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José Moncayo Cubas

Biografía

Moncayo Cubas, José. Málaga, 1867 – Madrid, 1941. Actor, cantante.

Descendía de familia de artistas por vía materna: su madre, Manuela Cubas, fue tiple de zarzuela. Desde temprana edad, José Moncayo Cubas quiso siempre ser actor, aunque también tuvo veleidades taurinas y algunas temporadas las pasó entre capeas y tentaderos, presumiendo de tener algunas cicatrices por asta de toro.

A los quince años, trabajó de segundo apunte con el actor y empresario Francisco Arderius, el de la compañía de bufos, en el madrileño teatro Príncipe Alfonso.

Después, entró en el coro musical del teatro, cobrando, según contaba él mismo, 14 reales de sueldo.

Vivió temporadas de bohemia con otros compañeros.

Improvisaron una compañía de aficionados, en la que a él le solían tocar los papeles femeninos. Refería graciosamente que en algunos lugares le mandaban ramos de flores al camarín y hasta propuestas de matrimonio.

Todo ese bagaje profesional acentuó más en él su peculiaridad como futuro gran actor cómico.

En Madrid debutó más en serio el año 1893, en el teatro Moderno, con El cabo Baqueta y El monaguillo.

En el Príncipe Alfonso destacó con la comedia Compañero y sacristán, ya de primer actor. Después vendrían sus éxitos en los teatros de la Zarzuela y Apolo: La maja, El gaitero...

Se especializó en el género chico. Fue uno de los primeros actores, junto a Emilio Mesejo, en el madrileño teatro Apolo, considerado “el templo del género chico”, funciones líricas, de breves zarzuelas, en un solo acto, que, en cualquier caso, no excedían de una hora de duración.

Interpretó entre otros personajes el Fernando de La viejecita, el Tragaviñas de La guardia amarilla y el don Tancredo, de El juicio oral.

Otras obras en las que tomó parte fueron El cabo primero, El perro chico, Quo vadis?, El húsar de la guardia, Las bribonas, El amigo Melquíades, El príncipe Casto y El fresco de Goya. Todo un repertorio de comedias escritas por Carlos Arniches, Pedro Muñoz-Seca y Pérez Fernández, entre otros autores de esa época.

Tuvo una vez la infausta decisión de aceptar un contrato en Hispanoamérica. Un supuesto acreditado empresario, apellidado Pastor, lo sacó del teatro Apolo para una gira al otro lado del Atlántico. Resultó un fiasco. La realidad era que quien lo embarcó en esa aventura no disponía de capital alguno y el actor pasó angustia, miedo y hambre hasta que pudo regresar a España.

Fue uno de los actores cómicos más celebrados de su tiempo. Estuvo tan cotizado, que percibía 100 pesetas diarias, todo un capital en la época, últimos años del siglo XIX y principios del XX.

Derribado el teatro Apolo, cuya última función tuvo lugar el 30 de junio de 1929, Pepe Moncayo estuvo en la compañía del teatro Reina Victoria. Entonces ya había dejado sus personajes de golfos graciosos y castizos y le obligaban a vestir de etiqueta en teatro de alta comedia y operetas. Le empezó a fallar la voz; poco a poco, llegó la inevitable decadencia.

Celia Gámez lo ayudó dándole algunos papeles en sus revistas musicales, en la década de 1930. Aquel hombre que tanto había hecho reír en sus más de cuatro décadas de primer actor, que ganó mucho dinero y fue muy popular, vivió en sus últimos años una vejez intranquila y llena de penurias, hasta morir víctima de la tuberculosis.

 

Bibl.: El Caballero Audaz, Galería, t. II, Madrid, E.C.A., 1944, págs. 235-241; J. Huerta, E. Peral Vega y H. Urzáiz Tortajada, Teatro Español (de la A a la Z), Madrid, Espasa Calpe, 2005, pág. 483.

 

Manuel Román Fernández