Zúñiga, Pedro de. Señor de Aguilafuente, Sotosalbos, Pelayos, Guaza, Baltanás y Castroverde (I). ¿Béjar (Salamanca)?, c. 1490 – ¿Aguilafuente (Segovia)?, c. 1555. Aristócrata y militar.
Pedro de Zúñiga era hijo natural de Álvaro de Zúñiga, II duque de Béjar, habido con Catalina (o Ana) de Orantes, pese a lo cual fue reconocido y criado por su progenitor. En 1520, bajo las órdenes del prior de San Juan, Antonio de Zúñiga, se distinguió en el asedio realista del castillo de San Servando de Toledo, como narra el “hombre de placer” Francés de Zúñiga, quien debió de tratarle asiduamente en la corte ducal de Béjar. En 1525, siguiendo el relato del mismo cronista bufonesco, Pedro de Zúñiga acompañó a su padre (al que asistía con “amor y fidelidad”) en la comitiva de la reina-emperatriz Isabel de Portugal, granjeándose por su gallardía y arrojo el favor de la Corte. La semblanza del caballero es narrada por Francés de Zúñiga, aunque deformada jocosamente, en su festiva Crónica: “Y este don Pedro de Çúñiga fue buen cavallero, onesto como su padre. Traýa dos arcas vazías y una azémila aguada. Y murió en Almaçán de conpasión de ver estar al conde de Monteagudo bien con su muger. Fue enterrado este don Pedro con los duques de Bretaña. Fue depositado en la Merçed, en Segovia, con Diego Arias, su abuelo”.
Pedro de Zúñiga heredó en 1531 el ducado de Béjar, en detrimento del legítimo sucesor de don Álvaro, el conde de Belalcázar, quien no aceptó el testamento del difunto. Los pleitos que enfrentaron ambos pretendientes finalizaron, tras la mediación del Consejo de Castilla, con la aceptación regia en 1535 de una concordia por la que don Pedro cedía sus derechos a su hermanastro. Pedro de Zúñiga, casado con su prima Teresa de Zúñiga y Avellaneda, hija del III conde de Miranda del Castañar, tras perder su legítima herencia, creará un señorío con el que sellar su plena integración en la élite dirigente castellana. En 22 de octubre de 1536, el deán y cabildo del obispado de Segovia le vendieron las villas de Aguilafuente, Sotosalbos y Pelayos por 32.000 ducados, y poco después se enajenaban en su favor las alcabalas de dichas villas a 40.000 ducados el millar. También comprará Castroverde y, en 1542-3, las villas palentinas de Baltanás (cuyas alcabalas obtendrá en 1546) y Guaza, y los lugares de Renedo y Fuentecirio, complementando así su adquisición de tierras y poblaciones en la Corona de Castilla. Como recuerda Garibay, la adquisición de estos señoríos (y la importancia de sus servicios, entre los que descuellan su participación en la toma de Túnez y en las Cortes de Toledo de 1538) fue ratificada por el emperador Carlos con la merced del título de marqués de Aguilafuente, pero la negativa del Consejo de Órdenes a aceptar que se instaurasen estas prebendas sobre poblaciones provenientes de las órdenes militares (junto a la negativa de don Pedro a situar el título sobre otra población suya) impidieron que se llevara a cabo en sus días. La gestación de este señorío jurisdiccional, símbolo del poderío económico y social de Pedro de Zúñiga, vino acompañada de una activa política de patronazgo y de enlaces matrimoniales con otras casas nobiliarias castellanas. De esta forma, su hijo primogénito, Álvaro de Zúñiga, II señor de Aguilafuente, casó con María Enríquez de Cabrera, hija segunda del almirante de Castilla, mientras Pedro de Zúñiga contraía matrimonio con Ana Enríquez de Cabrera, la tercera hija del almirante. Por su parte, sus hijas desposaron a sendos aristócratas castellanos: María de Zúñiga, al futuro conde de Aguilar, Felipe Ramírez de Arellano, y Teresa de Zúñiga a Gabriel de Velasco, conde de Siruela. Otros vástagos suyos fueron Catalina de Zúñiga, monja en el monasterio de Peñaranda de Duero, y su hijo natural Diego de Zúñiga, clérigo, oidor de la Real Chancillería de Granada y consejero de Indias.
Hacia 1555, el encumbrado Pedro de Zúñiga, señor de Aguilafuente, debía de fallecer en esta villa segoviana, sede de su administración feudal y lugar donde, en torno a 1540, construyó un bello palacio de estilo gótico-mudéjar. Tras la prematura muerte de su hijo don Álvaro, fallecido sin sucesión, heredó los señoríos y mayorazgos el segundogénito, Pedro de Zúñiga y Avellaneda, quien culminará la carrera honorífica paterna al obtener de Felipe II el marquesado de Aguilafuente en 1572.
Fuentes y bibl.: Real Academia de la Historia, Colección Salazar y Castro, t. D-42.
E. de Garibay, “De don Pedro de Estúñiga, primer marqués de Aguilafuente, y de su progenie y sucesión” [c. 1590] (Real Academia de la Historia, Colección Garibay, t. 9/2114, fols. 174v.-175v.); S. de Moxó, La alcabala: sobre sus orígenes, concepto y naturaleza, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), 1963; D. de Colmenares, Historia de la Insigne Ciudad de Segovia y compendio de las historias de Castilla [Segovia, 1637], Segovia, Academia de Historia y Arte de San Quirce, 1969-1970, 2 vols.; F. de Zúñiga, Crónica burlesca del emperador Carlos V, ed. de J. A. Sánchez Paso, Salamanca, Universidad, 1989; B. Bartolomé Herrero, “El señorío temporal de los obispos de Segovia en la Edad Media”, en Anuario de Estudios Medievales, 26/1 (1996), págs. 191-220.
Roberto Quirós Rosado