Ayuda

José de Larrañaga y Arambarri

Biografía

Larrañaga Arambarri, José de. Azcoitia (Guipúzcoa), 1773 – Madrid, 14.XII.1859. Ingeniero de minas.

De origen guipuzcoano, vivió su infancia junto al marco reformista en que se elaboraban las propuestas de la Sociedad Bascongada de Amigos del País. Se trasladó a Madrid y en 1791 abordó en la Real Academia de San Fernando los estudios de Matemáticas y Dibujo; allí tuvo ocasión de ser discípulo de Antonio Varas y Portilla, uno de los más afamados matemáticos del momento. Con este bagaje de conocimientos se desplazó a Almadén, donde fue admitido en 1794 como alumno de su Academia de Minas, el centro pionero en el país para el estudio de las técnicas mineras que llevaba funcionando para entonces más de diez años. En el curso de sus estudios obtuvo, junto con su hermano Diego, por entonces catedrático de la misma Academia, permiso para desplazarse a Madrid para seguir los cursos que dictaba Chavaneau, los que frecuentó en los años 1798 y 1799. En 1802 volvió a Almadén, ahora para ocuparse de la cátedra de Matemáticas de la Academia donde él mismo había estudiado.

Por aquellos mismos años de finales de siglo, se había producido el lento y azaroso proceso de introducción de la primera máquina de vapor en una mina española en la explotación de mercurio de Almadén, al cargo de Tomás Pérez. La mayor complejidad de la dotación mecánica de la mina exigía en los puestos de administración personal con formación más especializada y la Corona designó a Larrañaga para un cargo de dirección en la sección de máquinas de la explotación manchega. En él permaneció hasta que la oleada represiva que se desató en el país con la vuelta de Fernando VII acarreó la destitución de su hermano Diego, que era entonces director de la mina y de su adjunta fábrica de bermellón y lacre, lo que llevó a José a abandonar sus responsabilidades. Pero en 1815 aparece ya como director de la misma fábrica que hasta el año anterior había dirigido su hermano.

La inspección realizada en 1822 por el visitador Domingo García Fernández, uno de los más ilustrados químicos de su tiempo, supuso su nombramiento como director del cerco de destilación y después del de San Teodoro en la mina de Almadén. A raíz de ello comenzó a realizar experiencias para el incremento de la producción y la reducción de gastos en la producción mediante transformaciones en los hornos y en los aludeles —caños de condensación del mercurio—, que condujeron a un notable ahorro, tanto en los costes de combustible como en el mercurio perdido, así como en la cantidad de mano de obra y en la salud de ésta, pues aplicó ventiladores de su invención que evitaban la acumulación de los venenosos vapores mercuriales. Pero la situación política en España a lo largo de aquellos años y la paralización de la administración que acarreaba retrasaron notablemente la adopción de las innovaciones, incluido un cese del cargo del propio Larrañaga a causa de sus opiniones liberales después de 1823, cese que paradójicamente se produjo sólo respecto de su cargo de dirección en las minas y no en la de la fábrica de bermellón y lacre, debido a que no se encontró persona con formación para sustituirlo. Aunque tras un largo proceso fue absuelto en 1828, el inicio de la introducción de las invenciones de Larrañaga en el proceso de fundición sólo se produjo en 1834.

Desde Almadén, Larrañaga se trasladó a Granada, donde había sido nombrado inspector de minas de aquel distrito, en un momento en que estaban en auge las minas de plomo argentífero de la sierra de Gádor, un cargo en el que permaneció hasta su jubilación en 1837. En la tranquilidad de su retiro en Madrid se dedicó al estudio de problemas relacionados con la balística y el movimiento de los barcos. Ideó un proyectil de forma cilindrocónica de doble alcance y de aplicación universal a cualquier clase de fusil o cañón utilizados en la época que propuso a la Dirección General de Artillería, quien no los aceptó, aunque años después comenzaron a utilizarse de forma generalizada. Proyectó igualmente un aparato aplicable al movimiento de los buques.

José de Larrañaga no dejó obra escrita y Maffei cita un manuscrito inédito fechado en Almadén el 6 de marzo de 1822, Memoria científico-económica sobre los inventos y mejoras hechas por D. José de Larrañaga en el beneficio de los minerales de cinabrio de la villa de Almadén, en el que relata las invenciones que introdujo en las fundiciones de la explotación minera manchega.

 

Bibl.: E. Maffei y R. Rúa Figueroa, Apuntes para una Biblioteca española de libros, folletos y artículos, impresos y manuscritos relativos al conocimiento y explotación de las riquezas minerales y a las ciencias auxiliares, Madrid, Imprenta de J. M. Lapuente, 1871 (reed. en León, Cátedra de San Isidoro, 1970); VV. AA., Enciclopedia General Ilustrada del País Vasco. Diccionario Enciclopédico Vasco, vol. XXIII, San Sebastián, Auñamendi, Estornes, Lasa, 1983; J. M. López Piñero, T. F. Glick, V. Navarro Brotons y E. Portela Marco, Diccionario histórico de la ciencia moderna en España, vol. I, Barcelona, Península, 1983; A. Matilla Tascón, Historia de las Minas de Almadén, vol. II, Madrid, Minas de Almadén y Arrayanes-Instituto de Estudios Fiscales, 1987; J. Fernández Pérez e I. González Tascón, Memorias de las Reales Minas del Almadén, 1783, Madrid, Tabapress, 1990; J. Sánchez Gómez, “La lenta penetración de la máquina de vapor en la minería del ámbito hispano”, en Arbor (Madrid), CXLIX, 586-587 (1994), págs. 203-241.

 

Julio Sánchez Gómez