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José Martínez y Lurbe

Biografía

Martínez y Lurbe, José Nicolás. Jusepe Martínez. Zaragoza, 5 o 6.XII.1600 – 6.I.1682. Pintor y teórico de la pintura.

Fue hijo del pintor Daniel Martínez, flamenco de nacimiento aunque de ascendencia española, y de Isabel Lurbe, natural de Ejea de los Caballeros (Zaragoza).

El progenitor había tenido taller de pintor en Ejea en la década de 1580, pero en la siguiente ya se habría trasladado a Zaragoza. Fue Jusepe Martínez hombre culto y letrado, ejemplo de pintor intelectual, autor de unos Discursos sobre la Pintura, por lo que tuvo, sin duda, que haber realizado estudios de Gramática y Latinidad en su juventud. Su hermano mayor, Gabriel, fue médico, y la familia gozó de posición acomodada. Jusepe inició su formación artística en el taller paterno y fue colaborador en los encargos pictóricos de su padre, antes de marchar en 1622 a Italia, en concreto a Roma, para perfeccionarse. Favorecido por fray Juan de Antillón, aragonés y procurador general de la Orden de la Merced en Roma, el joven Jusepe Martínez realizó para los mercedarios una serie de dibujos, pasados a grabado por J. F. Greuter y por Ciamberlano, que sirvieron para ilustrar una Vida de San Pedro Nolasco (1627), que formaba parte de las iniciativas de la Orden Mercedaria para conseguir la canonización del santo fundador, que se lograría en 1628. Los grabados fueron veinticinco, de los que sólo se han conservado siete en la Biblioteca Nacional de Madrid, y en los dibujos preparatorios Martínez demostró una gran capacidad compositiva, una gran corrección en el dibujo de las figuras y gran verosimilitud en sus rostros y actitudes.

En Roma permaneció unos cuatro años, hasta 1625 inclusive. Allí estudió las obras de Rafael, maestro de los maestros y ejemplo de decoro, de Federico Barocci, de los Carracci, y estuvo vinculado al “insigne” Guido Reni, que, sin duda, fue su maestro; con él “comunicó mucho”, según dice en sus Discursos practicables, le admiró como artista y fue referente artístico para su obra. También trató a Domenichino, “excelentísimo pintor”, y frecuentó las academias de la Ciudad Eterna, donde Jusepe fue muy celebrado, al decir de su amigo Lastanosa, “por la excelencia de su dibujo, y la imitación de lo antiguo”. En el debate artístico entre naturalistas o tenebristas y clasicistas, Jusepe Martínez se decantó por los segundos. Pero, antes de regresar a España, a finales de 1625, decidió trasladarse a Nápoles para conocer personalmente a Jusepe Ribera, que le trató con cortesía. Allí pudo admirar las obras del maestro valenciano afincado en la capital partenopea, quien, en opinión de Martínez, era “imitador del natural con gran propiedad”. Sus pinturas, todavía de tratamiento naturalista y fuertemente claroscural, influyeron en la producción posterior del pintor zaragozano.

En 1626 ya estaba de regreso en Zaragoza. Comenzó a trabajar por su cuenta, independiente de su padre, y entró a formar parte de la Cofradía de San Lucas, que agrupaba a los maestros pintores y doradores, tras el pertinente examen de maestría. En enero de 1628 contrajo matrimonio en la Seo de Zaragoza con la joven Ana Francisca Genequi, hija del platero Francisco Genequi y casi una niña, pues tenía trece o catorce años. El joven matrimonio vivió en la casa del platero Genequi hasta 1633, en que compraron una casa en la calle de Santa Catalina (actual de San Miguel), en la parroquia de San Miguel de los Navarros; en esa casa residirían hasta el final de sus días, y allí tuvo Martínez el taller. Hacia 1629 debió de nacer su único hijo, Jerónimo José, que años después se haría cartujo.

La pintura que Martínez trajo de su formación romana era ya plenamente barroca. Si bien se basaba en un dibujo preciso y clasicista, y un tratamiento de las figuras regidas por el máximo decoro formal y religioso, dentro de las premisas de la ortodoxia contrarreformista, no dejó de asumir un marcado tenebrismo en la primera etapa de su producción artística.

Más adelante, Jusepe consideró en sus Discursos que pintar con acusadas sombras (tenebrismo) sólo era adecuado “para historias de noche o partes oscuras”.

Fue, por lo tanto, un pintor ecléctico, capaz de asumir los logros fundamentales del naturalismo moderado, pero sometiéndolo al rigor clasicista. Con ello creará un estilo propio, una manera de pintar muy personal dentro del panorama pictórico aragonés. Sus idealizadas figuras sagradas, recreadas a partir de estudios del natural, serán ejemplo de elegancia, decoro y devota expresión. En julio de 1629 admitió como criado, aprendiz y después oficial al joven pintor jacetano Diego González, que abandonó el taller de Martínez en marzo de 1634 para entrar como novicio en el monasterio jerónimo de Santa Engracia de Zaragoza, donde, ya como monje, dejó pinturas en diversas dependencias del mismo. Fue su principal discípulo, por el que siempre tuvo gran afecto, recíproco en el discípulo, que nombró a Martínez ejecutor testamentario en 1635.

En 1629 estaba en Huesca, seguramente pintando para la basílica de San Lorenzo, y debió de ser entonces cuando estrechó relaciones con Vincencio Juan de Lastanosa, gran mecenas, y su círculo intelectual de Huesca, en el que destacaron el jesuita e importante escritor Baltasar Gracián, el canónigo y catedrático Manuel de Salinas y Lizana, y Jerónimo Agüesca; asimismo en Zaragoza tuvo amistad con el culto conde de Guimerá, con el cronista y gran amigo del pintor Juan Francisco Andrés de Uztárroz, o con el conde de Sanclemente, también relacionados con Lastanosa y el círculo oscense. El palacio de los Lastanosa, en el Coso oscense, albergaba toda clase de antigüedades, cuadros, libros, y curiosidades, que asombraron a las distinguidas personalidades que lo visitaron, entre ellas el propio rey Felipe IV, el duque de Orleans, el de Ferrara, el conde de Mirándola, los duques de Lerma, Béjar, de Medina de las Torres y de Medinaceli, entre otros. Para los Lastanosa hizo Jusepe Martínez dibujos de estatuas romanas y piezas arqueológicas, así como pinturas para su colección.

A mediados de la década de 1630 ya era Jusepe un pintor reputado. En 1633 había hecho las pinturas del desaparecido retablo mayor de la iglesia del colegio de trinitarios calzados, por el que cobró 550 libras jaquesas o escudos. En 1634 visitó Madrid y tuvo la oportunidad de conocer la colección real de pintura y de trabar amistad con pintores relevantes por él admirados, con los que establecería amistad: trató a Vincencio Carducho, de quien admiró el decoro de sus pinturas y sus conocimientos, plasmados en su obra Diálogos de la Pintura; a Eugenio Cajés; a Alonso Cano, a quien frecuentó en su casa; al bilbilitano Jusepe Leonardo y, por supuesto, a Velázquez, de quien siempre admiró sus maravillosos retratos, justo en el momento en que muchos de ellos estaban pintando escenas de batallas para decorar el Salón de Reinos del palacio del Buen Retiro. Fue, sin duda, una estancia corta pero enriquecedora, que le permitió ver directamente lo que estaba de moda en la pintura de la Corte.

De regreso a Zaragoza continuó su actividad pictórica y su reconocimiento profesional. En marzo de 1635 los diputados del reino de Aragón le nombraron, junto con el también pintor Juan Pérez Galván, para revisar las copias que de los retratos de los reyes de Aragón, pintados por Filipo Ariosto en 1587 para la Diputación del reino, habían hecho los pintores Francisco Camilo, Pedro y Andrés Urzanqui y Vicente Tío, con destino al palacio del Buen Retiro de Madrid. En junio de 1636 murió su padre, el pintor Daniel Martínez. Por esos años pintó el San Pedro Nolasco del Museo de Zaragoza, y el lienzo de San Jerónimo oyendo la trompeta del Juicio Final, que fue el titular de un retablo que presidió su capilla funeraria en la iglesia parroquial de San Miguel de los Navarros, donde todavía se conserva.

También trabajó para Huesca y su entorno. En 1637, por mediación de Lastanosa, pintó al óleo un Ángel Custodio para el estandarte del Ayuntamiento de Huesca, y en 1638 hizo el dibujo de San Lorenzo, grabado por José Vallés para la portada del libro de su amigo Juan Francisco Andrés Ustarroz Defensa de la patria del invencibles martyr San Laurencio. Hacia 1640 hay que fechar el clasicista lienzo de altar de San Andrés, en la basílica de San Lorenzo de Huesca.

El estallido de la Guerra de Cataluña convirtió a Zaragoza en cuartel general de los ejércitos reales, y allí acudieron soldados, miembros de la Administración real y, en diversos momentos, el Rey y la Corte.

En 1642 se produjo la primera visita de Felipe IV; le acompañaba en el séquito su pintor de cámara Diego Velázquez, a quien Martínez conocía desde su visita a Madrid en 1634. La relación entre ambos pintores se estrechó y el propio estudio de Jusepe sirvió de lugar de trabajo para el sevillano, que hizo en él, según cuenta el primero en sus Discursos, el retrato de una dama zaragozana. Por orden real Jusepe Martínez se desplazó hasta Monzón (Huesca) en 1643, para poder pintar cuatro lienzos con el asedio de su castillo. En diciembre de ese año moría Isabel de Lurbe, madre del pintor, que le dejaba a él y a su nieto como herederos de sus bienes.

En torno a 1640-1645 pintó la Santa Catalina del Museo de Zaragoza, que estuvo en un altar de la iglesia del convento de trinitarios de Zaragoza, y que denota ya un abandono del tenebrismo y un reforzamiento del clasicismo. A mediados de la década hizo, para presidir sendos retablos, dos grandes lienzos de altar, uno representando a la Aparición de la Virgen a san Felipe Neri, tomando como modelo la versión que hiciera Guido Reni del mismo asunto, para un retablo de la iglesia zaragozana de San Miguel de los Navarros, de la que el pintor era feligrés, y otro con La Virgen de Montserrat con san Orencio, santa Paciencia, y sus hijos los santos Lorenzo y Orencio, obispo de Auch, para un retablo de la basílica de San Lorenzo de Huesca.

El 26 de abril de 1645 el rey Felipe IV concedía a Jusepe Martínez el título de pintor del Rey ad honorem, es decir, sin sueldo o gajes, para premiar sus servicios al Monarca. Sin duda, Felipe IV consultaría el nombramiento con su pintor Diego Velázquez, que apoyaría la decisión. En noviembre de 1646, para la gran capelardente levantada en la plaza del Mercado de Zaragoza con motivo de las exequias por la muerte del príncipe Baltasar Carlos, heredero del trono de España, luctuoso suceso acontecido el 9 de octubre en la capital aragonesa, pintó Jusepe Martínez un cuadro alegórico de la Tristeza de Zaragoza.

La segunda mitad de la década de 1640 fue de una gran actividad artística para Martínez, y su pintura sufrió cierta transformación; se fue aclarando la ambientación, ganó en colorido y sus figuras, de seguro dibujo, se convirtieron en prototipos de serena belleza clasicista, decoro, espiritualidad y elegancia. Recibió importantes encargos de pinturas para grandes retablos mayores, como el de la iglesia del convento de agustinos descalzos del Portillo de Zaragoza (1646-1649), desaparecido; el de la capilla de Nuestra Señora la Blanca de la Seo zaragozana (1646-1647), promovido por el arzobispo Pedro de Apaolaza; el retablo de la iglesia de Santa María de Uncastillo (Zaragoza) (1647-1650); o el retablo de la iglesia parroquial de La Almunia de Doña Godina (1647-1651 o 1652). Sin duda, contó con colaboradores en su taller, para poder cumplir los grandes compromisos artísticos asumidos simultáneamente. Hacia 1647 pintó como cuadro de altar la Aparición del apóstol Santiago al beato Cayetano de Thiene, con una vista de Zaragoza al fondo, una de las obras más importantes de su producción, y destinado a la primitiva iglesia de los teatinos en Zaragoza, y que se conserva en su sucesora, la iglesia de Santa Isabel de Portugal, conocida popularmente como San Cayetano.

Los importantes encargos se sucedieron en la década de 1650. Pintó para la iglesia de la Compañía de Jesús en Zaragoza; para el claustro del real monasterio de Santa Engracia hizo cuatro escenas del nacimiento e infancia de Cristo (1653-1654) que estuvieron en los cuatro ángulos del mismo y que desaparecieron durante los sitios (1808-1809); para la iglesia de Beceite (Teruel) (1657-1658); y ejecutó el Retrato del arzobispo fray Juan Cebrián (c. 1658-1659), conservado en el palacio arzobispal de Zaragoza. En 1659 contrató un Santo Tomás de Aquino, no conservado, para el retablo de la capilla que el Colegio de Notarios de Zaragoza tenía en la iglesia del convento de Santo Domingo. Para entonces Jusepe Martínez gozaba de una excelente posición social y económica, que se manifiesta en la adquisición de doce casas en distintos puntos de la ciudad. Su hijo, fray José Martínez, ingresó en 1662 en la cartuja de Aula-Dei, inmediata a Zaragoza, después de haberse perfeccionado como pintor en Italia. Poco anterior es el autorretrato que se hizo pintando a su padre (Museo de Zaragoza), y que equivocadamente se ha adjudicado a Jusepe Martínez.

En Aula-Dei pintó el monje converso, entre 1662 y su fallecimiento en 1679, una serie sobre la vida de san Bruno, de la que se conservan la mayoría de los medios puntos que la conformaron.

En 1665 Jusepe Martínez pintó el retrato ecuestre de Felipe IV y el retrato colectivo de los Diputados del reino de Aragón vestidos de luto, que se colocaron en el túmulo funerario que se levantó en la plaza del Mercado de Zaragoza para celebrar las exequias del Monarca. Ese mismo año regaló una imagen de bulto de Cristo atado a la columna, obra de Damián Forment, al monasterio de Santa Engracia. En 1667 hizo los lienzos del retablo mayor de la iglesia de Santa Eulalia del Campo (Teruel), con la Inmaculada en el centro y escenas de la vida de la Virgen en el banco y calles laterales, por suerte conservados. En 1669 pintaría cuatro óvalos pintados con el emblema de san Miguel “Quis sicut Deus” y cabecitas de querubines alrededor, para decorar las bóvedas de la nave principal, de los que sólo se conserva el que decora la capilla mayor.

Durante los años en que estuvo en Zaragoza Juan José de Austria, hermanastro de Carlos II, ocupando el cargo de virrey de Aragón (1669-1677), Jusepe Martínez fue su profesor de Dibujo y entabló con él una estrecha amistad. En 1673 hizo de Su Alteza un retrato en grisalla, y también otras obras, entre ellas una Inmaculada sobre cobre hecha a partir de un modelo de Pietro da Cortona. Gracias a su estímulo el erudito pintor aragonés redactó entre 1673 y 1675 sus Discursos Practicables del Nobilísimo Arte de la Pintura, que quedaron manuscritos, y que fueron depositados en la cartuja de Aula-Dei, de donde sacó una copia el deán Juan Antonio Hernández y Pérez de Larrea a finales del siglo XVIII. Los Discursos son una especie de tratado de pintura, en el que el pintor da consejos y normas para el aprendizaje de la pintura desde presupuestos académicos y clasicistas. Van acompañados de comentarios y opiniones de Jusepe Martínez sobre pintores y artistas insignes y famosos de Italia y España en el siglo XVI y primera mitad del XVII, así como sus maneras de pintar. A lo largo de sus páginas se manifiesta como un pintor que defiende la importancia del dibujo en la sólida formación del pintor, el colorido variado y equilibrado, el estudio meditado de las composiciones y el sentido del decoro, a la manera de Rafael, en la representación de las imágenes sagradas, que deben responder a un criterio de historicidad. Sus referentes pictóricos fueron, además de Rafael, Correggio, Tiziano, Federico Barocci, Guido Reni y Domenichino.

Entre los pintores españoles admiró a Vicente Carducho, a Jusepe Ribera, a Ribalta o a su amigo Velázquez, entre otros. La primera edición de los Discursos se hizo en Zaragoza en 1853, publicados en el periódico El Zaragozano. Diario de Avisos. En 1866 la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, que guarda el manuscrito original, hizo una cuidada edición de referencia, preparada por el pintor y profesor oscense Valentín Carderera.

El 4 de diciembre de 1677 Carlos II reconocía en las Cortes de Aragón la ingenuidad y nobleza del arte de la pintura y concedía a sus profesores la posibilidad de acceder a puestos de Cortes dentro del tercer brazo, el de caballeros e infanzones, y poder detentar cargos político-administrativos. El memorial presentado por los pintores aragoneses había sido redactado por el anciano Jusepe Martínez, pues los argumentos son semejantes a los esgrimidos en los Discursos. Ello podía considerarse un último triunfo para el culto pintor aragonés.

Murió Jusepe Martínez el 6 de enero de 1682 en su casa de la calle de Santa Catalina, y fue enterrado en su capilla de San Jerónimo de la iglesia parroquial de San Miguel de los Navarros de Zaragoza, en la que en 1670 había fundado con su esposa una capellanía para eclesiásticos parientes suyos.

 

Obras de ~: Pinturas del retablo mayor de la iglesia del colegio de trinitarios calzados, Zaragoza, 1633 (desapar.); San Pedro Nolasco, Museo de Zaragoza, c. 1636; San Jerónimo oyendo la trompeta del Juicio Final, iglesia parroquial de San Miguel de los Navarros, Zaragoza, c. 1636; Ángel Custodio, estandarte del Ayuntamiento, Huesca, 1637; San Andrés, basílica de San Lorenzo, Huesca, 1640; Santa Catalina, Museo de Zaragoza, 1640-1645; Retablo mayor, iglesia del convento de agustinos descalzos del Portillo, Zaragoza, 1646-1649 (desapar.); Retablo mayor, capilla de Nuestra Señora la Blanca de la Seo zaragozana, 1646-1647; Retablo de la iglesia, Santa María de Uncastillo (Zaragoza), 1647-1650; Retablo de la iglesia parroquial, La Almunia de Doña Godina (Zaragoza), 1647-1651 o 1652; Aparición del apóstol Santiago al beato Cayetano de Thiene, con una vista de Zaragoza al fondo, 1647; Aparición de la Virgen a san Felipe Neri, c. 1650; La Virgen de Montserrat con san Orencio, santa Paciencia, y sus hijos los santos Lorenzo y Orencio, obispo de Auch, basílica de San Lorenzo, Huesca, c. 1650; Iglesia de la Compañía de Jesús, Zaragoza, c. 1650; Escenas del nacimiento e infancia de Cristo, claustro del real monasterio de Santa Engracia Zaragoza, 1653-1654; Retrato ecuestre de Felipe IV, 1655; Diputados del reino de Aragón, 1655; Retrato del arzobispo fray Juan Cebrián, palacio arzobispal, Zaragoza, c. 1658-1659; Retrato de don Juan José de Austria, 1673; Lienzos del retablo mayor de la iglesia, Santa Eulalia del Campo (Teruel), 1677.

Escritos: Discursos Practicables del Nobilísimo Arte de la Pintura, ed. de V. Carderera, Madrid, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 1866.

 

Bibl.: V. Carderera, “Noticias de Jusepe Martínez y reseña histórica de la pintura en la Corona de Aragón”, en J. Martínez, Discursos Practicables del Nobilísimo Arte de la Pintura, Madrid, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 1866, págs. 1-50; V. González Hernández, Jusepe Martínez (1600-1682), Zaragoza, Museo e Instituto Camón Aznar, 1981; A. Ansón Navarro, “Martínez y Lurbe, Jusepe”, en VV. AA., Gran Enciclopedia Aragonesa, t. VIII, Zaragoza, El Periódico de Aragón, 1981, pág. 2182; “Un cuadro inédito de Jusepe Martínez en la Basílica de San Lorenzo de Huesca: La Virgen de Montserrat con San Orencio, Santa Paciencia, y sus hijos los santos Lorenzo y Orencio, obispo de Auch”, en Aragonia Sacra, IV (1989), págs. 7-11; “Jusepe Martínez, un pintor del siglo XVII”, en Heraldo de Aragón, 18 de marzo de 1998, pág. 7 del Suplemento Escolar; M.ª E. Manrique Ara, Jusepe Martínez. Una vida consagrada a la pintura, Ejea de los Caballeros, Centro de Estudios de las Cinco Villas, 2000; Jusepe Martínez. Un pintor zaragozano en la Roma del Seicento, Zaragoza, 2001; A. Ansón et al., Zaragoza en la época de Baltasar Gracián, catálogo de exposición, Zaragoza, Ayuntamiento, 2001; A. Ansón Navarro, “El retablo mayor de la iglesia de Ntra. Sra. de La Asunción de La Almunia de Doña Godina y las pinturas de Jusepe Martínez”, en Ador (La Almunia de Doña Godina), 6, n.º monográf. (2002).

 

Arturo Ansón Navarro

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