Julián de Cuenca, San. El obispo limosnero. ?, p. t. s. xii – Cuenca, 28.I.1208. Obispo, mártir y santo.
Son muy escasos los datos auténticamente documentados para perfilar la vida de Julián o san Julián, el segundo obispo de Cuenca; en realidad son sólo unos pocos documentos, el primero, en julio de 1197, es un texto de compraventa entre el abad de Santa María de Husillos, como vendedor, y Julián, hijo de Tauro, que firmaba ya como arcediano de Calatrava —dignidad de la catedral de Toledo—; otros documentos son la confirmación de donaciones por Alfonso VIII a la catedral de Cuenca, fechados a partir de 1198, y en los que ya figura Julián como obispo de la misma.
También se han conservado las primeras constituciones por las que había de regirse el Cabildo de la catedral de Cuenca, ordenadas por el obispo Julián en 1201, así como otros documentos, custodiados, sobre todo, en los archivos de la catedral conquense.
Sin embargo, los relatos hagiográficos son numerosos y conformaron una biografía con muchos elementos legendarios, esencialmente desde que, en el año 1518, se encontró el cuerpo incorrupto del santo y un tal Salazar, por encargo del Ayuntamiento de Cuenca, hizo unas coplas dedicadas al santo; a partir de ellas, hoy perdidas, se sucedieron los escritos y biografías, entre ellos los de Escudero, que escribió la primera Vita, aprobada por el Consejo Real en 1589. Biógrafos del obispo fueron también Pedro de Rivadeneyra, Giovanni di Marieta, Alonso de Villegas y Tomás de Trujillo, entre otros; de ellos tomó noticia el cardenal Baronio para incluir a san Julián en el Martirologio romano.
En todas las fuentes antes citadas se le consideraba nacido en Burgos en el primer tercio del siglo xii, tal vez para garantizar sus biógrafos, a partir del siglo xvi, su pureza de sangre; pero los más recientes estudios lo han desmentido y lo consideran mozárabe, hijo de Tauro. Según la tradición, su nacimiento se vio ya envuelto en hechos prodigiosos, pues nada más nacer bendijo a sus padres. Ordenado sacerdote, se dedicó a la predicación entre cristianos y musulmanes por Burgos, Palencia y toda Castilla. En el año 1197 aparece ya como arcediano de la archidiócesis de Toledo y, tras la muerte, el 15 de diciembre de 1197, de Juan Yánez, primer obispo de Cuenca después de la conquista, Julián fue elegido para sucederle y ya aparece firmando como obispo en 1198. Ocupó la sede durante unos veintiocho años, se preocupó de la educación de los clérigos e inició las obras de la catedral de Toledo, que no vio terminada.
Sus biógrafos glosan su modestia y su vida justa y santa en una región dominada por los problemas derivados de una reciente conquista. Es famoso por su caridad y por superar tentaciones de todo tipo. Vivía de su trabajo manual y hacía cestos para obtener limosnas para los pobres, incluso se le atribuyen hechos milagrosos de multiplicar el pan, y la aparición de la Virgen el día de su muerte, que sucedió, según los antiguos obituarios del Obispado de Cuenca, el 20 de enero de 1208, aunque su fiesta se fijó el 28 del mismo mes, probablemente por conveniencias litúrgicas.
Durante sus exequias se produjeron numerosas curaciones milagrosas, lo que se repitió después, en el siglo xvi, ante su sepulcro, por lo que los canónigos decidieron descubrir su tumba y encontraron su cuerpo incorrupto el 17 de enero de 1518. Su fiesta se celebra en Cuenca el 28 de enero y fue confirmada por un breve del papa Clemente VIII de 18 de octubre de 1595, por el que canonizaba al santo y concedía para Cuenca oficio y misa propios.
San Julián de Cuenca se representa vestido de obispo con alba, casulla o capa y estola y con los símbolos de su cargo, la mitra y el báculo o el bastón pastoral acabado en cruz. Sus atributos particulares aluden generalmente a su misión caritativa, suele llevar un pan o un cesto; en menos ocasiones le acompaña una lámpara encendida como símbolo de la virtud de la castidad. En el retablo mayor de la catedral de Cuenca aparece sentado confeccionando un cestillo.
Son muy comunes las representaciones del llamado tránsito de san Julián en las que éste entra en la gloria vestido de pontifical y es recibido por la Virgen María, que le entrega una palma, y así lo retrató fray Juan Andrés Rizzi en el trascoro de la catedral de Burgos. San Julián es también conocido como el obispo limosnero.
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Elena Sainz Magaña