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Juan Jufré

Biografía

Jufré, Juan. Medina de Rioseco (Valladolid), 1517 – Santiago de Chile (Chile), IX.1578. Conquistador, fundador de ciudades, general, encomendero, terrateniente, empresario y armador.

Hijo legítimo del hidalgo notorio Francisco Jufré (de Loayza) y de Cándida de Montesa, tía homónima de la mujer del conquistador Francisco de Villagra.

Se crió en la casa de Pedro de Toledo Fernández de Córdoba y Figueroa, IV conde de Feria. Pasó a Tierra Firme en 1537 en la nao del maestre Manuel Martín, en el séquito del oidor Robles, casado con su tía Juana Jufré de Guevara. Se dirigió a Perú en 1539; participó en la jornada de Tarija con el capitán Pedro de Candia y en la expedición a los indios chirihuanos.

Se incorporó a la hueste de Pedro de Valdivia para la conquista de Chile, quien lo designó capitán a leva, a pesar de su mocedad, y lo envió de Guatacondo a Potosí para aumentar el contingente, reuniéndosele después en Copiapó a finales de 1540.

Jufré fue uno de los guerreros más activos en la conquista de Chile. Vecino fundador de la ciudad de Santiago del Nuevo Extremo (12 de febrero de 1541), en cuya defensa actuó destacadamente contra el cacique Michimalonco, el 11 de noviembre.

Fue uno de los descubridores de las provincias de Arauco y Biobío. El 27 de julio de 1542 recibió la encomienda de los indios del cacique Vitapandi y el 24 de enero de 1544 los del cacique Tipitureo, en los Promaucaes. En el reajuste de encomenderos que hizo Pedro de Valdivia en 1546, fue uno de los que se mantuvo, pero cambiándole sus indios por otros. Al conocerse en Chile el alzamiento de Gonzalo Pizarro en Perú, fue uno de los diez capitanes de mayor confianza elegidos por el gobernador para acompañarlo a combatir por la causa del Monarca, participando valientemente en la batalla de Jaquijahuana, el 9 de abril de 1548. Pacificado Perú, Valdivia le encargó el reclutamiento en la provincia de Charcas, llegando Jufré a reunir más de setenta soldados españoles en Cuzco y Arequipa, además de gran suministro de caballares y cabras. Durante su viaje de regreso a Chile, supo del alzamiento de los naturales de Coquimbo y de la destrucción de la ciudad de La Serena, a los que derrotó y puso orden en aquella tierra. El 1 de agosto de 1549, Pedro de Valdivia, confirmado en su gobernación por La Gasca, lo reafirmó en las encomiendas que le había otorgado en la reforma de 1546, con mil quinientos indios de visitación, tanto en el valle del Mapocho como en los Promaucaes. Más tarde le envió a “correr la tierra” e informar del estado de los naturales, de los que tomó a muchos prisioneros, previamente a la fundación y poblamiento de la ciudad de Concepción (5 de octubre 1550), en todo lo cual participó cumplidamente. Fue regidor del Cabildo de Santiago en 1552, 1556 y 1573; alcalde en 1553, 1557, 1560, 1563 y 1568; alférez real en 1556; teniente de corregidor y justicia mayor en 1557.

En 1549 el capitán Jufré proyectó un viaje a España, habiéndole conferido el Cabildo de Santiago un poder para que lo representara en la Corte, además de estar comprometido para contraer matrimonio con una hija del famoso Francisco de Aguirre, lugarteniente de gobernador y capitán de las provincias de La Serena y El Barco, poder que amplió Valdivia para que a su regreso reclutase más gente en Panamá, Nombre de Dios y Perú. Empero, suspendió su viaje, pues llegó Francisco de Villagra, lugarteniente de Valdivia, procedente de Perú, con refuerzos, y debió acompañarlo para reunirse con él, quien estaba en el valle de Mariquina, a punto de fundar la ciudad que lleva su alcuña a orillas del río Calle-Calle. Desde allí, Valdivia lo envió de vuelta a Santiago el 3 de diciembre de 1551, con su licencia confirmada para pasar a España. Más esto nunca se iba a realizar. Por motivos de la guerra de Arauco seguía en Santiago en octubre de 1552, fecha en que otorgó un poder para que en su nombre contrajese matrimonio el capitán Jerónimo de Alderete, que viajaba a la Corte como apoderado de Valdivia.

Así lo hizo en Sevilla, el 29 de junio de 1555, con Constanza de Meneses, una de las hijas de Francisco de Aguirre; para esto envió 1.000 ducados de arras, para que pasase a Chile. El viaje lo hizo la novia acompañada por su madre María de Torres, y de sus hermanos. Jufré y ella engendraron ocho hijos que se aliaron con familias de la naciente nobleza local.

El 13 de enero de 1556, cuando Jufré era alférez real, el Cabildo le encomendó la persecución de los indios promaucaes y del Maule, que se encontraban alzados después del asesinato de Pedro de Valdivia, misión que cumplió sin perder ninguno de sus hombres.

Aún permanecía en Maule cuando su primo el mariscal Francisco de Villagra pretendió ser reconocido por gobernador por el Cabildo de la capital, por lo que Jufré partió a Concepción a ofrecerle sus servicios.

Al año siguiente, lo nombró teniente de corregidor y justicia mayor, pero el Cabildo no quiso recibir a Jufré en sus funciones, debido a un informe contrario emitido por el licenciado Bravo de Villalba.

Juan Jufré, dando una vez más prueba de su energía y su carácter, no acató el acuerdo de los cabildantes y el día 27 de enero de 1557, seguido de algunos de sus parciales y de una veintena de soldados, se presentó en las puertas del Cabildo, al que intimó recibirlo de inmediato, afirmado en un nuevo y apurado informe de los licenciados Ortiz, Escobedo y de las Peñas, renunciando Jufré a su cargo de alcalde de la ciudad y tomándosele el juramento de estilo al asumir sus nuevas funciones. Durante el desempeño de ellas supo de recientes incursiones del caudillo araucano Lautaro, quien había llegado hasta Mataquito a una de las encomiendas de Jufré; de ella dicho toqui le había matado trece indios y el cacique principal. Colmada su paciencia, envió veinticuatro soldados que se juntaron con tropas de Villagra y derrotaron y dieron muerte al enemigo.

Cuando García de Mendoza asumió la gobernación del reino, encargó a Jufré muchas empresas importantes, entre ellas la preparación de la ruta del ejército para ir a las provincias de los Promaucaes para la conquista de Arauco, y de la logística de la expedición.

Participó luego en las batallas de Biobío y Mallarapue, tocándole redescubrir la cuesta llamada de Villagra, que daba acceso a las tierras araucanas. Participó en la población y reconstrucción de la ciudad de Concepción, y el mismo don García le “encomendó —según refiere el propio Jufré— que anduviese con la gente de la Compañía del Estandarte Real, porque D. Pedro de Portugal, que era Alférez Real, estaba muy viejo y cargado y no podía administrar dicho cargo”. Todavía le tocó durante aquel gobierno asumir como capitán y justicia de los indios alzados en febrero de 1560, pudiendo usar a los que cogiere en la guerra.

Habiendo sucedido a don García el mariscal Villagra, Jufré, su primo, alcalde de Santiago, partió a sus encomiendas para preparar pertrechos y provisiones para la continuación de la conquista. Se encontraba en el tambo de Peteroa, cuando fue nombrado, el 27 de septiembre de 1561, teniente de gobernador y capitán general de las provincias de Cuyo. A principios del año siguiente, pasó la cordillera de los Andes con una tropa de entre cuarenta y cinco y cien hombres, equipada en su mayoría a su costa, llegando a la ciudad de Mendoza, fundada por el capitán Pedro del Castillo el año anterior. Después de unos días en ella, siguió al descubrimiento de la provincia de Conlara.

De regreso a la provincia de Cuyo, en el valle de Guantada, donde existía un fuerte, señaló y trazó una ciudad que llamó Resurrección, al reemplazar a la primitiva Mendoza el 28 de marzo de 1562. No pasó mucho tiempo y el 13 de junio fundó la ciudad de San Juan de la Frontera, en la provincia de los Huarpes y valle de Tucumán. Antes de regresar a Santiago repartió encomiendas.

Enterándose del despueble de Cañete, producido el desastre de Lincoya (16 de enero de 1563), donde encontró la muerte, entre otros, el hijo del gobernador, el general Jufré reclutó setecientos infantes entre los indios de sus encomiendas, más algunos españoles, y fue en auxilio de Francisco de Villagra, el cual se encontraba asediado en Concepción. Vencidas las dificultades bélicas fue nombrado visitador de los indios de la jurisdicción de Santiago, a fin de protegerlos de eventuales malos tratos de sus encomenderos. Al ser instalada la Real Audiencia de Concepción en 1567, Jufré acudió a dicha ciudad con mil quinientas cabezas de ganado de toda especie, y con más de cien caballos cargados de harina, tocino y bizcocho en auxilio de ella, muy desvalida de alimentos. Lo oidores, en vista de su desprendimiento y de sus cuantiosos méritos, lo quisieron nombrar gobernador del reino, pero Jufré rechazó el honor y el cargo “por estar enfermo, viejo y muy gastado”, aunque sólo bordeaba la cincuentena.

En 1572, el gobernador Bravo de Saravia envió a Jufré a Perú, junto a Alonso Picado y al capitán Agustín de Ahumada, hermano de santa Teresa de Jesús, a dar cuenta al virrey del deplorable estado de la guerra de Chile. Por ese año fue sometido a un proceso por el Tribunal del Santo Oficio en Lima (no hay constancia de la fecha en el expediente), por opiniones que expresó respecto a otro proceso contra su suegro, el general Aguirre, en 1567; condenado a pagar 500 pesos y diez días de reclusión en un convento, que al final le cambiaron por un año de destierro de Lima y Cuzco.

En dicho viaje le tocó tratar con el virrey Toledo, el cual no tenía buena impresión de Jufré, aunque no se conocen los motivos.

De regreso en Chile, partió a Concepción a comienzos de 1574, como representante del Cabildo de Santiago ante la Real Audiencia. Allí pudo enterarse no sólo de la nueva ruta de navegación de regreso del virreinato a Chile descubierta por el piloto Juan Fernández, sino del avistaje de unas islas. Debió recordar, entonces, sus conversaciones con Pedro Sarmiento de Gamboa en Cuzco, cuando aquél se encargaba de reunir materiales para escribir su Historia de los Ingas.

Entonces hacía tres años que aquél había regresado de su expedición a las islas de Salomón. Tal como lo había comunicado al rey Felipe II, debió de comentar con Jufré y otros, que en sus años de residencia en América desde 1557, había logrado tener noticias de muchas islas y tierra firme que estaban por descubrirse en el océano Pacífico. Sarmiento lo había constatado personalmente al descubrir con Mendaña varias islas. Que Pedro Sarmiento de Gamboa abrigaba el proyecto de navegar hacia el poniente a descubrir, no era un secreto. Así lo refiere el propio Juan Jufré en carta de 23 de noviembre de 1575 al virrey Francisco de Toledo.

El descubrimiento de las ínsulas de Santa Cecilia, que el mundo conocería después con el nombre del propio descubridor, Juan Fernández, reactivó la creencia más o menos reiterada de que existían muchas islas y continentes diseminados en la enormidad del Mar del Sur. En conclusión, el hombre emprendedor, rico y codicioso ya no de bienes sino de gloria que era Jufré, conocía, tanto como Sarmiento, los secretos marineros y aquellas noticias. El general hacía construir en su astillero del Maule embarcaciones de diverso tonelaje, aunque más bien pequeño, pues la barra de la desembocadura era un obstáculo para barcos de mayor calado; con ellas explotaba el comercio marítimo tanto a lo largo de las costas de Chile como de Perú. Teniendo estas ventajas y conocimientos, decidió tomar a su cargo la continuación del descubrimiento de aquellas islas avistadas por Juan Fernández.

Empero, sintiéndose añoso con cincuenta y seis inviernos a cuestas, como jefe de una familia numerosa, prefirió compartir su aventura con su yerno Diego de Guzmán y Galindo. Celebró con él un contrato de compañía que debió de firmarse en 1574. Después de ello solicitó para sí y para él una provisión real al presidente Melchor Bravo de Saravia, para poder iniciar la empresa, la cual le fue otorgada. Para obtener la confirmación regia de tales provisiones Jufré rindió una extensa información de méritos y servicios ante el oidor Martínez de Peralta (10-21 de enero de 1575).

El general Juan Jufré estaba preparando su expedición y contaba con un navío anclado en Concepción, mientras terminaba otro con los indios de su encomienda en la desembocadura del río Maule, e incluso se había oído decir que deseaba comprar otro para esa empresa, sin duda para reemplazar uno que había perdido en los mares de Chiloé. Más los aprestos no fueron tan rápido como lo deseaban sus ejecutores.

En resumen, partió una expedición compuesta de uno o dos navíos a finales de noviembre de 1575, aprovechando lo que quedaba de primavera y verano inmediato, con la intención de repetir la empresa en la primavera del año siguiente, con galeones que se estaban construyendo. Los buques fueron a cargo del piloto Juan Fernández, pues para la segunda expedición se esperaba el concurso de Pedro Sarmiento de Gamboa. No se ha encontrado documentación contemporánea para conocer la suerte corrida por la proyectada expedición del general Jufré y de su yerno Guzmán. Sin embargo, puede continuarse esta historia gracias a la existencia de un impreso rarísimo de alrededor de 1621. Se trata del Memorial presentado por el Doctor Don Juan Luis Arias al Infante Don Fernando dándole cuenta de los descubrimientos verificados en el Hemisferio Austral y entre ellos el de Juan Fernández, a fin de que se interesase la conquista espiritual de sus habitadores. Por él se sabe que el autor escuchó el relato del general Pedro Cortés de Monroy, comisionado del gobernador de Chile en 1613 para informar a Su Majestad Felipe III de la situación del reino. Le informó que un piloto llamado Juan Fernández, navegando un mes hacia el Oeste desde los 40° aproximadamente, había descubierto una tierra rica y fértil, en cuya costa desembocaban caudalosos ríos, poblada de gente blanca, bien vestida “apacible y acariciadora”.

“Regresaron los exploradores a Chile pensando ir una segunda vez mejor abastecidos y por tenerlo secreto, hasta que ellos con sus amigos pudiesen volver a descubrirlo, se dilató de un día a otro, hasta que murió el Juan Fernández, quedándose con su muerte malograda cosa tan importante”. En esta relación se advierte una duración en el tiempo del viaje que difícilmente se conjuga con un descubrimiento lejano de una gran isla o tierra firme, posiblemente Nueva Zelanda, por los grandes ríos que no existen en las islas oceánicas menores, pero ese dato bien puede deberse a un afán de desinformación intencionada. Por otra parte, no habría sido la muerte de Juan Fernández la causa de no volver, sino la de Juan Jufré, que se produjo después de haber testado ante el escribano de Santiago Juan Hurtado el 10 de abril de 1578.

 

Bibl.: J. T . Medina, Colección de Documentos Inéditos para la Historia de Chile desde el viaje de Magallanes hasta la batalla de Maipo, 1518-1818, t. XV, Santiago, Imprenta Ercilla, 1888-1902; Diccionario Biográfico Colonial de Chile, Santiago, Imprenta Elzeviriana, 1906, págs. 436-438; El piloto Juan Fernández descubridor de las islas que llevan su nombre y Juan Jufré armador de la expedición que hizo en busca de otras en el mar del Sur, Santiago de Chile, Imprenta Elzeviriana, 1918 (2.ª ed., Santiago de Chile, Gabriela Mistral, 1974); T. T hayer Ojeda, Formación de la Sociedad Chilena y Censo de la Población de Chile en los años de 1540 a 1565, t. II, Santiago, Prensas de la Universidad de Chile, 1939, págs. 187-190; L. de Roa y Urzúa, El Reino de Chile, 1535-1810, Valladolid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Jerónimo de Zurita, 1945, págs. 140-142; R. Manns Bravo, “Genealogía y descendencia del general Juan Jufré”, en Revista de Estudios Históricos (Santiago), n.° 10 (1962), págs. 66-107, y n.° 11 (1963), págs. 82-118; J. Retamal Favereau et al., Familias Fundadoras de Chile, 1540-1600, t. I, Santiago, Zig- Zag, 1992, pág. 105; I. Vázquez de Acuña, “El general Juan Jufré pionero de la navegación chilena hacia en otro lado de la Cuenca del Pacífico (1575)”, en Derroteros del Mar del Sur (Lima), n.° 12 (2004), págs. 129-141; Historia Naval del Reino de Chile, 1520-1826, Santiago, Compañía Sudamericana de Vapores, 2004, cap. IX.

 

Isidoro Vázquez de Acuña y García del Postigo

 

 

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