Churruca y Elorza, Cosme Damián. Motrico (Guipúzcoa), 27.IX.1761 – Trafalgar (Cádiz), 21.X.1805. Teniente general de la Armada, científico y héroe de Trafalgar.
Nacido en Motrico (Guipúzcoa), el 27 de septiembre de 1761, de familia de nobles hacendados, fue su padre el licenciado Francisco de Churruca e Iriondo, primer alcalde y juez ordinario de la villa, y su madre María Teresa de Elorza e Iturriza, ambos de Motrico.
Cosme Damián era el séptimo de los diez hijos de este matrimonio y vino al mundo en la fecha indicada, en el palacio que les había cedido en propiedad la familia Gaztañeta. A los once años fue enviado a cursar estudios de Gramática y Humanidades al Real Seminario de Vergara y más tarde en el Conciliar de Burgos, encargándose de su educación el arzobispo Rodríguez de Arellano; a los quince, sentó plaza en la Compañía de Guardias Marinas de Cádiz el 5 de junio de 1776, pero en marzo de 1777 fue trasladado a la que se había formado en El Ferrol y promovido a alférez de fragata al año siguiente, previos los exámenes correspondientes.
En octubre de 1778 salió a navegar en el navío San Vicente Ferrer, que mandaba Francisco Gil y Lemus, de la escuadra del general Antonio de Arce, quien apreciaba sus buenas aptitudes. El general Ponce de León, que le sucedió en el mando, le nombró su ayudante. Transbordó a la fragata Santa Bárbara el 13 de diciembre de 1881, que estaba a cargo de Ignacio María de Álava. Participó en el asedio a Gibraltar planeado por el duque de Crillón y durante las operaciones de bloqueo, en el ataque de las flotantes frente a la Roca (14 de septiembre de 1782), en la noche en que las “balas rojas” inglesas produjeron el incendio de las baterías flotantes de D’Arçon, se distinguió tratando de apagar el incendio y salvando supervivientes bajo un diluvio de fuego con el bote de su fragata. Aquello fue un fracaso para España; un esfuerzo inútil, ya que Gibraltar quedó en manos de los ingleses. Pero Churruca fue promovido por ello a alférez de navío en ese mismo año, el 21 de diciembre de 1782. Firmada la Paz de Versalles (1783), la fragata fue enviada a pasar la noticia a Montevideo, y Churruca, que llevaba los cálculos por su cuenta, advirtió a tiempo un error en los del piloto, gracias a lo cual se evitó un naufragio. Volvió a Cádiz en noviembre y, en cumplimiento de Real Orden de 25 de marzo de 1784, marchó a El Ferrol para hacer el curso de estudios mayores o sublimes a las órdenes de Vimercati (de mayo de 1784 a febrero de 1787), donde sustituyó a maestros de varias clases durante la ausencia de éste, y ascendió a teniente de fragata el 15 de septiembre de 1784. Fue agregado a la Compañía de Guardias Marinas de aquella ciudad, donde se distinguió en Matemáticas, Mecánica y Astronomía aplicadas a la marina, y en febrero de 1787 sostuvo el certamen público de estas ciencias, que ofreció por primera vez aquella academia.
Recién terminado el curso, es ascendido a teniente de navío el 28 de abril de 1787 y, al año siguiente, se le nombra para embarcar en una segunda expedición que, mandada por el capitán de navío Antonio de Córdoba, iba a reconocer el estrecho de Magallanes y a estudiar la hidrografía de aquellos inhóspitos parajes, con vistas a favorecer el comercio y la navegación a Chile y Perú, especialmente con Lima; Churruca y Ciriaco Cevallos eran los encargados de la parte astronómica y geográfica. La expedición, formada por los paquebotes Santa Casilda y Santa Eulalia, zarpó de Cádiz el 5 de octubre de 1788. A costa de indecibles trabajos y con riesgo de perecer por los continuos temporales, reconocieron la Tierra del Fuego desde el cabo Lunes hasta el océano Pacífico, y regresaron a Cádiz el 13 de mayo de 1789. Churruca escribió el diario de todo, compilado después, aunque con inserción literal de lo más notable, como Apéndice a la relación del viaje al Magallanes de 1788 y 1789, impreso en Madrid en 1793.
A pesar de que Churruca gozaba entonces de poca salud, en junio de 1789 fue agregado al Observatorio de Marina de Cádiz y, desde el 14 del mismo mes, sirvió de ayudante del mayor general de la escuadra de José Solano, marqués del Socorro, hasta que, desarmada ésta, regresó al Observatorio; pero por necesidad de restablecer su salud, ya ascendido a capitán de fragata (10 de marzo de 1789), pasó con licencia a Motrico hasta abril de 1791. Una vez recobrado, se encontró con que se estaba preparando otra expedición para la reforma del Atlas Marítimo de la América Septentrional, cuyo plan se encargó a José de Mazarredo.
Propuso este general que se destinasen al efecto cuatro bergantines; dos de ellos los puso al mando de Churruca, a pesar de su juventud (treinta años), para las operaciones desde la isla de Trinidad hasta los canales nuevo y viejo de Bahama; y otros dos, mandados por Joaquín Francisco Fidalgo, para recorrer desde la isla misma de Trinidad las costas de Tierra Firme hasta concluir en el seno mexicano. La división de Fidalgo, que quedó habilitada más pronto, salió de Cádiz delante (4 de junio de 1792), y la de Churruca, con los bergantines Descubridor (capitana) y Vigilante, lo hizo el 15 siguiente. Al paso por las Canarias, determinó la situación de la isla de Hierro, comprobando su magnitud y figura, y algunos puntos de otras, como también la de Tobago y parte de las costas del oeste y norte de la de Trinidad, en donde, llegado que hubo, estableció el primer meridiano de aquellas regiones en el fuerte aislado de San Andrés. Acordada la distribución de funciones, comenzó Churruca por las bocas del Drago y costas del norte y este. Pero entorpecida la empresa por las alteraciones políticas que sobrevinieron y otros incidentes, al tener que alternar sus actividades científicas con las militares marítimas, no pudo proseguirla sino en algunas coyunturas, autorizado ya por Real Orden de 23 de mayo de 1793 para seguir sin sujeción al plan que se le había dado, según lo que las circunstancias y sus propios conocimientos le dictasen. Estando en Puerto Rico, en julio siguiente, ya ascendido a capitán de navío el 25 de enero de 1794, observó y determinó las alturas meridianas de las estrellas Antares, Dragón y Cepheo, y en octubre la ocultación de Aldebarán por la Luna, enlazando así con otros trabajos antiguos existentes de más al este. El 30 de mayo de 1795 concluyó todo lo perteneciente a la carta general de las Antillas, desde la Barbada a Santo Domingo, cartas que luego se publicaron entre 1802 y 1811. La expedición duró dos años y cuatro meses; se levantaron treinta y cuatro cartas esféricas, con multitud de canales, portulanos, etcétera, que no se publicaron inmediatamente a causa de la precaria salud de Churruca. Volvió a Cádiz el 18 de octubre de 1795 como segundo comandante del navío Conquistador, pasando con licencia a Madrid para reponer su maltrecha salud. Las cartas fueron comprobadas por los observatorios más prestigiosos de Europa, mereciendo unánimes aplausos y la consideración de los sabios y personas más notables de la época.
Cuando regresó al Departamento de Cádiz a fines de 1796, ya se había acordado la Paz de Basilea (22 de julio de 1795), que dejaba sin efecto la alianza española con Inglaterra, y se reconocía a la República francesa. España había firmado el Tratado de San Ildefonso (18 de agosto de 1796) que la volvía a ligar a Francia; el 6 de octubre, España declaraba la guerra a Inglaterra, porque ésta continuaba con su política habitual de hostigamiento a los navíos españoles.
En marzo de 1797, Churruca se hizo cargo de la segunda comandancia del navío Príncipe de Asturias, pero desembarcó el 20 del mismo mes para ejercer de fiscal asociado a la causa abierta contra el general Córdoba por su actuación en el combate de cabo San Vicente el 14 de febrero anterior, contra la flota inglesa del almirante Jervis. En abril volvió a embarcarse, esta vez en el navío Concepción, como ayudante de la escuadra de José de Mazarredo, con retención del destino anterior, y junto con Antonio de Escaño ayudó a este general a defender Cádiz del ataque de Nelson (18 de abril de 1798). Mazarredo lo nombró mayor general interino de la escuadra a partir del 3 de febrero de 1798, cargo que ejerció durante la salida a la mar de la propia escuadra del 6 al 13 siguientes, en persecución de la británica que bloqueaba el puerto de Cádiz. Desembarcó el 21 de febrero y en cumplimiento de Real Orden tomó el mando del navío Conquistador (10 de febrero de 1799).
Mazarredo, en Cádiz, esperaba la llegada del almirante Eustache Bruix para ir juntos a recobrar Menorca, pero al ver que la escuadra de éste pasaba de largo y embocaba el estrecho de Gibraltar el 12 de mayo de 1799, salió a la mar en su seguimiento. Al comprobar que eran otras las intenciones del francés, la escuadra española determinó emprender en solitario la expedición a Mahón, pero habiendo sufrido los navíos muchas averías como consecuencia de un fuerte temporal que cogieron en el golfo de Vera, arribó a Cartagena el 20 de mayo, donde fondeó para refugiarse y reparar los desperfectos. Un mes más tarde, ya la escuadra a punto, entraba también en este puerto la escuadra francesa de Bruix procedente de Tolón, a la que, por voluntad del Gobierno, se unió la de Mazarredo y ambas se dirigieron a Brest para colaborar en la invasión de Gran Bretaña proyectada por el Directorio. Esta escuadra combinada de cuarenta y tres navíos salió a la mar el 29 de junio y entró en Cádiz el 10 de julio. El 21 se hizo de nuevo a la mar dirigiéndose a Brest, donde entró el 9 de agosto, quedando bloqueada por tierra por los vendeanos y por mar por la escuadra británica mandada sucesivamente por los almirantes Bridport, Jervis y Cornwallis. Aprovechando la inacción en este puerto, en junio de 1800 Churruca se fue a París reclamado por Mazarredo, ya que por Real Orden había de visitar el Observatorio Astronómico, el Depósito Hidrográfico y otros establecimientos científicos. En Brest Churruca fue objeto de muchas distinciones.
Una de ellas consistió en la entrega por el prefecto marítimo Caffarelli, en nombre del Gobierno, de las nuevas cartas de las Antillas que él trabajó y el Gobierno francés adoptó e hizo públicas. Le obsequió, además, en nombre de Bonaparte, con una armadura, según dicen ciertos textos especializados. Lo que se sabe es que el regalo consistió en un rico sable y un par de pistolas, el mismo regalo que le hizo al brigadier Escaño.
Fue entonces cuando escribió y publicó la Instrucción militar para el navío Conquistador dispuesta por su comandante (Brest, 1799).
Cuenta Fernández de Navarrete que estando el buque para entrar en dique, advirtió Churruca que el ingeniero francés Guignard, tan sólo con algunos datos que pidió y se le dieron, dedujo el quebranto del buque al medio, ocultando el método que había usado.
Investigando por su cuenta, logró descubrirlo, y escribió a la Corte sobre ello. Como resultado se imprimió y circuló por los Departamentos su Método geométrico para determinar las inflexiones de la quilla de un buque quebrantado, lo mismo que la cantidad de arrufo, caso de que lo hubiese. Este método adoptado por Churruca ofrecía ventajas sobre los que se practicaban en los arsenales españoles: era rigurosamente geométrico y determinaba la cantidad del quebranto o del arrufo de un navío en otros tantos puntos de longitud como portas tuviere la primera batería, sin más operaciones que medir la altura de cada una de ellas sobre el mar y los calados de popa y proa por medio de un cálculo muy corto, sencillo, fácil y uniforme para cada punto; y por él podía además saberse el estado actual de un buque siempre que hubiese calma de viento y mar, y saberse al fin de cada campaña cuánto se había quebrantado en ella. El mérito consistió en haber resuelto este importante problema con carácter general.
A causa de un tratado secreto entre España y Francia (1 de octubre de 1800), se cursa la Real Orden de 31 de marzo de 1801, por la que debían entregarse a la Marina francesa en Brest, a mediados de abril de 1802, dos hermosos barcos de setenta y cuatro cañones, completamente armados, elegidos por ella: el Conquistador y el Pelayo, con gran disgusto de Churruca que había dedicado tres años de su vida a organizar y perfeccionar su buque. Mazarredo es relevado por presiones del primer cónsul sobre Carlos IV, a causa de sus desacuerdos. La escuadra española queda al mando de Gravina, quien recibe la orden de salir para Santo Domingo con cinco navíos, una fragata y un bergantín en apoyo del almirante francés Villaret- Joyeuse, y también se ausenta. Con la Paz de Amiens (1802), cesa el bloqueo y la escuadra sale de Brest al mando de Antonio de Córdoba dirigiéndose a Cádiz, donde entra el 25 de mayo con Churruca embarcado de transporte en el navío Concepción. Por Real Orden se le destinaba a éste para transportar a Barcelona las falúas que debían servir a SS. MM. con motivo de la venida a España de la princesa de Nápoles a contraer matrimonio con el príncipe de Asturias.
Terminada la comisión, pasó al Departamento de Cartagena (14 de diciembre de 1802), donde publicó el mismo año el Discurso (Memoria) sobre la ocultación de Aldebarán, que había observado en Puerto Rico (21 de octubre de 1793); colocó su longitud con tal acierto que hizo decir a Lalande que no había sobre la Tierra cuatro puntos tan exactamente situados.
Esta memoria se insertó, con la del quebranto de los buques, en el Almanaque Náutico del año 1804.
Después de disfrutar de una licencia en Motrico (1803), localidad de la cual era alcalde Churruca, y cuando pasaba por Madrid para ir a Cartagena en noviembre de ese año, visitó la Corte y fue bien acogido por SS. MM. En la capital recibió la orden de ir a El Ferrol a tomar el mando del navío Príncipe de Asturias, único navío de tres puentes que se hallaba desarmado en aquel puerto. En vista del deterioro de las relaciones españolas con Inglaterra, recibe la orden de armarlo. No fue éste el único encargo que tuvo Churruca en El Ferrol. Entre otros, se le encomendó examinar varias llaves para artillería, propuestas a la superioridad desde 1797, y otras que él mismo conocía, y el de hacer experiencias sobre el descenso o abatimiento de las municiones, y formar una instrucción sobre punterías para el servicio de la Armada. Las llaves para la artillería que propuso parecían aventajar a las que usaban las naciones extranjeras; por consiguiente se adoptaron según las propuso, y aprobada por S. M. la instrucción que formó se comunicó a la Armada con carácter de generalidad (Real Orden de 14 de abril de 1801), y últimamente se dio al público tras la muerte del autor. Se le puso por título Instrucción sobre punterias para el uso de los bajeles del Rey; seguida de un apéndice que incluye las dimensiones del casco y arboladura de los buques de guerra ingleses de todos portes, con otras noticias relativas a su armamento), Madrid, en la Imprenta Real, 1805). Dice Salas que inspiró la obra de Montgery Regles de pointage á bord des vaisseaus, publicada en 1816 para la Marina francesa.
No dejaba de trabajar; con Escaño revisó el Diccionario de Marina, por orden superior.
Francia e Inglaterra rompen de nuevo las hostilidades en mayo de 1803 y, un año después, Bonaparte es nombrado emperador de los franceses y concibe el ambicioso plan de invasión de Inglaterra. Incita a Carlos IV a declarar la guerra a Gran Bretaña (12 de diciembre de 1804) porque los ingleses seguían con su política de apresar las fragatas españolas que volvían de América cargadas de oro. Por entonces, Churruca, que ya tenía muy adelantado el armamento del navío Príncipe y hecho en él muchas mejoras, solicitó el mando del San Juan Nepomuceno, que acababa de carenarse y estaba aún sin los repartimientos interiores, mando que obtuvo por orden del Príncipe de la Paz de 1 de febrero de 1805, con la facultad de arreglarlo y disponer se artillase a su entera satisfacción sin sujeción a reglamentos. Durante su estancia en El Ferrol, a los cuarenta y tres años, contrajo matrimonio con María de los Dolores Ruiz de Apodaca, hija de Vicente, brigadier de la Armada, y sobrina carnal de Juan Ruiz de Apodaca, conde de Venadito y director general de la Armada (2 de abril de 1805). Hacia el mes de junio había concluido el armamento y se encontraba formando parte de la escuadra del teniente general Domingo Pérez de Grandallana, la cual, incorporada a la de Gravina, llegada de las Antillas y recién salida del combate de cabo Finisterre, partió de El Ferrol el 10 de agosto; fondeó seguidamente en la ría de Ares, donde volvió a concentrarse la escuadra combinada a las órdenes del vicealmirante Villaneuve. El 13 se hizo a la vela esta escuadra para dirigirse a Brest en cumplimiento de las órdenes de Napoleón, pero el 15, dando por fracasada la operación de ataque a Inglaterra y por la necesidad de encontrar víveres, Villaneuve decide arrumbar a Cádiz y allí fondeó el día 20. A la llegada, “Gravina fue al encuentro de Churruca y abrazándole le testificó el placer con que le había visto maniobrar”.
Durante la navegación, el San Juan fue en cabeza de la escuadra de observación, que mandaba Gravina. En la tarde del 19, cuando el navío estaba dando caza a una fragata de guerra enemiga y en zafarrancho de combate, se insubordinó una parte de los soldados de Infantería de Marina de los ranchos proeles de las baterías primera y segunda. Tras diversas incidencias y una vez fondeada la escuadra en Cádiz, Churruca, muy bien secundado por su segundo comandante, Francisco de Moyúa, resolvió el grave incidente; posteriormente, libró de la condena de muerte a los cabecillas del motín y logró que quedase reducido el castigo a penas de prisión.
Durante el consejo que tuvo lugar a bordo del Bucentauro el día 8 de octubre, Churruca mostró su disconformidad con la salida de la escuadra. Pero a Napoleón no le gustaba tener a sus barcos encerrados en Cádiz y no sólo ordenó salir a Villeneuve, sino que ya había enviado al almirante Rosily para relevarle.
Cuando los buques del vicealmirante Villaneuve empezaron a salir de Cádiz el 19 de octubre de 1805 para entrar en el Mediterráneo, el San Juan tenía asignado el puesto número uno de la primera división de la escuadra de observación que mandaba Gravina con su insignia arbolada en el navío Príncipe de Asturias.
Se hizo a la mar en la madrugada del 20. El 21, Villeneuve mandó formar la línea de batalla en orden natural, quedando el San Juan en cabeza de la larga línea combinada. Poco después, el almirante puso la señal de virar en redondo, con lo que el San Juan pasó a ser cola de la formación y objetivo de los navíos de sotavento, enemigos que venían de arribada a atacar la retaguardia francoespañola. Antes de comenzar la acción, el comandante mandó formar a las brigadas y les hizo hincar de rodillas. Dirigiéndose al capellán le dijo: “Cumpla usted padre con su ministerio, absuelva a estos valientes, que no saben lo que les espera en la batalla”. Después arengó a la dotación: “Hijos míos, en nombre del Dios de los Ejércitos prometo la bienaventuranza al que muera cumpliendo su deber”.
A continuación dio las tres voces de “¡Viva el Rey!” Dos buques lo pasan de la misma vuelta mientras otros tres lo baten, dos por la mura de babor y un tres puentes por la mura de estribor. Uno de ellos llegó a estar a su costado, a tiro de pistola, mientras los otros dos lo batían por estribor, por la aleta y por la popa. Así combate durante una hora, cuando a los cinco buques se incorpora uno más. Durante el combate, el San Juan recibió un duro castigo pero, pese al creciente número de bajas que tenía a bordo, respondía vivamente al fuego enemigo con 683 infantes sirviendo las setenta y cuatro piezas de artillería sin posibilidad de recibir socorro. Acudía a todos los puntos con gran serenidad y firmeza; y mandaba las maniobras y con la bocina, las punterías, con tal acierto que mantenía a distancia a las fuerzas superiores que lo rodeaban. Cuando ya había muerto el segundo comandante por bala de cañón, que le llevó el brazo izquierdo y parte de las costillas, el mismo Churruca recibía un impacto de bala de cañón en la pierna derecha por encima del muslo, que le derribó sobre el alcázar; y aunque se negó a ser retirado, exclamando “Esto no es nada; siga el fuego” y mandó clavar la bandera para que no se arriase, ya moribundo, tuvo al fin que resignar el mando. Trasladado a la enfermería, falleció a las dos horas, dando pruebas de una entereza admirable. Antes de salir a la mar, en una carta a un familiar había escrito: “Si llegas a saber que mi navío ha sido hecho prisionero, di que he muerto”. Tenía cuarenta y cuatro años de edad y algo más de veintinueve de servicio.
A las cuatro horas de iniciada la acción, con el San Juan desmantelado y sin gobierno, inutilizados quince cañones, con varios impactos a flor de agua en el costado de babor y la tercera parte de la dotación fuera de combate, el teniente de navío Joaquín Núñez Falcón, después de consultar con los oficiales, rindió el buque al Dreadnought, mandado por el capitán de navío John Conn, con ciento veinte hombres muertos y ciento setenta y cinco heridos. Los ingleses quedaron asombrados de la defensa de este navío y aseguraban que se había batido de un modo de que no había ejemplo. El oficial que entró en la cámara para hacerse cargo del buque se descubrió y dijo: “Varones tan ilustres como éste no deberían estar expuestos al resultado de un combate, sino que su vida debería guardarse preciosamente para el adelanto y progreso de la Humanidad”.
La cámara del comandante del San Juan fue desvalijada, antes de embarcar la dotación de presa británica.
Por medio de una fragata parlamentaria, los ingleses devolvieron los papeles pertenecientes a Churruca que habían encontrado a bordo del navío (28 de octubre de 1805). Después lo llevaron remolcado a Gibraltar, donde fue conservado durante mucho tiempo con la cámara de Churruca cerrada, ordenándose a todo el que penetrase en ella que lo hiciera descubierto, en honor y recuerdo de la epopeya del marino español (Marliani). Repullés, en su Elogio histórico (Madrid, 1806) adopta este lema: “Vivió para la Humanidad y murió por la patria”. Tras su muerte, S. M. le ascendió a teniente general, y su esposa gozó de esta viudedad.
La Marina española ha conservado este nombre en la lápida puesta en la tercera capilla oeste del Panteón de Marinos Ilustres, en San Fernando (Cádiz), con una leyenda que dice: “A la memoria del brigadier de la Armada D. Cosme Damián de Churruca.
Muerto gloriosamente sobre el navío de su mando, San Juan Nepomuceno, en el combate de Trafalgar el 21de octubre de 1805”. Para perpetuar la memoria de Cosme Damián de Churruca, entre los años 1812 y 1813, siendo capitán general de Galicia el teniente general Francisco Javier Abadía, se erigió una fuente de cuatro caños, de autor desconocido, en forma piramidal y elevada con una urna encima, en eterno recuerdo del insigne marino, en el centro de la plaza llamada del Carmen o de Armas de El Ferrol. En las cuatro caras de la pirámide que sostiene el vaso cinerario se leen las inscripciones siguientes alusivas a las virtudes y la gloria del inmortal Churruca: “Inmortalitati C hurrucae Inclyti Ferralii Decoris”, “Obiti Pro Patria Mdcccv”, “Suus Abadia Galletiam Postea Gubernans”, “Hunc Fontem Erexit, Nominique Tanto Dicavit Mdcccxii”. Por acuerdo de las Juntas Generales de Guipúzcoa, en 1865, con fondos aportados públicamente, se elevó una estatua en Motrico, obra del escultor vergarés Marcial Aguirre, cuya primera piedra colocó la reina Isabel II el 5 de septiembre de 1866 y vino a inaugurarse oficialmente en junio de 1885. Por decreto de las Cortes Constituyentes de Cádiz del 14 de abril de 1814, se dispuso que hubiese siempre un barco de la Armada que llevase su nombre. Así se hizo con uno de los navíos de línea que se estaban construyendo entonces en El Ferrol; y cuando en 1870 se compró en Norteamérica el vapor rápido Savannah, se le cambió este nombre por el de Churruca.
Se le puso también su nombre a un destructor de 1.536 toneladas que se botó en el año 1929 en la factoría de la Sociedad Española de Construcción Naval de Cartagena. Hubo, asimismo, una trincadura con su nombre durante las guerras carlistas.
Churruca, encarnación del marino ilustrado, era un hombre trabajador, inteligente y animoso; de costumbres austeras y hábitos religiosos, que defendía la profesionalización de la carrera militar contra la antigüedad, mostrándose más conforme con el estudio, la educación y la inteligencia, valores que responden a las ideas de los militares progresistas del liberalismo decimonónico. El Ejército era para él más que un oficio, una profesión, donde las cualidades profesionales prevalecían sobre las recompensas de los ascensos. A decir de Cipriano Vimercati, director de la Academia, Churruca era de “talento grande, aplicación muy singular, adelantamiento grande y rápido, en mi juicio ninguno le aventaja. Ha tomado grande amor a este estudio y tiene mucha disposición para él, y así se puede esperar mucho”. Noble de origen y educación, no se contentaba con ascender en el escalafón militar por el favor real, sino que buscó y obtuvo la gloria en la milicia y en el estudio. Todos los buques que pasaron por sus manos eran tenidos pronto por modelos en su clase. A sus conocimientos como marino, unía un gran interés por el estudio de las letras: conocía autores clásicos latinos, las lenguas inglesa e italiana, y hablaba la francesa con la misma perfección que los franceses. Estaba al tanto del estado de las ciencias en los distintos países y las causas de su progreso. Entre sus tareas privadas se encuentran ensayos de gran importancia, se conservan borradores muy extensos de observaciones y cálculos y fragmentos de discusiones sobre Historia Natural. Se sabe que en sus últimos años había trabajado sobre la táctica seguida en las marinas de España y Francia con observaciones para elevarlas al Gobierno, pero se ignora su paradero. Poseía una biblioteca de 131 títulos en 207 volúmenes, que su viuda envió a sus sobrinos de Motrico. En el Museo Naval de Madrid y en el archivo particular de Enrique de Areilza y Churruca, conde de Motrico, se conservan interesantes documentos sobre este ilustre marino.
En las funciones de mando era exigente en la disciplina, pero sin aspereza ni severidad excesiva: mandaba con el ejemplo. Cuando tenía que imponer un castigo buscaba los medios de templar el rigor sin apartarse de las ordenanzas. Con respecto a la rebelión que tuvo a bordo cuando navegaban rumbo a Cádiz, le escribe a su hermano: “Te remito adjunta una copia de la orden publicada ayer en la escuadra, para que veas por ella la doble satisfacción que tengo de haber salvado la vida de cuarenta desgraciados que se me amotinaron a bordo, y que tanto el Rey como el generalísimo hayan apreciado mi mediación; así constará a la posteridad que no pude provocar yo con un rigor excesivo un atentado que no tiene ejemplo en nuestras tropas de marina [...]”. La ordenanza condenaba a muerte a aquellos soldados.
Obras de ~: Apéndice a la relación del viaje al Magallanes de 1788 y 1789, Madrid, 1793; Extracto de los acaecimientos y operaciones de la 1ª división de bergantines destinada a perfeccionar la hidrografía de las islas de la América septentrional bajo el mando del capitán de fragata D. Cosme Damián Churruca, iniciando dichas operaciones desde el puerto de Cádiz el 15 de junio de 1792. 1795, octubre, 18, a bordo del Conquistador en Cádiz (en Museo Naval de la Armada en Madrid, ms. 320, doc. 26, fols. 188-199); Instrucción militar para el navío Conquistador dispuesta por su comandante, Brest, Imprenta Gauchelet, 1799; “Discurso sobre la ocultación de Aldebarán por la Luna, observada en Puerto Rico la noche del 21 de octubre de 1793 [...]”, en Almanaque Náutico para el año de 1804, Madrid, 1802; “Método geométrico para determinar todas las inflexiones de la quilla de un buque quebrantado, igualmente que la cantidad de su arrufo, en el caso de que lo hubiese”, Brest (Francia), 1802 y Madrid, en Almanaque Náutico para el año 1804; Instrucción sobre punterías para el uso de los bajeles del Rey; seguida de un apéndice que incluye las dimensiones del casco y arboladura de los buques de guerra ingleses de todos portes; con otras noticias relativas a su armamento, Madrid, Imprenta Real, 1805.
Fuentes y bibl.: Archivo General de Marina, Álvaro de Bazán (Viso del Marqués, Ciudad Real), Cuerpo General, “Hoja de Servicios de D. Cosme Damián de Churruca y Elorza”, leg. 620 (316); Archivo del Museo Naval, Expedientes de probanzas, E. 1468.
J. de Vargas Ponce, Relación del viage al Magallanes de los paquebotes Santa Casilda y Santa Eulalia en los años 1788 y 1789, y la carta general del viage, Madrid, 1793; J. Mor de Fuentes, El combate naval de 21 de octubre, Madrid, Imprenta Cano, 1805; Elogio histórico del brigadier de la Real Armada D. Cosme Damián de Churruca y Elorza, que murió en el combate de Trafalgar en 21 de octubre de 1805, escrito por un amigo suyo, Madrid, 1806; Jurien de la Gravière, Guerres Maritimes sous la Republique et l’Empire, Paris, 1847; M. Marliani, Combate de Trafalgar-Vindicación de la Armada Española, Madrid, Imprenta y Librería Matute, 1850; F. de P. Pavía, “Churruca (D. Cosme Damián de)”, en Galería Biográfica de los generales de Marina [...] desde 1700 a 1868, t. II, Madrid, Imprenta a cargo de J. López, F. García y C.ª, 1873; R. Auñón y Villalón, La Marina en 1800, 1805 y 1865, Madrid, Imprenta El Liberal, 1886; J. Gómez de Arteche, “Reinado de Carlos IV”, en A. Cánovas (dir.), Historia General de España, Madrid, Imprenta El Progreso Editorial, 1890; A. Navarrete, Historia Marítimo-Militar de España, Madrid, Sucesores de Ribadeneyra, 1901; F. López Alén, Marinos ilustres: Cosme Damián Churruca, Euskal Erria, 1905; M. Díaz Rodríguez, El teniente general D. Cosme Damián Churruca y Elorza, de 1761 a 1805, Euskal Erria, 1905; P. Alcalá Galiano, El combate de Trafalgar, t. I, Madrid, Imprenta del Depósito Hidrográfico, 1909, t. II, Madrid, Imprenta del Ministerio de Marina, 1930; “Churruca y la disciplina”, en Revista General de Marina (RGM) (Madrid), t. CVI (1930), págs. 163-170; J. Cervera Jacome, El Panteón de Marinos Ilustres. (Historia y biografías), Madrid, Imprenta del Ministerio de Marina, 1926; J. Blas Domínguez, “Churruca, el sabio, el héroe y el hombre”, en RGM (mayo de 1944), págs. 523-527; J. García Mercadal, Churruca, Madrid, Editorial Gran Capitán, 1946; A. Delaunet, La casa de Churruca y sus alianzas, San Sebastián, 1957; E. de Churruca, conde de Motrico, Cosme Damián de Churruca y Elorza: recopilación de noticias biográficas, San Sebastián, Diputación Provincial de Guipúzcoa, 1961; A. Navas Álvarez, Churruca, un almirante para la historia, Madrid, Imprenta del Ministerio de Marina, 1962 (Editorial Naval, Biblioteca de Camarote de la RGM, suplemento n.º 30); C. Martínez-Valverde, “Churruca y Elorza, Cosme Damián”, en J. M.ª Martínez-H idalgo y Terán (dir.), Enciclopedia del Mar, t. III, Barcelona, Ediciones Garriga, 1982, págs. 404-407; M. Fernández de Navarrete, Biblioteca Marítima Española, t. I, Barcelona, Palau & Dulcet, 1995 (2.ª ed.), págs. 283-291; M. D. González-Ripoll, A las órdenes de las estrellas: vida del marino Cosme de Churruca y sus expediciones a América, Madrid, Fundación BBV, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1995; B. Pérez Galdós, “Trafalgar”, en Episodios Nacionales, cap. I al XVII, Madrid, Ediciones Urbión, 1996, págs. 62 y 94; M. D. González- Ripoll, Bajo pólvora y estrellas: Churruca y otros marinos vascos de la Ilustración, San Sebastián, Museo Naval, 2000; M. J. Parejo Delgado, “Vidas Paralelas de los militares ilustrados, Churruca, Gravina y Alcalá Galiano”, en Milicia y Sociedad Ilustrada en España y América (1750-1800), t. I, Sevilla, Cátedra General Castaños, 2002; J. I. González-Aller Hierro, La campaña de Trafalgar (1804-1805). Corpus Documental, Madrid, Ministerio de Defensa-Armada Española, 2004, parte I, doc. 81, 200, 230, 325, 517, 525, 800, 839, 860, 907, 940, 1112, 1172, 1213, 1303 y 1304; parte II, anexo 28, parte IV, navío San Juan Nepomuceno; Cosme Damián de Churruca. Vivió para la humanidad, murió por la patria, catálogo de la exposición, Madrid, Museo Naval de la Armada, 2005.
José Antonio Ocampo Aneiros