Hidalgo de Agüero, Bartolomé. Sevilla, 1530 – 5.I.1597. Medicina, anatomía, cirugía.
Hidalgo de Agüero pertenece a la segunda generación de cirujanos españoles del período renacentista, constituida por los nacidos en torno a los años treinta del siglo XVI, formados en el galenismo humanista, buenos clínicos, innovadores en su acción quirúrgica, y que conocieron de primera mano el alcance de la reforma vesaliana. Junto a Hidalgo de Agüero hay que recordar a Juan Calvo, Francisco Díaz y Juan Fragoso, con quien Hidalgo de Agüero polemizó intensamente a raíz de su original método curativo de las heridas.
No se conoce bien la biografía de este médico y cirujano andaluz. Se sabe, sin embargo, que hizo sus estudios en Sevilla y que toda su vida profesional giró en torno al hospital de San Hermenegildo, más conocido popularmente como el hospital del Cardenal. La formación en cirugía la hizo Hidalgo de Agüero junto a Alfonso de Cuadra y Juan de la Cueva, dos prestigiosos profesionales de la localidad, y, a la muerte de este último, ocupó su plaza en el citado centro asistencial. Parece ser que, a pesar de su prestigio, tuvo ciertas dificultades económicas, lo que quizás explica los problemas que tuvieron sus herederos para editar sus escritos tras su fallecimiento (Pike, 1965).
Su escrito más importante es el Thesoro de la verdadera cirugía, que apareció siete años después de su fallecimiento, aunque parece claro que Hidalgo de Agüero tuvo intención de editarlo en vida. En efecto, en noviembre de 1593 el Cabildo de la ciudad de Sevilla autorizó la publicación del Thesoro. Tres años después, en julio de 1596, una Real Cédula concedió a Sevilla la licencia para la impresión del libro. Pero al poco falleció Hidalgo de Agüero, lo que explica la demora en la edición del escrito. La concesión de una importante cantidad por el Cabildo facilitó las cosas. Siete años después del óbito de Hidalgo de Agüero, la obra se publicó en la imprenta sevillana de Francisco Pérez. El Thesoro conoció tres ediciones a lo largo del siglo XVII, con escasas variantes. La primera, de Sevilla de 1604, se acompaña de un verso elogioso acerca del método particular de Hidalgo de Agüero en la cura de las heridas, de su epitafio, ambos redactados por Francisco Ximénez Guillén, su yerno, abogado, que fue quien se encargó de dar a luz estos escritos del sevillano, así como de un retrato de medio cuerpo en el que aparece el autor, con sesenta y seis años, sosteniendo una calavera en la mano izquierda. La segunda edición, impresa en 1624 en Barcelona, está dedicada por Sebastián de Cormellas, el impresor, a Diego Hexarch, doctor en medicina, y lleva la aprobación y licencia del doctor Brosser, protomédico de Cataluña. El folio 24 contiene un grabado xilográfico que representa “el granadillo o árbol de la pasión”. Finalmente, la edición valentina de 1654 incluye en la portada una xilografía con la imagen de los santos Cosme y Damián, patronos de los cirujanos, una licencia de impresión en valenciano de fray Pedro de Urbina, y dos sonetos, uno a la ciudad de Sevilla y otro en alabanza de Hidalgo de Agüero. Por lo demás, se puede decir que el resto de contenidos es prácticamente igual en las tres versiones, incluida la censura de Dionisio Daza Chacón, fechada en Madrid el 25 de marzo de 1596 —lo que abunda en la tesis de que esta obra estaba lista para su publicación en vida de su autor—, aunque la impresión valenciana de 1654 parece ser que es la más completa de las tres. En la última parte del tratado cuarto” (págs. 221-293 de la última edición) ofrece Hidalgo de Agüero la “Respuesta a las proposiciones que el Licenciado Fragoso enseña contra unos avisos particulares de Cirugía que imprimió el autor, año 1584”. No se conocía ejemplar independiente de esta obra de Hidalgo de Agüero, que reseña ampliamente Chinchilla en sus Anales históricos, hasta que en 1979 Esteban Torre dio cuenta de uno, Avisos particulares de syrurgia contra la común opinión, del que se ha conservado una copia en el Archivo Municipal de Sevilla.
El Thesoro es fundamentalmente una obra práctica, pensada para servir de guía a los cirujanos de su tiempo en circunstancias concretas y, por ello, está redactada en un castellano sencillo y comprensible, sin complicaciones doctrinales, y no en latín, la lengua culta y más propia de los médicos. Reúne un conjunto diverso de escritos de este médico y cirujano sevillano, encabezados como “Tratados”. El primero trata de la Verdadera Cirugía y en él se expone el método particular de Hidalgo de Agüero para el tratamiento de las heridas, que luego se comentará. Este primer tratado concluye con una “Recopilación de las opiniones y modos curativos que ha habido en cirugía desde el principio del mundo hasta nuestros días”. En el tratado segundo se abordan las “Evacuaciones, tocante a los casos de cirugía”, en el tercero la “Sangría”, en el cuarto, “De las heridas, en universal y particular” (21 capítulos), en el quinto expone los “Fundamentos y preceptos de la vía particular” (28 capítulos), que contiene también una “Breve suma de las razones de la vía particular y contradicciones de la vía común, y respuestas que hacen fuertes las razones particulares”, el “Antidotario general de ambas vías”, la “Respuesta a las proposiciones” antes mencionadas, y una “Suma de las proposiciones de Cirugía que el Licenciado Fragoso dice que enseña contra unos Avisos que yo hice imprimir en el año pasado de 1584”. El tratado quinto versa sobre la “Definición de Cirugía y apostemas en general”, el sexto acerca de la “Theórica de Cirugía”, el séptimo de la “Anatomía”, el octavo contiene una “Historia del ojo”, el noveno de nuevo sobre los “Apostemas”, el décimo sobre las “Úlceras”, el undécimo, “De Fracturas”, el decimosegundo de “Dislocaciones” y el decimotercero y último, sobre la “Peste”.
Como ha señalado Carreras Panchón (1976), Hidalgo de Agüero es el único cirujano español, junto con Andrés Alcázar, que prestó especial atención a la peste. Para Hidalgo de Agüero esta enfermedad, la más mortífera de todas, tiene su causa en una corrupción atmosférica. Como preservativo y al mismo tiempo curativo recomienda recurrir a “buenos olores”, es decir, perfumar el aire que se respira, y a la sangría si hay necesidad. También considera conveniente abrir el bubón a fuego y, para favorecer la expulsión del pus, se introduce solimán.
Los tratados anatómicos (séptimo y octavo, especialmente) están redactados de forma muy sencilla, como en general todos los tratados, y tienen una intencionalidad práctica, pero doctrinalmente se ajustan muy bien a la anatomía posvesaliana más exigente de ese momento.
El último apartado del Thesoro de Hidalgo de Agüero está dedicado al “Tabardillo”, o tifus exantemático, una de las nuevas enfermedades que se dieron a conocer a partir del siglo XVI y que tuvo una incidencia bastante importante en su tiempo. El tabardillo fue ampliamente estudiado por los clínicos españoles renacentistas, y el texto de Hidalgo de Agüero, el último de la centuria desde el punto de vista cronológico, breve en cuanto a extensión, se caracteriza por su sencillez y sentido práctico, pues fue su intención ofrecer al médico práctico una guía útil ante esta enfermedad.
Hidalgo de Agüero hizo escuela, pues varios profesionales sevillanos fueron seguidores de su método. El más renombrado fue Pedro López de León, que ejerció en América, concretamente en Cartagena de Indias, a partir de 1590 (Newson, 2006). También el cordobés Enrique Vaca de Alfaro y Pedro Gago Vadillo, todos ellos defensores de su método particular en la curación de las heridas. Según testimonio de Pedro López de León, durante los cuatro años de aprendizaje junto a su maestro, vio curar conforme a su método a más de tres mil heridos.
Donde se muestra Hidalgo de Agüero más original y creativo es en lo tocante al tratamiento de las heridas. Frente a la vía común, dominante en su tiempo, Hidalgo de Agüero, apoyándose en una experiencia de más de veinte años, ofrece su vía particular, menos agresiva y cauta. En palabras de su yerno, dicha vía “sin comparación es mejor, más cierta, más segura, más limpia, más suave, más fácil, más breve, menos penosa, y menos costosa que la común, que se practicaba en esta ciudad de Sevilla”. La brevedad del método de Hidalgo de Agüero la comenta de esta forma: “Antes de que se introdujera [...] este nuevo modo de curar, duraba la cura de una herida penetrante muchos meses y por la mayor parte morían casi todos: y si alguno como por milagro quedaba con la vida, a mejor librar escapaba tísico. Ahora se curan dentro de siete días o en once, y a lo más largo en catorce”.
Tan consciente fue Hidalgo de Agüero de la novedad de su vía que el Thesoro está construido en torno a este método curativo. En efecto, la obra se inicia con los “Avisos particulares”, que son cincuenta sentencias breves en defensa de su acercamiento, y se sigue de un sumario que contiene tres “partes essenciales” —la vía particular, la común y la medicinal— y la relación de los catorce tratados en que se estructura su escrito.
La vía común era una técnica muy intervencionista para el tratamiento de las heridas abiertas. Su fundamento teórico era la doctrina del “pus loable” y consistía en recurrir a procedimientos húmedos que favorecieran la aparición de dicho pus loable, y al recurso de “hierros” para curar la herida, mientras que la alternativa de Hidalgo de Agüero, la vía particular, método seco o desecante, se basaba en limpiar la herida, aproximar bordes, no aplicar emolientes y dejar que siguiera su curso natural. Igual de explícito se mostró Hidalgo de Agüero en relación con las heridas de la cabeza: “Que no use de instrumentos ferrales para uso de la cabeza, como legra ni taladro, ni levantador; pues hay medicinas enemas y capitales para curar sin instrumentos toda herida de cabeza”.
Hidalgo de Agüero fue un hombre de su tiempo. Respetuoso con la tradición, pero al mismo tiempo innovador. Se apoya en su experiencia para mostrar la idoneidad de su método curativo de las heridas, pero también en la tradición. Según él, ya Galeno recurría a este método, aunque se impuso la vía común en tiempos posteriores. Por otro lado, la validez de la vía particular la sustenta recurriendo a una incipiente estadística con la cual demuestra que su vía particular era más efectiva que la que hasta entonces utilizaban de forma generalizada los cirujanos. En un año de uso de este método, la mortalidad de los enfermos vistos por él apenas fue de un cinco por ciento, y en el caso de heridas de la cabeza fue mucho menor, mientras los atendidos según la vía común “se halla mayor número de los muertos que de los vivos”.
La novedad de su método contó con abundantes opositores. El doctor Estrada, recién llegado a Sevilla, tuvo conocimiento del método de Hidalgo de Agüero y pleiteó con él, pues consideraba que la vía particular no era superior a la común.
De mayor peso, por su prestigio profesional, fue la polémica que mantuvo con Juan Fragoso, uno de los cirujanos y naturalistas españoles de mayor prestigio del siglo XVI, que ejerció también durante muchos años en Sevilla antes de trasladarse a Madrid como cirujano de los Reyes y que en sus escritos se muestra seguidor del anatomista posvesaliano Gabriel Fallopio. En la segunda edición de su Chirurgia Universal (1586), Fragoso incorporó un texto crítico hacia Hidalgo de Agüero, la Suma de Proposiciones de Cirugía, al que éste respondió con la Respuesta a las proposiciones que el licenciado Fragoso enseña, contra unos Avisos particulares de Cirugía [...]. Frente al recurso de la autoridad de los clásicos por parte de Fragoso, Hidalgo de Agüero contraponía la experiencia y un mejor hacer profesional. Esta disputa, además de los argumentos científicos que esgrimieron ambas partes, también contó con descalificaciones de orden personal, lo que ha hecho que haya sido entendida como una mera cuestión de rivalidad profesional entre ambos. Según Hidalgo de Agüero, Juan Fragoso, al final, reconoció su error y admitió la superioridad de la vía particular frente a la común.
Obras de ~: Avisos de particulares de syrurgia contra la común opinión, Sevilla, 1584; Thesoro de la verdadera cirugía y vía particular contra la común. Compuesto por el doctor [...], Impresso en Sevilla, en casa de Francisco Pérez, 1604 (en Barcelona, por Sebastián de Cormellas y a su costa, 1624; Corregida en esta última impresión, en Valencia, en casa de Claudio Macé [...] y a su costa, véndese en casa de Claudio Macé menor, 1654) (hay ejemplares con la variante: véndese en casa de Crespín Román).
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Guillermo Olagüe de Ros