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Francisco de Paula Montemar y Moraleda

Biografía

Montemar y Moraleda, Francisco de Paula. Conde de Rosas (I), marqués de Montemar, en Italia. Sevilla, 13.III.1825 – Madrid, 6.XII.1889. Periodista, escritor, político y diplomático.

Hijo de Carlos Montemar y Ana Moraleda, nació en Sevilla, pero a los siete años marchó a Madrid, donde sus padres fijaron su residencia. En la capital hizo sus primeros estudios y, a pesar de querer cursar Derecho, tuvo que suspenderlos por disposición facultativa a consecuencia de una grave enfermedad. Estudió luego lenguas extranjeras, en particular el francés, que llegó a dominar. Se casó con María Encarnación González Cordón y Fraile, natural de Madrid. Era hermano suyo Carlos Montemar y Moraleda, doctor en Medicina y Cirugía por la Universidad Central (17 de febrero de 1856), médico forense en Sevilla y luego en La Habana, donde asistió en 1885 a la exhumación del diestro Cúchares (Francisco Arjona Herrera, Madrid, 1818-La Habana, 1868), para el traslado de sus restos a Sevilla.

Paco Montemar, como era conocido por sus coetáneos, cultivó la literatura dramática, escribiendo unas seis obras originales, y traduciendo y arreglando otras francesas para la escena española. Sin embargo, destacó, sobre todo, como periodista, tanto literario como político. En efecto, en 1846 era ya director de la Revista de Teatros.

Hacia 1847 se afilió al Partido Progresista. En 1849 figuraba como secretario del Círculo de la Amistad, sociedad política creada con el fin de reunir a los liberales dispersos. Al año siguiente, fue elegido uno de los dos secretarios del Casino de Autores Dramáticos de Madrid. En 1852 entró a formar parte de la redacción de La Nación, junto a Rúa Figueroa, Romero Ortiz, Augusto Ulloa y otros. A raíz de la agitación política de 1853, Montemar firmó con sus compañeros la protesta de la prensa liberal lanzada contra el presidente Sartorius, conde de San Luis. En febrero de 1854 era detenido en Madrid como redactor de Las Novedades, al igual que otros colegas de la prensa de oposición. En julio de aquel mismo año, después de permanecer oculto algunos días en Madrid, fue comisionado para intentar un movimiento revolucionario en Badajoz y preparar la retirada en el caso de que el general O’Donnell —con sus planes vicalvaristas— tuviera que replegarse sobre aquella plaza. Realizado ese movimiento y constituidas las Juntas de Gobierno, Montemar figuró en la Junta de Gobierno de Badajoz, siendo después elegido diputado constituyente, merced a la influencia del acaudalado progresista Rodríguez Leal.

Así pues, fue diputado constituyente por la provincia de Cáceres, de 1854 a 1856 (del 13 de noviembre de 1854 al 2 de septiembre de 1856). A la vez fue invitado a aceptar un cargo oficial por el ministro de la Gobernación y también por el de Estado (J. F. Pacheco), quien le ofreció la secretaría de la embajada en Roma. Sin embargo, Montemar no quiso aceptar ningún destino ofrecido a los jóvenes por la Unión Liberal para conseguir adeptos, ni siquiera la encomienda de número de Carlos III, prefiriendo ocupar su puesto en las Cortes. En la Asamblea Constituyente, Montemar permaneció unido al grupo de jóvenes liberales, con Calvo Asensio, Sagasta, Fernández de los Ríos y otros.

Dispersadas las Cortes por la fuerza, Montemar se retiró a la prensa. Entonces empezó la campaña tanto de Las Novedades de Fernández de los Ríos como de La Iberia dirigida por Calvo Asensio, sosteniendo la bandera progresista, agrupando a los miembros dispersos y preparando la reorganización del partido, que llevó luego a cabo su minoría en las Cortes de 1858, en las que Montemar no salió elegido. Aquel mismo año, Montemar ya era director de Las Novedades, donde combatió al unionismo con vehemencia.

Además, habiendo sido de joven aficionado al toreo, matando incluso algún becerro, en 1862 desde el diario que dirigía hizo una encendida defensa de las corridas de toros y del arte taurino frente a sus detractores.

En aquellos momentos se le consideró uno de los más activos representantes de la prensa progresista, contribuyendo así a derribar el trono de Isabel II. De hecho, hacia 1865, hizo triunfar en el partido la idea de adoptar una política revolucionaria, absteniéndose de presentarse a los comicios electorales, idea que fue aceptada por el partido en la reunión del Comité Central progresista en noviembre de 1865. Cuando estalló el movimiento de 1866 y el general Prim se sublevó en Villarejo de Salvanés, Montemar formó parte de la Junta Revolucionaria establecida en Madrid compuesta, entre otros, por Aguirre, Zorrilla, Sagasta, Becerra y Vicente Rodríguez, continuando al lado de sus amigos hasta después del motín de los sargentos del cuartel de San Gil el 22 de junio de 1866, en que Montemar fue condenado a muerte en el mismo proceso que Sagasta, por delación de un general unionista, a quien los dos salvaron la vida en la mañana del 22.

Entonces Montemar logró emigrar y permaneció en Francia. En la clandestinidad, firmaba y era conocido como el Triste o Moresqui. En el país galo, trabajó de acuerdo con Juan Prim, con quien mantuvo una correspondencia muy frecuente en el exilio; desde entonces permaneció vinculado completamente al general catalán, hasta que éste cayera asesinado. Tras la derrota sufrida por la emigración en la intentona de Prim de 1867, al año siguiente comenzaron los tratos de los revolucionarios con la Unión Liberal. Montemar, siendo contrario, pasó por uno de los más intransigentes en este punto. Siguió conspirando en compañía del general Moriones cerca de la frontera hasta que, a raíz del pronunciamiento de Cádiz en septiembre de 1868, entró en inteligencia con el general Fernando Fernández de Córdova y otros unionistas, que se hallaban en Bayona.

Tras dos años de emigración, regresó a España y fue elegido miembro de la Junta Superior Revolucionaria (del 5 al 19 de octubre de 1868), en la que apoyó las soluciones más liberales. Constituido el Gobierno provisional, sin ser diplomático de carrera, fue nombrado ministro plenipotenciario de España en Florencia, cerca de la Corte del rey Víctor Manuel II (por decreto de 28 de diciembre de 1868, tomando posesión el 13 de enero de 1869), en función de “sus circunstancias especiales y el conocimiento que tiene de los intereses recíprocos de los dos Estados”, según indicaban sus credenciales.

En 1869, fue elegido diputado por Plasencia en las Cortes Constituyentes (del 16 de febrero de 1869 al 22 de noviembre de 1869) y, por incompatibilidad, dimitió de ministro plenipotenciario, regresando en marzo a España. Entonces, el presidente del Consejo de Ministros, general Juan Prim, le confió una misión extraordinaria y reservada para conseguir la aceptación de la Corona española por un príncipe Saboya, el joven duque de Génova. Para ello realizó dos viajes; el primero, del 24 de abril al 4 de junio, entrevistándose con el propio príncipe Tomás que estudiaba en Inglaterra; y el segundo, del 26 de agosto al 13 de septiembre, a Italia y París. Sin embargo, la misión no surtió efecto.

Volvió a Florencia por segunda vez como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario (por decreto del 6 de noviembre de 1869, tomando posesión el 14 de noviembre de 1869), con la orden de Prim de que diese los primeros pasos a favor de la candidatura del duque de Aosta para el trono de España, misión que cumplió sin ahorrar esfuerzos e influyendo desde allí en la prensa madrileña a favor de tal proyecto. El éxito sólo llegó a raíz de la derrota de Napoleón III en la guerra franco-prusiana y, caído el II Imperio francés, Montemar consiguió por fin que el príncipe Amadeo doblegase su voluntad y aceptase el ofrecimiento español. Cuando su elección alcanzó la mayoría en las Cortes Constituyentes, el triunfo de la candidatura Saboya otorgó a Montemar fama y celebridad como diplomático. Además, su tesón fue premiado por el rey de Italia con el título de marqués de Montemar. En marzo de 1871 recibió la comisión especial de acompañar a la reina María Victoria dal Pozzo en su delicado viaje desde Turín hasta Madrid, por lo que el rey Amadeo I le concedió el título español de conde de Rosas. De regreso a Florencia a mitad de mayo, Montemar recibió la orden de hacer entrega de las insignias del Toisón de Oro al príncipe de Cariñano y de las Damas Nobles a la duquesa de Génova y a la princesa del Piamonte. Luego, día 30 de junio, cumplió las instrucciones de asistir al acto oficial de entrada del rey Víctor Manuel II de Italia en Roma, al igual que los demás miembros del cuerpo diplomático. Lo mismo haría en diciembre, para asistir a la apertura del Parlamento italiano en Roma.

Senador electivo por Segovia, recibió el dictamen de la Comisión de Incompatibilidades por el que se le comunicaba (20 de junio de 1871) la compatibilidad con el desempeño de su cargo como ministro plenipotenciario de España en Italia. En Florencia y luego en Roma, con el traslado de la capital italiana, Montemar permaneció desempeñando este cargo hasta el 14 de febrero de 1873, en que presentó su dimisión al haberse proclamado la Primera República Española.

A principios de abril, Montemar cumplió la orden de acudir a Florencia y Turín en nombre del Gobierno de la República española para saludar a los ex-reyes de España, Amadeo y María Victoria, acompañándoles a su llegada a Italia.

Tras la abdicación del rey Amadeo I, Montemar figuró en el Partido Radical. Después de la Restauración de Alfonso XII, se trasladó a Francia, donde trabajó por la causa republicana junto a Manuel Ruiz Zorrilla y se convirtió en uno de los miembros más notorios de su partido, preparando el pronunciamiento de Manuel Villacampa en Madrid en 1886. En la Junta Directiva del Partido Republicano Progresista, Montemar fue vicepresidente en 1883 y 1885, ocupando la presidencia desde 1886 hasta su muerte.

Montemar falleció de una pulmonía en Madrid, el 6 de diciembre de 1889. Los republicanos anunciaron abiertamente que su entierro sería una manifestación pública, con lo que se les acusó de utilizar el cadáver de un amigo como bandera de propaganda.

El Gobierno liberal-fusionista de Sagasta prohibió, de forma preventiva, que el cortejo fúnebre pasara por determinadas calles, en particular por la Puerta del Sol, situando allí a varias parejas de la Guardia Civil y del cuerpo de orden público. Con todo, su entierro se convirtió en una auténtica manifestación política.

Montemar fue considerado una persona viva, inteligente e ilustrada, con una mezcla de osadía y buenas formas, sin dotes oratorias, pero constante en sus opiniones políticas, de carácter franco, comunicativo, orgulloso y algo olvidadizo. Como escritor político, se le conceptuó activo, oportuno y valiente.

Tanto fuentes italianas como obras impresas (de Ruiz Zorrilla, de Cuenca, de Álvarez Villamil, la voz “F.P. Montemar” de la Enciclopedia Espasa), coinciden en afirmar que Montemar dejó unas Memorias o un Diario íntimo, con su correspondencia privada con Prim, en la que recogía el testimonio de cómo se llevó a un vástago de la dinastía Saboya a subir al trono español, obra que no se ha localizado.

 

Obras de ~: con M. Soriano Fuertes, La Pepa: canción española, poesía de F. Montemar [Madrid], Lodre [1841]; El ventorrillo de Alfarache: Cuadro de costumbres andaluzas. Zarzuela, música de M. Soriano Fuertes, Madrid, Boix, 1843; La ilusión ministerial: comedia original en tres actos y en verso, Madrid, Vicente Lalama, 1846; La feria de Ronda. Cuadro de costumbres andaluzas, Madrid, Viuda de Lalama, 1847; Las camaristas de la Reina: comedia en un acto, traducida del francés, Madrid, Imprenta de la Luneta, 1847; El nudo gordiano: drama en cinco actos y en prosa, traducido del francés, Madrid, Lalama, 1848; con M. M. Santa Ana y C. Suárez Bravo, El día dos de Mayo de 1808 en Madrid y muerte heroica de Daoiz y Velarde: drama original en tres actos en verso, Madrid, Imprenta D. L. Cordón, 1848; con R. de Navarrete, Mauricio el republicano: drama en cinco actos, arreglado para la escena española, Madrid, J. González y A. Vicente, 1848; Nobleza republicana: drama en cuatro actos, Madrid, J. González y A. Vicente, 1848; A. E. Scribe, La amistad o las tres épocas: comedia en tres actos, traducida al castellano, Madrid, Imprenta de D. D. S. Omaña, 1849; El ciego de Orleans: drama en cuatro actos, traducida al castellano, Madrid, Vicente Lalama, 1849; Misterio de bastidores: zarzuela en un acto, música de C. Oudrid, Madrid, Imprenta de D. S. Omaña, 1849; El hijo del diablo: drama en cuatro actos, arreglado a la escena española, Madrid, Imprenta de D. S. Omaña, 1849; ¡Al asalto!: comedia en dos actos, arreglada al teatro español, Madrid, Vicente Lalama, 1850; La paga de Navidad: zarzuela original en un acto, música de C. Oudrid, Madrid, Vicente Lalama, 1851; Pecado y penitencia: comedia en tres actos, arreglada a la escena española, Madrid, Vicente Lalama, 1852; Lo que está de Dios...: comedia en tres actos, arreglada a la escena española, Madrid, Vicente Lalama, 1852; J. F. A. Bayard, La rueca y el cañamazo: comedia en dos actos, traducida del francés con I. Gil y Baus, Madrid, Vicente Lalama, 1853; La pastora de los Alpes: drama en cinco actos, traducido del francés con D. Carballo, Madrid, Imprenta a cargo de C. González, 1853; con I. Gil y Baus, El rábano por las hojas: comedia en tres actos, arreglada a la escena española, Madrid, Imprenta a cargo de C. González, 1853; con S. Moret, J. Echegaray, L. Figuerola et al., Conferencias librecambistas: discursos pronunciados en el Ateneo Científico y Literario de Madrid por varios individuos de la “Asociación para la Reforma de los Aranceles de Aduanas”, en el curso 1862-63, Madrid, M. Galiano,1863.

 

Fuentes y bibl.: Archivo del Congreso de los Diputados, Serie documentación electoral, 37 n.º 16; 60 n.º 11; 140, n.º 16, 17 y 19; Archivo del Senado, Exps. personales, HIS- 0296-05; Archivo Histórico del Ministerio de Asuntos Exteriores (Madrid), Personal, sig. P172, exp. 09037; Correspondencia de las Embajadas (Italia), 1868-1873; Archivio Storico-Diplomatico del Ministero degli Affari Esteri (La Farnesina, Roma), Serie III y IV; Archivio Centrale dello Stato (EUR-Roma), Fondo Gabinetto Vittorio Emanuele II; Archivio dello Stato (Turín); Archivo Saboya, Corte, Legado Humberto II; Archivo General de la Administración (Alcalá de Henares), Aga-Topográfico, 12, 52, CA, 20135; Biblioteca Nacional de España, Carta de Francisco Montemar, a Manuel Juan Diana (1814-1881), Madrid, 10 de marzo de 1846, MSS/12945/16; Retrato [material gráfico], ER/43.

“D. Francisco de Paula Montemar”, en Los diputados pintados por sus hechos. Colección de estudios biográficos sobre los elegidos por el sufragio universal en las Constituyentes de 1869, Madrid, R. Labajo y C. ed., 1869-1870, vol. II, págs. 10-12; M. Ruiz Zorrilla, A sus amigos y adversarios, Londres, 1877, pág. 20; Á. M. Segovia, Figuras y figurones, ts. I-XXIV, Madrid, Jaramillo, 1881; J. Sánchez de Neira, Gran Diccionario Taurómaco, Madrid, Velasco, 1896; I. Fernández y Sánchez, Año biográfico español, Barcelona, Antonio J. Bastinos, 1899; M. Ossorio y Bernard, Ensayo de un catálogo de Periodistas Españoles del siglo xix, Madrid, Imprenta y Litografía de J. Palacios, 1903; F. Cuenca, Biblioteca de Autores Andaluces. Modernos y Contemporáneos, vol. I, La Habana, Dorrbecker, 1921; M. Méndez Bejarano, Diccionario de Escritores, Maestros y Oradores naturales de Sevilla y su actual provincia, vol. II, Sevilla, Tipografía Gironés, 1923; V. Álvarez Villamil y R. Llopis, Cartas de conspiradores. La revolución de Septiembre. De la emigración al poder, Madrid, Barcelona, Espasa Calpe, 1929, pág. 278; F. Cuenca, Teatro Andaluz Contemporáneo, vol. I, La Habana, 1937; F. Agromonte Cortijo, Diccionario Cronológico Biográfico Universal, 2.ª ed., Madrid, Aguilar, 1952; E. Esperabé de Arteaga, Diccionario Enciclopédico Ilustrado y Crítico de los Hombres de España, Madrid, Gráficas Ibarra, 1956; Fundación Juan March, Catálogo de obras de teatro español del siglo XIX, Madrid, Fundación Juan March, 1986, pág. 141; T. Rodríguez Sánchez, Catálogo de Dramaturgos españoles del siglo XIX, Madrid, FUE, 1994, pág. 395; M. Mugnaini, Italia e Spagna nell’età contemporánea. Cultura, política e diplomazia (1814-1870), Alessandria, Edizioni dell’Orso, 1994, pág. 256; Índice Biográfico de España, Portugal e Iberoamérica, t. VII, München, Saur, 2000, pág. 2418; I. M. Pascual Sastre, La Italia del Risorgimento y la España del Sexenio democrático (1868-74), Madrid, CSIC, 2001, págs. 171-262; M. Cuccu y J. Palomas i Mocholí, La Italia de Víctor Balaguer, Vilanova i la Geltrú, Biblioteca- Museu Víctor Balaguer, 2004, págs. 87-89 y 112-114.

 

Isabel M. Pascual Sastre

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