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Rafaela Herrera y Sotomayor

Biografía

Herrera y Sotomayor, Rafaela. Cartagena de Indias (Colombia), 1745 – Granada (Nicaragua), ? Heroína hispanoamericana.

De una noble familia de honda tradición militar, fue hija del capitán de Artillería José Herrera y de María Felipa de Udiarte. Su padre era el comandante del castillo de San Sebastián del Pastelillo, fuerte externo de Cartagena de Indias (Colombia). Rafaela era, además, nieta del brigadier Juan de Herrera y Sotomayor, destacado ingeniero militar de Cartagena de Indias y fundador de la primera Academia Militar de Matemáticas de América. Pasó su infancia en esta ciudad hasta que, en 1753, su padre fue destinado como comandante del fuerte de la Inmaculada Concepción en el Río San Juan (provincia de Nicaragua). El padre de Rafaela, José Herrera, había procurado educar a su hija no sólo en ejercicios varoniles, como el manejo del cañón, sino también en las leyes de honor, de la fe y de un ardiente amor patriótico y filial.

Por el año 1751, los zambos que habitaban en las costas de Nicaragua realizaban, alentados por los ingleses, frecuentes incursiones al interior de la provincia, perpetrando robos, saqueos e incendios. En 1762 España estaba en guerra con la nación inglesa, como inmediata consecuencia del “Pacto de Familia” entre Carlos III y Luis XV. El reflejo de la guerra no se hizo esperar en las provincias, provocando invasiones de los ingleses, cada vez con mayor atrevimiento, por el río San Juan, desaguadero del Gran Lago y llave de la provincia de Nicaragua. Con el fin de impedir el paso por el citado río, se había construido el castillo de la Inmaculada Concepción de La Concha, en un recodo de la ribera y sobre una colina, a cuyos pies se extiende el pueblo de su nombre. Nicaragua era uno de los principales objetivos de los ingleses, porque presentaba facilidades para la comunicación interoceánica, por lo que el gobernador inglés de Jamaica, William Henry Littleton, recibió instrucciones de preparar una invasión de Nicaragua por el río San Juan. Amenazaba el castillo de la Concepción, precisamente cuando José Herrera y Sotomayor, comandante de la fortaleza, estaba gravemente enfermo. En el lecho de muerte, Rafaela, altiva y decidida, juró solemnemente a su padre defender la fortaleza, aún a costa de su vida. El 17 de julio, muerto el comandante, asumió la comandancia interinamente el alférez Juan Aguilar y Santa Cruz.

Tras las primeras hostilidades e intimidaciones efectuadas por los enemigos para que se rindiese el castillo, quisieron entregar sus llaves los soldados negros y mulatos que la guarnecían. Viendo esta cobarde actitud, Rafaela, animada del espíritu español de su difunto padre y abuelos, y conociendo el riesgo a que se exponía su honor y virginidad con la barbarie de los zambos y moscos, se opuso fuertemente a tan pública afrenta de las armas españolas; y para su remedio, mandó cerrar la puerta del castillo, tomó sus llaves, puso centinelas y llegó hasta la formalidad de dar el santo y contraseña. A las tres de la tarde se reconoció en toda la campaña, río arriba y abajo, puesto en cordón, el enemigo. Fue en este momento cuando pidió licencia al teniente la hija del difunto castellano para dispararles y al tercer cañonazo que dirigió a la tienda del comandante inglés, quedó éste muerto y toda su gente en confusión. Enfurecidos por la muerte de su jefe, los ingleses izaron siete banderas y emprendieron con saña el ataque al castillo, continuándolo toda la noche, pero ya la guarnición, entusiasmada por el heroísmo de la niña, le opuso enérgica y valerosa resistencia, causándoles grandes pérdidas en hombres y embarcaciones.

El 3 de agosto, después de seis días de sitio al castillo y sucesivos combates, se advirtió que aunque en los puestos de los enemigos río arriba estaban varios fuegos encendidos, no se veía hombre alguno; pero río abajo se vieron varios cayucos que con gente andaban talando los platanares; entonces se oyó una gran carga cerrada dentro de la montaña, lo que provocó la improvisada y precipitada retirada de los enemigos, sorprendiendo a cuantos estaban en la fortaleza. Que el enemigo se retiró precipitadamente se confirmó cuando, con la llegada de las piraguas de guerra y otras embarcaciones venidas de Granada, se hizo un registro hasta el embarcadero que tuvieron los enemigos. No hubo herido ni muerto alguno, pero se consideró que la pérdida entre las filas enemigas no fue poca. Se ignora el número de que se componía su armamento, pero se hace juicio que si no llegaban a quinientos, fueron muy cerca de trescientos los que atacaron el castillo. Por noticias que dio un prisionero que salió de Costa Rica de los establecimientos del enemigo, se ha sabido que con treinta y cinco piraguas —cuatro inglesas y las restantes de zambos mosquitos— subió por el río San Juan para atacar el castillo. El tratado de paz, iniciado en Fontainebleau el 3 de noviembre de 1762 y que terminó en París el 10 de febrero de 1763, libró por entonces a Nicaragua de nuevas hostilidades de los ingleses. La Habana y Manila, que habían sido capturadas por los ingleses, fueron devueltas a España, y ésta cedió La Florida a los británicos.

Algunos años después entregó su mano Rafaela a un granadino llamado Pablo de Mora, diez años mayor que ella. Ya viuda y madre de cinco hijos, de los cuales dos estaban lisiados, vivió Rafaela sumida en la pobreza hasta que el 11 de noviembre de 1781, y a instancias del presidente de la Audiencia de Guatemala, Matías Gálvez y Gallardo (1717-1784), el Rey le concedió una pensión vitalicia en “consideración, pues, a tan señalado servicio i en atención también a los que contrajeron vuestro padre el Capitán de Artillería Don Josef Herrera, Comandante que era y falleció en el mismo Castillo del Río San Juan, y vuestro abuelo el Brigadier de mis Exércitos Don Juan Herrera, Director General de Ingenieros”. También le concedió el Rey, según Real Orden fechada en San Lorenzo el 8 de octubre de 1781, dos sitios ubicados en la jurisdicción de Carazo y en la particular del Pueblo de Santa Teresa, llamados la Trinidad o Concepción, el primero, con seis caballerías y doscientas cincuenta cuerdas, y la Calera o el Guacaste el segundo, con siete mil caballerías y sesenta y nueve cuerdas. Los nicaragüenses de hoy han recogido en sus páginas el nombre glorioso de Rafaela Herrera como símbolo de patriotismo, puesto a prueba en la defensa del castillo de la Inmaculada Concepción, y al evocar su recuerdo, la presentan como modelo de hija, para que les sirva de ejemplo, y como heroína, para que sepan enaltecer y defender a su patria. Hay que tener presente que la acción de Rafaela evitó que los piratas ingleses penetraran en Granada, le prendieran fuego, saquearan la ciudad y secuestraran a sus mujeres, como eran sus costumbres.

 

Fuentes y bibl.: Certificado Literal del asiento de la finca n.º 64 que corre a folios 240 al 241 del libro de propiedad, t. 8, sección de derechos reales, Jinotepe, abril de 1994 (O. L. Guevara Cruz, registrador público del Departamento de Carazo).

VV. AA., Enciclopedia Universal Ilustrada, t. XXVII, Madrid, Espasa Calpe Editores, 1925, págs. 1270-1271; T. Ayón, Historia de Nicaragua desde los tiempos más remotos hasta el año de 1852, t. III, Madrid, Escuela Profesional de Artes Gráficas, 1956; R. Trigueros Bada, “Defensas estratégicas de la Capitanía General de Guatemala. El Castillo de la Inmaculada Concepción. Castillo de San Carlos”, en Revista Conservadora del Pensamiento Centroamericano (RCPC), 105 (1969), págs. 1-24; R. Fernández Guardia, “La doncella heroica”, en Revista de Pensamiento Centroamericano, 25 (124), (enero de 1971), págs. 15-16; J. Ibáñez Montoya, Estudio Asesor para la restauración del Fuerte de la Inmaculada Concepción del Río San Juan. Primera Parte: Reconocimiento técnico, histórico y militar, Nicaragua, Organización de los Estados Americanos, 1976; E. La Orden Miracle, “Un alcázar en medio de la selva”, en Viajes de Arte por América Central, pról. de D. Angulo, Madrid, Ediciones Cultura Hispánica, Instituto de Cooperación Iberoamericana, 1985, págs. 84-85; J. Incer Barquero, “Incendio en la frontera. El episodio de Rafaela Herrera”, en Nicaragua, viajes, rutas y encuentros, 1502-1838: historia de las exploraciones y descubrimientos, antes de ser Estado independiente, con observaciones sobre su geografía, etnia y naturaleza, San José, Costa Rica, Libro Libre, 1990, págs. 389-390; J. Dolores Gámez, “La gesta de Rafaela Herrera”, en El Río San Juan. Estrecho dudoso en el centro de América. Selección de textos por Ernesto Cardenal, El Salvador, Latino Editores, 1993, págs. 27-28; R. Pasos Marciacq, Rafaela. Una danza en la colina y nada más, Managua, Colección Cultural Banco Nicaragüense, Fondo de Promoción Cultural, 1997; C. B. Vega, Conquistadoras: mujeres heroicas de la conquista de América, Jefferson, NC, McFarland & Co., 2003; J. Rabella Vives, Aproximación a la historia del Río San Juan, Managua, Proyecto Araucaria del Ministerio del Ambiente y los Recursos Naturales, 2004 (2.ª ed.); E. Viscasillas Rodríguez-Toubes y C. Viscasillas Vázquez, "Rafaela Herrera y Sotomayor", en Ejército: de tierra español, n.º 862 (2013), págs. 88-94.

 

Carlos Viscasillas Vázquez

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