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Francisco López de Úbeda

Biografía

López de Úbeda, Francisco. Toledo, ¿1560? – ?, 1605 post. Médico y escritor.

El Libro de entretenimiento de la Pícara Justina aparece desde su primera impresión en Medina del Campo (Cristóbal Lasso Vaca, 1605) bajo la férula de un autor concreto, pues se dice “compuesto por el Licenciado Francisco de Úbeda, natural de Toledo”, probablemente médico, a juzgar por la mirada profesional que tiene el texto en muchas ocasiones, y seguramente médico chocarrero, dedicado a entretener a los cortesanos con sus pullas, motes y apodos, en la tradición del célebre Villalobos. Sin embargo, dicha autoría ha sido puesta en entredicho desde fechas muy tempranas, exactamente a partir de la Bibliotheca Hispana Nova (1672) de Nicolás Antonio, que se hizo eco de una tradición dominica que atribuía la obra a fray Andrés Pérez. La atribución del ilustre bibliógrafo barroco hizo fortuna, ya que fue seguida por Mayans, en 1735, y se ha mantenido hasta nuestros días, defendida por Menéndez Pelayo, Puyol, Valbuena y otros. Y ello a pesar de que en 1895 Cristóbal Pérez Pastor había publicado unos documentos que demostraban la existencia real de un médico toledano llamado Francisco López de Úbeda.

Julio Puyol sostuvo la autoría del dominico por las siguientes razones: a) La tradición de la Orden de Santo Domingo que recogía Nicolás Antonio. b) La descripción que hace Cervantes del autor de La Pícara Justina en su Viaje del Parnaso: “Haldeando venía y trasudando / el autor de la Pícara Justina, / capellán lego del contrario bando”, que le pareció sugerir la figura de un clérigo (“capellán”) moviendo las faldas (“haldeando”) de su sotana. c) El conocimiento que el autor muestra de las tierras leonesas y de la ciudad de León, que parecía avalar a un leonés de nacimiento, como era el fraile en cuestión. d) Las evidentes semejanzas que hay entre esta obra y la Vida de San Raimundo de Peñafort (1601), de fray Andrés Pérez.

La mayor parte de los estudiosos aceptaron la hipótesis de Nicolás Antonio, hasta que Marcel Bataillon clarificó la cuestión y devolvió la paternidad de la novela a Francisco López de Úbeda, basándose en la siguiente refutación de los argumentos de Julio Puyol: a) La tradición dominica de que hablaba el bibliógrafo seiscentista no estaba confirmada por datos ni basada en prueba documental alguna. b) Los versos cervantinos mencionados no hacen necesariamente referencia a un capellán ignorante, porque “capellán lego” puede significar también ‘consejero laico similar al capellán’, y tanto “haldean” las sotanas religiosas como los trajes talares de largas capas de los médicos; y tal era López de Úbeda. c) Los conocimientos evidentes de León que expresa la obra no implican que su autor deba ser leonés de nacimiento, y menos cuando se ve que la descripción que Justina hace de la ciudad es completamente burlesca, lo que casa mal con el supuesto amor filial de un clérigo por su ciudad natal. Seguramente, el médico toledano López de Úbeda formaba parte del séquito que acompañó a Felipe III durante el viaje que el Rey hizo a León en febrero de 1602, para tomar posesión de la canonjía que, como Rey, tenía en la catedral de dicha ciudad. La visión risible y deformadora se debió a que León era entonces una localidad pobre y pequeña, poco acogedora en invierno a causa de su frío clima, por lo que los componentes del cortejo real no guardarían muy buen recuerdo de aquel viaje, y el médico bufonesco alegró los episodios leoneses de su Pícara con alusiones grotescas particularmente inteligibles y divertidas para los componentes cortesanos de dicho séquito.

d) Las semejanzas obvias que hay entre la Vida de San Raimundo de Peñafort y La Pícara Justina son una burla más de este libro de burlas, en el que López de Úbeda se mofa de fray Andrés Pérez riéndose de su hagiografía, a la que confunde irreverentemente con la Eufrosina, al tiempo que le denomina a él “escritor monobiblio” (I, 3, 1); mofa que implica que por ese nombre se conocía a la biografía de san Raimundo en un pequeño círculo cortesano.

No tiene sentido, en fin, defender la autoría de fray Andrés Pérez, dado que, como demostró Pérez Pastor, existió un médico de carne y hueso llamado Francisco López de Úbeda, natural de Toledo, casado en 1590 con Jerónima de Loaisa, de ocupaciones probablemente cortesanas como “chocarrero” y médico bufonesco, quizá al servicio de Rodrigo Calderón, destacado cortesano que llegó a ser uno de los hombres más poderosos de la Corte de Felipe III, como creía Bataillon, o quizá enfrentado con él, justo a la inversa, como sostiene J. M. Oltra, pero en todo caso metido de lleno en la lucha cortesana por el poder.

Asimismo, se ha especulado mucho sobre la hipotética ascendencia conversa de López de Úbeda, pero no existe seguridad alguna al respecto. Bataillon pensó que era un cristiano nuevo que defendía a otro, Rodrigo Calderón, en su ascenso, y se reía de la España de las tres castas y las tres religiones, satirizando los prejuicios que se vertían sobre los conversos. Oltra Tomás, al contrario, cree que es un cristiano viejo que se burla de los que simulan una nobleza y una vieja cristiandad que no tienen, como el futuro marqués de las Siete Iglesias, para acceder a los privilegios del poder. La cuestión es compleja, pues se tienen datos para sostener las dos hipótesis.

En 1969, Mercedes Agulló y Cobo encontró documentos nuevos que corroboraban la existencia de Francisco López de Úbeda, casado no una, sino dos veces, pues eran las partidas de bautismo de sus hijos Maximiliano, habido de su primera esposa, Isabel de Barrientos, y Francisco, seguramente hijo de Jerónima de Loaisa, además de la partida de defunción de Isabel. Años después, en 1995, María Gema Bartolomé Mateos volvió a estudiar detenidamente los archivos de Toledo, de la Universidad de Alcalá (dado que el autor dice haber escrito la Pícara “siendo estudiante en Alcalá”) y de la colección Salazar y Castro de la Real Academia de la Historia, y apenas encontró nada nuevo de interés. Especuló, no obstante, en un primer momento, con la posibilidad de que se tratara de alguien originario de Úbeda, nacido hacia finales de la década de 1560, seguramente de origen morisco, porque la profesión médica era habitual entre ellos, que debió de emigrar a Toledo, donde se encontraba a finales del siglo xvi, y era quizá descendiente, en concreto, “de una familia emigrante de comerciantes moriscos”. Poco después, sin embargo, al encontrar otros muchos López de Úbeda que eran cristianos viejos y médicos en los papeles de la Real Academia de la Historia, cambió su hipótesis. En cualquier caso, sus pesquisas confirmaban la existencia real de Francisco López de Úbeda, y localizaban además al propio fray Andrés Pérez dentro del texto de la Pícara Justina en la figura del bachiller Antón Pintado, entendiendo que el fraile habría completado sus estudios en la casa de los dominicos de Trianos entre 1575 y 1578, como alumno de fray Pedro de Herrera y de fray Diego Álvarez: “un bachillerejo —dice Justina— algo mi pariente que, aunque me pesó, se me pegó al tornarme de la romería de León. Éste, en virtud de ciertos cursos interpolados que había tenido en el Colegio de los Dominicos de Trianos, llevaba un pujote decir necedades”.

Con todo, el hallazgo más importante sobre este asunto es de los años 2004-2005, y se debe a la paciencia investigadora de Anastasio Rojo Vega, que ha encontrado un documento fechado el 18 de abril de 1605 en el que dos libreros comparecen ante Juan Ruiz, escribano de Valladolid, y firman las siguientes palabras: “Sepan cuantos esta carta de poder en causa propia y cesión y lo que de yuso será contenido vieren, como yo, Diego Pérez, mercader de libros, vecino de la villa de Medina del Campo, residente en esta ciudad de Valladolid, Corte de su Majestad, digo que, por cuanto yo tengo derecho y acción para imprimir y vender un libro intitulado la pícara, que le compré del padre presentado fray Baltasar Navarrete, de la orden de Señor Santo Domingo, según consta de la escritura de compra, asiento y concierto que con él hice, que está otorgada ante Cristóbal de Santiago”.

Como indudablemente el mencionado libro sólo puede ser la Pícara Justina, y dada la relación de Navarrete con el monasterio de Santa María de Trianos, que cita la obra, y que estaba situado en los límites de Tierra de Campos, esto es, en el ámbito de Mansilla de las Mulas, Sahagún y Medina de Rioseco, todo parece indicar que se trata del autor del Libro de entretenimiento; y más cuando, de acuerdo con Anastasio Rojo, la carta al bachiller Méndez Pavón, “fecha en Salamanca”, podría explicarse por el hecho de que Navarrete fue allí maestro de Teología. Asimismo, la mención de Alcalá se debería a que Navarrete había sido lector en el colegio de Santo Tomás de esa Universidad. Finalmente, el hipotético autor fue nombrado catedrático de Prima de Teología de Santo Tomás en la Universidad de Valladolid por mandato particular del duque de Lerma, que hizo constar que creaba esa cátedra expresamente para Navarrete con carácter vitalicio, lo que explicaría bien el escudo supuesto de Rodrigo Calderón con que se publicó la primera edición de la Pícara, dado que era uno de los hombres de confianza del duque. Además, Rojo aporta el dato de que las Controversiae de Navarrete fueron también impresas por Cristóbal Lasso Vaca en Medina del Campo, el mismo que publicó el Libro de entretenimiento. Por estas y otras razones, concluye Anastasio Rojo que “podrán plantearse en lo sucesivo todas las dudas que se quieran menos una: Navarrete es el dueño de la pícara; y por sentido común y porque la mecánica del negocio del libro se desarrollaba siempre así, su autor”.

La verdad es que pocos estudiosos conocen la mecánica del libro áureo tan bien como Anastasio Rojo, pero, aún así, no parece que pueda afirmarse que Navarrete es el autor de la Pícara, porque está comprobada la existencia de Francisco López de Úbeda, y se desconoce por completo qué relaciones mutuas tuvieron ambos. Ello aparte de que, como decía Edward Riley, “en España, a principios del siglo xvii, apenas se pensaba que el autor pudiera tener un especial derecho de propiedad sobre sus obras” (1981: 336). La autoría del Libro de entretenimiento de la Pícara Justina es, hoy por hoy, irresoluble, y lo único que se puede hacer, con los conocimientos actuales, es lanzar algunas hipótesis más o menos plausibles. Sobre todo si se recuerda que Oltra pensaba que el bachiller Antón Pintado era fray Andrés Pérez, antes supuesto autor de la obra, lo que lleva a pensar ahora, con la misma lógica, que debe de ser fray Baltasar Navarrete quien se oculta tras el bachiller Pintado.

Navarrete era un protegido del duque de Lerma, que le dio el nombramiento de catedrático de Prima en 1611. Por esas fechas, Rodrigo Calderón seguía siendo un poderosos valido de Lerma, pero López de Úbeda ya había desaparecido, seguramente a consecuencia de la Pícara Justina, esto es, del inventado escudo de armas de Rodrigo con el que se publicó la edición príncipe, que más que una defensa, como pensaba Bataillon, parece un ataque explícito contra él. Puede que el médico chocarrero no estuviera al servicio de tan poderoso confeso, sino al de una facción enemiga, concretamente, de la liderada por el almirante de Castilla, que residía, en verdad, en Medina de Rioseco, donde acaecen lances importantes de la Pícara, y seguía siendo, asimismo, muy poderoso.

Hay un texto que parece confirmarlo, cuando Justina se burla de quien “dijo haber descendido su linaje de la casa de los reyes de Aragón, y fue porque algunos de sus antepasados, mozos de caballos de la Casa Real, huyendo, de miedo de sus amos, se hicieron descolgar en unos cestos desde la muralla abajo, y esto fue descender de la Casa Real”. Y es que de Rodrigo, que había nacido en Amberes en 1576, se contaba que hubo de ser sacado por una ventana para salvar su vida durante una rebelión popular contra los españoles. Matías de Novoa —aduce Oltra— dice que “en los primeros alientos de su infancia bajó rodando las murallas en una sedición popular” (Memorias sobre el reinado de Felipe III). Todo parece indicar que el objeto de sus críticas, a causa de la falacia absoluta de sus pretensiones de ennoblecimiento, es el propio Rodrigo Calderón. Contra él dirigiría sus pullas satíricas un médico toledano. Por eso el marqués de Siete Iglesias, posiblemente, se encargó de borrarlo del mapa cortesano. Úbeda desaparece después de 1605: no se sabe nada más de él; y, lo que es más chocante, deja sin publicar una segunda parte de su obra que muy posiblemente había escrito ya.

Si Navarrete fuera el dueño y, por ende, el responsable de haber dado publicidad a los ataques larvados contra Rodrigo Calderón, éste lo hubiera sabido, sin duda, y difícilmente Lerma, su patrón, le habría premiado con una cátedra seis años después, en 1611; sino al revés. En consecuencia, más bien parece deducirse lo contrario: que Úbeda, temeroso, vendiera sus derechos a Navarrete; lo que debió de saberse pronto, y por eso no pudo evitar las represalias, y desapareció del mapa, al menos del cortesano, si no definitivamente. Pero un caso tan grave que tuvo consecuencias inmediatas incluso para el censor que permitió la publicación de la Pícara en 1605, pues como dijo Cervantes en el Viaje del Parnaso (1614) “al buen Tomás Gracián mancó de un brazo”; sin embargo, pese a todo, no afectó en absoluto a Navarrete, a quien incluso premiaron. Eso indica, sin duda, que nadie pensó que fuera el autor de la Pícara. Por eso, a falta de otros datos más concluyente, quien esto firma sigue pensando que el autor fue el médico toledano Francisco López de Úbeda, o, simplemente, Francisco de Úbeda, de quien, como se acaba de constatar, apenas se sabe nada.

 

Obras de ~: Libro de entretenimiento de la Pícara Justina, [...] Dirigida a Don Rodrigo Calderón Sandelín, de la Cámara de su Majestad. Señor de las villas de la Oliva y Plasenzuela. &c. Compuesto por el Licenciado Francisco de Úbeda, natural de Toledo, Medina del Campo, por Cristóbal Lasso Vaca, 1605 (la dedicatoria y el escudo falso de don Rodrigo Calderón no volvieron a reproducirse en ninguna de las reediciones de la obra hasta nuestros días) [La pícara montañesa llamada Justina, Barcelona, Sebastián de Cormellas, 1605 (no tiene el “escudo” ni el “prólogo al lector”, y añade dos aprobaciones nuevas); Libro de entretenimiento de la Pícara Justina, dirigido a don Alonso Pimentel y Esterlicq, Bruselas, Olivero Brunello, 1608; La pícara montañesa llamada Justina, Barcelona, Pedro Lacavallería, 1640; La pícara montañesa llamada Justina, Barcelona, Sebastián de Cormellas, 1640; La pícara montañesa llamada Justina, Barcelona, 1707; La pícara montañesa llamada Justina, ed. de G. Mayans y Siscar (atrib.), Madrid, Juan de Zúñiga, a costa de Francisco Manuel de Mena, 1735; La pícara montañesa llamada Justina, Madrid, a costa de Francisco Manuel de Mena, 1736; “La Pícara Justina”, en Tesoro de Novelistas Españoles antiguos y modernos, con una introducción y noticias de E. de Ochoa, París, Baudry, 1847, vol. I (Col. de los mejores autores españoles, 36) (es la primera ed. que no reproduce las notas al margen del original, ni los prelims.; reprod. en Novelistas posteriores a Cervantes, Biblioteca de Autores Españoles, vol. XXXIII, Madrid, Atlas, 1946-1950); La Pícara Justina, ed. crítica de J. Puyol y Alonso, Madrid, Bibliófilos Madrileños, 1912, 3 vols. (reproduce la princeps cuidadosamente corregida y anotada); “La Pícara Justina”, en Á. Valbuena Prat, La novela picaresca española, Madrid, Aguilar, 1956 (sin apostillas marginales y llena de erratas); La Pícara Justina, ed. crítica de A. Rey Hazas, Madrid, Editora Nacional, 1977, 2 vols.; La Pícara Justina, ed. de B. M. Damiani, Madrid, Porrúa, 1982; “La Pícara Justina”, en F. Sevilla Arroyo (ed.), La novela picaresca española, Madrid, Castalia, 2001; La Pícara Justina, ed. de A. Rey Hazas, pról. de J. I. Ferreras, León, Lobo Sapiens, 2005].

 

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Antonio Rey Hazas