Las excelentes aptitudes de la soprano Pilar Lorenza García —quien, inicialmente, adoptó el nombre artístico Loren Garcy y más tarde pasó a conocerse como Pilar Lorengar— fueron descubiertas ya en las aulas de su colegio, donde era solista del coro infantil. Tras la insistencia de la directora del coro, pasó a estudiar Canto y Solfeo con Asensio Pueyo, y a los diecisiete años se trasladó a Madrid, donde estudió con Ángeles Ottein. En esa ciudad hizo en 1951 su debut profesional, en el teatro de la Zarzuela, con el estreno de la obra de Jacinto Guerrero El canastillo de fresas. En 1952 conquistó el Premio Ofelia Nieto y comenzó una fructífera carrera en diversas ciudades españolas e, invitada por el director de orquesta Ataúlfo Argenta —bajo cuya batuta grabó algunas zarzuelas—, se desplazó a París iniciándose su imparable proyección internacional. En 1956, su papel de Pamina en La Flauta mágica en el Festival de Glyndebourne produjo un triunfo clamoroso, y durante la década de 1950 la soprano debutó en algunos de los escenarios más importantes de la lírica internacional, dándose a conocer en París, Londres, Buenos Aires, Milán, Nueva York y Berlín, con gran éxito de crítica y público. A esta última ciudad, estuvo especialmente ligada desde su contrato en 1959 como primera soprano de la Deutsche Oper berlinesa, unión profesional que duró treinta años y por la que se le concedió el título de Kammersängerin (1963) y el de miembro de honor de dicho teatro (1984). En 1961 debutó en Salzburgo con Idomeneo y en 1966 firmó un contrato con el Metropolitan de Nueva York, donde protagonizó el papel de Donna Elvira de la ópera Don Giovanni. También memorables fueron sus incursiones en el repertorio wagneriano —como la Elisabeth de Tannhäuser o la Elsa de Lohengrin— y en el género de la canción de cámara o Lieder. [...]