Mina Larrea, Francisco Javier. Mina el Mozo. Otano (Navarra), 1.VII.1789 – Fuerte de los Remedios, Pénjamo, Guanajuato (México), 11.XI.1817. Guerrillero en Navarra, insurgente en Nueva España.
La vida y las actividades del guerrillero y liberal navarro siguen rodeadas de incógnitas y de sombras. Tercer hijo de Juan José Mina Espoz y de María Andrés Larrea, familia de labradores acomodados de Otano, pequeña población situada en la falda norte de la Sierra de Alaiz, en las proximidades de Monreal e Idocin. Al cumplir 11 años sus padres lo enviaron a estudiar a Pamplona, donde vivió con sus tíos Clemente y Simona Espoz. Hizo estudios de latín, matemáticas y humanidades en el Seminario de Pamplona, y pronto trabó amistad con el coronel retirado Juan Carlos de Areizaga, quien mantenía una tertulia de jóvenes a los que aconsejaba y daba su interpretación de la marcha de las guerras europeas. Cuando llegó a la edad de 18 años se trasladó a Zaragoza, donde se inscribió en la Universidad e inició los estudios de Derecho, donde se impregnó del ambiente liberal típico de los estudiantes de la época. El 23 de marzo de 1808, cuando llegaron a la ciudad las primeras noticias del motín de Aranjuez, dirigió una revuelta estudiantil, que acabó con la quema del retrato de Manuel de Godoy en la plaza del Coso zaragozano.
Coincidiendo con los sucesos del 2 de mayo en Madrid y el cambio de monarquía, regresó a Pamplona y de acuerdo con el coronel Areizaga pasó a formar parte de la resistencia antifrancesa, realizando algunas acciones de espionaje en la vertiente norte de los Pirineos. En noviembre de 1808, y en calidad de ayudante del coronel, se trasladaron ambos a la ciudad de Zaragoza para ponerse al servicio de José de Palafox y Melci ante el anunciado segundo asedio francés. Terminado el segundo Sitio de Zaragoza se retiraron a Tortosa, donde el general Joaquín Blake encargó a Areizaga el mando de las fuerzas de infantería del Ejército de la Derecha, dispuesto para liberar Zaragoza. Xavier Mina sirvió a las órdenes de Areizaga, ascendido a general, hasta el verano de 1809, cuando -obedeciendo las instrucciones de los generales Blake y Areizaga- regresó a Navarra para hacerse cargo del Corso Terrestre de Navarra, que inició sus acciones guerrilleras en el bosque del Carrascal en agosto de 1809.
Encontrándose de caza por motivos de salud, los franceses saquearon su pueblo natal, quedando sus padres reducidos a la miseria. Decidido a vengarse, se lanzó al campo con su tío, el luego célebre general Francisco Espoz y Mina (1781-1836). Desplegó una actividad solo comparable con su valentía, haciendo popular su nombre en toda Navarra, Aragón y la Rioja, cuyos jóvenes engrosaron sus guerrillas. Batió a los franceses en Egusain, el Carrascal y Beriain, y atacándoles en Rocafort, cuando se dirigían a Sangüesa con un rico botín, completó el triunfo de su tío. Fueron tantas sus victorias, que el gobernador español de Lérida le proporcionó armas para sus hombres, y la Junta Central le dedicaba una bandera con honrosa dedicatoria. Decidieron los franceses terminar con él de cualquier forma; inútilmente le ofreció cuanto pidiera el general D’Agoult por llegar a un acuerdo, el general Harispe recibió órdenes del mariscal Suchet para que a todo trance se apoderase de él. Tras una momentánea retirada en los montes, volvía a causar numerosas pérdidas al enemigo en Cinco Villas, Egea de los Caballeros, Puente la Reina y el Carrascal. Habiendo sido traicionado, cayó en una embocada y fue derrotado y hecho prisionero en Labiano, lugar cercano a Aoiz. Conducido al castillo de Vincennes, estuvo recluido en él hasta el término de la guerra, en 1814.
Entre tanto Fernando VII había regresado a España y declarado la nulidad de la Constitución de 1812 y todo cuanto se había actuado durante la Guerra de la Independencia. Ante el peligro del desmantelamiento de la “División de Navarra” y con la ingenua finalidad de solicitar del rey la reposición de la Constitución, Francisco Espoz y Xavier Mina se trasladaron en julio a Madrid, donde Espoz pidió además que se concediera a su sobrino el grado de coronel y el mando del Regimiento Húsares de Navarra, en mérito a su brillante expediente y a los cuatro años que pasó prisionero en Francia. Rechazadas sus peticiones por el ministro Eguía, volvieron a Pamplona y, de acuerdo con lo acordado con otros generales liberales en Madrid, se dedicaron a preparar el pronunciamiento de sus tropas con intención de restablecer la Constitución de 1812. Así, el sábado 25 de septiembre de 1814 se llevaba a cabo un intento frustrado de pronunciamiento en Pamplona, aunque fracasaron las operaciones concertadas. Huyeron por separado a través del Pirineo y se dirigían a Francia. Huyendo de los esbirros de Fernando VII, desde Bayona embarcaba para Londres, donde se habían refugiado otros liberales españoles, pensionándole el gobierno inglés. Allí conoció a fray Servando Teresa de Mier, ex dominico mexicano, partidario de la Independencia de México, y planeaba formar una expedición para ayudar a los insurgentes de la Nueva España, invitando a Mina y a otros a dirigirse con él a México.
Afiliado Mina en Londres a las logias americanas, decidió combatir en México contra la reacción absolutista. Con el auxilio de emigrados sudamericanos, entre ellos fray Servando Teresa Mier, y de algunos comerciantes ingleses organizó, a principios de 1816, una pequeña expedición, con la que partió para los Estados Unidos, en mayo. Allí preparó su convoy con varios buques; estuvo brevemente en Haití; después marchó a Nueva Orleans, completó su armamento con ayuda de comerciantes norteamericanos y situó su base en Galveston (Texas).
El 21 de abril de 1817 desembarcó en Soto la Marina, en la boca del río Santander, al frente de trescientos hombres, idealistas o aventureros, esperando encontrar en México ambiente favorable para sus esfuerzos tanto entre los insurgentes como en el ejército realista, ya que la mayoría de su oficialidad se consideraba de tendencia liberal. Sus “proclamas” a españoles y mexicanos recogen la trayectoria de guerrillero y liberal, y explican las razones de su decisión de seguir luchando en América por la libertad de España.
Hubo un violento enfrentamiento entre el virrey Juan Ruiz de Apodaca y el general Joaquín de Arredondo, jefe militar del noreste de México, por la forma en que debía neutralizarse la invasión de la expedición de Javier Mina. Por otro lado, la toma del fuerte de Soto la Marina el 15 de junio de 1817 logró la pacificación no sólo del Nuevo Santander sino de todas las Provincias Internas de Oriente, al mando de Arredondo, que con Mina habían sufrido la primera derrota considerable desde 1815. Además, las altas autoridades realistas, tanto metropolitanas como americanas, reaccionaron pronto para hacer frente a un posible resurgimiento de la insurgencia en toda la América española, animada seguramente con la expedición de Mina. Así, en julio de 1817, el virrey Apodaca publicó un bando general para capturar a Mina, y el ministro de Estado español ordenó formar un frente diplomático europeo para terminar con el apoyo de los Estados Unidos a los insurgentes americanos.
Al desembarcar se le unieron cien mexicanos. Tras levantar un fuerte en Soto la Marina, como puente de enlace con el exterior, se internó por San Luis Potosí, decidido a llegar al Bajío, zona dominada por los insurgentes; en su marcha se le fueron uniendo numerosos voluntarios y derrotó varias columnas realistas, el 8 de junio en Valle del Maíz y en Peotillos (camino de San Luis de Potosí) a Benito Armiñán el 15 de junio. En un mes recorrió mil kilómetros y con doscientos sesenta y nueve hombres llegó el 24 de junio al fuerte del Sombrero, cerca de Guanajuato. Desde el Sombrero atacó San Juan de los Llanos (29 de junio) y el 7 de julio cayó sobre la Hacienda del Jaral. También sitió la ciudad de León, donde fue rechazado. La Junta insurgente de Jaujilla le otorgó el mando supremo de las tropas, pero, sin la idealización de la lejanía, pronto percibió Mina su indisciplina y la mala calidad de los jefes.
Alarmado por sus éxitos y prestigio, el virrey Apodaca envió para combatirle al mariscal de campo Pascual Liñán, que sitió a los revolucionarios en el fuerte del Sombrero, obligándoles a evacuarlo con dolorosas pérdidas, el 20 de agosto, fusilando a doscientos prisioneros, incluyendo a los heridos. A continuación, sitió Liñán el fuerte de los Remedios, defendido por el insurgente padre Torres, en un asedio largo y difícil.
No se desanimó Mina por aquellas derrotas, ni por la actitud de la Junta de Jaujilla y en especial del padre Torres, empeñados en no prestarle ayuda y, volviendo a reunir cerca de mil quinientos combatientes, atacó el 25 de octubre la ciudad de Guanajuato, cosechando una aplastante derrota. Poco después y gracias a una traición, fue hecho prisionero en la hacienda de Venadito (27 de octubre) por el coronel Orrantía. Aprisionado con grillos fue llevado ante Liñán, quien deseaba salvarlo, pero Apodaca ordenó su fusilamiento por traidor, lo que se ejecutó el 11 de noviembre de 1817, frente al fuerte de los Remedios. Sus restos se encuentran en la Columna de la Independencia de la Ciudad de México, junto con los principales caudillos de la Independencia.
Su expedición fue audaz y brillante, pero no pudo reanimar la insurgencia que en aquella época atravesaba una honda depresión, período de gradual pacificación entre la muerte de Morelos y la sublevación de Iturbide. Se ha dicho que no conocía el país y que los insurgentes no aceptaron de buen grado su defensa de la Constitución.
Mina tenía, al morir, veintiocho años de edad; era de gallarda presencia, y poseía el arte de ganar el afecto de los soldados. Se firmaba con de nombre de “Xavier”, y la Junta de Jaujilla le confirió el título de “General del Ejército Auxiliador de la República Mexicana”. Su expedición, según el historiador Lucas Alamán, fue un relámpago que iluminó por poco tiempo el horizonte mexicano. Habiéndose presentado en Nueva España cuando la insurgencia estaba en su último período; sin recibir los auxilios que le habían prometido; visto con desconfianza por los sublevados; luchando contra todos los recursos del virreinato, Mina penetró tras una serie de triunfos hasta llegar al corazón del país; puso en la mayor preocupación al virrey, y su expedición constituye un episodio corto, pero de los más brillantes de la llamada “Revolución de Independencia”. Mina consagró su vida a la lucha por la libertad en Europa y América, desde su peripecia guerrillera en Navarra, su aprendizaje liberal en Francia y Gran Bretaña, su breve etapa de preparación militar en Estados Unidos, hasta su intensa y al cabo frustrada participación en la insurgencia mexicana.
Obras de ~: Diarios: Expedición de Mina, México (1817), J. A. Brush (ed.), Madrid, Trama, 2011.
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Antonio Astorgano Abajo