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Ramiro Ledesma Ramos

Biografía

Ledesma Ramos, Ramiro. Roberto Lanzas. Alfaraz de Sayago (Zamora), 23.V.1905 – Aravaca (Madrid), 29.X.1936. Político, fundador de las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista (JONS).

Hijo de un humilde maestro de aldea, a los dieciséis años ingresó por oposición en el Cuerpo de Funcionarios de Correos y Telégrafos, en el que sirvió en Valencia, Barcelona y Madrid, ciudad esta última en la que se estableció definitivamente. Aquí estudió Filosofía y Letras y Ciencias Físicas y Matemáticas, carrera esta última que no pudo terminar. Hombre de amplias lecturas, buen conocedor del francés y el alemán, atesoró una sólida formación intelectual. Especializado en la filosofía de Martin Heidegger, estaba familiarizado con la obra de Nietzsche, Kierkegaard, Kant o Hegel, y era lector apasionado de Ortega y Gasset, su maestro, y de Unamuno. Logró hacerse un cierto nombre en los círculos intelectuales de la capital, frecuentó las tertulias del Ateneo madrileño y determinados cenáculos literarios y filosóficos y en 1924 publicó su única novela, El sello de la muerte. Mayor alcance tuvieron sus colaboraciones en dos de las principales revistas de pensamiento de la época.

En Revista de Occidente, dirigida por Ortega, publicó entre 1929 y 1930 trabajos eruditos sobre filósofos como Rusell, Hegel, Rickert o Hartmann; en La Gaceta Literaria, de Ernesto Giménez Caballero, escribió entre 1927 y 1931, fundamentalmente de temas relacionados con la literatura, la matemática y la filosofía de la ciencia.

Sus convicciones nacionalistas y contrarias al liberalismo y al marxismo, así como su interés intelectual por las vanguardias, le llevaron a profundizar en las doctrinas del fascismo, del sindicalismo soreliano y de la “revolución conservadora”. Un mes antes de las elecciones municipales, el 14 de marzo de 1931, comenzó a publicar una revista política, La Conquista del Estado, con colaboradores como Giménez Caballero, Juan Aparicio, Manuel Souto Vilas, Emiliano Aguado y Antonio Bermúdez Cañete. La publicación había recibido fondos procedentes de un grupo bancario de Bilbao, así como de la partida presupuestada por el Gobierno para propaganda electoral. Sin embargo, el proyecto ledesmista no tenía nada que ver con la causa monárquica. El Manifiesto con que se presentaba el grupo editor de la revista, redactado por el zamorano, sentaba las bases de un modelo español de fascismo, bautizado por él como nacional-sindicalismo, que se fijaba como meta “la conquista del Estado” para establecer la supremacía de éste sobre los individuos y sobre las demás instituciones, incluida la Iglesia, preconizaba un imperialismo español de carácter cultural y la sindicación obligatoria de todas las fuerzas económicas en corporaciones públicas.

Ledesma no sentía ninguna simpatía por la Monarquía, pero la proclamación de la Segunda República no representaba un avance hacia su proyecto de Estado totalitario. No tardó en mostrar públicamente su rechazo hacia el nuevo régimen, tras el que veía el triunfo del marxismo y de los separatismos anti-españoles.

A finales de julio de 1931, su participación en las protestas por la llegada a Madrid, en viaje oficial, del presidente de la Generalidad catalana, Macià, le costó diez días de cárcel y la suspensión de la publicación de la revista por orden gubernativa.

En octubre reapareció La Conquista del Estado, pero sólo para anunciar la puesta en marcha de una iniciativa de organización política, las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista (JONS), formalmente constituidas el 30 de noviembre. Ledesma pretendía dotar a la nueva formación de un carácter social y revolucionario, por lo que intentó atraer a obreros anarcosindicalistas, afiliados a la Confederación Nacional de Trabajadores (CNT), pero no tuvo éxito en ello. Por lo tanto, buscó la alianza con las Juntas Castellanas de Actuación Hispana, creadas poco antes en Valladolid por el sindicalista católico Onésimo Redondo. Tras la absorción de éstas, las JONS quedaron encabezadas por un comité ejecutivo integrado por Ledesma, Redondo y el periodista Bermúdez Cañete.

A lo largo de 1932, el jonsismo atravesó una difícil situación, sin medios económicos y reducido a algunas docenas de estudiantes en Madrid, Valladolid, Santiago y otras sedes universitarias, y a algunos pequeños sindicatos. Catalogadas como un grupo antisistema, fascista y violento, las JONS sufrieron la acción gubernativa. En agosto, el fracasado golpe de Estado encabezado por el general Sanjurjo le supuso a Ledesma un nuevo encarcelamiento y el práctico desmantelamiento de las Juntas. No parece que participara en la trama conspirativa, pero sí Onésimo Redondo, quien, sin embargo, logró huir a Portugal.

En enero de 1933, volvió el zamorano a la Cárcel Modelo para cumplir una condena de dos meses por un sumario abierto el año anterior a consecuencia de un artículo contra el Estatuto de Cataluña.

Cuando salió de la prisión, la llegada de Hitler al poder en Alemania había desatado nuevas iniciativas para potenciar el fascismo español. Ledesma se integró en el consejo de redacción que preparaba el lanzamiento de la revista El Fascio, bajo el patrocinio del periodista Manuel Delgado Barreto y con la colaboración de Giménez Caballero, Juan Aparicio, Sánchez Mazas y José Antonio Primo de Rivera. Para el primer número, Ledesma se hizo una auto-entrevista titulada: “¿Qué son las JONS?”. La revista salió a la calle el 16 de marzo, pero la policía la secuestró inmediatamente y ya no hubo oportunidad de sacar otro número.

El jonsismo, sin embargo, buscaba sus propios cauces.

Durante su estancia en prisión, Ledesma había recibido la visita de un grupo de estudiantes de la Universidad madrileña, que se ofrecieron a revitalizar las JONS. Durante la primavera de 1933, las células jonsistas se hicieron notar por sus enfrentamientos con los estudiantes de izquierda, al tiempo que su pequeño núcleo sindical se fortalecía con obreros procedentes del comunismo y del anarcosindicalismo. Se formaron “comandos de acción” en varias universidades, y uno de ellos asaltó la sede madrileña de la Asociación de Amigos de la Unión Soviética, que fue destrozada. Todo ello facilitó que el monárquico José Félix de Lequerica actuara de intermediario para conseguir fondos de algunos banqueros vascos, fondos con los que en mayo vio la luz la revista JONS, órgano doctrinal del partido. Pero a consecuencia del revuelo provocado por las actuaciones de los jóvenes jonsistas y de la fundación paralela del Movimiento Español Sindicalista (MES), dirigido por José Antonio Primo de Rivera, el Ministerio de la Gobernación decidió actuar. Un montaje policial permitió denunciar una conspiración fascista-anarquista-comunista y buena parte de la militancia jonsista fue detenida, incluido Ramiro Ledesma, que pasó varios días en el penal de Ocaña.

Para entonces se había planteado ya la cuestión de la unidad de acción de las organizaciones fascistas. Algunos cuadros de las JONS defendían la fusión con el MES, económicamente más boyante. Pero Ledesma desconfiaba del aristócrata Primo de Rivera, a quien consideraba un “señorito andaluz” sin sensibilidad social, y creía que el MES era un mero instrumento de los conservadores monárquicos. En agosto de 1933, los protectores vascos condicionaron su ayuda a que Ledesma se entrevistara con los dirigentes del Movimiento.

La reunión, gestionada por José María de Areilza, tuvo lugar en San Sebastián a finales de ese mes y, una vez más, el líder jonsista se negó a admitir un proyecto de integración de los dos partidos.

Tras la refundación del MES como Falange Española (FE), a finales de octubre de 1933, los monárquicos apostaron por el nuevo partido. Ello colocó a las JONS en trance de desaparecer, ante la disminución de la financiación externa. A fin de adoptar una decisión, el 11 de febrero de 1934 se reunió en Madrid el Consejo Nacional jonsista. Allí, Ledesma admitió que no quedaba otra salida que la fusión, enérgicamente defendida por un grupo de consejeros, entre los que destacaba Giménez Caballero.

El resultado de las conversaciones fue un acuerdo para constituir un único partido, Falange Española de las JONS, encabezado por un triunvirato que integraban el jonsista Ledesma Ramos y los falangistas Primo de Rivera y Julio Ruiz de Alda. La organización adoptó los símbolos jonsistas, el yugo y las flechas de los Reyes Católicos y la bandera roja y negra, de inspiración anarquista, así como el nacional- sindicalismo como fundamento doctrinal.

Sin embargo, pronto se pudo comprobar que predominaba el componente falangista y, más específicamente, joseantoniano. Primo de Rivera era el dirigente más conocido, poseía un acta de diputado que le otorgaba gran libertad de acción, contribuía de forma notable con su fortuna al sostenimiento del partido y era el interlocutor privilegiado con los financiadores monárquicos. Ledesma, poco conocido y con nula capacidad económica, ni siquiera podía hacer valer su condición de ideólogo del nacionalsindicalismo, ya que las cuestiones teóricas quedaban relegadas ante la necesidad de volcar todos los esfuerzos del partido en la lucha política, que casi siempre revestía caracteres violentos.

A lo largo del año 1934, Ramiro Ledesma vio cómo prosperaba, pese a su resistencia, la idea de una jefatura unipersonal, encarnada por Primo de Rivera, quien, sin embargo, aparecía cada vez más influido por el pensamiento radical del zamorano. En junio, los sindicatos falangistas, de origen jonsista, integraron una Central Obrera Nacional Sindicalista (CONS) en la que predominaban los ledesmistas, pero ello no alteró la relación de fuerzas en el partido.

Cuando, el 3 de octubre, se reunió el Primer Consejo Nacional de Falange, el núcleo jonsista quedó en minoría frente a los joseantonianos, y hubo de aceptar la anulación de la estructura triunviral a favor de Primo de Rivera, convertido en jefe nacional. Ello amplió la brecha entre los sectores en que se apoyaban ambos políticos y, finalmente, en enero de 1935, Ledesma acordó con otros veteranos jonsistas abandonar Falange y refundar las JONS. Enterado, José Antonio se apresuró a expulsarlos del partido, a fin de evitar que su marcha pareciera una escisión.

Ramiro Ledesma intentó levantar nuevamente las JONS con un pequeño grupo de seguidores. Pero no había sitio en España para dos partidos fascistas, y su organización estorbada por la hostilidad de los falangistas, por lo que no pudo desarrollarse. No obstante, recibió pequeñas ayudas, entre ellas la de algunos monárquicos cada vez más descontentos de la independencia de que hacía gala FE, y con ellas pudo lanzar, en febrero de 1935, el semanario La Patria Libre, que sólo publicó siete números antes de que las dificultades económicas, y la falta de lectores, obligaran a cerrarlo. Ledesma escribió entonces su Discurso a las Juventudes de España, donde mostraba un talante político y social muy radicalizado y luego, con el seudónimo de Roberto Lanzas, ¿Fascismo en España?, un alegato contra la manipulación, por parte de la derecha política y económica, de unas iniciativas fascistas que, en su opinión, estaban lejos de haber cuajado en España.

Tras el fracaso de La Patria Libre, se embarcó en una nueva aventura editorial, una revista político-social denominada Nuestra Revolución, cuyo único número salió a la calle el 11 de julio de 1936. Pero pocos días después estallaba la Guerra Civil, y Ramiro Ledesma era detenido en Madrid y conducido a la prisión de Ventas. Allí permaneció varios meses. Finalmente, el 29 de octubre fue víctima de una de las sacas de la cárcel efectuadas por las milicias frentepopulistas.

Conducido hasta la localidad madrileña de Aravaca, fue fusilado en el cementerio, junto con otros presos entre los que se encontraba Ramiro de Maeztu, y enterrado en una fosa común.

Tras la guerra, convertido en un “mártir del Alzamiento”, recibió a título póstumo la Palma de Plata de la Falange; pero era un personaje incómodo, cuya heterodoxia resultaba difícil de evocar para la mayoría de los falangistas. A la historia de su rivalidad con Primo de Rivera, que algunos joseantonianos denunciaron como fruto de una pura envidia, se unía la radicalidad de la doctrina contenida en sus escritos, republicana y crítica con el papel de la Iglesia católica y con el sistema capitalista. No se benefició su figura, pues, de la hagiografía creada por el franquismo en torno a los nacional-sindicalistas de la primera hora.

Y, lógicamente, fue rechazado por un antifranquismo que veía en él a uno de los ideólogos del fascismo español y a un adversario contumaz de la democracia republicana. Ledesma quedaría, pues, como el representante de una vía “nacional-revolucionaria”, atractiva para algunos sectores juveniles de la ultraderecha, pero destinada a no jugar ningún papel en la España posterior a 1936.

 

Obras de ~: El sello de la muerte, Madrid, Editorial Reus, 1924 [Molins de Rei (Barcelona), Nueva República, 2001]; Discurso a las juventudes de España, Madrid, Talleres Gráficos Ernesto Giménez, 1935; ¿Fascismo en España? Sus orígenes, su desarrollo, sus hombres, Madrid, Ediciones La Conquista del Estado, 1935; Escritos filosóficos, Madrid, Imprenta de los Sobrinos de la Sucesora de M. Minuesa de los Ríos, 1941; Escritos políticos, 1933-1934, Madrid, Trinidad Ledesma R., 1985; Escritos políticos, 1931, Madrid, Trinidad Ledesma Ramos, 1986; Escritos políticos, 1935-1936, Madrid, 1988.

 

Bibl.: J. Aparicio, La Conquista del Estado. Antología y prólogo de Juan Aparicio, Madrid, Ediciones FE, 1939; E. Aguado, Ramiro Ledesma en la crisis de España, Madrid, Editora Nacional, 1942; T. Borrás, Ramiro Ledesma Ramos, Madrid, Editora Nacional, 1971; J. M. Sánchez Diana, Ledesma Ramos, biografía política, Madrid, Editora Nacional, 1975; M. Pastor, Los orígenes del fascismo en España, Madrid, Túcar, 1975; J. L. Jerez Riesco, Ramiro Ledesma Ramos, rivoluzionario mistico, Monfalcone, La Pleiadi-Sentinella d’Italia, 1984; P. C. González Cuevas, “Ledesma Ramos y el Fascismo”, en Razón Española, 80 (noviembre-diciembre de 1996), págs. 261-298; J. Cuadrado Costa, Un romanticismo de acero. El pensamiento político de Ramiro Ledesma, Madrid, Barbarroja, 1998; J. M. Jiménez Galocha (comp.), “Nuestra Revolución”. La última iniciativa editorial de Ramiro Ledesma Ramos, Madrid, Ediciones Nueva República, 2003; F. Gallego, Ramiro Ledesma Ramos y el fascismo español, Madrid, Síntesis, 2005; A. Purcet, "Juventudes de muerte española. El discurso sobre la violencia en Ramiro Ledesma Ramos y José Antonio Primo de Rivera", en F. Gallego y Fr. Morente (coords.), Rebeldes y reaccionarios. Intelectuales, fascismo y derecha radical en Europa, Barcelona, El Viejo Topo, 2011, pp. 135-156.

 

 

Julio Gil Pecharromán

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