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Bartolomé Ledesma Martín

Biografía

Ledesma Martín, Bartolomé. Mieza (Salamanca), 1525 – Oaxaca (México), 3.III.1604. Maestro en Teología y obispo dominico (OP).

Nació en Mieza, a la ribera del Duero, en 1525. Su apellido no procede de la villa de Ledesma, como algunos han imaginado, sino que lo recibió de sus padres.

Bernardo Ledesma y Juana Martín debían de contar con una posición desahogada, pues enviaron a su hijo a estudiar a Salamanca. Mientras estudiaba en aquella ciudad, a la edad de diecisiete años vistió el hábito de Santo Domingo en el convento de San Esteban. Y un año más tarde, el 19 de marzo de 1543, hacía su profesión religiosa ante el prior fray Martín de Alquiza. A partir de ese momento se iniciaba el proceso de estudios de Artes y Teología, que en el mencionado convento tenían un rigor especial.

El 26 de noviembre de 1546, ya ordenado de sacerdote, aparece registrado en la matrícula de la Universidad de Salamanca. Algunos cronistas apuntan que debió de ser alumno de Vitoria durante el último curso impartido por el gran maestro. Alumno o no, la carrera de Bartolomé fue muy brillante, de forma que inmediatamente comenzó “a regir cátedras en algunos estudios generales de la provincia de Castilla”.

Mientras ejercía la docencia, fue invitado por el ilustre Alonso de Montúfar, nombrado arzobispo de México, para que le acompañara en calidad de consejero.

Este hecho es enormemente revelador, pues ya comenzaba a ser reconocido por su ciencia. Su llegada a México tuvo lugar en 1551. A partir de ese momento ocupó distintos cargos, tal y como reflejan las actas de los Capítulos Provinciales de Santiago de México: en 1552 fue asignado al convento de Santo Domingo de México como lector de Artes; en 1555 fue nombrado vicario de Tepetlaoztoc; al año siguiente fue nuevamente asignado al convento de México; allí permaneció varios años, como socio del arzobispo de México; en 1559 fue asignado a Tepoztlán, pero volvió a México como lector de Teología hasta 1562; en el Capítulo de ese año fue asignado al convento de San Juan de Coyoacán, pero sin abandonar su trabajo en el Arzobispado.

Para el servicio evangelizador de aquella archidiócesis, y a petición de Montúfar, Ledesma escribió una Summa de sacramentis, impresa en México en 1560, reimpresa en 1581 en Pamplona y en 1585 en Salamanca.

Además en la Summa se pueden rastrear algunas pistas de su otra obra De iustitia et iure, que correspondería a su magisterio universitario, pero que se perdió seguramente al naufragar el barco que lo traía a España.

También las actas de claustros de la Universidad dejan constancia de su actividad: el 17 de junio de 1563, y ante todo el claustro universitario de México, fue incorporado como maestro en Teología en la Universidad; el 14 de noviembre de 1566, la Universidad le pidió que leyera la materia De iustitia et iure, por la mañana bien temprano, de forma que pudieran acudir a sus clases canonistas y teólogos.

El 8 de octubre de 1566, Ledesma sustituyó en la cátedra de Prima (dogmática) al deán Alonso Chico de Molina. El 15 de abril del año siguiente se le dio en propiedad la cátedra de Prima; el 26 de julio de 1568 juró como vicecancelario, siendo el “primer religioso maestro que hizo este oficio”. El 26 de junio de 1572 renunció a este cargo, “y aun cuando mucho lo instaron, insistió él”; sin embargo, el 19 de agosto de ese mismo año, se ve que formaba parte de la comisión encargada de revisar los estatutos de la Universidad, que, aunque eran muy semejantes a los de Salamanca, algunos no se guardaban y otros eran superfluos.

Con la revisión de los estatutos se determinó que hubiera dos cátedras de Teología, una de Prima y otra de Vísperas.

En enero de 1574, cargado de empeños, fue sustituido en la cátedra por fray Pedro de Pravia mientras durase el tiempo de su priorato. Además de prior de Santo Domingo, Ledesma era gobernador del Arzobispado (se ocupó de la archidiócesis los doce últimos años de Montúfar) y calificador del Santo Oficio. A pesar de todos esos oficios, siguió presente en la actividad universitaria, y su nombre aparece con frecuencia en las actas de plenos del claustro.

En el pleno del 5 de noviembre de 1580, el rector de la Universidad indicaba que, “atento a lo muncho que debía [la Universidad] a D. Martín Enríquez en cuyo servicio va el Padre Fray Bartolomé de Ledesma, al cual no menos obligados se tenían [...]”, se mantuviese la cátedra en propiedad del mencionado religioso durante dos años. Hubo quien se opuso, pero la cátedra le fue reservada, hasta el 6 de febrero de 1582, cuando el claustro admitió la renuncia definitiva del fraile.

Desde tiempo atrás, el dominico era confesor del virrey Martín Enríquez, por eso le acompañó a Perú.

En Lima, Ledesma, “por decreto del virrey Enríquez” fue designado catedrático de Sagrada Escritura en la Universidad de San Marcos, que dejó para ocupar la cátedra de Prima. Esta cátedra se hallaba vacante y no se sacó a concurso de oposición, sino que “en vista de los méritos intelectuales de fray Bartolomé de Ledesma se adjudicase a éste dicha asignatura sin otro requerimiento”. Esta actuación revela la eminencia de este dominico, al que se invitó a participar en calidad de teólogo diputado en el III Concilio de Lima en 1582.

A decir de los historiadores, fue nombrado para el Obispado de Panamá. No parece que el nombramiento llegara a Roma, al menos en las actas vaticanas no consta su nombramiento para el Obispado de Panamá. Es posible que no aceptara tal merced, pero resulta ilógico, pues, por las mismas fechas, aceptó el Obispado de Oaxaca: las actas vaticanas lo nombran obispo de Oaxaca el 3 de junio de 1583.

Ledesma llegó al Obispado de Oaxaca revestido de una triple autoridad: tenía un conocimiento pleno de las necesidades espirituales de Nueva España, era un consumado teólogo, maestro y hombre de letras y forjado en la madurez que dan los años. La mencionada diócesis llevaba varios años sin pastor (fray Bernardo de Alburquerque, dominico, había fallecido el 23 de julio de 1579), de ahí la premura que aparece en la presentación que hace Felipe II del personaje para este Obispado: “pues ya está en aquellas partes”.

Habituado a regir grandes diócesis, el ilustrísimo Bartolomé no tardó en tomar el pulso de su diócesis, llegando hasta los últimos rincones de la misma.

Ejemplo de esa atención es el expediente de cuarenta y nueve hojas, enviado a Felipe III, y que lleva por título: “Estado e inventario de las iglesias y sus enseres y ornamentos que hay en el obispado de Antequera”.

El informe está firmado el 14 de abril de 1598 y responde a la Real Cédula de 7 de septiembre de 1596.

Una de las cosas que procuró desde un principio fue la organización de la formación intelectual del clero secular. Sabía que el Concilio de Trento, en sesión del 15 de julio de 1563, había decretado que “todas y cada una de las catedrales, según sus facultades y la amplitud de la diócesis, educasen, alimentasen e instruyesen en las disciplinas eclesiásticas a cierto número de jóvenes [...]”. Ya su antecesor en la sede había intentado forjar un pequeño seminario, solicitando ayuda al monarca español. Aquel intento cristalizará durante el gobierno del ilustrísimo Ledesma con la fundación del colegio-seminario de San Bartolomé Apóstol, para “estudiantes y clérigos pobres, donde tienen vivienda y sustento y enseñanza todo el tiempo de sus estudios abundantemente, y diole de renta perpetua dos mil ducados”. Los seminaristas-estudiantes debían ser elegidos entre los naturales de Oaxaca que, por ser pobres, no pudiesen ir a estudiar a México.

Además de haber iniciado el seminario de San Bartolomé, erigió en su iglesia catedral una cátedra de Teología Moral, en la que perpetuamente se leyese la suma de sacramentos que él mismo había escrito.

Quiso que esta clase se diese dentro de su propia iglesia y que la explicase un religioso de su misma Orden, docto y aprobado para regentar cátedras. Para ello, la Orden presentaría dos lectores, de los que el prelado elegiría al que mejor le pareciera. El encargado durante todo el tiempo en que rigió la diócesis Ledesma fue fray Honorato Navarro.

Estos dos hechos revelan el interés que el prelado dominico tuvo por la formación intelectual y moral de su clero. Es más, se sabe por Gay que Ledesma “guardaba mucho la honra de sus clérigos, mirando por ella como preciosísima joya”, lo cual no le impedía mantener siempre magníficas relaciones con las órdenes religiosas que trabajaban en su diócesis.

Pero no era sólo un sabio; en su persona aunaba la prudencia, santidad y celo, al grado que parecía un santo obispo de la primitiva Iglesia. Su casa era pobre y ascética; vestía jerga en sus prendas interiores, siendo de jerga también sus hábitos exteriores que, a veces traía rotos, como pudiera llevarlos el fraile más pobre. Su estilo de vida áspera se convertía en generosidad en sus limosnas, destinando gran parte de lo que percibía de la Corona para que diariamente se distribuyese pan a los pobres en la portería del convento de Santo Domingo.

Después de cuatro lustros gobernando aquella diócesis, le sobrevino la muerte con posterioridad al sermón que predicó en la catedral el 2 de febrero de 1604. La enfermedad fue agravándose hasta el miércoles de ceniza, 3 de marzo de 1604, fecha de su descanso en el Señor. Fue enterrado en la catedral de Oaxaca.

 

Obras de ~: Dictamen sobre la Relectio de decimis de Alonso de la Vera Cruz, firmado juntamente con Don fray Alonso de Montúfar en 1558; Summa de sacramentis, México, 1560 (reimpr. Pamplona, 1581; Salamanca, 1585).

 

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Miguel Ángel Medina, OP

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