Gómez y González, Ana María. Maruja Mallo. Vivero (Lugo), 5.I.1902 – Madrid, 6.II.1995. Pintora.
Bautizada con los nombres de Ana María Manuela Isabel Josefa, su infancia estuvo marcada por su pertenencia a una familia numerosa y por los continuos cambios de residencia motivados por la profesión de su padre. Probablemente estas circunstancias influyeron en su carácter independiente, sociable y universal. El hecho de que su hermano Cristino decidiera ser escultor, indica la predisposición familiar hacia el mundo de las artes. En 1922 sus padres trasladaron su residencia a Madrid. Maruja y Cristino comenzaron a estudiar Bellas Artes en la Real Academia de San Fernando. Su hermano Justo, químico de profesión, la introdujo en el círculo de jóvenes estudiantes e intelectuales que se reunían en las tertulias del Gran Café de Oriente compartiendo mesa con Rafael Barradas y Salvador Dalí. A través de ellos conoció a José Bergamín, Rafael Alberti, Alberto Sánchez, Benjamín Palencia, Francisco Bores, Federico García Lorca, Luis Felipe Vivanco, etc. También está documentada su amistad con Concha Méndez y María Zambrano, aunque la relación de Maruja Mallo con los hombres era mucho más fluida que con las personas de su mismo sexo. Desde 1924 hasta 1926 asistió a las clases de Dibujo en la Academia Libre de Julio Moisés, coincidiendo con Salvador Dalí y José Moreno Villa. A partir de 1925, una vez celebrada la exposición de Artistas Ibéricos, algunos de sus amigos abandonaron Madrid (Dalí y Barradas a Cataluña, Bores y Palencia a París, etc.). En junio del siguiente año la Diputación de Lugo le concedió una beca de estudios de pintura que fue ampliada durante los dos años siguientes. En 1927 disfrutó de una estancia en Tenerife, donde pintó algunos de sus primeros cuadros conservados, como La mujer de la cabra, hoy perteneciente a la colección de la Fundación Pedro Barrié de la Maza.
A su regreso a Madrid, Melchor Fernández Almagro presentó a Maruja Mallo a José Ortega y Gasset, quien al ver sus cuadros le ofreció los salones de la Revista de Occidente para realizar una exposición, única que organizó la revista. En dicha exposición presentó óleos, entre los que destacaba la serie “Ferias populares”, más conocidas como “Verbenas” y un buen número de estampas coloreadas (más de treinta). La pintora estableció una clasificación cuatripartita de dichas estampas años más tarde en su conferencia impartida en Montevideo bajo el título “Lo popular en la plástica española a través de mi obra. 1928-1936”: “Estampas populares”, “Estampas deportivas”, “Estampas de máquinas y maniquíes” y “Estampas cinemáticas”. “Verbenas” y “Estampas” se pueden considerar como una declaración de intenciones de su planteamiento estético en el que se intuye un deseo de vincular la modernidad de su época con la tradición más popular española. Maruja Mallo asimilaba toda esa ola de modernidad plástico-social que abanderaba la vanguardia europea y la fusionaba con “lo popular”, entendiéndose este término como el substrato genuinamente español que puede sintetizarse en la madrileña manifestación de la verbena. Un arte nuevo que rompe con el regionalismo imperante tanto en la forma como en la intención, a través de una nueva estética, próxima al art décò, que al mismo tiempo que fusionaba las vanguardias las popularizaba en un alegato utópico acorde con la época a través del cual se piensa que el nuevo arte y los artistas pueden cambiar el mundo. Un modo de hacer definido teóricamente como Realismo Mágico por el crítico alemán Franz Roh en su publicación Nach-Expressionismus. Magischer Realismus. Probleme der neuesten europäischen Malerei, difundida en España por la Revista de Occidente, quien, en 1927, la publica traducida al castellano. Desde el punto de vista de la forma las “Verbenas” son concebidas como fragmentos de imágenes, a modo de collages, marcadamente escenográficas en las que se representan mezcladas las tradiciones, la sociedad caduca y la nueva, las ilusiones de futuro y la magia que a veces en forma de letras se incluyen, como si de un acertijo se tratasen, para que el espectador las descifre. Mientras las “Verbenas” aluden a un mundo popular lleno de vida, las “Estampas” pueden encuadrarse dentro del género de la naturaleza muerta, ya que son bodegones formados por agrupaciones de objetos heterogéneos que se limitan temáticamente con unos motivos que enfatizan alegóricamente los nuevos tiempos y otros que evidencian la decadencia de una época pasada. Una estética en la que la contemporaneidad es representada por la moda, el deporte, los vehículos a motor, grandes trasatlánticos, aeroplanos, etc., mientras que el pasado se deja entrever a través de maniquís sin rostros que exhiben bisoñés y bigotes. A pesar del estatismo implícito en el género de las naturalezas muertas, las “Estampas” gozan de un vibrante movimiento conseguido a través de la fragmentación de las imágenes, su aparente caos y la acción dinámica de composiciones en las que la diagonal es un recurso activo siempre presente.
La exposición de la Revista de Occidente marcó un hito en la vida artística de Maruja Mallo, quien conoció a múltiples personalidades de la cultura de la época, como Unamuno, Ramón Gómez de la Serna, Antonio Machado, Marañón, Fernando de los Ríos, etc. Para la pintora, la Revista de Occidente era un “centro donde se enarbolaba la conciencia cívica y las nuevas tendencias humanísticas —amistades que perduran durante mi vida—”.
En ese mismo año de 1928 Maruja Mallo mantuvo una estrecha colaboración con Rafael Alberti, con quien proyectó el libro ilustrado por ella “Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos”, que no llegaron a concluir pero que se conoce por un artículo de la Gaceta Literaria de septiembre de 1929. También en esas mismas fechas proyectaron la representación de la obra de Rafael La pájara pinta, cuyos decorados y figurines fueron realizados por la pintora.
En 1929 se produjo un notable cambio en la pintura de Maruja Mallo que se inició con su serie “Cloacas y campanarios”, muy próxima a la estética de la Escuela de Vallecas, cuyos miembros más importantes, Benjamín Palencia y Alberto Sánchez, eran sus amigos. En esta sórdida estética se encontraba el sentir de una generación que sentía una fascinación especial por lo pútrido, en la que hay nutridos ejemplos realizados con diferentes soportes. Entre ellos los primeros lienzos de Dalí en esta temática, como La miel es más dulce que la sangre, de 1927, hoy en paradero desconocido, la película Un perro andaluz realizada por el mismo pintor con Buñuel, o la literatura desarrollada en esos años por Miguel Hernández, Alberti, Gil Bel o el mismo Federico García Lorca. Los paseos en dirección a Vallecas o a Toledo conducían a unos paisajes miserables de arrabal, donde la ciudad se acababa y comenzaba el desperdicio, el despojo, fusionándose con el entramado ferroviario y con una naturaleza poseedora de un intenso telurismo geológico. Pequeñas acotaciones de ese entorno se convirtieron en la atracción de Maruja Mallo y sus compañeros generacionales, que plasmaron en los lienzos mediante una pintura sombría, llena de materia recogida en el propio entorno como ceniza, tierra, cal, azufre, etc., que se mezclaba con el óleo. Un paisaje lóbrego lleno de esqueletos de animales, de jirones de telas y papel y de precarios espantapájaros que se cimbrean al viento dando apariencia de vida a un espacio de muerte, al cementerio de la gran ciudad. Maruja Mallo se sintió seducida por esta estética y fue fotografiada por su hermano Justo como musa de este nuevo universo rodeada de desperdicios exhibiendo quijadas de cuadrúpedos o caminando entre las vías del tren.
En 1931 obtuvo una beca de la Junta de Ampliación de Estudios para estudiar escenografía con la que se estableció en París. Dicha beca fue ampliada, por lo que pudo permanecer en la capital francesa varios meses en 1932. Durante su estancia expuso dieciséis óleos de la serie “Cloacas y campanarios” en la Galerie Pierre, galería de los surrealistas. Dicha exposición fue alabada por el sector artístico del surrealismo y en ella André Breton adquirió el lienzo Espantapájaros.
Tras regresar a Madrid, en 1933 Maruja Mallo experimentó un cambio en sus planteamientos plásticos que ya se apreciaba en las viñetas realizadas a partir de abril de ese mismo año para las cubiertas de la Revista de Occidente, en las que estaba patente una búsqueda de la síntesis a través de la esencia geométrica y compositiva de un grupo de frutos de distinta índole —peras, manzanas, sandías, naranjas, cereales, etc.—. En estas fechas, Maruja Mallo trabajó también en dos nuevas series en las que ahondó en el orden geométrico e interno de la naturaleza, “Arquitecturas minerales” y “Arquitecturas vegetales”, a través de piedras y frutas respectivamente. Las “Arquitecturas” son óleos realizados con espátula, una paleta restringida de color y con una valoración sobresaliente de las texturas. El proceso de síntesis al que se sometieron las formas les aportó un aspecto heráldico. Espacialmente redujo la superficie pictórica a tres planos diferenciados por colores monocromos cuya textura contribuía a diferenciarlos. El motivo principal —vegetal o mineral— era descrito mediante un fuerte contorno de línea negra orgánica, dotándosele de una simple volumetría conseguida mediante la utilización de un escorzo en el que el color juega un papel importante. En el segundo plano, que en algunos cuadros se omitió, formas orgánicas abstractas actuaban como soporte espacial del motivo principal. Estos dos primeros planos se recortaban sobre un fondo monocromo que contrastaba con ellos dentro de una misma gama cromática.
En este mismo año de 1933 comenzó una nueva labor profesional al obtener la cátedra de Dibujo en el instituto de Arévalo. Sus clases de Dibujo Libre y Composición a los alumnos de primaria de dicho centro se simultanearon con las del Instituto Escuela de la Residencia de Estudiantes de Madrid y su colaboración esporádica en la Escuela de Cerámica de los hermanos Alcántara. En toda esta orientación constructiva de su obra plástica parece haber influido notablemente Joaquín Torres García, quien la incluyó en la Primera Exposición del Grupo de Arte Constructivo, celebrada en octubre en los locales del Salón de Otoño. En dicha exposición colectiva participaban junto a ella los pintores Manuel Ángeles Ortiz, Luis Castellanos, Francisco Mateos, José Moreno Villa, Benjamín Palencia, Luis Rodríguez Luna y Joaquín Torres-García. Con ellos también exhibían sus obras los escultores Alberto, Germán Cueto, Julio González y Eduardo Yepes.
Probablemente el contacto con una estética popular procedente del mundo de la cerámica y su estancia en el ámbito rural castellano a partir de 1933 fueran la causa de la realización de los dibujos, marcadamente arquitectónicos, denominados como “Construcciones rurales”. Unas construcciones que adoptan similitudes con formas antropomórficas, zoomórficas y vegetales, adoptando un aspecto de armazón de fuerte contenido constructivista. Asimismo estos dibujos también poseen una marcada apariencia de proyecto escenográfico que se vio materializado en algunos de sus componentes en su “Plástica escenográfica”, que exhibió en la exposición individual que en 1936 realizó en ADLAN (Amigos de las Artes Nuevas), en Madrid. Dicha escenografía y figurines estaban en consonancia con las series “Arquitecturas Minerales y Vegetales” y “Construcciones rurales”, consiguiendo la plasmación de ellas en tres dimensiones mediante construcciones realizadas con materiales vegetales y cerámica que se recortan sobre unos fondos en los que se valora la materia, relacionados con los óleos ya mencionados. Toda esta estética que se plantea en “Plástica escenográfica” guarda una estrecha relación, según indica Ramón Gómez de la Serna, con el proyecto de decorados y figurines de la ópera Clavileño de Rodolfo Halffter, que no llegaría a estrenarse en el auditorio de la Residencia de Estudiantes, como estaba previsto, por el comienzo de la Guerra Civil Española.
La primera mitad del año de 1936 fue muy activo para Maruja Mallo ya que participó en diversas exposiciones, como la celebrada en el Museo Jeu de Paume de París, la Exposición Logicofobista de Barcelona y la ya mencionada de ADLAN, en Madrid. En esta última, junto a “Plástica escenográfica”, presentó el cuadro La sorpresa del trigo, con el que inició una nueva serie cuyo tema principal era el trabajo. A principio de verano de 1936 viajó a Galicia con las Misiones Pedagógicas, donde le sorprende el comienzo de la guerra. En febrero de 1937 se trasladó a Buenos Aires invitada por la Asociación Amigos del Arte para impartir un ciclo de conferencias en Argentina y Uruguay, iniciando así su estancia en América hasta 1961, fecha en que regresó a España. En 1939 realizó un breve viaje a Santiago de Chile para pronunciar una conferencia en la Universidad de la capital chilena.
En Argentina comenzó una nueva serie titulada “La religión del trabajo”, dentro de la estética iniciada en España con su cuadro La sorpresa del trigo. La nueva serie integrada por siete óleos representa de una manera épica y heráldica a los trabajadores del mar y de la tierra. Maruja Mallo, más que nunca en estas obras, impuso un rigor compositivo de fuerte base constructiva y clásica. La forma se ciñe a composiciones armónicas relacionadas con la Sección Áurea que se adaptan a una configuración simétrica levemente alterada en algunos motivos accesorios. Frente a una concepción próxima a la abstracción como la de “Arquitecturas minerales y vegetales”, la serie “La religión del trabajo” volvía a adoptar una figuración de características similares a la utilizada en sus “Verbenas”, próximas a una estética décò influida por el Realismo Mágico imperante en la década de los años veinte. En cuanto a los fondos, mantuvo la sobriedad neutra utilizada en sus “Arquitecturas minerales y vegetales”, convirtiéndose en un único campo de color monocromo. La serie “La religión del trabajo” tuvo su continuidad en una serie de obras tituladas “Cabezas de mujer” que realizó entre los años 1941 y 1943, aunque con un mayor contenido sensual.
Sus continuadas estancias en las playas uruguayas de Punta del Este y Punta Ballena, así como en la argentina de Mar del Plata entre 1940 y 1944, le sirvieron de inspiración de la nueva serie “Naturalezas vivas”, título que establece un paralelismo con el género de la naturaleza muerta, aunque planteado con un intencionado optimismo y vitalidad. Algas, conchas y flores se plasman mediante planteamientos compositivos armónicos, de manera heráldica, recortándose sobre fondos ondulantes marinos o cielos celestes.
Todo el trabajo realizado por Maruja Mallo desde sus comienzos hasta estos primeros años americanos es recogido en la monografía que le dedicó Ramón Gómez de la Serna titulada Maruja Mallo. 1928- 1942, profusa en datos, textos de la artista y ajenos que suponen una obra capital para el estudio de su obra. La edición realizada por el editor Losada de Buenos Aires estuvo al cuidado del diseñador italiano Attilio Rossi.
El estatismo que caracterizaba sus últimas series de “La religión del trabajo” y “Cabezas de mujer” se rompió con los bocetos del encargo de la decoración del cine Los Ángeles de la calle Corrientes de Buenos Aires. Se trata de una dinámica coreografía de seres que más que con ángeles habría que relacionarlos con seres de civilizaciones perdidas, tras los que pudieran rastrearse sabores incaicos o cretenses. Seres voladores concebidos mediante composiciones en espiral o esvástica que generan un evidente movimiento que es potenciado por la ingravidez y la inexistencia de un fondo que los sustente, sólo motivos vegetales y animales que sirven de orlas que acotan el marco de sus dislocados movimientos.
En 1959 regresó definitivamente a España. Hacia finales de los años setenta inició la que sería su última etapa, representada por la serie de “Los moradores del vacío”, un tema que se convirtió en una obsesión para la pintora. El mundo sideral, extrañas naves y seres extraterrestres fueron los motivos que integraron su particular universo creativo. En 1979 la galería madrileña Ruiz Castillo le organizó una exposición retrospectiva en la que presentó por vez primera su nueva serie. Junto a los óleos y dibujos realizó, con la colaboración del pintor José Vázquez Cereijo, una serie de grabados y litografías para la carpeta “Homenaje a la Revista de Occidente”, compuesta por seis litografías que recrean las viñetas realizadas por ella en dicha revista.
Una dilatada enfermedad postró a la artista en una residencia madrileña, lugar en donde falleció en 1995.
Obras de ~: Verbena de la Pascua, 1927; Verbena, 1927; La verbena 1927; Kermesse, 1928; El espantapeces, 1931; Arquitectura vegetal, 1933; La sorpresa del trigo, 1936; Mensaje del Mar, 1937; El canto de las espigas, 1939; Cabeza de mujer (frente y perfil), 1941; Naturaleza viva 1942; Racimo de uvas, Buenos Aires, 1944; Murales para el cine Los Ángeles de Buenos Aires, Buenos Aires, 1945; Máscaras, 1951; Almotrón Geoanuta, 1975; Homenaje a la Revista de Occidente (Carpeta de seis litografías editadas por José Vázquez Cereijo), 1979.
Escritos: “Plástica escenográfica”, en Gaceta de Arte (Tenerife) (marzo de 1935); Lo popular en la plástica española a través de mi obra: 1928-1936, Buenos Aires, Editorial Losada, 1942; El Surrealismo a través de mi obra, Madrid, Cátedra, 1983.
Bibl.: R. Gómez de la Serna, Maruja Mallo, Buenos Aires, Editorial Losada, 1942; F. Aranda, El Surrealismo español, Barcelona, Lumen, 1981; J. Brihuega, Las vanguardias artísticas en España. 1909-1936, Madrid, Ediciones Istmo, 1981; A. Bonet Correa (coord.), El Surrealismo, Madrid, Cátedra, 1983; L. García de Carpi, La pintura surrealista española (1924- 1936), Madrid, Ediciones Istmo, 1986; V. Bozal, Pintura y escultura españolas del siglo xx (1900-1939), en J. Pijoán (coord.), Summa Artis: historia general del arte, t. XXXVI, Madrid, Espasa Calpe, 1991; V. Bozal, Pintura y escultura españolas del siglo xx (1939-1990), en J. Pijoán (coord.), Summa Artis: historia general del arte, t. XXXVII, Madrid, Espasa Calpe, 1992; A. Garrido Moreno (ed.), Maruja Mallo. Obra gráfica completa, La Coruña, Galería de Arte Pardo Bazán, 1992; J. Pérez de Ayala y F. Rivas (ed.), Maruja Mallo, Madrid, Galería Guillermo de Osma, 1992; VV. AA., Maruja Mallo, Santiago de Compostela, Centro de Arte Contemporáneo de Galicia, Xunta de Galicia, 1993; VV. AA., El Surrealismo en España, Madrid, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, 1994; VV. AA., Fuera de orden: mujeres de la vanguardia española, Madrid, Fundación Mapfre, 1999; C. Vidal, Maruxa Mallo, Vigo, A Nosa Terra, 1999; J. L. Ferris, Maruja Mallo. La gran transgresora del 27, Madrid, Temas de Hoy, 2004; A. Garrido Moreno, “La pintura de Maruja Mallo entre dos continentes”, en Maruja Mallo a transgresora feita muller, La Coruña, Diputación Provincial, 2006; F. Huici y J. Pérez de Ayala (eds.), Maruja Mallo, catálogo de exposición, Madrid, Tf. Editores, Ministerio de Cultura, Fundación Caixagalicia y Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 2010; M. Aznar Soler y J. R. López García (eds.), Diccionario biobibliográfico de los escritores, editoriales y revistas del exilio republicano de 1939, vol. 3, Sevilla, Renacimiento, 2016, págs. 226 – 228.
Antonio Garrido Moreno