Parias González, Pedro. Peñaflor (Sevilla), 9.I.1876 – 1.II.1938. Militar, agricultor, presidente de la Diputación y gobernador civil de Sevilla.
Nacido a comienzos de 1876, ingresó a los diecisiete años en la Academia de Caballería en Valladolid, un destino habitual en las familias de ascendencia hidalga.
Su carrera militar, que condicionó amistades y firmes principios, fue breve pero intensa retirándose a la vida civil con el grado de comandante. Durante algunos años, apremiado por las necesidades familiares, se dedicó a sus actividades particulares como agricultor, pero las circunstancias en que se encontraba el país le condujeron a la esfera de la política. La llegada de Miguel Primo de Rivera, la amistad que les unía y especialmente la presencia de José Cruz Conde como gobernador civil y comisario regio de la Exposición Iberoamericana, determinaron su nombramiento como presidente de la Diputación Provincial de Sevilla en julio de 1928. Le acompañaban como diputados provinciales otros familiares que comenzaban a destacar en profesiones liberales, como el ingeniero de caminos Juan Parias González y Antonio Parias González, concejal en Peñaflor, hermanos suyos pertenecientes a la Unión Patriótica (UP). Desde aquel cargo, Parias desplegó un amplio abanico de iniciativas entre las que destacó la preparación de la provincia para la Exposición Iberoamericana, el impulso del desarrollo agrícola y de la formación en esta materia, además del apoyo para la constitución de una Caja de Ahorros Provincial (entidad que vería la luz en 1930).
Un notable balance de gestión que correspondía a las pautas del regeneracionismo conservador del régimen de Primo de Rivera.
Como otros tantos colaboradores de la dictadura, Pedro Parias se alejó de la vida política bajo los gobiernos de transición de Dámaso Berenguer y Juan Bautista Aznar (las conocidas como “dictablandas”).
Desde sus convicciones monárquicas y habiendo sido distinguido con la amistad real, el establecimiento de la República y su evolución le condujo hacia posiciones contrarias al régimen, ingresando en el partido de Acción Popular. La política no lo apartó de su entorno de amistades locales y profesionales con las que se relacionaba en el Círculo de Labradores y en el Nuevo Casino. Su dimensión benefactora y humanitaria quedó reflejada en su colaboración habitual con las Hermanas de la Cruz, a las que también representó ante notario con motivo del traslado de los restos de sor Angela, el 4 de marzo de 1932. Meses más tarde, su figura volvió a cobrar dimensión pública al ser identificado con la conjura antirrepublicana del 10 de agosto de 1932 del general José Sanjurjo. Aunque no reconoció su participación en los sucesos, fue, no obstante, detenido por ello y, como otros implicados en la “Sanjurjada”, tuvo una estancia en prisión relativamente breve. Tras aquel episodio volvió a sus actividades privadas, si bien retornó a la política tras haber participado en el levantamiento militar de julio de 1936, siendo entonces nombrado gobernador civil de Sevilla por el general Gonzalo Queipo de Llano pues, aunque muy distantes en sus ideologías políticas, les unía la amistad como compañeros de promoción del Arma de Caballería. De hecho, Pedro Parias fue un hombre de enlace entre el general Queipo —de simpatías republicanas— y las derechas sevillanas que mayoritariamente se mostraban monárquicas.
Ostentó el cargo de gobernador civil hasta su fallecimiento en febrero de 1938, centrando su principal competencia en la coordinación de los servicios públicos y en la supervisión y control de las corporaciones, reservándose las autoridades militares el control del orden público dentro de los tiempos excepcionales que entonces corrían (el capitán Manuel Díaz Criado fue el delegado de Orden Público nombrado por Queipo). Como todas las autoridades del momento se encontró sumergido en las violencias de la guerra, pero salvó la vida de José María Varela Rendueles, último gobernador civil de la República en Sevilla, quien dejó constancia de ello en sus memorias.
En su misión básica de construcción de un embrión de organización pública en Sevilla (la principal ciudad de retaguardia de los nacionales) contó con la colaboración del alcalde Ramón de Carranza y del presidente de la Diputación, Joaquín Benjumea Burín, en un estilo de gobierno muy centrado en la gestión técnica y en el impulso de obras. También reabrió en 1937 la Caja de Ahorros Provincial que había sido clausurada por la República al poco de su creación, en 1930.
En 1963, a los veinticinco años de su fallecimiento, la corporación municipal, presidida por Mariano Pérez de Ayala, le concedió la Medalla de Oro de la ciudad a título póstumo.
Bibl.: J. M. Varela Rendueles, Rebelión en Sevilla. Memorias de su gobernador rebelde, Sevilla, Servicio de Publicaciones del Ayuntamiento, 1982; L. Álvarez Rey, Sevilla durante la dictadura de Primo de Rivera: la Unión Patriótica (1923-1930), Sevilla, Diputación, 1987; A. Braojos, M. Parias y L. Álvarez, Historia de Sevilla. Sevilla en el siglo XX, Sevilla, Universidad, 1990; L. Álvarez Rey, La derecha en la II República: Sevilla, 1931-1936, Sevilla, Universidad, 1993; J. Ponce Alberca, Política, instituciones y provincias: la Diputación de Sevilla durante la dictadura de Primo de Rivera y la IIa República, (1923-1936), Sevilla, Diputación, 1999.
Julio Ponce Alberca