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Amalia Molina Pérez

Biografía

Molina Pérez, Amalia. Sevilla, 8.I.1881 – Barcelona, 8.VII.1956. Tonadillera y bailarina.

Nacida en el popular barrio sevillano de la Macarena, acompañaba siempre a su madre que, además de cigarrera, cantaba por pura afición en las fiestas familiares.

Al ver que estaba dotada para el baile, la apuntaron, sucesivamente, en las academias de Castillo, Pericet y Otero. A los siete años quedó huérfana y sus abuelos se hicieron cargo de ella, pero, al desaparecer también éstos, se quedó con una tía de escasos recursos, de modo que Amalia Molina empezó a bailar en los salones del maestro Otero, que le abonaba un duro por sesión. En 1901 actuaba en el sevillano Café Novedades con artistas tan famosos como La Macarrona, La Trini, La Melliza, La Roteña, Rita Ortega o Antonio Chacón.

Cuando el 17 de mayo de 1902, Alfonso XIII juró la Constitución e iniciaba su reinado, llegó a Madrid la inquieta Amalia. Se dirigió al Novedades de la capital española y, tras solicitar una prueba al empresario, bailó el “Zapateado de María Cristina”, cantó por soleares, interpretó el “Tango de los lunares” de Valverde y Barrero, culminando la prueba con el “Tango del Morrongo”, que cantó con indudable picardía.

Fue contratada por seis meses ganando 10 pesetas al día, pero su “Tango de los lunares” tuvo tal éxito que en tan sólo cinco meses se le subió el sueldo a 25 pesetas, alternando en el escenario con La Fornarina, de la que sería gran amiga.

En 1905, regresó a Sevilla, ya consagrada como una de las primeras estrellas del género ínfimo, para actuar en el teatro del Duque. Posteriormente actuó en Barcelona en el Gran Vía y regresó al Actualidades de Madrid, pasando después al Novedades y al teatro de la Zarzuela, debutando en 1906 en el Kursaal Central e, incluso, Enrique Granados la requirió para interpretar en París el intermedio de “Goyescas”. En Francia también actuó en Biarritz, comenzando entonces una gira por España, que luego extendió hasta Lisboa, durante la cual fue pionera al incorporar a su repertorio el folclore de las distintas regiones españolas, siendo la primera en utilizar trajes y canciones de otras regiones diferentes a Andalucía, usando de fondo los telones que Muriel le pintaba para cada provincia. Nació de esta manera la teatralización de la canción, por ser también Amalia Molina la primera en tener decorados propios, llegando a poseer cuarenta y cinco telones representativos de las diferentes regiones españolas.

En 1908 decidió aceptar un contrato para La Habana, donde actuó seis meses, finalizando su temporada con una función en beneficio de la Sociedad de Autores de España, en compañía de María Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza. De allí pasó a México, con clamoroso éxito. Los años siguientes fueron de un triunfo imparable. Recorrió España de punta a punta, así como América, desde Nueva York a la Tierra de Fuego. En el Broadway neoyorquino actuó durante ocho años, aunque cada Semana Santa y Feria de Abril regresaba a Sevilla.

En 1914 compartió de nuevo cartel con su querida amiga Fornarina, sería la última vez que actuarían juntas. Entre ambas hubo siempre admiración y cariño mutuos, algo poco corriente en ese mundillo de envidias y egolatrías.

Los hermanos Álvarez Quintero, inspirándose en la biografía de la tonadillera sevillana, escribieron Mariquilla Terremoto, una comedia en tres actos, que fue estrenada en el teatro de la Infanta Beatriz el 22 de febrero de 1930, que incluye un poema que finaliza así: “Nadie podrá describirla / ni en lo justo encarecerla / ¡Nadie en el mundo! / ¡Hay que oírla / y hay que verla! / Así siempre hemos pedido / que mientras Amalia exista / Dios nos conserve el oído... ¡Y la vista!”.

Amalia Molina, que llegó al máximo esplendor y disfrutó de un feliz matrimonio al lado del abogado asturiano Ramón Trelles, tuvo en sus últimos años un triste final. La descubrió un periodista de provincias, actuando en una barraca de feria, olvidada por los empresarios. Sin embargo, a raíz de ese encuentro se le rindió un gran homenaje. Ya no tenía esa voz cristalina de su juventud, pero se conservaba grácil y garbosa y seguía deleitando con el arte de sus castañuelas con las que ofrecía toda la gama de repiqueteos y asombrando una vez más, con su creación más espectacular: el pasodoble “España cañí”. Se puede decir que continuó trabajando hasta que se sintió repentinamente enferma y falleció en la Ciudad Condal el 8 de julio de 1956.

 

Bibl.: A. García Carraffa, Amalia Molina, Madrid, Sáez Hermanos, 1916; VV. AA., Tonadilleras y tonadillas españolas: antología de los más célebres cuplés, Madrid, La Novela Teatral, 1921; M. Díaz de Quijano, Tonadilleras y Cupletistas, Madrid, Cultura Cásica y Moderna, 1960; Á. Retana, Historia del arte frívolo, Madrid, Tesoro, 1964; Historia de la canción española, Madrid, Tesoro, 1967; P. Pérez Sanz y C. Bru Ripoll, La Sexología en la España de los años 30. Tomo III: El Cuplé. Una introducción a la expresión lúdica y desenfadada de una erótica extendida, Madrid, La Revista de Sexología, 1988 (n.º 36); S. Salaún, El cuplé (1900-1936), Madrid, Espasa Calpe, 1990; M. L. González Peña, “Molina, Amalia (Amalia Molina Pérez)”, en E. Casares Rodicio (dir. y coord.), Diccionario de la música española e hispanoamericana, vol. VII, Madrid, Sociedad General de Autores y Editores, 1999, pág. 641; O. M.ª Ramos, De Madrid al Cuplé, Madrid, Ediciones La Librería, 2001, págs. 25-29; M. Nicolás Meseguer, “La adaptación de obras teatrales en las coproducciones hispano-alemanas durante la Guerra Civil (Berlín 1937-1939: El barbero de Sevilla y Mariquilla Terremoto, de Perojo)”, en J. D. Vera Méndez y A. Sánchez Jordán (eds.), Cine y literatura: El teatro en el cine, Murcia, Gráficas San Ginés, 2004, pág. 67.

 

Olga María Ramírez de Gamboa Ramos

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