María de Cervelló, Santa. Barcelona, 1.XII.1230 – 19.IX.1290. La primera mujer que vistió el hábito de la Orden de Santa María de la Merced, fundadora de la rama femenina de dicha orden.
María de Cervelló, de la noble familia de los condes de Cervelló (que portaban en su escudo nobiliario un ciervo pasante de azur en campo de oro), nació el día 1 de diciembre de 1230, en el palacio que sus progenitores tenían en la calle de Moncada de la ciudad de Barcelona. Dicho palacio, cuando el padre Faustino D. Gazulla publicó su Vida de Santa María de Cervelló, Virgen (1909), era una casa magnífica señalada con el n.º 20, y, en una de sus estancias, convertida en oratorio, se hallaba una lápida con la inscripción: “En este aposento nació Santa María de Cervelló, el día 1 Diciembre MCCXXX”. Según constante tradición, la niña María de Cervelló fue bautizada el 8 de diciembre de 1230 en el sarcófago romano, que había contenido los restos de santa Eulalia, mártir, convertido en pila bautismal de la iglesia de Santa María del Mar, llamada entonces de “las Arenas”, por estar construida en la playa, cerca del mar.
María de Cervelló recibió de sus padres una esmerada formación humana y cristiana, como correspondía al rango de su noble cuna. Y por la capital del condado corrían entonces de boca en boca la fama y los hechos de fray Pedro Nolasco, el Fundador de la “Orden de la Merced de la redención de los cautivos de Santa Eulalia de Barcelona”, y de sus frailes redentores que, arriesgando la libertad y la vida propias, efectuaban expediciones redentoras por tierra y por mar a los reinos musulmanes de la Península Ibérica y del norte de África, y regresaban a la Ciudad Condal con hombres, mujeres y niños rescatados del amargo e infeliz cautiverio en poder de los enemigos de la ley de Cristo. La noble joven conoció y trató a fray Pedro Nolasco, que falleció el 6 de mayo de 1245, cuando la adolescente María estaba para cumplir los quince años. Y María, en más de una ocasión, fue testigo de la solidaridad humana, caridad cristiana y exquisita ternura con que sus padres, con ella, y otras señoras y caballeros de la ciudad, atendían, curaban, daban comida y vestidos a los cautivos rescatados que llegaban enfermos, desnutridos y harapientos a la casa u hospital de Santa Eulalia, como se llamaba la primera casa o convento de la Orden de la Merced, en Barcelona.
En la edad y en medio de las dudas de dar a su vida la orientación definitiva, María de Cervelló encontró en fray Bernardo de Corbera, presbítero de la Orden de la Merced, el inteligente y hábil director de espíritu, que le ayudó a seguir, gozosa, el atractivo que la joven sentía por la consagración total de sí misma a Cristo y al servicio caritativo de los miembros más afligidos del cuerpo de Cristo, como eran las personas sometidas a cautiverio por los enemigos de la fe cristiana.
De suerte que, muerto su padre, el año 1260, María inició, juntamente con su madre, una vida más recogida, más dedicada a la oración, a ejercicios piadosos y a obras de misericordia.
Durante el gobierno del reverendo padre Bernardo de San Román, maestro general de la Orden de la Merced (1260-1267), falleció la madre de María de Cervelló; y ella, liberada de vínculos terrenos, se consagró a Cristo y a los cautivos, ante la Iglesia, el 25 de mayo de 1265, con esta fórmula que se lee en un manuscrito anónimo del año 1323: “Yo, Sor María de Cervelló, prometo a Dios y a la Bienaventurada Virgen María de la Merced, virginidad, pobreza y obediencia y trabajar por la redención de los cautivos, haciendo lo que dispusiere nuestro Padre”. Así fue cómo se convirtió en la primera mujer que vistió el hábito blanco de la Orden de la Merced y es considerada como la fundadora de la rama femenina de dicha Orden.
Pronto siguieron su ejemplo otras jóvenes de conocidos linajes, tales como Eulalia Pinós, Isabel Berti, Colagia, Isabel de Guillén y María Requesens, con las que María de Cervelló constituyó la primera comunidad de Hermanas Mercedarias de vida activa, cuyo régimen era parecido al de un instituto secular moderno. Pues, según las Constitucions dels Pares antichs (1274), cada una de las hermanas debía poseer suficientes bienes propios que le permitieran vivir convenientemente en su casa; todos sus demás bienes debían pasar al fondo de redención de cautivos de la orden; y los actos comunes de las hermanas, como la oración y prácticas de piedad comunitarias y organización del servicio a los cautivos, pobres y enfermos del hospital, tenían lugar en la iglesia y convento de los frailes de la Merced.
Sor María de Cervelló destacó por su amor a Cristo Redentor; por su fe inquebrantable; por su ardiente caridad y servicio humilde a las hermanas de comunidad y a los cautivos, pobres y enfermos acogidos en el hospital de Santa Eulalia; por su devoción a Santa María de la Merced; por sus dotes de amable gobierno; y, en una palabra, por su eximia santidad. Llena de méritos delante de los hombres y de Dios, descansó en la paz de los justos el 19 de septiembre de 1290.
La nobleza y el pueblo llano desfilaron ante el cadáver de la que todos ya veneraban, en vida, como santa; y se puede afirmar que el culto a María de Cervelló se inició antes de su muerte, por cuanto solicitaban su mediación ante Dios quienes padecían alguna dolencia, se veían en aprietos, proyectaban algún negocio o emprendían arriesgadas travesías. El proceso para la canonización de la sierva de Dios María de Cervelló, a tenor de las disposiciones del papa Urbano VIII acerca del culto inmemorial, se abrió en la iglesia de la Merced de Barcelona con toda solemnidad el 11 de marzo de 1628; y el papa Inocencio XII ratificó y confirmó la canonización de modo equipolente, por culto inmemorial, el 13 de febrero de 1692.
El cuerpo de María de Cervelló, que ha permanecido prodigiosamente incorrupto hasta la actualidad, fue venerado y cuidado con especial solicitud por sus hermanos religiosos mercedarios de todos los tiempos.
En la actual iglesia-basílica de la Merced de Barcelona, la preciada reliquia del cuerpo de santa María de Cervelló se halla en su propia capilla, en cuyo retablo se puede contemplar y venerar el pequeño cuerpo de la santa titular, a través del cristal de la urna en que reposa.
El título del Socós o del Socorro con el que también se nombra y conoce a santa María de Cervelló se debió a que sor María de Cervelló, en vida y después de muerta, fue vista más de una vez, acudir, sobre las alas del viento, en socorro de las naves de la redención combatidas por el mar embravecido; como atestiguaron con juramento, en el Capítulo General de la Orden de la Merced, celebrado en Lérida el año 1291, los redentores fray Manuel de Alburquerque y fray Arnaldo Liniverio, haberla visto sobre su navío, combatido por la tempestad el día 20 de diciembre de 1289. Por eso la iconografía representa a santa María de Cervelló o de Socós, vestida con el hábito mercedario, portando en la mano derecha una pequeña nave y, en la mano izquierda o un lirio, símbolo de su pureza virginal o un libro, significando su condición de fundadora. Es invocada como patrona de los navegantes; y es titular de la parroquia de la Barceloneta, en la Ciudad Condal.
Bibl.: Fr. Guimerán, Breve Historia de la Orden de Nuestra Señora de la Merced, Valencia, Juan Navarro, 1591; E. Esteban de Corbera, Vida y hechos maravillosos de Doña María de Cervellón, Barcelona, Pedro Lacavallería, 1629; M. Mariano Ribera, Genealogía de la nobilíssima familia de Cervellón, Barcelona, Pablo Campins, 1733; R. Vidal, Epítome de la Vida y Milagros de la segunda Estrella del mar, la ilustre Virgen Cathalana, S. María de Cervelló, Barcelona, Joseph Giralt, 1746; A. Aymar y Puig, Compendio de la Vida de Santa María de Cervelló o del Socós, Barcelona, Tipografía Católica, 1890; F. D. Gazulla Galve, Vida de Santa María de Cervelló, Virgen, comunmente llamada del Socós, Barcelona, Ruiz y Felíu sucesores de Bastinos, 1909; VV. AA., La Orden de Santa María de la Merced (1218-1992). Síntesis histórica, Roma, Instituto Histórico de la Orden de la Merced, 1997 (Biblioteca Mercedaria, 6).
Juan Devesa Blanco, OdeM