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Américo Castro Quesada

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Biografía

Castro Quesada, Américo. Cantagalo (Brasil), 4.V.1885 – Lloret de Mar (Gerona), 25.VII.1972. Historiador y filólogo.

Américo Castro, perteneciente a una familia granadina, nació en la ciudad brasileña de Cantagalo, municipio situado en el estado de Río de Janeiro. Su educación primaria y secundaria se desarrolló en la ciudad de Granada. Posteriormente cursó estudios universitarios, en las Facultades de Filosofía y Letras y de Derecho, tanto en la Universidad de Granada como en la Universidad de Madrid. También realizó algunos cursos en varias universidades europeas. En el año 1905, se trasladó a París para ampliar sus estudios en la Universidad de La Sorbona, y allí permaneció hasta 1908. Américo Castro mantuvo un estrecho contacto con Francisco Giner de los Ríos, así como con la Institución Libre de Enseñanza; Américo Castro llegó a manifestar que “Giner pretendió hacer más grata y más inteligente la vida en este mundo”. También tenía Castro un gran afecto a Manuel Bartolomé Cossío, estrechamente vinculado a Giner de los Ríos.

Asimismo tuvo Américo Castro excelentes relaciones con Ramón Menéndez Pidal, el cual le orientó por la ruta de la gramática histórica del español. De Menéndez Pidal dijo Américo Castro no sólo que era su gran maestro, sino que era un “historiador y lingüista de primer rango en el mundo de hoy”. En 1910, Américo Castro se encargó de la sección de Lexicografía del Centro de Estudios Históricos, fundado en ese mismo año. Al año siguiente, Castro se doctoró en Filosofía y Letras por la Universidad de Madrid. Dos años más tarde, en 1913, ocupó un puesto de auxiliar en la Facultad de Letras madrileña y unos años después, en 1915, obtuvo en ella, de manera brillante, una cátedra de Historia de la Lengua Española, que era la primera cátedra en España con esa denominación.

Coincidiendo con los años de la primera guerra mundial, Américo Castro pronunció diversas conferencias en Europa, particularmente en Francia.

Américo Castro desarrolló una importante labor tanto en el ámbito de la actividad docente como en el de la investigación. La enseñanza le interesaba mucho, pero también se dedicó a las tareas investigadoras, destacando ante todo por situar la filología española al mismo nivel en el que se hallaban, en aquellos años, los estudios de las universidades europeas.

Entre sus más interesantes publicaciones destacan doce interesantes artículos, entre los años 1910 y 1935, en el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza.

De esos trabajos merecen citarse los titulados La enseñanza del español en España (1922) y Lengua, enseñanza y literatura (1924). Asimismo, Américo Castro publicó diversos textos medievales de indudable interés lingüístico, como los “Fueros leoneses de Zamora, Salamanca, Ledesma y Alba de Tormes” (1916), en que colaboró Federico de Onís. Tres años antes, en 1913, Américo Castro había publicado uno de sus primeros trabajos titulado “Contribución al estudio del dialecto leonés de Zamora”. A Castro se deben también obras tan llamativas como la “Biblia medieval romanceada” (1927), o los “Glosarios latino- españoles de la Edad Media” (1936). En el año 1914 publicó en la Revista de Filología Española su “Disputa entre un cristiano y un judío”, que quizás establezca el punto de partida de su futuro interés por las diversas religiones que se practicaron en la España medieval. También tradujo al español atractivas obras de autores extranjeros, entre las cuales cabe citar la Introducción al estudio de la lingüística romance, del filólogo alemán Meyer-Lübke.

Al margen de lo señalado, Américo Castro realizó diversos e interesantes viajes en aquellos años.

En 1922 visitó Marruecos, ante todo con la finalidad de analizar a fondo las juderías que allí había.

Al año siguiente, en 1923, se desplazó a la Argentina, dirigiéndose a continuación a varias universidades de Uruguay y de Chile. En 1924 fue invitado por la universidad norteamericana de Columbia e intervino en otras universidades del país. A finales del año 1924, pronunció una conferencia en la universidad de La Sorbona sobre El pensamiento y la moral de Cervantes.

En 1928, estuvo en diversos países de América: México, Cuba y Puerto Rico. En 1933 efectuó otros viajes por varias universidades del continente europeo.

En otro orden de cosas, es imprescindible mencionar algunas obras suyas relacionadas con destacadas figuras de la literatura clásica española, entre ellas la Vida de Lope de Vega, 1562-1635, escrita en el año 1919, en colaboración con el profesor H. A. Rennart, El pensamiento de Cervantes (1925) o Santa Teresa y otros ensayos (1929). En 1960, Américo Castro publicó La Celestina como contienda literaria. Por otra parte, escribió prólogos a obras de autores clásicos, entre ellos a Tirso de Molina y a Francisco de Quevedo.

También escribió trabajos sobre los juglares de los tiempos medievales, sobre Erasmo de Rotterdam o sobre todo lo relacionado con el teatro clásico. Por lo demás, Américo Castro había sido nombrado, en aquellos años, miembro de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona.

Afirmado sobre el liberalismo y el laicismo como pilares básicos de su actitud ideológica y política, Américo Castro ocupó puestos destacados en tiempos de la Segunda República. El 3 de mayo de 1931 fue nombrado embajador en Alemania, permaneciendo en dicho cargo hasta el año siguiente. En aquellos años publicó varios artículos en el diario madrileño El Sol. Doctor honoris causa por la Universidad de Poitiers en 1935, el año siguiente lo fue por la universidad de La Sorbona. Al comienzo de la guerra civil española ese mismo año, Américo Castro se exilió.

En un principio estuvo en la Argentina, dirigiéndose, en el año 1937, a los Estados Unidos. Después de estar dos años en la Universidad de Wisconsin, Castro fue profesor en la universidad norteamericana de Princeton, aunque también intervino en otras universidades tanto de los Estados Unidos como hispanoamericanas.

Jubilado en 1953, en los años siguientes siguió efectuando nuevos viajes, tanto por Sudamérica como por Europa e incluso por los Estados Unidos, hasta que en el año 1968 decidió instalarse en Madrid.

Una de sus obras más significativas fue España en su historia: Cristianos, moros y judíos, editada en 1948 en Buenos Aires por la editorial Losada. Un destacado estudioso de la obra de Américo Castro, el profesor Guillermo Araya, llegó a decir que España en su historia suponía nada menos que una “revolución copernicana”. Es un libro que atraía tanto por la brillantez del estilo literario utilizado por su autor como por las originales y sugestivas ideas que en él se exponían.

Américo Castro manifestaba en este libro que España se caracterizaba por “la historia de una inseguridad”.

El discurrir histórico de España, afirmaba, no había recorrido caminos fructíferos, sino que había consistido en interminables debates entre “leyendas negras”, por una parte, y “leyendas blancas”, por otra. Américo Castro llegó a afirmar que la “vividura hispánica”, o lo que es lo mismo, la forma de ser y de estar en el mundo los españoles, procedía de la larga confluencia que tuvo lugar, en el transcurso de los tiempos medievales, entre gentes de tres religiones, o si se quiere de tres castas: cristianos, musulmanes y judíos. Ciertamente los seguidores de esas tres religiones tenían rasgos de una singularidad; es más, en el transcurso del Medievo hubo con bastante frecuencia fuertes conflictos entre las tres castas. Pero, al mismo tiempo, hubo contactos, unas veces superficiales, otras más profundos, entre las tres religiones.

En cambio, todo lo ocurrido en el solar hispano con anterioridad al año 711, fecha de la invasión musulmana en la Península Ibérica, nada tenía que ver, según la opinión expresada por Américo Castro, con lo que se denomina “español”. Ése era el punto de vista defendido de forma consistente. En definitiva, lo español era la consecuencia de la proximidad unas veces, y del rechazo otras, entre las tres religiones o castas que convivieron durante los largos tiempos de la denominada Edad Media.

En España en su historia Américo Castro partía del principio de que la aportación de lo islámico y de lo hebraico había sido de todo punto decisivo para la construcción de lo que es llamado “español”. Eso quería decir que los islamitas y los hebreos, con frecuencia presentados como gentes ajenas a lo español, particularmente en la historiografía del siglo XIX, habían contribuido de manera decisiva a la construcción de lo hispano. “De las pugnas y rivalidades entre estos grupos, de sus entrelaces y de sus odios, surgió la auténtica vida de los españoles”, indicó con vigor Américo Castro. Para ello, traía a colación varios ejemplos: la Inquisición se consideraba una creación de conversos o la pureza de sangre se atribuía como una idea de origen judío. Además, a la hora de analizar ciertas obras literarias de la España medieval, Américo Castro veía en ellas, como, por ejemplo, en las Cantigas de Alfonso X el Sabio, o en el Libro de Buen Amor, del arcipreste de Hita, importantes huellas islámicas.

Unos años después, en 1954, la editorial Porrúa de México publicó La realidad histórica de España, que reproducía España en su historia: Cristianos, moros y judíos, y a la vez incluía algunos capítulos nuevos, entre ellos los titulados “Los visigodos no eran españoles” o “Coherencia vital de la realidad española”. La realidad histórica de España tuvo un éxito tan espectacular que se tradujo al inglés, al alemán, al francés y al italiano.

En un artículo publicado por Américo Castro, en el año 1956, en la revista Cuadernos, editada en París, escribió lo siguiente: “Entrega a la forma y manera de la vida musulmana y simultánea reacción contra ella. Reconocimiento de la superioridad hispano-hebrea en lo económico, administrativo y técnico, junto con el afán de liberarse de tal dependencia. Importación y adopción de gentes y usos franceses (luego, de otras partes) combinadas con una milenaria antipatía y con reniegos de tener que necesitar ayudas exteriores. Inmersión total, sin dejarse nada fuera, en cierta forma de creencia religiosa y conciencia, a la vez, de los daños y desastres derivados de tanta incondicional renuncia al propio juicio”. Américo Castro exponía con claridad, pues, la frecuente comunicación que existía en las tierras de la España medieval entre las gentes de las tres religiones citadas.

Su opinión acerca de la historia, recogida en España en su historia, era la siguiente: “Concebimos la historia como una biografía, como una descripción llena de sentido de una forma de vida valiosa [...] Aún a riesgo de equivocarse y de ser muy incompleto, hay que entrar en el existir de quienes vivieron su propia historia; dentro, no fuera de ella”. En otro trabajo suyo, titulado “Los españoles: cómo llegaron a serlo”, Américo Castro indicó que “La intelección de la historia de un pueblo requiere [...] articular la ininterrumpida sucesión de lo acontecido en un espacio geográfico con la sucesiva aparición de sujetos-agentes históricos que adjetivan como suyo lo acontecido desde un cierto momento del fluir histórico. Al espacio humano abarcado y limitado por el ‘nosotros’ de la historia vengo llamando desde hace tiempo ‘morada vital’. Y a la conciencia de sentirse existiendo en esa ‘morada’ le ha dado el nombre de ‘vividura’.” Es indudable que la guerra civil española influyó en Américo Castro, que deseaba, sobre todas las cosas, analizar cómo se había construido en el pasado la historia de su país. De todos modos, sus puntos de vista no dejaron de resultar originales. Por de pronto, negaba el concepto de españolidad tanto a los personajes de la época romana, por ejemplo a Séneca, como a los coetáneos del reino visigodo, entre ellos san Isidoro. Según Castro, la fecha clave para la construcción de la peculiaridad histórica española fue el año 711, es decir, el momento en el que se produjo la invasión de la Península Ibérica por los musulmanes, que procedían de las tierras del norte de África. Como escribió en su día Aniano Peña, aquella fecha “marca la ruptura de la tradición anterior y el nacimiento de un nuevo agente histórico, instalado en una nueva ‘morada de vida’, fraguada en la convivencia de tres castas identificadas primariamente por sus creencias religiosas”. De ahí que el adjetivo “español” lo aplicara Américo Castro exclusivamente a quienes vivieron en las tierras hispanas después de la invasión de los islamitas. Durante el período comprendido entre los inicios del siglo VIII y el final del siglo XV, es decir, la época de los Reyes Católicos, las tres castas que estaban instaladas en España se enfrentaron, pero a la vez intercambiaron entre sí numerosos elementos de su singularidad, de ahí que Américo Castro utilizara con frecuencia la expresión “vivir desviviéndose”.

Ahora bien, en los primeros siglos de al-Andalus, es decir, hasta la caída del Califato de Córdoba en 1031, hubo una actitud de tolerancia, aspecto que coincidía con el de la guerra santa. Frente al nombre musulmán de Mahoma, los cristianos situaron al frente de sus tropas nada menos que al apóstol Santiago.

Es evidente, por otra parte, que durante varios siglos tanto los musulmanes como los cristianos pretendían controlar todo el suelo peninsular. En definitiva, la entidad histórica llamada España poseía, según lo indicó Américo Castro, varios rasgos de las tres castas o religiones que habían coincidido, en entrecruce y convivencia, durante ocho siglos. De ahí que Américo Castro manifestara que “Los cristianos del norte no pudieron forjarse una cultura a tono con la cristiandad europea [...] precisamente a causa del sistema de las tres castas, cuyo análisis y valoración es el tema de esta obra mía.” Américo Castro partía del supuesto de que la “morada vital” era el cimiento del edificio histórico. De ahí que en La realidad histórica de España llegara a afirmar: “Parto de la convicción de haberse formado el pueblo español y de haber surgido a la vida historiable en enlace con situaciones casi siempre muy apretadas y desapacibles. Tuve así que construir una figura historiable en la cual cupiesen tanto los desarrollos valiosos como los opuestos a ellos. He tomado como centro y agente de esta historia el taller de vida en la que la españolidad fue fraguándose, y no parciales rasgos psicológicos, siempre genéricos e inconexos; no he pensado tampoco en que las circunstancias exteriores fueran algo aislable del curso mismo de la vida, como si ésta fuese una realidad ya previamente dada sobre la cual cayeran causas o motivos. La vida historiable consiste en un curso o proceso interior, dentro del cual las motivaciones exteriores adquieren forma y realidad; es decir, se convierten en hechos y acontecimientos dotados de sentido”.

En las últimas décadas de su vida, Américo Castro llevó a cabo numerosas publicaciones, algunas de ellas dedicadas a destacados personajes de la literatura castellana, otras, en cambio, implicadas en lo recogido en La realidad histórica de España. La mayor parte de estos trabajos aludían, obviamente, a los tiempos medievales, ya se tratara de escritores de aquel tiempo, del novedoso desarrollo de la lengua castellana, del papel que desempeñaron los judíos y los islamitas y, como remate, de la condición propia de los españoles.

Resulta muy significativo el punto de vista defendido por Américo Castro según el cual los visigodos no eran en modo alguno españoles. Asimismo, aludía Américo Castro al hecho de que algunos autores no quisieran entender lo que había sido, en el tiempo pasado, nuestra historia. De su obra puede deducirse cómo Américo Castro no tenía el menor inconveniente en rectificar lo aparecido en sus primeras publicaciones, añadiendo las novedades que había ido recogiendo a lo largo de su larga, densa y dilatada actividad profesional.

Unos años después de publicar España en su historia (1948) o La realidad histórica de España (1954) salieron a la luz opiniones contrarias a Américo Castro, en particular por parte de Claudio Sánchez Albornoz, que vivía exiliado en la Argentina: “La publicación de España en su historia (1948) inició una nueva época en la interpretación del ser español. Por lo peculiar de sus postulados y la intrepidez de sus conclusiones, promovió de inmediato una acalorada polémica. Sánchez Albornoz, en cierto modo representando a los historiadores, hizo causa personal al combatir las teorías de Castro, no sólo refutando aquello que le parecía erróneo, sino proporcionándonos también su propia versión del pasado español. La polémica, dentro de los mejores términos académicos en su comienzo, llegó con los años a convertirse en agria e injuriosa, salpicada de mutuas acusaciones” (J. L. Gómez Martínez, 1975). De todos modos España en su historia o La realidad histórica de España han marcado interesantes hitos en la trayectoria intelectual española. Antonio Tovar dijo, a propósito de Américo Castro, que “durará su magisterio mientras entre los Pirineos y el misterioso mar de Cádiz vivan hombres que se llamen españoles”. Por otra parte, Guillermo Araya indicó, en relación con Américo Castro, que “su pasión española por España alentó hasta el último instante en su espíritu”. Américo Castro murió, como consecuencia de un ataque al corazón, el día 25 de julio de 1972, cuando contaba con ochenta y siete años de edad.

 

Obras de ~: “Prólogo”, en Vida del Buscón, Madrid, Ediciones de la Lectura, 1911; Contribución al estudio del dialecto leonés de Zamora, Madrid, Imprenta de Bernardo Rodríguez, 1913; Fueros leoneses de Zamora, Salamanca, Ledesma y Alba de Tormes, Madrid, Centro de Estudios Históricos, 1916; La enseñanza del español en España, Madrid, Victoriano Suárez, 1922 (reed. con pról. de M. Peñalver Castillo, Almería, Universidad- Servicio de Publicaciones, 2001); Lengua, enseñanza y literatura (esbozos), Madrid, Victoriano Suárez, 1924; El pensamiento de Cervantes, Madrid, Hernando, 1925; Santa Teresa y otros ensayos, s. l., Historia Nueva, 1929 (Teresa la Santa, Gracián y los separatismos con otros ensayos, Madrid, Alfaguara, 1972); Glosarios latino-españoles de la Edad Media, Madrid, Centro de Estudios Históricos, 1936; España en su historia: cristianos, moros y judíos, Buenos Aires, Losada, 1948; Aspectos del vivir hispánico. Espiritualismo, mesianismo, actitud personal en los siglos xiv al xv, Buenos Aires, Cruz del Sur, 1949 (ed. renovada, Aspectos del vivir hispánico, Madrid, Alianza, 1970); La realidad histórica de España, México, Porrúa, 1954; “El Libro de Buen Amor del Arcipreste de Hita”, en Comparative Literature, 4 (1952); “Un aspecto del pensar hispano-judío”, en Hispania, 35 (1952); “Acerca del castellano escrito en torno a Alfonso el Sabio”, en Filología Romanza, 1, n.º 4 (1954); Dos ensayos, México, Porrúa, 1956; “Santiago y los Dioscuros”, en Papeles de Son Armadans, 6, n.º 18 (1957); Santiago de España, Buenos Aires, Emecé, 1958. “Cristianismo. Islam. Poesía en Jorge Manrique”, en Papeles de Son Armadans, 9, n.º 26 (1958); “Claridad y precisión historiográfica”, en Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura, 33 (1958); Origen, ser y existir de los españoles, Madrid, Taurus, 1959; De la edad conflictiva. El drama de la honra en España y en su literatura, Madrid, Taurus, 1961; “Los Visigodos no eran aún españoles”, en Nueva Revista de Filología Hispánica, 15 (1961); “El ‘nosotros’ de las historias”, en Revista de Occidente, 5 (1964); “Los españoles no han sido así como dicen los libros al uso”, en Papeles de Son Armadans, 38, n.º 112 (1965); Los españoles; cómo llegaron a serlo, Madrid, Taurus, 1965; Cervantes y los casticismos españoles, Madrid, Alfaguara, 1966; “Sobre el no querer entender nuestra historia”, en Ínsula, 247 (1967); “Español”, palabra extranjera: Razones y motivos, Madrid, Taurus, 1970; De la España que aún no conocía, Barcelona, Promociones y Publicaciones Universitarias, 1990; El epistolario: cartas de Américo Castro a Juan Goytisolo (1968-1972), pról. de J. Goytisolo, ed. e introd. de J. Escudero Rodríguez, Valencia, Pretextos, 1997. J. Miranda (ed.), Obra reunida, Madrid, Trotta, 2002 [I. El pensamiento de Cervantes y otros estudios cervantinos, pról. de J. Rodríguez Puértolas; II. Cervantes y los casticismos españoles y otros estudios cervantinos, pról. de F. Márquez Villanueva; III. España en su historia, ensayos sobre historia y literatura]. “Cartas de Américo Castro a Miguel de Unamuno”, ed. de J. I. Tellechea Idígoras, en Cuadernos de la cátedra Miguel de Unamuno, n.º 38 (2003), págs. 109-139.

 

Bibl.: VV. AA., Collected Studies in Honour of Américo Castro’s eightieth year, Oxford, 1965; E. Asensio: “Américo Castro historiador: Reflexiones sobre La realidad histórica de España”, en Modern Language Notes, 81 (1966); A. Gallego Morell, Sesenta escritores granadinos con sus partidas de bautismo, Granada, Caja de Ahorros de Granada, 1970, págs. 44-45; S. Gilman, “Américo Castro como humanista e historiador”, en P. Laín Entralgo (dir. y pról.), Estudios sobre la obra de Américo Castro, Madrid, Taurus, 1971; J. L. Gómez Martínez, Américo Castro y el origen de los españoles: historia de una polémica, Madrid Gredos, 1975; A. Peña, Américo Castro y su visión de España y de Cervantes, Madrid Gredos, 1975; J. Rubia y S. Margaretten (eds.), Américo Castro and the Meaning of the Spanish Civilization, University of California Press, 1976; G. Araya, El pensamiento de Américo Castro. Estructura intercastiza de la historia de España, Madrid, Alianza, 1983; P. Garagorri, Introducción a Américo Castro. El estilo vital hispánico, Madrid, Alianza Editorial, 1984; J. J. Bustos Tovar y J. H. Silverman (eds.), Homenaje a Américo Castro, Madrid, Universidad Complutense, 1987; R. E. Surtz, J. Ferrán y D. P. Testa (ed.), Américo Castro and the Impact of His Thought. Essays to Mark the Centenary of His Birth, Madison, 1988; D. Ynduráin, “La crítica histórica y literaria de Américo Castro y su escuela: hacia una valoración”, en A. Alcalá (coord.), Judíos. Sefarditas. Conversos: la expulsión de 1492 y sus consecuencias. Ponencias del Congreso internacional celebrado en Nueva York en noviembre de 1992, Valladolid, Ámbito Ediciones, 1995, págs. 577-586; R. Lapesa, “Don Américo Castro Quesada (1885-1972)”, en Generaciones y semblanzas de filólogos españoles, Madrid, Real Academia de la Historia, 1998; S. Bernabéu Albert, “Un señor que llegó del Brasil: Américo Castro y la realidad histórica de América”, en Revista de Indias, 62 (2002), págs. 651-674; J. Polo, “Textos de Américo Castro sobre la enseñanza de las lenguas modernas en la Universidad”, en Analecta Malacitana, 31, 2 (2008), págs. 413-444; S. López-Ríos Moreno y J. A. González Cárceles (coords.), La Facultad de Filosofía y Letras de Madrid en la Segunda República. Arquitectura y Universidad durante los años 30. 75 aniversario del establecimiento de la Facultad de Filosofía y Letras en la Ciudad Universitaria (1933-2008), Madrid, Ayuntamiento-Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales-Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid, 2008, passim.; J. Rodríguez Puértolas (dir.), El pensamiento de Américo Castro. La tradición corregida por la razón, Congreso Internacional (14-16 de octubre de 2009, Biblioteca Nacional de España), Madrid, Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales (en prensa); S. López-Ríos, Hacia la mejor España. Los escritos de Américo Castro sobre educación y universidad, pról. de J. Goytisolo Bellaterra, Fundación Xavier Zubiri-Edicions Bellaterra, 2015; M. Aznar Soler y J. R. López García (eds.), Diccionario biobibliográfico de los escritores, editoriales y revistas del exilio republicano de 1939, vol. 2, Sevilla, Renacimiento, 2016, págs. 38 – 42.

 

Julio Valdeón Baruque

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