Escobar y Kirkpatrick, José Ignacio. Marqués de Valdeiglesias (III) y marqués de las Marismas del Guadalquivir (VI). Madrid, 15.V.1898 – 19.IX.1977. Político, periodista y doctrinario monárquico.
Hijo de Alfredo Escobar y Ramírez, senador del Reino, Gran Cruz de la Orden de Alfonso XII, gentilhombre de cámara de S.M. y de María de la Concepción Kirkpatrick y O´Farrill, V marquesa de las Marismas del Guadalquivir. José Ignacio Escobar y Kirkpatrick heredó de sus progenitores ambos títulos nobiliarios en 1949 y 1959, respectivamente.
Estudió Derecho en la Universidad Central de Madrid y, al concluirla, obtuvo por oposición la plaza de Letrado del Consejo de Estado. De acendradas convicciones monárquicas, Escobar y Kirkpatrick recibió el advenimiento de la II República, según expresó en su libro ¿Socialismo? ¿Comunismo? ¡La dictadura del proletariado!, como el triunfo de “la clase social menos espiritualizada”, de “los menos aptos”, de “los menos cultos”; en definitiva, como una auténtica revolución social. Junto a Eugenio Vegas Latapié, Ramiro de Maeztu, el marqués de Quintanar, José Calvo Sotelo y Víctor Pradera, fue uno de los fundadores de la revista y sociedad de pensamiento monárquico Acción Española, cuyo proyecto político se cifraba en la instauración de una Monarquía tradicional, confesionalmente católica y corporativa, mediante el recurso a un golpe de Estado militar. Este proyecto suponía el abandono de la tradición liberal-conservadora característica del moderantismo, del canovismo y del régimen de la Restauración, al que, desde las páginas de la revista, se acusaba de haber desnaturalizado la Monarquía, a través del parlamentarismo, el liberalismo y la democracia.
Escobar y Kirkpatrick colaboró en Acción Española con una serie de artículos bajo el título de “Espiritualismo contra marxismo”. Desde su perspectiva, el marxismo era un movimiento “contraespiritual”, cuyo único objetivo era “la destrucción de toda idea de espiritualidad, la anulación del progreso humano, producto de la misma”; y cuyo triunfo supondría el retorno a la barbarie y a la animalidad.
Escobar y Kirkpatrick puso al servicio del nuevo proyecto político el diario La Época, propiedad de su familia. Era uno de los diarios más antiguos de la prensa española, cuyo público natural era la aristocracia palatina, terrateniente y financiera. En los inicios de la II República, su director era Mariano Marfil, antiguo director de Aduanas en el gobierno presidido por Dámaso Berenguer y muy relacionado con las compañías ferroviarias y el mundo bancario y empresarial. Marfil no creía en el retorno de la Monarquía y propugnaba una alternativa liberal-conservadora, próxima a la del Partido Republicano Conservador de Miguel Maura. Escobar y Kirkpatrick pensó que el periódico podía convertirse en filial de Acción Española. Convencido por su hijo, el marqués de Valdeiglesias aceptó que La Época fuese dirigida por hombres de Acción Española como Eugenio Vegas Latapié, Jorge Vigón y el propio José Ignacio Escobar. Para ello contaron con la ayuda económica del marqués de la Vega de Anzo, del marqués de Aledo, de la duquesa viuda de Parcent y del duque de Alba. A partir de entonces, en las páginas de La Época se desarrolló la campaña basada en el lema: “Instauración, sí; restauración, no”, es decir, no se trataba de volver a la Monarquía constitucional de 1876, sino de instaurar una Monarquía de nuevo tipo, tradicional y corporativa. Además, instauración implicaba la alianza con los carlistas, acabar con el viejo pleito dinástico y la búsqueda de un nuevo candidato al trono, no Alfonso XIII, sino su hijo Juan de Borbón y Battemberg. Así, bajo la dirección de Escobar y Kirkpatrick, La Época se convirtió en uno de los principales difusores de la doctrina neotradicionalista, justificando el uso de la fuerza y la necesidad de rebelión contra la II República. Por ello, criticó la táctica y la actuación política de la derecha católica, organizada en torno a la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), y su doctrina de la accidentalidad de las formas de gobierno. A ese respecto, consideraba a Ángel Herrera y a José María Gil Robles como los principales defensores del régimen republicano. Destacaron igualmente sus críticas a José Antonio Primo de Rivera, al que acusó de republicanismo y de defensa de actitudes y proyectos de carácter revolucionario. En una carta, el líder de Falange Española calificó a La Época de “modesto sapo semiclandestino” e insultó despiadadamente a su director.
Por otra parte, Escobar y Kirkpatrick estuvo relacionado con la Unión Militar Española (UME), entrevistándose con el general Emilio Mola, junto a José María de Areilza y Jorge Vigón. Tras el asesinato de José Calvo Sotelo, La Época fue suspendida por el gobierno republicano y no se volvió a publicar.
Conocedor de la fecha del golpe de Estado militar, marchó a Burgos el 17 de julio de 1936, junto a Jorge Vigón y Pedro Sainz Rodríguez. Iniciada la guerra civil, viajó a París y Berlín buscando ayuda política, militar y económica en favor de los rebeldes. Abogó por la unión de las fuerzas monárquicas y la disolución del partido Renovación Española, antes de que se decretara desde arriba. Poco después marchó al frente como alférez de complemento y destinado al Requeté de Burgos. En enero de 1937 recibió un llamamiento de la Junta Técnica del Estado para que se incorporara a los servicios de prensa y propaganda. Escobar y Kirkpatrick intentó organizar un denominado “Instituto Calvo Sotelo” y tradujo y prologó el libro de Mac Nair Wilson, La Monarquía contra la fuerza del dinero, ya publicado por entregas en Acción Española bajo el título de “Monarquía contra plutocracia”, en cuyas páginas se representaba a los reyes como defensores del pueblo frente a los grandes financieros.
La llegada a la zona nacional de Ramón Serrano Suñer, cuñado de Francisco Franco, acabó con la influencia de los monárquicos en los aparatos de prensa y propaganda. En sus memorias, publicadas con el título de Así Empezó, señalaba que el nuevo régimen “me parecía un abigarrado revoltijo de muy escaso parecido con el que había soñado durante la etapa republicana”. Finalizada la guerra civil, el diario La Época no volvió a editarse.
Sin embargo, Escobar y Kirkpatrick, a diferencia de Vegas Latapié y otros miembros de Acción Española, formó parte de las instituciones del nuevo régimen político. Fue miembro de la Unión Interparlamentaria, del Instituto de Estudios Políticos, de la sección Primera de Leyes Políticas; y secretario del Centro Europeo de Documentación e Información (CEDI), órgano del europeísmo conservador afín al régimen de Franco. Asimismo, fue consejero nacional del Movimiento y procurador en Cortes durante más de veinte años, desde mayo de 1958 a junio de 1977; secretario de la Comisión de Leyes Fundamentales y vicepresidente primero del Consejo Nacional de Prensa. En varias ocasiones polemizó con los monárquicos liberales organizados en torno al grupo Unión Española, cuya principal figura era Joaquín Satrústegui. A través del CEDI, Escobar y Kirkpatrick informó del contenido y del desarrollo del IV Congreso del Movimiento Europeo celebrado en Munich en junio de 1962, expresando una valoración muy negativa. Asimismo, intentó que la Mesa de la Asamblea no aceptara la presentación de la moción española, cuyos principales autores fueron José María Gil Robles y Salvador de Madariaga. Sin embargo, protestó ante el Ministerio de Gobernación por la detención de dos de los participantes españoles en el Congreso, Fernando Álvarez de Miranda e Iñigo Cavero. Y es que con anterioridad había dado seguridad de a los asistentes españoles de que no sufrirían ningún tipo de castigo.
Su ideal era la continuación del régimen autoritario a través de la instauración de la Monarquía tradicional en la persona de Juan de Borbón o en la de su hijo Juan Carlos. La Monarquía tradicional era, a su juicio, “la única continuación posible del Movimiento surgido de la victoria contra el comunismo”. Y es que en la sociedad contemporánea de masas se abrían, a su juicio, tres alternativas políticas: la democracia liberal, el totalitarismo y los regímenes de carácter autoritario. Escobar y Kirkpatrick se mostraba partidario de la tercera opción, cuya virtualidad respecto a las otras dos, radicaba, por un lado, en romper la peligrosa identificación del Estado y la sociedad, y, por otro, acabar con la ficción de la voluntad popular. El régimen autoritario reconocía el derecho propio y la autonomía del poder ejecutivo ante el pluralismo de los grupos sociales. Sin embargo, estas funciones no podían ser realizadas más que con el concurso de la Monarquía, que daba continuidad e independencia al régimen político. Por ello, polemizó con José María de Areilza, por entonces partidario de la evolución del régimen hacia la democracia liberal, aduciendo que la auténtica europeización no consistía en un cambio de sistema político, sino en el desarrollo cultural, económico y social. Sin embargo, manifestó igualmente sus discrepancias con el proyecto tecnocrático defendido por Gonzalo Fernández de la Mora en su libro El crepúsculo de las ideologías. En sus memorias, señaló: “Nuestro Estado nacional-sindicalista ha sido un Estado pragmático, mucho más preocupado de las realizaciones concretas que en las especulaciones doctrinales”. En julio de 1966 le fue concedida la Gran Cruz de la Orden de Isabel La Católica.
El cambio político experimentado por la sociedad española tras la muerte de Franco, no fue de su agrado. Gonzalo Fernández de la Mora expresó la amargura del marqués de Valdeiglesias en sus últimos años de vida: “He combatido durante casi medio siglo por instaurar en nuestro país la Monarquía y ahora que debía descansar satisfecho, siento que me duele España lo mismo que al comienzo de mi lucha el 14 de abril”. Más explícito fue en una carta, escrita a modo de testamento político, poco antes de morir, y enviada a su amigo Ángel Maestro, en la que no dudó en criticar acerbamente a Don Juan de Borbón y de tachar a Juan Carlos I de “perjuro y traidor”.
Otra de sus facetas fue la de financiero y hombre de empresa: presidente del Fénix Latino S.A. y vocal de la Compañía General de Tabacos de Filipinas.
Obras de ~: ¿Socialismo?. ¿Comunismo?. ¡La dictadura del proletariado!. Madrid, 1931, con J. Vigón y E. Vegas Latapié, Escritos sobre la instauración monárquica, Madrid, Rialp, 1957; El Movimiento Nacional y la Monarquía, Valencia, 1963; La España del futuro y la Monarquía, Madrid, 1972; Así empezó… Madrid, Afrodisio Aguado, 1975; “Carta del marqués de Valdeiglesias” (1977), en Razón Española nº 130, 2006, págs. 145-169.
Bibl.: L. Araújo Costa, Biografía de La Época, Madrid, Libros y Revistas, 1946; G. Fernández de la Mora, “José Ignacio”, en ABC, 4 de octubre de 1977; J. Tusell, La oposición democrática al franquismo (1939-1962), Barcelona, Planeta, 1977; E. Vegas Latapié, Memorias políticas. El suicidio de la Monarquía. Barcelona. Planeta, 1982; P. C. González Cuevas, Acción Española. Teología política y nacionalismo autoritario en España (1913-1936), Madrid, Tecnos, 1998; “Neoconservatismo e identidad europea (Una aproximación histórica)”, en Spagna Contemporanea nº 13, 1998, págs. 41-60; La razón conservadora. Gonzalo Fernández de la Mora, una biografía político-intelectual, Madrid, Madrid, Biblioteca Nueva, 2015.
Pedro Carlos González Cuevas