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Luis Mariano de Larra y Wetoret

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Biografía

Larra y Wetoret, Luis Mariano de. Madrid, 17.XII.1830 – 20.II.1901. Autor teatral.

Luis Mariano de Larra y Wetoret fue el hijo primogénito de Mariano José de Larra y Sánchez de Castro, escritor romántico más conocido como Fígaro, y de su esposa, Josefina Wetoret Martínez; nació en Madrid el 17 de diciembre de 1830 y fue bautizado en la iglesia de San Sebastián de la calle Atocha el día 26.

Estudió en los colegios de Riesco Legrand y de Masarnau y en las Escuelas Pías de San Antonio Abad, obteniendo en 1846 el grado de bachiller en Filosofía en el instituto de San Isidro.

En 1847, fue nombrado oficial de la Gaceta de Madrid, ascendiendo en 1856 a primer redactor jefe, cargo que desempeñó hasta 1866. Redactó crónicas y artículos de opinión para los principales diarios madrileños, firmando textos en Las Novedades, La Iberia, La Patria, La Época, El Teatro, El Semanario Pintoresco y La Ilustración Española y Americana de manera asidua.

Muy pronto se inclinó por las composiciones teatrales; la primera de ellas, El toro y el tigre, escrita en colaboración con Ramón de Valladares y Saavedra, fue estrenada el 2 de junio de 1849 en el teatro de la Comedia de Madrid y no obtuvo un especial reconocimiento por la crítica. La prensa de la época decía que había sido compuesta sin pretensiones, con gracia pero con “falta de lima” y “falta de plan”. Los comentarios adversos no hicieron mella en el joven autor y poco más tarde, en abril de 1851, con tan sólo veinte años, puso en escena en el teatro del Circo de Madrid la ópera bufa, Un embuste y una boda y, a finales de mayo del mismo año, Todos son raptos, que mereció opiniones más favorables: “[...] ha obtenido gran éxito. La música es del señor Oudrid y la letra de don Luis Mariano de Larra, joven de gran talento, de muchas esperanzas y ventajosamente conocido en las bellas letras a pesar de su poca edad” (31 de mayo de 1851, El mundo nuevo). A partir de los primeros años de la década de 1850 se convirtió en uno de los autores más fecundos de su generación. Algunos estudiosos lo han encuadrado en la denominada generación de 1850, junto a Narciso Serra y Luis de Eguílaz.

Sus obras comparten elementos con la alta comedia, con marcado interés por la realidad económica de su época, una fuerte actitud moral, un énfasis especial en los personajes de clase media y alta y un predomino del entorno urbano (Gies, 1996).

Su continuo éxito prolongado durante más de tres décadas le hizo relacionarse con reconocidos ilustrados coetáneos, según se ha podido comprobar en la abundante correspondencia conservada. Escritores como Pedro Antonio de Alarcón, Manuel Tamayo y Baus, Luis Cortés Suaña o Patricio de la Escosura; músicos del prestigio de Manuel Fernández Caballero y Francisco Barbieri; los editores de sus obras Alonso Gullón, Prudencio de Regoyos o Florencio Fiscowich y políticos de la talla del marqués de Salamanca y José Benavides, entre otros mantuvieron una fluida comunicación epistolar con Luis Mariano. Cartas que demuestran de modo inequívoco la posición privilegiada que detentó en el entramado social y cultural madrileño de la segunda mitad del siglo XIX. Gracias a esta documentación se sabe que cultivó una estrecha y prolongada camaradería con el autor de El sombrero de tres picos y otros destacados miembros de la denominada “cuerda granadina” (Grupo de literatos y artistas heterogéneo unidos por afinidad de gustos e ideas cuyo máximo apogeo se concentró entre 1850 y 1854, en que un buen número de ellos se trasladó a la capital). La amistad entre Alarcón y Larra surgió en 1854, cuando Pedro Antonio llegó a Madrid acompañado de varios correligionarios y se instalaron muy cerca de la vivienda de Luis Eguílaz —íntimo e inseparable amigo de Luis Mariano— en la calle Mesón de Paredes, donde Larra acudía con frecuencia y se organizaban encuentros literarios. Esa circunstancia favoreció que enseguida surgiera una sólida relación entre el círculo madrileño formado por los antedichos, el compositor Manuel Fernández Caballero y otros intelectuales radicados en la Corte con la que pasó a denominarse “colonia granadina”. A partir de entonces Larra y Alarcón trabaron una profunda amistad, que debió de mantenerse inalterable, aunque con algún que otro altibajo en la intensidad, hasta el final de sus días.

En 1856 se casó con una de las actrices en boga, Cristina Ossorio Romero, hija y hermana de actores; y por su condición de personalidad afamada en el panorama literario madrileño la boda fue objeto de interés para las crónicas sociales: “El joven escritor D.

Luis Mariano de Larra, hijo del célebre e inolvidable Fígaro, ha contraído enlace con la linda actriz doña Cristina Ossorio, perteneciente a la compañía del Príncipe” (11 de abril de 1856, La Época). La novia formaba parte de una estirpe vinculada estrechamente al mundo de la escena —el empresario teatral, Rafael Ossorio Martinengo, y su esposa, la actriz María Romero Ruiz, fueron padres de cuatro hijos (Cristina, Josefa, Manuel y Fernando), dedicados gran parte de su vida a la representación escénica—. Manuel, además, también publicó algunas obras, entre ellas la compuesta con Ricardo Puente y Brañas titulada Entre Pinto y Valdemoro o La doble vista (1860), estrenada en el teatro de la Zarzuela de Madrid “con un teatro completamente lleno de una concurrencia escojida [sic]” (18 de abril de 1860, La Iberia).

De la pareja Larra-Ossorio nacieron tres hijos: Mariano (1858), María (1859) y Luis (1863). Los dos varones siguieron la tradición teatral familiar: Mariano se convirtió con el tiempo en un reputado actor cómico y Luis se inclinó hacia la vena literaria paterna, llegando a estrenar casi un centenar de obras.

María también formó una estirpe vinculada al mundo de las letras; casada en primeras nupcias con el médico y autor de manuales de medicina, Ángel de Larra y Cerezo, fueron padres de Fernando José de Larra y Larra, poeta y escritor que obtuvo el Premio Nacional de Literatura; contrajo un segundo matrimonio con Luis Ricardo Cortés Velasco, experto en tratados taquigráficos.

Luis Mariano de Larra se convirtió en uno de los dramaturgos más fecundos y con más éxito de público y crítica. Sus obras se estrenaban en los mejores teatros de Madrid y de las principales capitales de provincia y muestra de ello son las innumerables noticias que fueron publicadas en la prensa de la época.

Ya en 1875 Gonzalo Calvo Asensio escribía sobre él: “Reúne este laborioso escritor cuantas condiciones exigirse pueden a un autor dramático: inventiva, discreción, galanura, facilidad y abundante vena como pocos, entonación robusta, siempre que el asunto lo requiere, así como también gracia chispeante y naturalidad cómica [...] distínguese lo mismo en el drama que en la comedia, y así triunfa en la zarzuela, como desciende al sainete, valiéndose de la prosa y el verso indistintamente y variando el tono y usando de diversos registros, según las artísticas convenciones lo demandan”. Llegó a ser considerado uno de los mejores pagados y más ricos autores de su tiempo, alcanzando un considerable patrimonio que le permitió comprar una parcela en el barrio de Salamanca de Madrid, donde construyó una elegante vivienda y edificar una residencia veraniega en el cercano municipio de Valdemoro. Fama y fortuna que, a decir de algunos, provocó celos inmerecidos y envidias entre un sector de la crítica, hasta el punto de obligarle a ir abandonando poco a poco la pluma y retirarse a su propiedad valdemoreña, donde descansaba y se mantenía alejado de las maledicencias.

En 1882, con motivo de cierto artículo publicado por Eusebio Blasco, Luis Mariano hacía un breve repaso de su trayectoria profesional: “He escrito noventa obras dramáticas en treinta años [...] trabajando, como yo lo hago, cinco horas al día; yo, por último, que para poder vivir, no en la opulencia, sino desahogadamente, he abordado todos los géneros en el teatro y he visto coronadas muchas de mis obras por éxitos de sesenta o cien representaciones consecutivas que aquí se tienen por fabulosas; yo, por fin, humilde autor que con varios de mis dramas, comedias y zarzuelas, no he dejado de proporcionar algunos millones a empresas teatrales; yo, por último, uno de los autores españoles a quienes más a menudo sonríe, sin razón, la fortuna, y despedaza, con razón, la crítica” (8 de mayo de 1882, La Época).

Sería muy prolijo para estas líneas relacionar las innumerables publicaciones que llevaron su firma, pero no se puede dejar de recordar las más conocidas, desde las obras más juveniles La Virgen de Murillo (1854) o La oración de la tarde (1858), hasta las escritas en plena madurez, como las zarzuelas El barberillo de Lavapiés (1874), Chorizos y Polacos (1876), Las campanas de Carrión (1888), pasando por las novelas publicadas en la última etapa de su vida: La última sonrisa (1891) o Si yo fuera rico (1896). Su trayectoria profesional también fue objeto de una recompensa institucional mediante la concesión de la Gran Cruz de la Real Orden de Isabel la Católica, otorgada el 14 de diciembre de 1872. Sin embargo, a pesar de una carrera literaria tan dilatada y famosa, “ha sido sepultado en el más profundo olvido literario y biográfico” (Gies, 2008), según opina uno de los pocos estudiosos que se han acercado a su figura en profundidad.

Quizá la gloria de su padre pesó como una fatalidad sobre su obra. Carmen de Burgos, biógrafa de Fígaro, llegó a afirmar que, sin la comparación constante con la obra de su progenitor, su figura se hubiera destacado más en las letras: “Es como la planta que crece al lado de uno de esos árboles frondosos, que absorben todo el jugo de la tierra cercana y que se elevan de manera que no dejan lugar a que se distingan aquellos que los rodean” (Burgos, 1920).

En 1886 fue nombrado director del Boletín Oficial de la Propiedad Intelectual e Industrial, creado por Real Decreto el 8 de agosto del mismo año, perteneciente al Ministerio de Fomento, empleo que le permitió vivir modestamente durante los últimos años de su vida. Ya en su día la prensa se hizo eco, en el momento de su muerte, del desinterés en que había sucumbido: “Madrid pierde con D. Luis Mariano de Larra uno de sus hijos más populares en la escena dramática durante la segunda mitad del pasado siglo XIX, a cuya generación de hombres ilustres tan mal está tratando en sus principios el siglo XX” (22 de febrero de 1901, El Liberal ). No obstante, sus colegas informativos dejaron por escrito sus cualidades profesionales y personales: “La pérdida es sensible para las letras españolas, que pierden a uno de sus cultivadores más inspirados y correctos” (21 de febrero de 1901, El Día), “Fue un periodista distinguido y un novelista muy hondo, y, sobre todo, un perfecto caballero, de trato ameno y cariñoso”, (22 de febrero de 1901, El Liberal ), “Bástenos hoy despedir a uno de los escritores más aplaudidos en el teatro y conocedores de la escena; a un autor infatigable que en fecundidad no habrá sido excedido por muchos en nuestro tiempo, y a un honrado y cumplido caballero” (28 de febrero de 1901, La Ilustración Española y Americana).

Luis Mariano murió de una angina de pecho en su casa de la calle Atocha, n.º 122, de Madrid, el 20 de febrero de 1901.

 

Obras de ~: con R. de Valladares, El toro y el tigre, Madrid, Vicente de Lalama, 1849; La primera piedra, Madrid, 1851; Estudio del natural, Madrid, 1851; Quien piensa mal, mal acierta, Madrid, Vicente de Lalama, 1851; José María, música de C. Millöcker, Madrid, Florencio Fiscowich, 1851; Amor y leña, Madrid, Iglesias de Souza-Teatro Lírico Español, 1851; El corpus de sangre, Madrid, Iglesias de Souza-Teatro Lírico Español, 1851; Un embuste y una boda, Madrid, Vicente de Lalama, 1851; Todos son raptos, Madrid, Vicente de Lalama, 1851; Dentro del pozo, Madrid, 1852; con C. de Suricalday, El cuello de una camisa, Madrid, Vicente de Lalama, 1852; Pedro el marino, Madrid, Vicente de Lalama, 1852; En palacio y en la calle, Madrid, Imprenta de José María Repullés, 1853; con L. Eguilaz, La Virgen de Murillo, Madrid, Teatro Variedades, 1854; Una nube de verano, Madrid, Imprenta de J. Repullés, 1854 (2.ª ed., Madrid, Cipriano López, 1857); La planta exótica, Madrid, Imprenta de José Rodríguez, 1857; El amor y el interés, Madrid, Teatro del Circo, 1857; La perla negra, Madrid, Imprenta de Luis García, 1858; La gota de tinta, Madrid, La Íbera, 1858; El Rey del mundo, Madrid, Antonio Ferrer del Río, 1958; El nudo conyugal, Madrid, Teatro del Circo, 1859; ¡Rico de amor!, Madrid, Teatro de Lope de Vega, 1859; Los lazos de la familia, Madrid, Antonio Ferrer del Río, 1859; La agonía de Colón, París (Francia), c. 1860 (2.ª ed., París, 1860; 3.ª ed., Madrid, Imprenta de José Rodríguez, 1886; 4.ª ed., Buenos Aires (Argentina), Teatralia, 1922); Flores y perlas, Madrid, Teatro del Príncipe, 1860; Los infieles, Madrid, Teatro del Príncipe, 1860; El hombre libre, Madrid, Imprenta de José Rodríguez, 1862; ¡Dios, sobre todo!, Madrid, Teatro de Variedades, 1862; La experiencia, Madrid, Teatro de Variedades, 1862; Las hijas de Eva, música de J. Gaztambide, Madrid, Teatro de la Zarzuela, 1862; La conquista de Madrid, música de J. Gaztambide, Madrid, Teatro de la Zarzuela, 1863; La cosecha, Madrid, Antonio Ferrer del Río, 1863; Una revancha, Madrid, Imprenta de José Rodríguez, 1864; La ínsula Barataria, Madrid, Imprenta de José Rodríguez, 1864; con R. de Navarrete, Cadenas de oro, música de E. Arrieta, Madrid, Teatro del Circo, 1864; Punto y aparte, Madrid, Imprenta de José Rodríguez, 1865; Oros, copas, espadas y bastos, Madrid, 1866; El bien perdido, Madrid, Teatro del Príncipe, 1866; En brazos de la muerte, Madrid, Teatro del Príncipe, 1866; ¡Bienaventurados los que lloran!, Madrid, Teatro del Príncipe, 1866; Los infiernos de Madrid, Madrid, Imprenta de José Rodríguez, 1867; Los órganos de Móstoles, Madrid, Imprenta de José Rodríguez, 1867; Los misterios del Parnaso, Madrid, Imprenta de José Rodríguez, 1868; La varita de virtudes, Madrid, Imprenta de José Rodríguez, 1868; El ángel de la muerte, Madrid, Teatro de la Zarzuela, 1868; El becerro de oro, Madrid, Teatro Lope de Rueda, 1869; Los hijos de Adán, Madrid, Teatro Lope de Rueda, 1869; El árbol del paraíso, Madrid, Teatro Español, 1870; La tarde de Nochebuena, Madrid, Teatro Español, 1871; Sueños de oro, música de F. Asenjo Barbieri, Madrid, Teatro de la Zarzuela, 1871 (2.ª ed., Madrid, Imprenta de José Rodríguez, 1872; 3.ª ed., Madrid, Alonso Gullón, 1873); Los hijos de la costa, música de M. Marqués, Madrid, Imprenta de José Rodríguez, 1871; Justos por pecadores, Madrid, Imprenta de José Rodríguez, 1871; La prima-donna, Madrid, Imprenta de José Rodríguez, 1872; El atrevido en la Corte, Madrid, Teatro de La Zarzuela, 1872; El barberillo de Lavapiés, música de F. Asenjo Barbieri, Madrid, Teatro de la Zarzuela, 1874; Los corazones de oro, Madrid, Nuevo Teatro de la Comedia, 1875; ¡Una lágrima!, Madrid, Teatro del Circo, 1875; La vuelta al mundo, Madrid, Imprenta de José Rodríguez, 1875; Chorizos y polacos, música de F. Asenjo Barbieri, Madrid, Teatro del Príncipe, 1876; Juan de Urbina, Madrid, Imprenta de José Rodríguez, 1876; Los pajes del Rey, Madrid, Imprenta de José Rodríguez, 1876; La oración de la tarde, Madrid, Imprenta de José Rodríguez, 1877; Las campanas de Carrión, música de R. Planquette, Madrid, Teatro de la Zarzuela, 1877; ¡Risas y lágrimas!, Madrid, 1878; con E. Pérez Escrich, La Guerra Santa, música de E. Arrieta, Madrid, 1879; con J. Álvarez Mariño y F. Asenjo Barbieri, Apuntes para el nuevo Reglamento de teatros, Madrid, c. 1880; Los hijos de Madrid, música de G. Cereceda, Madrid, José Campo y Castro, 1882; La viuda de López, Madrid, Florencio Fiscowich, 1886; La africanita, Madrid, Florencio Fiscowich, Imprenta de José Rodríguez, 1886; Manolito el Rayo, Madrid, Imprenta de José Rodríguez, 1886; La gala del Ebro, música de G. Cereceda, Madrid, Imprenta de José Rodríguez, 1886; El año de la Ranita, Madrid, Imprenta de José Rodríguez, 1886; con R. de Campoamor y R. de la Vega, Álbum de la señorita Aurelia Picatoste, 1886-1892; La última sonrisa, Barcelona, Montaner y Simón, 1891; ¡Si yo fuera rico!, Barcelona, Montaner y Simón, 1896; El Rey de los Aires, Madrid, Imprenta de R. Velasco, 1901; Lanuza, Barcelona, Félix Costa, 1915.

 

Bibl.: G. Calvo Asensio, El teatro hispano-lusitano en el siglo xix, Madrid, Rojas, 1875; C. de Burgos, Fígaro: (revelaciones “Ella”. Descubierta. Epistolario inédito, Madrid, Imprenta Alrededor del Mundo, 1920; M.ª P. Espín Templado, El Teatro por horas en Madrid (1870-1910), Madrid, Instituto de Estudios Madrileños, 1995; D. T. Gies, “La generación de 1850: Narciso Serra, Luis de Eguilaz y Luis Mariano de Larra”, en El teatro en la España del siglo xix, Cambridge (Reino Unido), University Press, 1996, págs. 364-394; “El otro Larra: Luis Mariano de Larra y Wetoret, dramaturgo “desconocido” de la segunda mitad del siglo xix (con Apéndice de títulos)”, en Anales de Literatura Española (Universidad de Alicante), n.º 20 (2008), págs. 241-257; J. Miranda de Larra y Onís, Larra. Biografía de un hombre desesperado, Madrid, Aguilar, 2009; M.ª J. López Portero, Valdemoro: los Larra y su tiempo, 1875- 1925, Madrid, Ayuntamiento de Valdemoro, 2010; M.ª J. López Portero, “Los fondos particulares de la familia Larra”, en Quintas Jornadas de Archivo y Memoria. Extraordinarios y fuera de serie: formación conservación y gestión de archivos personales (2011), http://archivoymemoria.com [consulta: 18 de enero de 2012]; “Luis Mariano de Larra y Pedro Antonio de Alarcón: relación epistolar” (inéd.).

 

María Jesús López Portero

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