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Habus b. Maksan b. Ziri

Biografía

Ḥabūs b. Māksan b. Zīrī. Al-Muẓaffar. Ifrīqiya (Túnez), s. m. s. IV/X – ¿Granada?, 429-430 H./1038 C. Rey de la taifa de Granada entre 1019-1020 (o 1025) y 1038.

En 411/1019-1020, o quizás en 416/1025 según Ibn al-Jaṭīb, Zāwī b. Zīrī al-Ṣinhāŷī, fundador de la taifa de Granada, abandonó al-Andalus para regresar a Ifrīqi­ya, su tierra. Su sobrino, Ḥabūs b. Māksan, se hizo cargo de toda la taifa, desplazan­do a los propios hijos de Zāwī ayudado por el poderoso cadí granadino Abū ‘Abd Allāh b. Abī Zamanīn. Afirma el emir ‘Abd Allāh, su descendiente y último rey de la taifa, en sus “Memorias” (El siglo XI en primera persona, 91-92), que en cuanto Zāwī decidió volver a su tierra y se alejó en su camino de regreso a Ifrīqiya, Ḥabūs fue convocado por los delegados de aquél por ser considerado el más adecuado para gobernar la taifa y, atendiendo rápidamente a la llamada, los Ṣinhāŷa lo acogieron “con muestras de obediencia y de sumisión a su autoridad”.

Ḥabūs había llegado a al-Andalus con su tío, el mencionado Zāwī, jefe del clan tribal de los Zīríes, beréberes Ṣinhāŷa de la rama de los Barānis, que emigraron a principios del siglo XI tras las diferencias habidas con Bādīs b. al-Manṣūr b. Buluggīn b. Zīrī, señor de Ifrīqiya (996-1016). Según subraya el emir ‘Abd Allāh, (Idem, 82), entre los jefes beréberes que pasaron al territorio andalusí en tiempos de al-Muẓaffar, hijo y sucesor de Almanzor, destacaban Zāwī b. Zīrī y su sobrino Ḥabūs b. Māksan.

Había sido el califa al-Musta‘īn —según informa Ibn ‘Iḏārī— en medio de la gran confusión causada por la fitna beréber y en respuesta a la ayuda recibida por éstos y otros beréberes ‘nuevos’, quien concedió Ilbīra a los Ṣinhāŷa. Informa Ibn Hamad en la obra de M.ª J. Viguera, que “instalados los Zīríes en Ilbīra y extendiéndose hasta Jaén, acordaron crear dos áreas, separadas aunque conectadas, y Zāwī quedó al frente de la de Ilbīra, mientras su sobrino Ḥabūs b. Māksan regía el resto” (véase Zāwī b. Zīrī). Según informa el emir ‘Abd Allāh (El siglo XI, 88), Zāwī decidió instalarse en una sede propia y se trasladó al cercano lugar de Granada, mientras Ilbīra quedaba arruinada y los habitantes del antiguo lugar empezaron a construir sus hogares en el nuevo emplazamiento.

Con el traslado de la capital comenzó la edificación de la que habría de convertirse en una gran ciudad. El núcleo urbano se inició en la colina situada junto a la orilla derecha del río Darro y posteriormente se extendió hacia la zona llana donde se levantó el conjunto de edificios que dieron lugar al espacio principal de la ciudad. Los emires se instalaron en la alcazaba vieja y tanto este emir como sus sucesores mantuvieron como objetivo principal la edificación de la capital, de manera que, en palabras de al-Idrīsī (s. XII) fueron “consoli­dadas sus murallas y construida su alcaza­ba por Ḥabūs al-Ṣinhāŷī, a quien sucedió su hijo Bādīs b. Ḥabūs, en cuyo tiempo fue completada la edificación de Granada y su poblamiento, que aún continúa” (véase Zāwī b. Zīrī).

Ḥabūs se mantuvo al frente de la taifa granadina desde la partida de Zāwī b. Zīrī a Ifrīqiya en 1019-1020 o 1025, como quedó dicho, hasta su muer­te, en 1038, siendo sucedido por su hijo Bādīs y posteriormente por su bisnieto cAbd Allāh que alaba en sus “Memorias” su acertada organización judicial, económica y milita­r, así como la seguridad general conseguida por él. Este retrato halagüeño de sus “Memorias” —en traducción de E. García Gómez (El siglo XI, 92)— dice así: “Ḥabūs b. Māksan encontró despejado su camino y procedió de la mejor manera y de la forma más equitativa. Delegó en los cadíes de sus tierras la misión de dictar sus sentencias, y él apenas intervenía en nada, guardándose muy bien de cometer ningún acto prohibido por la religión ni de sacar dinero a sus súbditos. Las gentes le amaban, ya que en su tiempo estaban seguros los caminos, eran raros los desórdenes y desapareció la injusticia”.

Según la misma fuente, había sido un gobernante de gran habilidad hasta el punto de que dividió el territorio en circunscripciones militares y para éstas animó a cada uno de sus caídes a reclutar cierto número de soldados. De esta forma, todos los contríbulos de Ḥabūs eran señores del territorio que les había sido asignado y con ellos consiguió un consejo de aliados, que sentían la satisfacción de ser dirigentes militares, gobernadores de su propio territorio y participantes en los asuntos de la taifa. Crecieron durante su gobierno los efectivos del ejército y se reforzó la disciplina militar entre los soldados. Era proverbial su amor por los Ṣinhāŷa, y su delicadeza y benevolencia para con sus colaboradores, consiguiendo con todo ello una gran solidez para su taifa.

En lo que se refiere a su política exterior, mantuvo buenas relacio­nes con el eslavo Zuhayr de Almería y reconoció, como su antecesor, a los califas ḥammūdíes, procurando reforzar el grupo de aquellas taifas beréberes frente al expansio­nismo de los cAbbā­díes de Sevilla, ayudando también contra ellos a los Birzā­líes de Carmona que, poco después de la muerte de Ḥabūs, lograron —en octubre de 1039— vencer a los sevillanos en Écija.

La sucesión de Ḥabūs por su hijo Bādīs, decidida por aquél en vida, fue aceptada por su otro hijo Buluggīn b. Ḥabūs pero discutida por un sobrino, Ŷaddayr b. Ḥubaša, que mantenía la esperanza de convertirse en su legítimo sucesor puesto que había ejercido como colaborador de Ḥabūs y dado que, según ‘Abd Allāh, resolvía con inteligencia y pericia todo asunto de responsabilidad que se le encomendaba. Pero la evolución dinástica estatal se consolidaba y el asunto se resolvió a favor de la transmisión patrilineal que, a pesar de no ser habitual en grupos clánicos, se instauró y consolidó entre los Zīríes granadinos.

Ḥabūs b. Māksan murió sin haber acuñado moneda en su nombre.

 

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Fátima Roldán Castro

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