López Bru, Claudio. Marqués de Comillas (II). Barcelona, 14.III.1853 – Madrid, 18.IV.1925. Empresario.
Cuarto hijo de Antonio López, I marqués de Comillas, que hizo su fortuna en Cuba. El cólera que se desató en la isla determinó que sus padres se trasladaran a Barcelona, donde nació Claudio. Tras el bachillerato, se licenció en Derecho en Barcelona, junto con su hermano Antonio, en 1873. Su padre los envió a Europa para completar su formación y en Londres perfeccionaron su inglés. De nuevo en España se instaló en Cádiz para trabajar en la Trasatlántica. En 1876 falleció su hermano y a la muerte de su padre (1883) se convirtió en heredero de las empresas paternas. Para entonces se había casado con María Gayón. No tuvieron descendencia. Para la boda compuso un Cántico Jacinto Verdaguer. Tras ella, el mismo año 1881, Alfonso XII quiso veranear en Comillas. Puesto que el I marqués —lo era desde 1878— no podía abandonar sus negocios durante tanto tiempo, delegó en los recién casados como anfitriones reales. En premio a sus atenciones, el Rey nombró a Claudio López gentilhombre en ejercicio en 1884.
Como empresario, heredó de su padre una red empresarial en la Península, en Cuba y Filipinas, centrada en La Trasatlántica, el Banco Hispano Colonial y la Compañía de Tabacos de Filipinas. Claudio la amplió con empresas agrícolas, mineras y ferroviarias. Fue la mayor corporación empresarial española del siglo XIX. Pese a lo que le afectaron el 98 y la Primera Guerra Mundial, siguió manteniendo su fama de buen empresario: Cambó quiso que presidiese la Compañía Hispanoamericana de Electricidad (1920). En varios momentos se le ha acusado del origen moralmente reprobable de su fortuna, sin poder probarlo. No se ha demostrado que quisiera controlar ideológicamente a sus trabajadores ni que se opusiese a los sindicatos. Su generosidad está reconocida incluso por quienes estaban más alejados de él y fue de los primeros en incluir en sus empresas las mejoras a los obreros que iba imponiendo la ley. Aportó su dinero para diversas iniciativas sociales de la Iglesia española: la Peregrinación Obrera a Roma (1894), la edición popular de Socialismo y Anarquismo del padre Vicent, comentario popular a Rerum Novarum y otras acciones en torno a la encíclica.
Nunca ocupó cargos políticos y no hizo caso a quienes, desde el Estado y la Iglesia, lo animaban a entrar en política. Fue, sin duda, dinástico y pretendió, con su independencia de los partidos, poder hacer más bien a la Iglesia y a las causas que consideraba justas. Apoyó decididamente a la Iglesia universal y española. Durante el pontificado de León XIII, además de lo ya dicho sobre sus apoyos a la difusión de Rerum Novarum, financió la construcción y parte del mantenimiento del Seminario Pontificio de Comillas (1892), dependiente directamente del Papa, continuando así los proyectos de su padre. Propuso también un proyecto concreto, que no llegó a realizarse, para que los católicos de todo el mundo comprasen al reino de Italia la ciudad de Roma y se la regalasen al Pontífice. En tiempo de Pío X, aunque su ayuda económica al seminario comillés debió de disminuir tras sus pérdidas en el 98, logró que se le concediera el rango de Universidad con la facultad de impartir grados académicos (1904). Prestó su ayuda al Papa con ocasión del terremoto de Messina (1908): convirtió en buque-hospital su barco Cataluña. No tuvo éxito, pero no fue por culpa de Claudio, la gestión que le encargó Benedicto XV —que le conocía de sus años madrileños— para repatriar prisioneros austríacos y húngaros confinados en Siberia (1920). Pío XI, como los Papas anteriores, mostró su gratitud al marqués.
Apoyó las mejores iniciativas sociales de la Iglesia española. Fundó, financió y siguió de cerca El Universo, órgano de Acción Católica. Apoyó también otras publicaciones: El Siglo XX, Revista Parroquial, Revista Católica de Cuestiones Sociales, La Lectura Dominical, La Paz Social y El Eco del pueblo, además de otras publicaciones misioneras. Fue alma de las grandes asociaciones del catolicismo social: la Asociación General para el estudio y la defensa de los intereses de la clase obrera, el Consejo Nacional de las Corporaciones Católico-Obreras y el Centro de Defensa Social. Participó en los congresos católicos (1889-1902). En los de Tarragona (1894) y Santiago de Compostela (1902) se aprobaron sus propuestas sociales. Colaboró igualmente con las semanas sociales desde 1906 hasta su muerte. Y apoyó ante el Rey la Gran Campaña Social (1922), tras la que estaba Ángel Herrera Oria, pese a que no le satisfacía el proyecto y le constaban las aprensiones del Rey ante él. Estuvo siempre tras las actuaciones del jesuita Antonio Vicent. Aportó tiempo, dinero y prestigio para que el catolicismo español no se encerrase en las sacristías y superase sus divisiones. Incluso quienes no compartían sus opciones y criterios reconocieron que, además de ser el mayor limosnero de España, era el mayor propagador de las ideas y realizaciones sociales de la Iglesia española, “la más poderosa inteligencia” entre los católicos españoles (Vázquez de Mella), “la más limpia, autorizada y desinteresada voluntad” (Severino Aznar). También aquí, como en su gestión empresarial, priman las luces sobre las sombras.
La base de su actividad empresarial, social, política y eclesial fue una fe sólida que, con mentalidad práctica, quiso poner al servicio de la Iglesia. Su espiritualidad estuvo muy inspirada por la línea de san Ignacio de Loyola y quiso ser enterrado con la sotana jesuítica.
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Rafael María Sanz de Diego, SI