/a; 7ª Junta General del Banco Nacional de San Carlos … en 29, 30 y 31 de Marzo, 1 y 2 de Abril de 1789, Madrid, Imprenta de la Viuda de Ibarra, 1789.

S. Rodríguez Domínguez, Renacimiento universitario salmantino a finales del siglo XVIII. La ideología liberal del Dr. Ramón de Salas y Cortés, Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca, 1979; P. Tedde de Lorca, El Banco de San Carlos (1782-1829), Madrid, Alianza Editorial, 1988; L. Andújar Ortega, Belmonte, cuna de Fray Luis de León. Su Colegiata, Mota del Cuervo, 1995, págs. 97-103; A. Astorgano Abajo, “Juan Meléndez Valdés, opositor a la cátedra de Prima de Letras Humanas”, en Dieciocho, 25-1 (2002), págs. 75-105; J. Meléndez Valdés, Obras Completas, ed. de A. Astorgano, Madrid, Cátedra, 2004; R. Robledo, “La difusión del pensamiento moderno en la Universidad de Salamanca a fines del siglo XVIII”, en Revista Electrónica de Historia Constitucional, 6 (sep. 2005); J. J. García Hourcade, “Un episodio mal conocido de la vida académica murciana: la academia eclesiástica de San Ginés (1742-1768)”, en Murgetana, 116 (2007), págs. 101-114; A. Astorgano Abajo, Don Juan Meléndez Valdés, el ilustrado, Badajoz, Diputación Provincial; “Juan Meléndez Valdés: 250 años de pervivencia del hombre y de la Obra de un ilustrado en tiempos de turbulencias”, en Revista de Estudios Extremeños, LXIII-1 (2007), págs. 293-350; R. Moreno Fernández, El personal del Banco de España: desde su origen en el siglo XVIII hasta fin del siglo XIX, vol. 1: Banco de San Carlos, Madrid, Madrid, Banco de España, Estudios de Historia Económica, 2009; Las demandas contra la actuación gestora de Cabarrús y demás directores del Banco Nacional de San Carlos (1782-1797), Madrid, Banco de España, Estudios de Historia Económica, 2014; R. Torres Sánchez, “Cuando las reglas del juego cambian. Mercados y privilegio en el abastecimiento del ejército español en el siglo XVIII”, en Revista de Historia Moderna, 20 (2002), págs. 487-511; “Administración o asiento: la política estatal de suministros militares en la monarquía española del siglo XVIII”, en Studia historica. Historia moderna, 35 (2013), págs. 159-199; M.ª P. Alonso Romero, “Las primeras oposiciones a cátedras de derecho patrio en la Universidad de Salamanca”, en Salamanca, escuela de juristas: estudios sobre la enseñanza del derecho en el Antiguo Régimen, Madrid, Universidad Carlos III, 2012, págs. 651-664; M. Parada y Luca de Tena, “Diputados por la Provincia de Cuenca en las Cortes Generales y Extraordinarias de Cádiz. Años de 1810 a 1813”, en Anales de la Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía, vol. XII (2009-2010); A. Astorgano Abajo, “El Colegio Menor Universitario Nuestra Señora de la Vega de Salamanca durante la Ilustración (1771-1808)”, en L. E. Rodríguez-San Pedro y J. L. Polo Rodríguez (eds.), Imagen, contextos morfológicos y universidades, Miscelánea Alfonso IX, Salamanca, Centro de Historia Universitaria Alfonso IX, 2012, págs. 349-397; “Poesía y jansenismo en el convento de los agustinos calzados de Salamanca en tiempos de Meléndez Valdés”, en Revista de Estudios Extremeños, LXXII-I (2016), págs. 147-208; “Biografía de Salvador María de Mena, el abogado de la Escuela poética salmantina (1754-1788)”, en Boletín de la Real Academia de Extremadura, XXIV (2016), págs. 101-172; “Salvador de Mena (Menalio), poesía y suministros militares en la Valencia de 1788”, Saitabi, 66 (2016), págs. 121-140; “Menalio, entre la banca y la poesía ilustrada”, en Boletín de la Real Academia de Extremadura, XXV (2017), págs. 175-239; “Salvador María de Mena (Menalio) y la Escuela poética salmantina (1754-1788)”, en XIV reunión científica de la Fundación de Historia Moderna, Zaragoza, junio de 2016, Zaragoza, 2018 (CD).

 

Antonio Astorgano Abajo

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