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Juan Francisco Mestre

Biografía

Mestre (o Mestres), Juan Francisco. Alburquerque (Badajoz), c. 1732 – Alburquerque (Badajoz), 6.IX.1806. Brigadier del Ejército e ingeniero director.

Era hijo del teniente del Regimiento de Mallorca agregado a la plaza de Alburquerque Quirce Mestre y de Ana Rodríguez Carrasco. Ingresó en el Ejército el 1 de diciembre de 1749 como cadete del citado Regimiento, donde fue ascendido a alférez el 8 de marzo de 1753. Estudió en la Academia de Matemáticas de Barcelona y, en 1757, después de aprobar los exámenes reglamentarios, era admitido en el Cuerpo de Ingenieros, después de aprobar los exámenes reglamentarios, como subteniente e ingeniero delineador, con destino a Cartagena (Murcia). En la plaza trabajó en la construcción de un arsenal, de varias baterías costeras y realizó un reconocimiento de la región, labor por la que fue ascendido a teniente e ingeniero extraordinario el 22 de julio de 1760, y el 12 de julio de 1765 era promovido a capitán e ingeniero ordinario.

El 19 de septiembre de 1765 formó parte de la Junta Consultiva de Fortificación y Defensa de Indias, que, reunida en el Palacio de la Granja de San Ildefonso (Segovia), aprobaba el proyecto defensivo elaborado por el mariscal de campo Alejandro O’Reilly para la isla de Puerto Rico. El 15 de noviembre del mismo año recibió una Real Orden que le obligaba a desplazarse a la citada isla para trabajar en la construcción del sistema defensivo previsto, embarcando en la fragata de guerra El Águila en el puerto de El Ferrol el 21 de enero de 1766. Una vez en la isla, trabajó junto al ingeniero de origen irlandés, jefe de las Reales Obras de Fortificación, Tomás O’Daly, y, tras su fallecimiento ocurrido el 19 de enero de 1781, Mestre se convirtió en su sucesor al ser nombrado comandante de las obras de fortificación de la isla.

Un año después de su nombramiento, Mestre informaba de la necesidad de limpiar el puerto y la bahía de San Juan, al igual que hizo Alejandro O’Reilly en 1765, cuya recomendación fue descartada por el monarca, que daba prioridad a la construcción de nuevas defensas en la capital. Durante las casi tres décadas que permaneció en Puerto Rico, Mestre realizó varias reparaciones en la fortaleza de Santa Catalina, el castillo de San Felipe del Morro, los fuertes de El Cañuelo y San Jerónimo del Boquerón, la batería de San Antonio y reforzó el baluarte de San Justo con la construcción de un cuerpo de guardia. Aunque sin duda la mayor aportación de este ingeniero al sistema defensivo de la isla fue la construcción de doce “apostaderos” erigidos sobre un terreno sólido de barro gredoso, situado entre el canal de San Jorge y el puente de San Antonio, para evitar posibles desembarcos enemigos.

Los “apostaderos” se emplazaron ventajosamente en el sector avanzado, con la finalidad de retardar los iniciales progresos del enemigo en su posible intento de conquistar la plaza por el este. De estas obras decía el propio Mestre: “Esta obra fue determinada bajo el principio de correr pór toda ella un terreno naturalmente solido de un barro gredosos, formándose su escarpa en un ángulo de 55 grados con el Orizonte, y la contraescarpa con el de 70. Sus parapetos á prueba, hechos del propio Barro, sin otro revestimiento ha subsistido, y lo propio su retirada, en los términos que demuestra su Perfil n.° 7”. Se saben tanto su enclave como su valoración táctica, siguiendo el magnífico Proyecto de Defensa, de fecha de 13 septiembre de 1783, redactado por Juan Francisco Mestre, y ajustado a su Plano de la Plaza de Puerto Rico y sus inmediaciones.

La expresión “apostadero” en fortificación no es correcta. Almirante, en su Diccionario Militar etimológico, histórico, tecnológico (Madrid, 1869), la señala como voz propia de la Marina, se trata de un lugar donde la tropa se aposta o sitúa, pero no de una obra. En este caso, más apropiada sería la designación como parapeto, ‘terreno arreglado a dimensiones de perfil, que cubre hasta el pecho al que dispara desde la banqueta’. Mestre organizaba la construcción de los “apostaderos”, con tres líneas defensivas formadas por trincheras, dotadas de cortinas realizadas en mampostería y sillería protegidas por fosos. Fueron conocidas también, como primera, segunda y tercera líneas de defensas, cuya nomenclatura estaba relacionada con la proximidad de cada una de ellas con respecto al puente de San Antonio. Este puente fue erigido a finales del siglo XVI para facilitar la comunicación de los habitantes de la capital con el resto de la isla y el acarreo de materiales para la construcción de las nuevas fortificaciones de la ciudad. Una vez finalizadas dichas obras, Mestre proyectaba la construcción de varias defensas exteriores en el castillo de San Cristóbal, conocidas como los fuertes de El Abanico, La Princesa y Santa Teresa, cuya finalidad era neutralizar un posible desembarco en la costa norte de la ciudad, ya que, pese a la abundancia de arrecifes y manglares y la irregularidad del terreno, Mestre, a diferencia de Alejandro O’Reilly, consideró seriamente esta posibilidad. Construyó el fuerte de El Abanico (como ya se vio) en el punto más elevado del glacis del castillo de San Cristóbal, dotado de un foso con estacada y un sistema de hornillos para volar el fuerte en caso de necesidad. A la misma altura que El Abanico construyó la batería de La Princesa, dotada de cinco piezas de artillería, situadas hacia el frente de tierra y dos en su flanco derecho. Ambos fuertes estaban comunicados por un foso de poco más de 3,5 metros de ancho, al que se añadió un rastrillo para facilitar la retirada de su guarnición en caso de necesidad. En el punto más elevado del acantilado del mar del Norte, Mestre levantó la batería de Santa Teresa, defendida por cinco piezas de artillería, comunicada por el lado occidental con los fuertes de El Abanico y La Princesa, mediante un camino cubierto que permitía destruirlos en caso de ser ocupados por el enemigo.

Tras reforzar la defensa del lado norte de la ciudad, Mestre propuso reedificar el puente de Martín Peña, como consecuencia del mal estado en el que se encontraba y construyó una batería provisional de tierra y fajina a la que denominó San Francisco de Paula, en el lado sur de la isleta de San Juan. En 1785 planteó la necesidad de realizar varias obras de mejora en el castillo de San Felipe del Morro; proyectó la construcción de varios almacenes de pólvora para abastecer de municiones a las nuevas fortificaciones erigidas a finales de esta centuria y en septiembre de 1788 propuso reedificar la batería del puente de San Antonio.

Durante su permanencia en Puerto Rico, fue muy intensa la labor cartográfica que desarrolló en la citada isla, especialmente en su capital San Juan, puerto de depósito y escala para las escuadras españolas, en el que se proveían de víveres y pertrechos. En el mismo año de su llegada, Mestre levantaba un plano en el que describe el estado de la antigua batería que defendía la cabeza del puente de San Antón. En 1783 trazaba los siguientes planos: Plano de la plaza de San Juan de Puerto Rico y sus inmediaciones; Plano en tres hojas en el que se manifiesta el recinto fortificado de la citada plaza en la costa, del Sector del Norte, comprendido entre el Castillo del Morro, al Oeste, y el de San Cristóbal al Este. Primera visión gráfica del poderoso “recinto” este último plano de Mestre de 13 de septiembre de 1783. En él, se muestran las obras desde el castillo San Cristóbal al del Morro: baluarte San Sebastián, baluarte Santo Tomás, baluarte de las Animas, baluarte Santo Domingo, baluarte Santa Rosa y baluarte San Antonio; Plano que manifiesta el recinto de la Plaza fortificada en la Costa del Norte que comprende el espacio que media entre el Fuerte de San Christoval y el Castillo de San Phelipe del Morro segun se demuestra, Puerto Rico, 13 de septiembre de 1783; Plano de todas las Obras que se han executado en el frente de Tierra de esta Plaza llamando por sus letras las Obras exteriores acordadas fuera del Proyecto y las q.e á el pertenecen segun se muestran, Puerto Rico, 13 de septiembre de 1783; Proyecto de Defensa contra el desembarco de un enemigo, desde el Puente de Sn Antonio. Fuerte de S.n Geronimo. y Punta del Escambron hasta la Plaza. Puerto Rico 13 septiembre, 1783.

La situación de la bahía de San Juan estaba deteriorándose durante el siglo XVIII, al disminuir notablemente la profundidad de sus aguas debido a los arrastres de tierras llevados por la lluvia. Una serie de reclamaciones tendrían continuidad, pues de nuevo insistía el 18 de agosto de 1783 sobre esta cuestión el ingeniero militar Juan Francisco Mestre, exponiendo al gobernador que estaban vigentes las opiniones de su compañero “Coronel e Ingeniero en Gefe D. Thomás O’Daly” sobre los daños ya reseñados. Y, además, proponía una serie de remedios proporcionados a esos daños producidos, sobre todo en la reparación del fondeadero, a pesar de que, como se señaló ut supra, “quiere S.M. que por ahora se lleven toda la atención las obras de Fortificación proyectadas”.

Al respecto, Mestre volvía a plantear un plan que pudiera ser compatible y aceptable para la Corona. Consideraba que era necesario lograr un adecuado surgidero capaz de “contener una Escuadra en tiempo de guerra” y, como buen experto, indicaba algunos puntos básicos para solucionarlo. Entre ellos, llama la atención sobre el acantilado de la Concepción donde existía un arenal con aguas estancadas “nocivas a la Población por sus aguas corrompidas”, añadiendo en su planteamiento, “agravaba la situación al tener el mar poquísimo fondo en este parage”. Estas obras, finalmente, adquirieron prioridad frente a los sistemas de defensa, pues se pensaba utilizar San Juan como un gran centro de acopio y de control naval del área. Inclusive se pensó en utilizar pontones como baterías flotantes mientras se hacían trabajos de dragado.

También, respecto a una antigua aduana totalmente insuficiente, el gobernador de Puerto Rico enviaba una propuesta de ensanche en 26 de agosto de 1784, a la que acompañaba con un Plano en el que se manifiesta el actual estado de la Aduana de esta Plaza de San Juan de Puerto Rico como asimismo el proyecto para su aumento en los términos que se indican por su plano y perfil lavado de amarillo, firmado por Juan Francisco Mestre.

Siempre en 1784, Mestre realizaba un proyecto para sustituir el primitivo puente de Martín Peña por otro de fábrica, para poder controlar un posible desembarco enemigo en la ensenada de los Cangrejos, cercana a la capital, asegurando así el único acceso del Camino Real con el interior: Nuevo puente de Martín Peña empezado a construir sobre el Caño que comunica la Laguna Grande con el Mar del Puerto. La noticia de su construcción la daba Mestre a su jefe Sabatini en Madrid en estos términos: “En el Caño de Martín Peña que corre desde la mar del Puerto a La Laguna grande que termina inmediata a la mar del norte, se construió un Puente de Arquería y amplitud suficiente inmediato a otro antiguo mal formado, que arriesgava el paso por él sobre maderas, siendo el único por tierra de comunicación de la Ysla a la Plaza; fue trabajosa su fundación a causa del mal terreno que contiene a uno y otro lado el Caño circundado de Manglares pantanosos e inaccesibles precisando a formar sus pies derechos de buena sillería y dentro de Caxones que superaban las mareas vivas”.

En 1787 realizó el proyecto para poner en estado de defensa la parte del recinto al oeste de la repetidamente citada plaza de San Juan de Puerto Rico, denominado Sector del Oeste entre el Castillo del Morro y la Real Fortaleza. Los proyectos de los ingenieros O’Daly y Mestre, bajo la gobernación del gobernador José Dufresne, comprendían también este importantísimo sector, llevándose a efecto las grandes obras de las cortinas, desde la fortaleza del Morro hasta el Baluarte de Santa Catalina. Con estas obras se completaba un “recinto real” impresionante. Una vez terminado este sector de la bahía, la Junta Consultiva declaraba su satisfacción por los resultados obtenidos. Finalmente, en 1792 Mestre culminaría los grandes proyectos, cerrando el recinto de la ciudad, con casi cuatro kilómetros de murallas y seis puertas de acceso.

La última aportación que se conoce de este ingeniero jefe al sistema de defensas de San Juan fue la elaboración de un plano fechado el 17 de noviembre de 1792. Se trata de una carta marina realizada tras su último reconocimiento ejecutado en la isla, fuente gráfica fundamental para conocer la orografía de la isleta de San Juan, islas y ríos cercanos a la capital, así como la profundidad de la bahía y el puerto de la ciudad.

Durante su estancia en Puerto Rico fue ascendido en varias ocasiones: teniente coronel (6 de julio de 1776), ingeniero segundo (25 de enero de 1778), coronel e ingeniero jefe (18 de julio de 1778) e ingeniero director (26 de noviembre de 1793). Estos ascensos muestran su buena formación, excelentes dotes profesionales y su importante aportación al sistema defensivo de la isla. Según consta en su expediente personal, además de los ascensos obtenidos durante su carrera militar, su hoja de servicios permite conocer de primera mano información sobre su buen estado de salud, talento, buena formación teórica y práctica, excelente aptitud para el Cuerpo de Ingenieros, puntualidad y valor.

En 1793 había vuelto de Indias y se encontraba en Galicia, donde levantaba varios planos de la embocadura del río Miño y sus contornos hasta el castillo y villa de La Guardia, por parte de España, y hasta la plaza de Camiña, por parte de Portugal. Posteriormente participó en la Guerra de la Convención o del Rosellón, siendo encargado, en 1794, del mando de Ingenieros en la plaza de Colliure, donde dirigió las obras de mejora de sus fortificaciones. Terminada la guerra, pasó destinado a la Dirección de Ingenieros de Cataluña, de la que pasaba como brigadier (ascendido en la promoción del 4 de septiembre de 1795) e ingeniero director a la de Extremadura.

El 12 de mayo de 1800 se le designaba como gobernador de la plaza de Alburquerque, cargo que mantuvo hasta su muerte en 1806.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General de Simancas. Exps. Personales; Biblioteca virtual de Defensa, Expediciones del Pacífico.

H. Capel et al., Los Ingenieros Militares en España. Siglo XVIII. Repertorio biográfico e inventario de su labor científica y espacial, Barcelona, Universidad, 1983; J. A. Calderón Quijano, Historia de las Fortificaciones en Nueva España, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1984; VV. AA., Puertos y Fortificaciones en América y Filipinas, Madrid, CEHOPU (Comisión de Estudios Históricos de Obras Públicas y Urbanismo), 1985; C. Martínez Martínez, “Los problemas militares en la segunda mitad del siglo XVIII”, vol. XI-2, en Historia General de España y América, Madrid, Rialp, 1985; H. Capel et al., De Palas a Minerva, Barcelona, Serbal-Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), 1988; J. M. Zapatero, “Las fortificaciones históricas de San Juan de Puerto Rico”, en Militaria, 1 (1989), págs. 141-175; J. A. Calderón Quijano, Las Fortificaciones españolas en América y Filipinas, Madrid, MAPFRE, 1996; L. de Sequera Martínez, Historial de las Unidades de Ingenieros en Ultramar (la Campaña de 1898), Madrid, Talleres del Centro Geográfico del Ejército, 1999; C. Virgili Belda, “La proyección hispanoamericana de la Academia de Matemáticas de Barcelona”, en La Academia de Matemáticas de Barcelona. El legado de los Ingenieros Militares, Barcelona, Ministerio de Defensa, 2004; R. Gutiérrez, Fortificaciones en Iberoamérica, Madrid, El Viso, 2005; C. Laorden Ramos, Obra Civil en Ultramar del Real Cuerpo de Ingenieros, Madrid, Ministerio de Defensa, 2008, 2 vols.; A. Martín-Lanuza Martínez, Diccionario Biográfico del Generalato Español. Reinados de Carlos IV y Fernando VII (1788-1833), Madrid, Foro para el Estudio de la Historia Militar de España, 2012; N. Hinarejos Martín, “De Extremadura a Puerto Rico: ingenieros militares a ambos lados del Atlántico”, en Anales de Historia del Arte, 30 (2020), págs. 249-273.

 

Juan Carrillo de Albornoz y Galbeño