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Jaime IV de Mallorca

Biografía

Jaime IV de Mallorca. Perpiñán (Francia), 1337 – Soria, 1375. Infante de Mallorca, duque de Calabria.

Hijo de Jaime III de Mallorca y de Constanza de Aragón. En 1338 fue jurado heredero de la Corona de Mallorca. Su vida, desde la niñez, estuvo influida y determinada por el trágico acontecimiento de la pérdida de la Corona por Jaime III, en 1343-1344; años más tarde, en 1349, pasó por la terrible experiencia de presenciar, en la batalla de Llucmajor, la muerte de su padre y de su hermano Pagano, y él mismo resultó gravemente herido en el fragor del combate.

Su vida, a partir de entonces y hasta 1362, transcurrió en medios carcelarios. Por decisión de Pedro el Ceremonioso, rey de Aragón, el infante Jaime y otros familiares reales fueron encerrados, en un primer momento, en el castillo de Bellver, aunque poco después fueron trasladados a Valencia. Una vez allí, los familiares fueron separados: la reina Violante y la infanta Isabel fueron encerradas en un convento y el infante Jaime confinado en el castillo de Játiva, con instrucciones concretas de aislamiento.

El inicio de la Guerra de los Dos Pedros, en 1356, convirtió al preso en un factor de peligro. Por esta razón, en 1358, el rey de Aragón dispuso su traslado a Barcelona, siendo encarcelado en el Castell Nou. El Rey elaboró una compleja normativa en torno a la custodia del preso. Su vigilancia correría a cargo de cuatro hombres en turnos de rotación semanal, no podría recibir visitas, salvo de su familia, ni escribir cartas, y la correspondencia que le fuera enviada, sería intervenida. Bajo ningún concepto podría salir del castillo y de noche debía permanecer dentro de una jaula de hierro junto con uno de los guardas. La rotación semanal, pensada para evitar relaciones y tolerancias, se convirtió en el mayor instrumento de difusión de la situación del preso. Muy pronto —la noticia corría de boca en boca— toda Barcelona conocía sus condiciones de encarcelamiento. Lo que el Rey quiso —su aislamiento total, su muerte en vida— se convirtió en una reacción generalizada de piedad y afecto; lo que el Rey esperaba, que la dureza de las condiciones carcelarias provocaran la claudicación del infante Jaime, es decir, su renuncia a los derechos sobre la Corona de Mallorca, nunca fue aceptado por el preso.

Dentro del creciente ambiente de simpatía hacia el infante, nadie se atrevía a pedir su libertad o una mejora de sus condiciones, pero determinados círculos estaban resueltos a actuar por su cuenta. Eran medios eclesiásticos, encargados de la tutela espiritual del preso, y algunos caballeros que intervenían en los turnos de guardia. En la madrugada de los días 1 al 2 de mayo de 1362 los conjurados, con la complicidad de los oficiales del castillo, penetraron sin problemas en el Castell Nou, llegaron a la cámara del preso, apuñalaron al que dormía junto al infante en la jaula y liberaron a éste. Pedro el Ceremonioso se encontraba entonces ausente de Barcelona, en Perpiñán, circunstancia que fue aprovechada por los conjurados para acometer su proyecto.

A partir de mayo de 1362 se pierde el rastro del infante Jaime hasta el mes de septiembre del mismo año. Para algunos historiadores, el infante se refugió en la baronía de Omelades, donde residía su hermana Isabel, para otros se embarcó rumbo a Nápoles. De hecho, la reina Juana de Nápoles en septiembre de 1362 divulgó su decisión de casarse con el infante Jaime.

El matrimonio tenía cierta lógica —la Casa de Nápoles era tradicional enemiga de los reyes de Aragón—, pero los intereses de los contrayentes eran muy diferentes: Jaime quería ceñir una corona y servirse de ella para luchar contra Pedro el Ceremonioso, Juana buscaba un consorte, no un marido que gobernara en su nombre, y no deseaba conflictos externos. Juana pensaba que Jaime, tras sus penalidades, sólo deseaba llevar una vida tranquila. Jaime pensaba que Juana acabaría sosteniendo sus proyectos. Pero Juana quiso dejar bien claro el papel respectivo tras el matrimonio, formalizando un contrato prematrimonial, que fue aceptado por Jaime sin problemas, porque no tenía otra alternativa y porque pensaba que, una vez casado, podría cambiar la situación a su favor. En mayo de 1363, a un año justo de su liberación, se celebró la boda.

Los intentos de Jaime por asumir algún tipo de responsabilidad en la gestión política del reino fracasaron, el matrimonio acabó haciendo vida separada y finalmente abandonó Nápoles, de forma amistosa. Su intención final era recuperar la Corona de Mallorca, pero para ello debía involucrarse en la Guerra de los Dos Pedros. En 1367 estaba en Burdeos, en el entorno del príncipe Negro, aliado de Pedro I el Cruel.

El príncipe inglés le confió el mando de una de las compañías, participando en la batalla de Nájera y penetrando hasta Valladolid. Allí cayó enfermo y, ante la retirada del príncipe Negro, decidió permanecer en dicha ciudad, aún a riesgo de caer en manos de Enrique de Trastámara.

En efecto, Enrique no tardó en ocupar Valladolid y capturar al enfermo; después, por segunda vez en su vida, fue encarcelado en el castillo de Curiel. El infante significaba un rehén valioso, tanto para las Cortes de Barcelona como de París. El primero en reclamar al preso fue el rey de Aragón, aliado de Enrique, aunque a sus espaldas había estado negociando, a través de agentes ingleses, con Pedro el Cruel a raíz de su victoria de Nájera. Finalmente, fue Luis d’Anjou, hermano de Carlos V de Francia, quien negoció el rescate del infante Jaime; pero se trataba de un rescate a cambio de un tratado, por el que el infante le cedía el Rosellón, a cambio de ayuda para recuperar el reino de Mallorca.

Después de tres años de cautiverio, el infante Jaime volvía a ser libre; visitó al Papa y permaneció algún tiempo en Nápoles. En 1372 comenzó los preparativos de invasión de Cataluña, concentrando las fuerzas en Tolosa y Narbona. Finalmente, en agosto de 1374 el infante Jaime, acompañado de su hermana Isabel, se puso en marcha; atravesó el Rosellón, pasando a una prudente distancia de Perpiñán, y se internó por la comarca de Conflent, menos vigilada.

Entró en Cataluña por el condado de Urgell. A partir de entonces se organizaron al modo de guerrillas y se dedicaron al saqueo y al incendio.

Lo que no pudo conseguir Felipe el Atrevido, en 1285, lo consiguió el infante Jaime, en 1374: penetrar en profundidad en Cataluña hasta el punto de llegar a Sant Cugat del Vallés, a 12 kilómetros escasos de Barcelona. Nadie fue a su encuentro, ni nadie se le opuso; era una victoria moral.

La estrategia del infante Jaime había demostrado su brillantez al presentarse cerca de Barcelona, pero sus tropas, apenas seis mil hombres, sin un refuerzo adecuado y sin el apoyo de la misma población no podían ir más allá, ni menos intentar asaltar la capital del Principado. Consciente de su debilidad, el infante decidió regresar al condado de Urgell, donde se le unieron doscientos caballeros castellanos. Poco después pasaba la frontera castellana, refugiándose en Soria. En el camino, el infante cayó enfermo, falleciendo en dicha ciudad en febrero de 1375. En su testamento, dictado el 16 de febrero de este año, nombraba heredera de todos sus derechos a su hermana Isabel, que le había acompañado en todas las acciones de la entrada en Cataluña.

 

Bibl.: A. Lecoy de la Marche, Les relations politiques de la France avec les royaume de Majorque, Paris, E. Leroux, 1892, 2 vols.; R. Tasis, La vida del rei en Pere III, Barcelona, Editorial Aedos, 1954; C. A. Willemsen, Ocaso del reino de Mallorca y extinción de la dinastía mallorquina, Palma de Mallorca, 1955, J. E. Martínez Ferrando, La trágica història dels reis de Mallorca, Barcelona, Editorial Aedos, 1961; Pedro el Ceremonioso, “Crónica”, en F. Soldevila (ed.), Les Quatre Grans Cròniques, Barcelona, Editorial Selecta, 1971, F. Sevillano, “De la Cancillería de los reyes de Mallorca”, en Boletín de la Sociedad Arqueológica Luliana, 34 (1973), R. Pinya Homs, Els reis de la Casa de Mallorca, Palma de Mallorca, Ajuntament, 1982.

 

Pau Cateura Bennàsser

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