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Rafael Morales Casas

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Biografía

Morales Casas, Rafael. Talavera de la Reina (Toledo), 31.VII.1919 – Madrid, 29.VI.2005. Poeta, profesor universitario y crítico literario.

Nació en el seno de una antigua familia talaverana de acomodados ganaderos y agricultores, aunque venida a menos a finales del siglo XIX. Su padre fue un modesto comerciante. Estudió el bachillerato en el instituto de bachillerato local, donde dio las primeras muestras de inquietud literaria. En esos años fundó la revista Rumbos, donde publicó poemas ultraístas, tal y como haría igualmente en Cristal, dirigida por el entonces poeta y posteriormente prestigioso jurista, Antonio Hernández Gil. Leyó en 1932 la antología poética que le incorporaría definitivamente a las letras: Poesía Española. Antología (Contemporáneos), de Gerardo Diego.

En 1936 se trasladó a Madrid para preparar su ingreso en la Universidad. Por influencia de un familiar, perteneciente a Izquierda Republicana y que fue gobernador civil, simpatizó con esta formación política a la vez que ingresó en la Facultad de Letras en octubre de 1936. Republicano, demócrata y católico, se afilió a la Alianza de Intelectuales Antifascistas, de la que fue el miembro más joven durante la Guerra Civil y a la que llegó apadrinado por Manuel Altolaguirre y Adolfo Salazar Chapela. Colaboró activamente durante ese período con El mono azul con algunos poemas que en algún caso anticipaban los tonos de Poemas del toro. Rechazado inicialmente por menor de edad en el ejército republicano, fue posteriormente militarizado y sirvió de ordenanza del general gobernador de Madrid, Toribio Martínez Cabrera, sin llegar nunca a participar en la guerra. Durante ese período se formó intelectual y humanamente con Vicente Aleixandre (que le dedicó uno de sus Encuentros), y tuvo amistad juvenil con Pablo Neruda, Luis Cernuda, Rafael Alberti, Antonio Rodríguez Moñino o Ramón Sender, entre otros muchos, pero principalmente con Miguel Hernández fue con quien mantuvo una gran amistad y afinidad y que hizo que el poeta de Orihuela le considerara el “poeta de dieciocho años del que espero grandes cosas que nos hacen falta”.

Reincorporado a la vida civil tras los inevitables avatares, publicó Poemas del toro (1943), parcialmente dados a conocer en la revista Escorial. Con este libro de sonetos comenzó la colección de poesía más significativa de la segunda mitad del siglo XX para poetas noveles, posteriormente convertida en Premio Adonáis, bajo la inicial batuta de Juan Guerrero Ruiz y la Editorial Hispánica.

Parcialmente entendido en su época, que no quiso ver lo taúrico sobre lo taurino fundamentalmente, el libro encerraba “el toro de España” significativamente encriptado, y tanto que algún poema como “Toro en la serranía” se escribía inspirado y secretamente dedicado a la resistencia antifranquista. La protección y amistad de Gerardo Diego fueron decisivas en esa década de enfrentamiento poético con la “Juventud Creadora” de García Nieto, y de afinidad y amistad personal con Vicente Gaos, Eugenio de Nora y, sobre todo, con los desarraigados José Luis Hidalgo, José Hierro y el Blas de Otero inaugural. José Hierro señaló ya en esa época cómo las primeras manifestaciones de una estética nueva, la rehumanizadora, surgían de la mano de Rafael Morales contra el uniformismo frío y oficial de la revista Garcilaso, y antes que el emblemático Hijos de la ira de Dámaso Alonso disparara el pistoletazo del desarraigo tremendista.

Una beca del Gobierno portugués le hizo pasar varios meses en Coímbra en 1944. Las primeras traducciones de la poesía lusitana, o de Eça de Queiroz, llegaron de su mano a la España de la posguerra. Tradujo significativamente a Fernando Pessoa en el periódico El Español, y además a Casais Monteiro, Torga y Regio. Aunque pasasen casi desapercibidas, poca duda cabe sobre la significativa incorporación de las grandes figuras portuguesas de la modernidad al pensamiento español, así como la inequívoca adscripción de los poemas seleccionados sobre el yo heteronímico y angustiado que define alguna de las grandes direcciones estéticas de la lírica contemporánea. Posteriormente escribió El corazón y la tierra (1946) y Los desterrados (1947), donde, de manera significativa, defiende las cosas desagradables e incluso antipoéticas, tal y como Pablo Neruda había propuesto. Con fuerte impronta del barroco, tensión emocional, desgarro vital y neorromanticismo se desarrollan estos libros de fuerte corte existencial. Su mirada se ciñe al dolor ajeno, al exilio interior de los desamparados además de conllevar las contradicciones de su catolicismo solidario con el oficial de la España franquista. Al igual que Gaos, Otero o Hidalgo escribió poesía religiosa, pero con el corte fervoroso de Gerardo Diego, y sin la crispación e intencionalidad existencial de la nueva sensibilidad que se iba a imponer y que, en definitiva, fueron la base del comienzo poético de la rebeldía de la década de 1950 y su renovada mirada crítica. Mantuvo algunas discrepancias con los poetas de corte social, no tanto por cuestiones ideológicas, como por formales.

El siguiente libro fue Canción sobre el asfalto (1954), que recibió el Premio Nacional de Literatura, y donde lo insignificante, desamparado y mínimo toman perfil y afrentan al olvido. Asesor de la revista Poesía Española, fue nombrado director de La Estafeta Literaria (1957-1962), que dependía del Ateneo de Madrid.

Fiel a su sus firmes principios humanistas y demócratas con origen en Fernando de los Ríos, fue destituido por Manuel Fraga Iribarne y reemplazado por el falangista Ponce de León, con explícita acusación de liberal por no haber aceptado las correcciones y censuras a una entrevista al cineasta Luis García Berlanga. En el dossier incoado se incluía el cargo de haber firmado una carta propiciada por Ignacio Aldecoa contra la censura y artículos sobre Picasso, Sastre y Camus, que iban censurados por la Dirección General de Prensa. Publicó entonces La máscara y los dientes (1962), que quería ser una alegoría de la vida humana, del hombre y su fragilidad en un mundo falso, lo que será obsesión y leit motiv de sus libros de senectud. Colaboró, junto a José Hierro, con Radio Nacional de España en trabajos ocasionales, y escribió la novela Dardo, el caballo del bosque (1961), que fue Premio Doncel de ese año, y la taúrica (más que taurina), Granadeño, toro bravo (1964). Continuó, en colaboración con su esposa, la filóloga Concepción Barba de Hoyos, la escritura de las tradiciones escritas de varios continentes. Una de ellas, Leyendas mexicanas, recibió el Diploma de Honor del Premio Internacional Andersen en Luxemburgo (1962). A su vez, fue nombrado miembro de la Hispanic Society of America, con sede en Nueva York (1963) e Hijo Predilecto de Talavera de la Reina (1969). La ciudad convocó a su vez el Premio de Poesía que lleva su nombre y premia sus investigaciones de 1950 sobre los lugares de La Celestina, y que le llevaron a señalar a Talavera de la Reina como inequívoca ciudad de referencia para Fernando de Rojas, ya que documenta todas las calles medievales menos la del Vicario Gordo.

En la década de 1970 fue contratado como consejero de la recién creada Fundación Juan March, e ingresó, como profesor de Literatura del Siglo de Oro, en el Departamento de Filología Hispánica de la Facultad de Letras de la Universidad Complutense. Recibió el Premio Álamo por La rueda y el viento (1971), donde intentó resucitar el poema épico-lírico del romanticismo y muestra su sempiterna visión pesimista de la humanidad.

Realizó sus primeros viajes por Centroamérica y Europa como conferenciante. Formó parte del jurado permanente del Premio Adonáis de Poesía (1971), que abandonó en 2000, tras la muerte de su amigo Claudio Rodríguez. Después publicó Prado de serpientes (1982), con título que remeda el “Planto de Pleberio” de La Celestina, y que orienta el libro hacia el desengaño que supone la existencia humana. Tras doce años de silencio, publicó Morales Entre tantos adioses (1993), con el que obtuvo el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Melilla, donde comienza la estética de la desnudez expresiva que concluirá con Poemas de la luz y la palabra (2003). Fernando Lázaro Carreter y Manuel Alvar vincularon el poemario a un impresionismo, en parte unido a la poética del silencio y al valor inaugural de la palabra desnuda, antirretórica. Libro que resalta la dignidad humana y que supone una elegía de corte humanista contra la adversidad. Una gran decantación de su neobarroquismo caracteriza a este libro que toma a la palabra como vehículo de esperanza, y marca una nueva poética que desnuda el verso de lo superfluo y que se inspira en la belleza formal y en la “pura afectividad, es decir, un canto de amor a las cosas, a los animales, y a la humanidad”. En 1993, fue distinguido con la Medalla de Oro de Castilla-La Mancha.

Falleció en Madrid el miércoles 29 de junio de 2005.

 

Obras de ~: Poemas del toro, Madrid, Editorial Hispánica, 1943 (Col. Adonais, n.º 1) (reed. Madrid, Rialp, 1993; Boadilla del Monte, La Palma, 1993); El corazón y la tierra, Valladolid, 1946 (Col. Halcón, n.º 3); Los desterrados, Madrid, 1947 (Col. Adonais, n.º 35); “Otro escenario más para La Celestina”, en Cuadernos de Literatura (Consejo Superior de Investigaciones Científicas), vol.VII (1950), págs, 221-231; Canción sobre el asfalto, Madrid, Editorial Antonio Oliver, 1954 (Col. Los poetas, n.º 1); Narraciones de la vieja India, Madrid, 1957; Leyendas del Río de la Plata, Madrid, 1958; Leyendas de los Andes, Madrid, 1959; Leyendas del Caribe, Madrid, 1959; Leyendas de los Estados Unidos y Canadá, Madrid, 1960; Leyendas del Al-Ándalus, Madrid, 1961; Dardo, el caballo del bosque, Madrid, 1961; La máscara y los dientes, Madrid, Prensa Española,1962; La rueda y el viento, Salamanca, Editorial Álamo, 1971; Los cien poetas mejores de la lírica castellana, Madrid, Giner, 1974; Obra poética (1943-1981), Madrid, Espasa Calpe, 1982 (Selecciones Austral) (incluye Prado de serpientes); Entre tantos adioses, Melilla, Ayuntamiento y Universidad Nacional de Educación a Distancia, 1993 (Col. Rusadir, n.º 22); Prado de serpientes. Entre tantos adioses, Bilbao, Muelle de Uribitarte Editores, 1996; Antología poética de Gerardo Diego, Madrid, Rialp, 1996; Por aquí pasó un hombre (Antología poética), Madrid, Consejería de Educación y Cultura (Comunidad de Madrid) y Fundación Gerardo Diego, 1999 (Col. Poesía en Madrid, n.º 1); Obra poética completa (1943- 1999), Madrid, Calambur Editorial, 1999; Poemas de la luz y la palabra, Madrid, Hiperión, 2003; La aventura de ser, ed. al cuidado de Pablo Rojas e Ignacio Monar, Talavera, Ayuntamiento, 2019; Prosa crítica, ed. de Javier Domingo, Madrid, Fundación Universitaria Española, 2019.

 

Bibl.: E. Alarcos Llorach, “Rafael Morales: Canción sobre el asfalto”, en Pliego Crítico, 1 (1955), págs. 18-20; A. Gamoneda, “Poesía y conciencia. Notas de una revisión”, en Ínsula, 204 (1963), pág. 4; F. Rubio, “La poesía española en el marco cultural de los primeros años de posguerra”, en Cuadernos Hispanoamericanos, XCII, 276 (1973), págs. 441-467; J. L. Cano, “La poesía de Rafael Morales: de Poemas del toro a Canción sobre el asfalto”, en Poesía española contemporánea. Generaciones de posguerra, Madrid, Guadarrama, 1974, págs. 53-57; E. Moreno Báez, “Comentario a un soneto de Rafael Morales”, en Studia Hispanica in Honorem Rafael Lapesa, vol. III, Madrid, 1975, págs. 363-368; F. Díaz de Castro, “Entre tantos adioses: elegía y homenaje en Rafael Morales”, en VV. AA., Poesía española contemporánea: catorce ensayos críticos, Málaga, 1977, págs. 169-177; E. Miró, “Continuidad y depuración en el regreso de Rafael Morales”, en Ínsula, 256 (1982), pág. 6; J. Paulino Ayuso, La poesía en el siglo XX: desde 1939, Madrid, Playor, 1983; V. Aleixandre, “Rafael Morales llega a Madrid”, en Los Encuentros, Espasa Calpe, 1985, págs. 237-240; J. Marco, Poesía española. Siglo XX, Barcelona, Edhasa, 1986; V. García de la Concha, La poesía española de 1935 a 1975. De la preguerra a los años oscuros, 1935-1944, vol. I, Madrid, Cátedra, 1987, págs. 402-410; P. Palomo, Poesía en el siglo XX (desde 1939), Madrid, Taurus, 1988; F. Lázaro Carreter, “Entre tantos adioses de Rafael Morales”, en ABC Cultural, 24 (1993), pág. 7; M. Alvar, “La palabra liberada”, en Blanco y Negro, 3894 (1994), pág. 8; E. Miró (coord.), Rafael Morales. Homenaje, Madrid, Universidad Complutense, Facultad de Filología, 1995; J. Benito de Lucas, Literatura de posguerra, Madrid, Cincel, 1997; M. A. Gimeno, La poesía de Rafael Morales: de “Poemas del toro” a “Entre tantos adioses”, Talavera de la Reina, Ayuntamiento, 1998; G. Carnero, “Por aquí pasó un hombre. Rafael Morales”, en El Cultural, 16 de enero de 2000; F. J. Díez de Revenga, “Rafael Morales: poesía y poética”, en Hesperia. Anuario de Filología Hispánica, III (2000), págs. 25-34; R. Morales Barba, “Los años inclementes. Rafael Morales en el Ateneo”, en VV. AA., Ateneístas ilustres, vol. I, Madrid, Ateneo, 2004, págs. 433-440.

 

Rafael Morales Barba y Fernando Yubero Ferrero

 

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