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Mencía López de Haro

Biografía

Mencía López de Haro. ?, c. 1215 – Nájera (La Rioja), c. 1271. Reina de Portugal, esposa de Sancho II.

Hija de Lope Díaz de Haro II, Cabeza Brava, y de Urraca Alfonso, nieta, por tanto, de Alfonso IX de León. Su vida estuvo marcada por la política cortesana y los intereses nobiliarios, hasta el punto de que su nacimiento fue consecuencia de los acuerdos entre su progenitor y Fernando III, que le entregó a su hermana en matrimonio. La joven Mencía creció en la corte al servicio de la reina Beatriz de Suabia, relación que afianzaría la fidelidad de los Haro a la Corona y que se vio acompañada del afecto de la Reina y su hijo Alfonso, futuro Monarca.

La desavenencia entre su padre y el Santo Rey la apartó de la corte en 1234, pues hallándose en Aragón, Lope concertó el matrimonio de Mencía y Alvar Pérez de Castro, magnate castellano que también se hallaba en rebeldía. Su actitud enojó al Monarca, tío y nutritor de la noble dama, con el agravante de contravenir las directrices canónicas por el parentesco existente entre ambos contrayentes. De poco sirvió la negativa eclesiástica, que alcanzó la excomunión, pues no sólo defendieron su enlace, sino que el de Castro y su esposa se hicieron fuertes en su castillo de Paredes de Nava. No tardó mucho en solucionarse este conflicto, pesando al decir de las crónicas la mediación de la madre del Soberano —doña Berenguela— y de la Reina consorte, de lo que se deduce que Mencía jugó un papel destacado en las negociaciones. En todo caso, la paz no deshizo el matrimonio, aunque no tuvieron descendencia.

No se sabe si acompañó a su esposo a la conquista de Córdoba, de cuya custodia se hizo cargo a partir de entonces, aunque lo cierto es que ambos intervinieron en varios actos documentales: en 1237 estaban presentes cuando la Orden de Santiago reconoció haber recibido un préstamo del difunto Lope Díaz de Haro II y en julio de ese año acordó con su esposo una compleja transacción económica que le acarrearía más de un sinsabor. Él le vendió su villa de Paredes de Nava y otras propiedades leonesas por 15.000 maravedís, aunque, no contento con este dinero, solicitó un préstamo de 7000 más a la Orden de Calatrava, entregándoles en usufructo la mencionada localidad.

El problema vino en 1239, cuando falleció el magnate, pues los parientes del de Castro tenían derecho a deshacer la venta, por más que la Orden reclamara la titularidad de Paredes. A todo ello se opuso Mencía, como también a la reclamación del Monasterio de San Miguel de Celanova sobre varias localidades leonesas, asunto que llegó a oídos pontificios.

Poco después, la ilustre dama concertó nuevos esponsales, probablemente a resultas de las intrigas de su sobrino, Diego López de Haro. Éste pudo buscar apoyos en la corte portuguesa entre 1241 y 1242, sancionados con el matrimonio de su tía y el Soberano de aquel reino, Sancho II. Enfrentado a muchos de sus nobles y a las autoridades eclesiásticas, que avivaron la oposición de su hermano Alfonso, el monarca lusitano chocó con la oposición pontificia, pues existía cierto parentesco entre ambos esposos. Incapaz de controlar la situación y carente de un heredero, Sancho vio cómo el Papa decretaba la nulidad de su matrimonio y animaba a sus súbditos a rebelarse.

Contó, empero, con la colaboración del heredero al trono castellano, el infante Alfonso, que no dudó en acudir en su ayuda. Pesó, sin duda, el afecto que le profesaba Mencía, fraguado en su tierna infancia, aunque al final Sancho tuvo que renunciar a la corona portuguesa. Refugiado en Castilla desde 1246, residió en Toledo hasta su fallecimiento, dos años después.

La reina Mencía, viuda por segunda vez, retornó a los asuntos castellanos: en 1255 la Orden de Calatrava le entregó varias posesiones en la Tierra de Campos, acaso para superar el contencioso de Paredes de Nava, y parece que mostró especial atención por esta región, donde residía su hermana Berenguela, la esposa de Gonzalo Rodríguez Girón. De hecho, intervino en varios documentos del Monasterio de Benevivere, adquirió propiedades en Boadilla, que vendió a la Abadía de Husillos en 1256, y negoció con el Monasterio de Santa María del Salvador de Cañas la venta de su villa de Ferrín.

Asimismo, retomó su intervención en la corte, pues recibió de Alfonso X el encargo de amadrinar a su primogénito, Fernando de la Cerda. Según Julio González, se aproximó al infante Enrique, quien le entregó el infantado y le encomendó que, a su muerte, se encargara de transmitirlo a uno de sus leales, Diego del Corral. En el fondo se pretendía que recayera en el heredero al trono, pupilo de Mencía, pues, al no tener descendencia, lo prohijó, legándole todas sus posesiones en los reinos de León y Castilla. A algunos enojó tal decisión, pues en 1269 Fernando Ruiz de Castro y el infante Felipe, cuñado del anterior, acordaron un hipotético reparto de la herencia de Mencía. No sólo por corresponderles el derecho de retracto sobre cuanto comprara a su primer marido en 1237, según se estipuló, sino porque con el prohijamiento se les apartaba del resto de su herencia. Llevaban parte de razón y por eso la dueña renunció a Paredes de Nava a cambio de los 15.000 maravedís, aunque Alfonso X se encargó de que, además, cediera el infantado a su primogénito Fernando de la Cerda (1269), enojando con ello al infante Felipe y a Fernando Ruiz de Castro.

Acabó sus días poco después y fue sepultada en el Monasterio de Santa María de Nájera, donde fundó cuatro capellanías. La carencia de hijos avivó el conflicto sobre su herencia, que reclamaron los Castro y el infante Felipe, sin conseguirlo.

 

Bibl.: M. Gaibrois de Ballesteros, “La reina doña Mencía”, en Revista da Universidade de Coimbra, XI (1933), págs. 501-539; A. Brandão, Cronicas de D. Sancho II e D. Afonso III, introd. de A. de Magalhães Basto, Porto, Civilização, 1940; J. González González, Reinado y Diplomas de Fernando III, Córdoba, Caja de Ahorros, 1980-1986; L. Charlo Brea (ed. y trad.), Crónica Latina de los Reyes de Castilla, Cádiz, Universidad, 1984; J. Mattoso, História de Portugal, vol. II, Lisboa, Círculo de Leitores, 1993; M. González Jiménez (ed.), Crónica de Alfonso X, Murcia, 1999; “El infante don Fernando de la Cerda. Biografía e itinerario”, en Literatura y cristiandad. Homenaje al profesor Jesús Montoya Martínez, Granada, 2001, págs. 531-555; Alfonso X el Sabio, Barcelona, Ariel, 2004; B. Vázquez Campos, Los adelantados mayores de la frontera de Andalucía (siglos xiii-xiv), Sevilla, Diputación, 2006.

 

Antonio Sánchez de Mora

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